El diario La Vanguardia, de España, publicó hoy una columna de opinión firmada por el periodista Santiago Segurola a través de la cual se hace una fuerte crítica al ser argentino que apunta contra Lionel Messi y llama mediocres a quienes apuntan contra el genio del Barcelona.
"En ningún lugar se le cuestiona tanto, y con tanto rencor, como en su país", remarca Segurola en su escrito. El signatario es un reconocido periodista español que dirigió durante varios años la sección Deportes del diario El País. También fue secretario adjunto del director del diario Marca y desde 2007 colabora en As.
A continuación, la columna publicada hoy:
Messi y la Patria (por Santiago Segurola)
Sospechamos que Messi tiene muchos amigos en Argentina, pero escuchamos más a sus enemigos. Después de marcar el gol de la victoria frente a Uruguay, que ahora mismo es el hueso de la fase de clasificación en la zona sudamericana, Messi no jugó en Caracas. Lo impidió una pubalgia puesta en duda por sus detractores, que vienen de lejos, de cuando decían que Messi se subía al avión en Barcelona y a Buenos Aires llegaba su hermano. Nunca en la historia del fútbol se ha conocido una falta de respeto semejante a un jugador, porque la burla no se dirige a un cualquiera, sino a una leyenda con botas.
Messi es bastante más que un gigante del fútbol. Es su dramática convivencia con la argentinidad lo que le vuelve todavía más admirable. En ningún lugar se le cuestiona tanto, y con tanto rencor, como en su país. Es un sector bronco, oportunista y malicioso que siempre encuentra motivos para descalificarle. Han pasado diez años de magisterio y persiste la cacería. No acabará nunca.
No se puede entender la malsana fijación sin multiplicar el aprecio por Messi, sometido a un acoso que trasciende el aspecto crítico. Nada hay de criticable en el debate futbolístico, aunque se antojen sorprendentes las críticas a un jugador que en Europa ha alcanzado un rango mítico. El problema es de otra clase: Messi siempre sirve como coartada negativa, de la misma manera que a Maradona siempre se le utiliza con argumentos favorables. Es un genio, es un patriota, ganó el Mundial y derrotó a los ingleses.
Messi siempre sirve de coartada negativa para los argentinos, de la misma manera que a Maradona siempre se le utiliza con argumentos favorables
No se trata de la comparación estrictamente futbolística entre los dos jugadores, comparación que ha planeado sobre la carrera de Messi desde su irrupción en el Barça. Quizá ahí comience la ofensiva de unos críticos que confunden el tocino con la velocidad. No ha habido un jugador con más voluntad de demostrar su argentinidad que Leo Messi y, sin embargo, ese deseo febril no se ha correspondido con el reconocimiento general en su país.
Hay algo de sospechoso en ese jugador al que no se le vio jugar en la liga argentina. Es una cuestión que excede el nacionalismo. Di Stéfano jugó en la selección española y nadie le criticó. Al contrario, hasta su muerte fue ídolo en su país. Messi pudo jugar con España, pero se negó a aceptar la propuesta. Se sentía argentino hasta la médula, movido por el más potente motor del patriotismo, que es la nostalgia del emigrante. Nunca conmovió a sus críticos esa angustia de Messi por sentirse querido y aceptado en su país. Desde esa perspectiva, es mucho más interesante la adscripción de Messi a su país que la de Maradona, ídolo desde niño en Argentina.
Las últimas críticas han vuelto a incidir en el asunto patriótico. Si no jugaba contra Venezuela pero sí frente al Alavés, sería una traición a Argentina. No hay descanso en la ofensiva, y es un blanco fácil. Vive y juega lejos. Ni el peróxido ni los tatuajes le van a convertir en un ídolo macho. Messi, que no tiene la vocación de prócer que rezumaba Maradona, es el objetivo perfecto para los mediocres que se empeñan en conceder carnés de patriotismo. Lo que deberían darle es un buen equipo, una buena federación y unos buenos dirigentes para acompañarle en su magisterio. Esa, y no otra, es la verdadera patria de Leo Messi.