El golpe psicológico que sufrió la población luego de los trágicos acontecimientos del 11 de septiembre de 2001 no pasó inadvertido para la industria del cine y los medios masivos de comunicación. La extrema cautela, la escrupulosidad y la autocensura estuvieron a la orden del día. Tanto en la pantalla grande como en la televisión y los medios gráficos, se borraron imágenes y se reescribieron escenas para no herir la sensibilidad de los espectadores. La cobertura del 11-S incluyó la colisión de los aviones contra cada una de las Torres –el impacto contra la Torre Sur fue transmitido en vivo y en directo–; su colapso; el trabajo de bomberos, médicos y socorristas; y la reacción de los transeúntes que transitaban por las calles de Manhattan. Sin embargo, no se difundieron imágenes de muertos o heridos graves. Solo se pudieron ver personas cubiertas de polvo, asistidas por las ambulancias o guiadas por las fuerzas de seguridad y escapando de la zona que pasó a conocerse como Ground Zero.
La única excepción tal vez sea la foto conocida como “El hombre que cae” (The falling man), captada por el reportero gráfico Richard Drew y cuya publicación en distintos medios al día siguiente de los hechos no estuvo exenta de cuestionamientos. El protagonista es un sujeto arrojándose al vacío desde la Torre Norte, presumiblemente huyendo de las llamas. “No me arrepiento de haber tomado esa foto”, dijo Drew al semanario Time en una entrevista en 2016, al tiempo que la definió como “una foto muy calma, no como tantas otras fotos violentas de otros desastres, ya que no hay sangre, no hay vísceras y nadie está recibiendo el impacto de un disparo”. “Sin embargo –agregó– la gente se siente muy tocada por esa foto porque probablemente crea que, de haber estado en la misma situación, habría tenido que tomar una decisión similar a la que tomó ese hombre”. “Yo aspiro a que, dentro de diez años, la gente sea capaz de mirar esa foto y aceptar que fue algo que efectivamente sucedió ese día”, había dicho en otro reportaje que brindó al periódico británico The Telegraph en 2011.
El 4 de septiembre de 2011, en las vísperas del 10.º aniversario del 11-S, otro diario del Reino Unido, The Sunday Times, se preguntaba por qué EE. UU. se negaba a hablar de aquellos que saltaron desde las Torres Gemelas. Bajo el título “Los Caídos” (The fallen), el periodista David James Smith publicó una extensa crónica que presentaba ese interrogante: ¿por qué esas personas habían sido “borradas de la historia” y sus imágenes se habían convertido en un tabú para la sociedad estadounidense? “Desde los días posteriores a los ataques, los medios americanos mostraron una reticencia colectiva a publicar imágenes de aquellos que saltaron al vacío o cayeron de las Torres. Oficialmente, es simple, no existen”, escribió el cronista, que contabilizó 104 muertes similares de acuerdo a un reporte del Instituto Nacional de Estándares y Tecnología (NIST, por su sigla en inglés), aunque admitió que la cifra probablemente fuera aun mayor.
TERRORISMO PARA LAS CÁMARAS
El sociólogo Jürgen Habermas definió al 11-S como “el primer acontecimiento histórico mundial, en el estricto sentido de la palabra: el choque, la explosión, el lento derrumbamiento, todo eso que no estaba ocurriendo en Hollywood de modo irreal, sino que era una cruel realidad, que se consumó literalmente a los ojos de la opinión pública mundial”. En un diálogo que mantuvo con la filósofa italiana Giovanna Borradori, el intelectual alemán agregó que “la presencia de las cámaras y de los medios hicieron de un hecho local, al mismo tiempo, un acontecimiento global y convirtieron a la población mundial en su conjunto en testigo ocular pasmado”.
Al intentar explicar la omnipresencia de la televisión durante esa fatídica jornada, la investigadora del Departamento de Historia del Arte de la Universidad de Murcia, Tatiana Abellán Aguilar, afirma que “nunca antes una acción terrorista se había planteado de manera tan evidente en torno al eje visual determinado por la cámara”. En su trabajo titulado “Recordar lo inolvidable: el 11-S, instantes de verdad sin instantáneas de realidad”, Abellán Aguilar retoma un concepto del académico François Heisbourg: “hiperterrorismo”, definido como ‘un terrorismo exacerbado, llevado al límite de lo imaginable, aquel al que es imposible acostumbrarse, y donde el factor visual tendrá una importancia radical’. La importancia de estos hechos está, según esta autora, en su visibilidad: “El horror del 11-S fue designado, sobre todo, para ser visible; ese mismo día nació el ‘terrorismo para la cámara’”. “Las cámaras no se limitaron a describir los daños del terrorismo, sino que, de alguna manera, los acontecimientos se desarrollaron, en riguroso directo, para ellas”, completa.
LA REACCIÓN DE HOLLYWOOD
También la industria del cine acusó recibo de las secuelas que dejó el 11-S en la población. Si hacemos memoria, cuesta encontrar en las películas estrenadas en las últimas décadas –por no decir que es imposible– una escena como la del final del El club de la pelea, film dirigido por David Fincher y estrenado en 1999. Allí, el personaje interpretado por Edward Norton –narrador-protagonista de la película al que no se le conoce el nombre– y Marla Singer –interpretada por Helena Bonham Carter– se toman de la mano mientras observan, desde la ventana, la explosión y el derrumbe de los edificios de Nueva York, tal vez el punto cúlmine del “Proyecto Caos” y de la tortuosa relación entre ambos. Apenas un año y medio después, la explosión y el derrumbe de edificios iba a tomar otra significación.
En los meses inmediatamente posteriores al ataque al World Trade Center, películas con temáticas vinculadas al terrorismo, el secuestro de aviones y los atentados fueron meticulosamente revisadas y se quitaron escenas que pudieran remitir a lo sucedido en Manhattan el 11-S. Fue el caso de Daño colateral, un film protagonizado por Arnold Schwarzenegger en el que el protagonista perdía a toda su familia como consecuencia de un atentado terrorista en Los Ángeles. En la versión que llegó finalmente al cine, se cortó una escena en la que una terrorista, interpretada por la actriz colombiana Sofía Vergara, secuestraba un avión de línea.
La propia imagen de las Torres Gemelas, algo natural hasta ese momento en cualquier film ambientado en Nueva York, se convirtió en un tabú para Hollywood. Un ejemplo de esa “nueva normalidad” posterior al 11-S fue la decisión de Sony Pictures de borrar una escena de El Hombre Araña, que había sido grabada antes de los atentados y que formaba parte del film que se estrenaría finalmente en 2002. Allí, el helicóptero de unos asaltantes de banco quedaba atrapado en la telaraña de Spiderman y suspendido en el aire, entre las Torres Norte y Sur del World Trade Center. Rescatado por algún fanático de la saga, el teaser del film con esa escena perdida aún está disponible en internet.
Menos suerte tuvo Jackie Chan, con un rol protagónico en la película Nosebleed, que nunca llegó a estrenarse y cuyo guión resultó ser casi profético. El actor interpretaba un limpiavidrios de las Torres Gemelas, que lograba desactivar un complot terrorista contra el World Trade Center. También el cine animado infantil se vio afectado: una escena de la película Lilo y Stitch debió ser modificada, ya que en ella, uno de los simpáticos alienígenas creados por Chris Sanders se apoderaba de un Boeing 747 y atravesaba una ciudad pasando al ras de sus edificios. Finalmente, la aeronave fue reemplazada por una nave espacial, y la acción se trasladó a una zona montañosa y a la playa, lejos de cualquier mínimo resabio que pudiese remitir al 11-S.
En el ámbito de la ficción, hubo que esperar hasta 2006 para que estrenaran dos películas que llevaron a la pantalla lo sucedido en Nueva York el 11 de septiembre de 2001. Una de ellas, Las Torres Gemelas, dirigida por Oliver Stone, recrea la historia real de dos bomberos que fueron rescatados de los escombros del World Trade Center, donde habían quedado atrapados durante 24 horas. La otra fue United 93, dirigida por Paul Greengrass, que recoge lo que supuestamente sucedió en el cuarto avión secuestrado, que terminó estrellado en un descampado de Shanksville (Pennsylvania) tras un motín de los propios pasajeros contra los terroristas.
Pasaron 20 años de aquel momento traumático e icónico del inicio del siglo XXI y, a la luz de los diferentes hechos de violencia acaecidos desde aquel momento, la relación entre gobiernos, medios de comunicación e industria del entretenimiento todavía no está del todo resuelta. Si bien la “guerra contra el terrorismo” iniciada a partir del 11-S parece estar llegando a su fin, el tema sigue despertando muchos resquemores en los medios, y el cine todavía no ha abandonado su actitud cautelosa respecto de los hechos que sucedieron hace exactamente dos décadas.
*Esta nota fue escrita por un periodista de la redacción de DEF.
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