
Los Balcanes han sido históricamente un territorio de disputa de distintos imperios y una zona de gran conflictividad social y política. Basta recordar que, en Sarajevo, capital de Bosnia-Herzegovina, se produjo el 28 de junio de 1914 el asesinato del archiduque Francisco Fernando, heredero al trono austro-húngaro, crimen que desencadenó el estallido de la Primera Guerra Mundial. La conformación, en 1945, de la República Federal Socialista de Yugoslavia, bajo el puño de hierro del mariscal Tito, permitió un largo período de convivencia pacífica, desde finales de la Segunda Guerra Mundial hasta el inicio de la década del 90.
La declaración de independencia de Eslovenia y Croacia en 1991, con el fuerte respaldo de Alemania y la férrea resistencia de Serbia, marcó el inicio de una nueva etapa de guerras, limpieza étnica y furor nacionalista, que se extendió como un reguero de pólvora por toda la región. La paz en los Balcanes, que no estuvo exenta de controversias en términos de partición territorial y creación de nuevos Estados soberanos, permitió, a comienzos del nuevo siglo, el inicio de las negociaciones para la integración de estos países a la OTAN y a la Unión Europea (UE).

Sin embargo, el veto al inicio de las negociaciones de la UE con Macedonia del Norte y Albania –que ahora parece haber matizado Francia– ha encendido las alarmas de los más decididos defensores de la total integración de los países de la ex-Yugoslavia a las instituciones europeas. En ese sentido, la funcionaria italiana Federica Mogherini, anterior alta representante de Política Exterior y de Seguridad de la UE, ha advertido que la región corre el riesgo de convertirse en “un tablero de ajedrez de las grandes potencias”. Hoy, mientras los socios europeos ponen un freno al proceso de ampliación de la UE, Rusia, China y Turquía no dudan en jugar sus fichas para acentuar su influencia sobre la península balcánica.
Históricamente ligados al mundo occidental por tradición y cultura, los eslovenos y croatas se apresuraron a declarar su independencia en 1991. Sin grandes problemas en términos de fronteras y comunidades minoritarias, Eslovenia pudo obtener el rápido reconocimiento como Estado independiente. En el caso de Croacia, en cambio, la presencia de una importante minoría serbia hizo que el gobierno central controlado desde Belgrado saliera rápidamente en su respaldo y se desencadenara una sangrienta guerra en vastas zonas del territorio, que incluyeron las regiones de Krajina y Eslavonia Occidental, recuperadas por el ejército croata recién en agosto de 1995.

La estabilización de estas dos repúblicas y el padrinazgo de las potencias europeas desde el comienzo mismo del conflicto en los Balcanes las convirtieron en candidatas ideales para ingresar en la OTAN y la UE. Eslovenia entró en la primera en 2004 y, tres años más tarde, se integró también a la eurozona. Con una renta per cápita de 22.000 euros, este país se ubica a la cabeza de los países de la antigua Cortina de Hierro y presenta niveles incluso superiores a socios con mayor antigüedad en el club, como Portugal (19.800) y Grecia (17.euros[U1] ).
Más tortuoso ha sido el camino de Croacia, que logró en 2009 integrarse a la OTAN, pero para ingresar en la UE debió mejorar su política hacia las minorías dentro de su territorio y demostrar su colaboración con el Tribunal Penal Internacional para crímenes de guerra en la ex-Yugoslavia. Finalmente, la entrada en la UE se produjo en 2013, aunque aún existe un diferendo pendiente con la vecina Eslovenia por la delimitación de su frontera marítima en la bahía de Pirán. Si bien la Corte Permanente de Arbitraje de La Haya emitió su fallo en 2017, las autoridades de Zagreb lo rechazaron y se niegan a cumplirlo, alegando supuestas irregularidades y la connivencia de miembros del Tribunal con la contraparte eslovena.

Bosnia y Kosovo, dos piedras en el zapato
Luego de la firma del Tratado de Dayton, que trajo la paz a Bosnia-Herzegovina en 1995, la viabilidad de este Estado ha dependido del delicado equilibrio y reparto de poder entre las dos entidades –la Federación croata-musulmana y la República Srpska– y las tres comunidades –musulmana, serbia y croata– que lo habitan. Los serbobosnios, que desencadenaron en 1992 la guerra tras rechazar la desintegración de la antigua Yugoslavia, prefieren evitar compromisos con el Estado central y mantener su autonomía política respecto de la capital, Sarajevo. El principal líder político de la República Srpska y actual miembro serbio de la presidencia colegiada de Bosnia-Herzegovina, Milorad Dodik, no oculta sus intenciones independentistas y rechaza de plano cualquier compromiso del país con la OTAN. Aún están frescos en la memoria de los serbobosnios los ataques aéreos de la Alianza Atlántica contra sus milicias durante la guerra de los 90 y la intervención militar de esta organización en defensa de los albaneses de Kosovo y en contra de la madre patria serbia a fines de esa misma década.
Justamente, en Kosovo se discute el otro gran tema pendiente para la completa integración de los Balcanes Occidentales en las instituciones europeas. Considerada como no violatoria del derecho internacional por la Corte de La Haya, la independencia de este territorio no cuenta con el respaldo unánime de los integrantes de la UE, y el gobierno de Belgrado se niega a aceptar la secesión de esta “provincia rebelde” y a renunciar a su papel de protectora de la minoría serbia en el norte del territorio kosovar. En represalia, el gobierno kosovar decidió, en noviembre de 2018, aplicar un arancel del 100 por ciento a los productos importados desde Serbia, decisión que acaba de ser dejada sin efecto por el nuevo primer ministro de Kosovo. El reconocimiento de la independencia de este territorio se ha convertido en el mayor obstáculo para destrabar el inicio de las negociaciones de acceso de Serbia a la UE.

Los dos países que parecen contar con las credenciales en regla para iniciar negociaciones con vistas al ingreso en la UE son Macedonia del Norte y Albania. Este último se había convertido en miembro de la OTAN en 2009; mientras que Macedonia acaba de hacerlo el pasado 31 de marzo. Ya en junio de 2017, había sido el turno de Montenegro, una antigua república satélite de Serbia que decidió romper con Belgrado y se sumó a la Alianza Atlántica, que ahora tiene acceso a toda la costa balcánica del Mar Adriático y sus puertos estratégicos.
El mayor obstáculo que pesaba sobre Macedonia se destrabó con la firma del Acuerdo de Prespa en junio de 2018, acuerdo que permitió el levantamiento del veto griego sobre el nombre del país y la exclusividad sobre el uso del patrimonio helénico asociado a Alejandro Magno y su padre Filipo de Macedonia. El diferendo se zanjó con la adopción de la denominación “Macedonia del Norte” y con el compromiso de esta antigua república yugoslava de renunciar al uso de los símbolos que remitan al pasado griego. La situación política interna de este país balcánico depende, además, de la convivencia entre la mayoría eslava y la minoría albanesa. En 2001, se firmó el acuerdo de paz de Ohrid que puso fin a un breve conflicto armado.

Sin embargo, en lo que se refiere a la UE, y a pesar del discurso de Bruselas respecto de la importancia estratégica de unos Balcanes integrados en una “Europa estable, fuerte y unida”, el veto francés al inicio de las negociaciones con estos dos países ha dejado la situación en un limbo. “No creo que la única relación que podamos tener con nuestro vecindario sea la ampliación”, dijo el presidente Emmanuel Macron, al justificar esa polémica decisión durante el último Consejo Europeo de 2019. Por lo pronto, los mandatarios de Albania, Macedonia del Norte y Serbia acordaron la creación de una suerte de “mini Schengen” –en referencia al tratado que permitió la libre circulación de personas en el marco de la UE–, al que podrían adherir en el futuro Bosnia-Herzegovina, Montenegro y, eventualmente, Kosovo, de solucionarse su diferendo con Serbia.
La expectativa está puesta en la celebración de la cumbre sobre los Balcanes Occidentales en mayo, en el marco de la presidencia croata de la UE, con la esperanza de los países candidatos de obtener avances en el proceso de ampliación europea.
LEA MÁS
Últimas Noticias
Intento de asesinato a Trump: el FBI y el Servicio Secreto brindaron un informe a Biden sobre el atentado
Los agentes se reunieron con el presidente de los Estados Unidos para comunicarle detalles de lo ocurrido. El mandatario demócrata llamó anoche al candidato republicano para expresarle su solidaridad y habló esta tarde desde la Casa Blanca

Opinión: En la previa a las elecciones de término medio de Estados Unidos, las aguas parecen cada vez más agitadas
Lejos de sanar heridas en un país cada vez más polarizado, las acusaciones del presidente Joe Biden contra el movimiento MAGA, liderado por Donald Trump, no ayudaron a unir a los estadounidenses. Por el contrario, agitaron las aguas en plena campaña de cara a las elecciones de medio término

Video: Aumenta la tensión entre Estados Unidos y China por la “guerra” de los chips y los semiconductores
La guerra comercial entre los gobiernos de Joe Biden y Xi Jinping avanza, al mismo tiempo que ambos buscan liderar la agenda del futuro. ¿Es posible un colapso tecnológico?

Reflexiones sobre el fracaso de la reforma constitucional en Chile: impacto en el gobierno y futuro incierto
El rechazo de los chilenos a la nueva Constitución agudizó el desgaste de la joven gestión de Gabriel Boric. A casi dos meses de este fuerte cimbronazo en la política transandina, un agudo análisis de los factores que contribuyeron al triunfo del “No” y de la nueva hoja de ruta del Gobierno

Rusia amenaza y la OTAN responde: ¿el mundo está al borde de un armagedón nuclear?
A 60 años de la crisis de los misiles en Cuba, que estuvo a punto de desencadenar una guerra nuclear entre EE. UU. y la Unión Soviética, la humanidad vuelve a asomarse al abismo. ¿Qué podría ocurrir si Rusia apretara el botón rojo? ¿Cuál sería la respuesta de la Alianza Atlántica?
