“La cuestión definitoria del orden mundial para esta generación es si China y EE. UU. pueden evitar caer en la trampa de Tucídides”, señala Graham Allison en su obra Destined for War. Can America and China Escape Thucydides’s Trap? El concepto hace alusión a la narración clásica de Tucídides sobre la guerra del Peloponeso (siglo V a.C.), en la que decía que “fue el ascenso de Atenas y el temor que eso inculcó en Esparta lo que hizo que la guerra fuera inevitable”. Según esta teoría, los chinos podrían asumir hoy el papel de los atenienses. En ese sentido, un proyecto de historia aplicada realizado en la Universidad de Harvard ha demostrado que, en cuatro de 16 casos, la “trampa de Tucídides” no funcionó como tal. Es decir, se evitó una guerra entre la potencia en ascenso y la dominante hasta ese momento. Las excepciones son suficientes para suponer que no se llegará tan lejos en la confrontación: pensemos en la Europa posterior a la Segunda Guerra Mundial y en la Guerra Fría.
Allison expresa preocupaciones ante la probable evolución del escenario actual. En declaraciones a la prensa, el analista internacional afirmó que “si se maneja mal, esta pandemia podría intensificar la rivalidad tucídidea entre China y EE. UU., y magnificar las diferencias estructurales subyacentes. Mirando el largo recorrido de la historia, estas circunstancias deberían hacer sonar todas las señales de alarma de peligro extremo por delante”.
Argentina y el gigante asiático
Nuestro país tiene una relación comercial cada vez más estrecha con China. Según el informe de Intercambio Comercial del Instituto Nacional de Estadística y Censos (Indec) correspondiente a los datos del mes de julio, el gigante asiático ha desplazado a Brasil como principal socio comercial de la Argentina. Todavía, en el acumulado del primer semestre de este año, Brasil mantiene una leve ventaja.
Otra señal de este vínculo es que los swaps de monedas otorgados por China representan más del 40 por ciento de las reservas internacionales de la Argentina. Técnicamente, es un intercambio de fondos, que hoy asciende al equivalente de unos 18.500 millones de dólares. En la práctica, funciona como un préstamo de reservas al Banco Central de la República Argentina. El primer swap tuvo lugar en 2009, y luego hubo renovaciones y ampliaciones.
Además, inversiones en gas y petróleo, actividades financieras, financiamiento de infraestructura y planes para el desarrollo de granjas productoras de cerdos y en energía nuclear sobresalen, entre otros campos de interés chinos en nuestro país.
Otra señal del vínculo entre ambos países es que los swaps de monedas otorgados por China representan más del 40 por ciento de las reservas internacionales de la Argentina.
En otro orden, la depredación de la riqueza ictícola argentina por parte de pesqueros chinos afecta los ingresos por impuestos en cifras millonarias, una manifestación más de la dificultad que tiene la Argentina por controlar sus espacios y áreas soberanas.
El lugar de China en el mundo y en la región
Considerando el posicionamiento de China en la región y el mundo, el “perfil bajo” que alimentaba Den Xiaoping en las relaciones exteriores ha quedado en el pasado, y hoy la diplomacia de Xi Jinping es cada día más dura, consecuente con su fortalecimiento en todos los frentes y con su decisión mostrar las garras de una potencia global.
La actual “guerra comercial” con EE. UU. pone de manifiesto la delicada decisión que deberán adoptar los países en relación con la irrupción futura del 5G. El presidente Donald Trump ha sido más que gráfico al exteriorizar los intereses en juego y el papel que las negociaciones y la consecuente decisión en torno a ese tema tienen para EE. UU. y sus aliados.
Sin embargo, a pesar de la cruzada de Donald Trump contra China, no se observa en EE. UU. una voluntad de fortalecer su papel relativo en la región latinoamericana. De todos modos, el resultado de la elección presidencial de noviembre podría alterar ese esquema. El nuevo gobierno, ya sea con Trump reelecto o con Joe Biden en la Casa Blanca, cargará sobre sus espaldas la decisión de asumir o no un rol de mayor relevancia en su relación con Latinoamérica.
China se ha transformado, además, en un actor global de la guerra de desinformación, emulando la iniciativa rusa, pero con una inmensa potencialidad desde el punto de vista tecnológico.
La expansión militar fronteras afuera
Todavía no se puede evaluar cómo quedará China ante el mundo una vez que pueda distraerse la atención de la pandemia. ¿Habrá más reclamos sobre su comportamiento inicial? ¿Prosperarán los intentos por responsabilizar a China de crímenes contra la humanidad, como impulsan algunas campañas en Europa y EE. UU.? ¿Capitalizará Pekín su “diplomacia del barbijo”? Difícil de definir hoy.
Lo cierto es que la decisión de dotar a sus FF. AA. de capacidad expedicionaria que permita desplegar en cualquier lugar del mundo es una señal del rumbo marcado por su actual dirigencia para su ascenso como potencia global. Sus reivindicaciones sobre el mar de la China Meridional enfrentan a Xi Jinping con sus vecinos asiáticos y con EE. UU. La situación planteada no debe ser ajena a los intereses estratégicos de la Argentina, por cuanto una parte importante de su comercio con el sudeste asiático, y con la propia China, pasa por esa zona.
El esfuerzo chino por colocar sus productos bélicos en el exterior tuvo hasta ahora escaso éxito. Argentina no es una excepción y es esperable que cualquier decisión en ese sentido se adopte analizando el escenario estratégico global y las implicancias en cuanto a calidad y servidumbre logística, y no centrándose en ventajas que sean producto de una ocasional oferta o por razones ajenas a las necesidades del sistema de defensa.
La estación espacial, una bisagra en el vínculo bilateral
El caso de la base china en Argentina constituye una bisagra en la relación bilateral, con efectos en el tablero internacional. Científicos y funcionarios de ambos países han minimizado las implicancias de la “Estación CLTC-CONAE-Neuquén”, ubicada en la localidad de Bajada del Agrio. Esa infraestructura estaría destinada, de acuerdo con la Comisión Nacional de Actividades Espaciales (CONAE), a brindar soporte de telemetría, seguimiento, control de las misiones del Programa Chino para Exploración de la Luna (CLEP) y programas de investigación científica del espacio lejano. Si eso fuera cierto, nos hallaríamos frente a un inédito oxímoron estratégico: una base militar con fines pacíficos.
La instalación se materializó conforme a lo estipulado en el acuerdo celebrado entre ambos países el 23 de abril de 2014 en Buenos Aires, con una vigencia de 50 años. Es administrada por el China Satellite Launch and Tracking Control General (CLTC), dependiente del Departamento General de Armamentos del Ejército Popular de Liberación (EPL). Esa cadena de mando es lógica, por cuanto desde hace años las dimensiones espacial y cibernética son propias del ámbito de la defensa. En 2016, las partes convinieron en agregar un Protocolo adicional en el que se establece que la operación “se implementará exclusivamente con miras al uso civil en el campo de la ciencia y la tecnología, y la información resultante de sus investigaciones de ninguna manera podrá ser utilizada con propósitos militares”. Ese agregado tiene escaso efecto práctico.
El caso de la estación espacial china en Neuquén constituye una bisagra en la relación bilateral con nuestro país, con efectos en el tablero internacional.
Para entender el verdadero alcance del acuerdo, es necesario prestar atención a otro instrumento mencionado en sus considerandos. Se trata del acuerdo entre la CONAE y el CLTC suscripto en julio de 2012, el cual establece que la CONAE argentina dispondrá del uso de la instalación en un 10 por ciento del tiempo anual, no acumulable, coordinando con el CLTC con antelación. Señala, asimismo, aspectos relacionados con espacios físicos, frecuencias radioeléctricas y protección de interferencias que otorgan amplia autonomía a la instalación. Difícilmente el organismo argentino, aun cuando su capacidad ha sido reconocida internacionalmente, pueda controlar la actividad realizada por China en la instalación. En agosto de 2020, el gobierno argentino ratificó el acuerdo, mediante la publicación en el Boletín Oficial de la Resolución 30917/20.
La visión de terceros interesados nos permite analizar la situación desde otra perspectiva. En su informe ante el Congreso correspondiente al año 2019, el almirante Craig Faller, jefe del Comando Sur de EE. UU., expresó: “La presencia y las actividades de China en las instalaciones de rastreo del espacio profundo de Argentina también son preocupantes. Pekín podría estar violando los términos de su acuerdo con Argentina de realizar solo actividades civiles, y puede tener la capacidad de monitorear y potencialmente atacar las actividades espaciales de los EE. UU., los aliados y socios”. En la presentación realizada este año en ese mismo ámbito, Faller expresó: “Pekín ve un inmenso valor en la ubicación estratégica de América del Sur para la actividad espacial y está buscando activamente acceso adicional a la infraestructura espacial regional”.
En síntesis, la instalación de Neuquén integra la estructura orgánica del Ejército Popular. Es, por lo tanto, una instalación militar cuyo cometido, en el mejor de los casos, es dual, militar y civil. Fue generada por acuerdos durante el gobierno de Cristina Kirchner y su existencia ha sido refrendada por las administraciones de Mauricio Macri y Alberto Fernández. El predio de 200 hectáreas goza de absoluta autonomía y puede considerarse, a casi todos los efectos, un territorio chino enclavado en la Argentina por 50 años.
Habida cuenta de las fricciones crecientes entre China y EE. UU., la Argentina se encuentra involucrada, entonces, en un conflicto entre superpotencias, cuya evolución futura no manejamos y con una capacidad escasa o nula para incidir en él.
Respecto a la ubicación geográfica de la estación, se encuentra en línea recta de aproximadamente 110 km –que crecen a 265 por carretera– de los yacimientos ubicados en la formación Vaca Muerta, considerado a nivel mundial como el segundo en recursos no convencionales de gas y el cuarto de petróleo. Aunque de momento la actividad allí se encuentra afectada por la crisis económica, habrá que seguir los pasos de la petrolera estatal china Sinopec. El panorama se completa con los reclamos de violencia creciente que en toda la región realizan grupos autodenominados mapuches, a través de tomas de tierras y del bloqueo de ingresos a campos y rutas. Una situación que, por ignorancia o complacencia desde lo “políticamente correcto”, en general es minimizada por la dirigencia argentina, pero que no se debe descartar como un conflicto a futuro que ataca el pleno ejercicio soberano del Estado en la región, con un condimento económico alentado desde el exterior y sin sustento histórico real. Todo podría complicarse aún más, según la evolución que tenga la instalación de un radiotelescopio, el más importante de América del Sur en su tipo, en la localidad sanjuanina El Leoncito, resultante del denominado Proyecto CART (China Argentina Radio Telescope).
Las opciones estratégicas de nuestro país
¿Qué opciones estratégicas tiene la Argentina? En principio, no puede prescindir de China en su comercio. Sin embargo, resulta necesario explorar prospectivamente los escenarios futuros y procurar crear alertas que permitan reaccionar a tiempo frente a lo que podría convertirse en la “africanización” de la obra pública. Para ello, es fundamental efectuar un seguimiento particular del destino y volumen de las inversiones chinas, particularmente en áreas tales como energía e infraestructura. ¿Argentina será por los próximos años poco atrayente a la inversión extranjera y, tal vez, solo encuentre capacidad de supervivencia merced al “respirador” chino? En este punto, será decisivo el grado de atención que EE. UU. –con o sin cambio de signo político del presidente– y Europa presten a la región. Y, obviamente, saber hacia dónde nos conducirán las preferencias del gobierno argentino.
La decisión sobre la tecnología 5G dividirá aguas en el mundo e implicará para la Argentina una jugada a la que habrá que prestar atención, para evitar caer en un aislamiento en la que terminará siendo, más que tecnológica, una apuesta geopolítica. Jugará un rol fundamental la relación con EE. UU. y la postura regional, que podría servir de sustento a la decisión final o que, por el contrario, podría agregar un nuevo condimento a un alicaído Mercosur.
En cuanto a la política exterior, China respalda habitualmente los reclamos soberanos argentinos sobre las islas Malvinas. Aun considerándome parte de quienes ven con preocupación el peligro que representa la excesiva familiaridad con el régimen de Pekín, no puede omitirse este punto a la hora de evaluar las relaciones entre los dos países. Una posición fuerte en este tema, como es dable esperar, no podrá prescindir del apoyo chino en los organismos internacionales.
En cuanto a la política exterior, China respalda habitualmente los reclamos soberanos argentinos sobre las islas Malvinas.
Finalmente, respecto de la estación espacial de Neuquén, es obvio que el camino más expeditivo para evitar un problema en el futuro sería la denuncia del tratado correspondiente. Visto hoy como altamente improbable, desde el punto de vista científico constituye un desafío para la CONAE implementar acciones que permitan ejercer un control adecuado del uso de las instalaciones, llegando, de ser necesario, a recurrir a la asistencia de otros organismos, tanto nacionales como del exterior. En varias oportunidades, la Argentina interrumpió o ralentizó sus logros científicos, como ocurrió con la tecnología misilística o la energía nuclear, cediendo a las presiones desde el exterior. Sería lamentable, desde todo punto de vista, terminar pagando ahora ese costo por los avances de un tercero.
El panorama descripto desemboca necesariamente en una consideración desde el punto de vista de la defensa nacional. Habrá que prestar atención a la posibilidad de un hipotético avasallamiento de la soberanía nacional por parte de una potencia muy superior, ya que ello requiere de preparación, doctrina y equipamiento que exceden los límites de las FF. AA. A ello se suma la necesidad de disponer de medios y reglas adecuadas para ejercer el control del mar según las normas del derecho internacional, evitando la superposición de esfuerzos y la falta de coordinación, que agrega un condimento inaceptable a la ya escasa capacidad aeronaval y de superficie disponible.
Resulta imperioso, entonces, disponer de una estrategia nacional de seguridad que aborde de manera integral todos los riesgos y amenazas que razonablemente surjan de explorar los futuros escenarios posibles. La actualización del marco legal será un paso previo inevitable, a fin de descartar soluciones cosméticas, que terminan dando continuidad a la paulatina –y evidente– decadencia de nuestro sistema de defensa nacional.
*El autor del texto es coronel retirado, consultor, exsubsecretario de Planeamiento Estratégico y Política Militar.
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