Definido por el renombrado académico de Harvard, Graham Allison, como “la relación geopolítica más crucial del siglo XXI”, el vínculo entre EE. UU. y China es actualmente –y seguramente lo seguirá siendo en los próximos años– el principal eje de tensión en el mapa global. “Lo que hay es una competencia estratégica entre las dos superpotencias”, explicó a DEF Jorge Castro, analista internacional y presidente del Instituto de Planeamiento Estratégico (IPE). Desde su punto de vista, el tan mentado “conflicto comercial” no tiene hoy, en los hechos, “nada de comercial”.
Cabe recordar que, sobre este último aspecto, Pekín está sobrecumpliendo los compromisos firmados en enero de este año, en el marco de la llamada “fase 1” del acuerdo para poner fin a las disputas en ese terreno, cuyo objetivo final es equilibrar la balanza comercial entre los dos países y reducir sensiblemente el actual superávit de más de 350.000 millones de dólares a favor de China. De hecho, tal como anticipó recientemente la agencia Bloomberg, las compras del gigante asiático de soja estadounidense alcanzarán este año los 40 millones de toneladas, lo que implica un 25 por ciento más que el volumen de 2017 –cuando Donald Trump asumió el poder– y un 10 por ciento más que el récord alcanzado en 2016.
Ahora bien, en este contexto de desescalada de la tensión en el plano comercial, ¿cómo entra en juego la batalla por el 5G y el veto estadounidense al avance de Huawei en ese mercado? “En esta disputa, quien controle determinadas tecnologías controlará el futuro”, señaló Juan Battaleme, secretario académico del Consejo Argentino para las Relaciones Internacionales (CARI). “El 5G implica una discusión acerca del horizonte de la recolección de datos, por un lado, y del procesamiento de esos datos, por el otro”, añadió, al tiempo que advirtió que “las tecnologías digitales son fáciles de proliferar”. Haciendo una analogía con lo que ocurrió en el pasado, ejemplificó: “La cibercompetencia actual es un equivalente lógico de lo que ocurrió en el pasado con las redes de telégrafos o de lo que fue, en el mundo militar, la competencia por los grandes buques; se trata de herramientas que otorgan un gran poder a quienes las controlan”.
Jorge Castro se encargó de señalar la importancia que adquiere, en este marco de competencia tecnológica, el plan de incentivos a la producción y la innovación implementado por Pekín en 2015, bautizado como “Made in China 2025”. “Ese programa está destinado a fomentar el desarrollo de las tecnologías de la cuarta revolución industrial, de las cuales las tres principales son la inteligencia artificial, la internet de las cosas y la robotización”, destacó. El académico, además, recordó que el gobierno de Pekín explicita, en uno de los ítems de ese plan, su meta de “desarrollar innovaciones en la quinta generación de comunicaciones móviles (5G) y en la transmisión óptica inteligente a súper alta velocidad, tanto en lo que respecta a su tecnología básica como a la arquitectura de sus futuras redes”.
“Hoy China es el país más digitalizado del mundo”, subrayó el titular del IPE. Traducido en números, el total de usuarios de internet supera ya los 840 millones en un población de 1440 millones de habitantes, y más de un 90 por ciento utiliza tecnología de internet móvil a través de smartphones. En el ámbito productivo, Castro añadió que "la economía digital representa más del 40 por ciento del PBI chino y, a la cabeza, se encuentra un grupo de plataformas de comercio electrónico integrado por Alibaba, Tencent y JD.com. “Allí, China ya está en condiciones de disputarle la primacía a EE. UU.”, manifestó y recordó que esta revolución económica se produce a solo 40 años de que el gigante asiático abrazara el capitalismo, de la mano de las reformas instrumentadas por Deng Xiaoping, profundizadas por sus sucesores al frente del Partido Comunista.
Por su parte, la Estrategia Nacional de Seguridad de EE. UU., difundida en diciembre de 2017, afirma que “la habilidad para aprovechar el poder de los datos será fundamental para asegurar la continuidad del crecimiento de la economía estadounidense” y resistir el avance de “ideologías hostiles”. Volviendo sobre esa misma cuestión, el documento oficial de la Casa Blanca se fija como objetivo ir “más allá de la protección de las redes”, para enfocarse en “la protección de los datos que circulan por ellas”, de manera tal de garantizar su seguridad tanto en el momento en el que están en tránsito, como cuando se encuentran inactivos. Teniendo en cuenta lo anterior, no es casual la fuerte presión ejercida desde el ámbito diplomático, como lo demuestra la advertencia que hizo, en enero pasado, la Embajada de EE. UU. en la Argentina sobre los efectos negativos del arribo de la tecnología 5G china en términos de “la protección de las libertades civiles y el respeto a la privacidad de cada individuo”.
Otro factor que Battaleme enfatizó, y que también toca muy de cerca a la Argentina, es la interconexión y total integración que existe entre el espacio y las telecomunicaciones. “Hoy China está construyendo una red de antiacceso global, y la estación espacial en Neuquén es parte de esa infraestructura”, indicó, en referencia a la oficialmente denominada “estación para la observación del espacio lejano”, ubicada en Bajada del Agrio y fruto de un acuerdo entre la Agencia Nacional China de Lanzamiento, Seguimiento y Control General de Satélites (CLTC) y la Comisión Nacional de Actividades Espaciales (CONAE). “Si China aspira a dar un salto global, y seguramente lo está haciendo, tiene que construir satélites, extender su brazo militar y tener bases dispersas por el mundo”, concluyó el analista y docente de la UADE, de la UCEMA y de la Escuela Superior de Guerra.
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