Venezuela, el país con las mayores reservas probadas de petróleo del planeta, registra una contracción acumulada del 44,3 % en su PBI desde 2013 hasta la fecha, a lo que se suma una inflación galopante, que, de acuerdo a estadísticas independientes, superó en 2018 la cifra de 1.000.000 % (algunos datos señalan que estaría en el orden de 1.700.000 %) y, según las estimaciones del Fondo Monetario Internacional (FMI), este año sería superior a 10.000.000 %.
Al desquicio económico, se suma el deterioro en la performance de la petrolera estatal PDVSA, cuya producción de crudo se redujo de 3,2 millones de barriles diarios en 2008 a 1,09 millones en el último trimestre de 2018. También ha impactado fuertemente la caída del precio de la denominada "cesta Venezuela", que pasó de un promedio de 103,4 dólares por barril en 2012 a 67,7 en 2018.
La situación social es explosiva: de acuerdo a los resultados preliminares de la Encuesta Nacional de Condiciones de Vida 2018, elaborada por la Universidad Católica Andrés Bello (UCAB), el 48 % de los hogares se ubica por debajo de la línea de la pobreza y el 94 % de los encuestados manifestó que sus ingresos son insuficientes para cubrir el costo de vida. Una válvula de escape para muchos de los ciudadanos ha sido la emigración, que, según cifras de Naciones Unidas, ha alcanzado los 2,3 millones, que representan más del 7 % de la población total del país. Se trata del mayor éxodo de América Latina en los últimos 50 años.
El régimen de Maduro también ha sido duramente cuestionado por sus constantes violaciones a los derechos humanos: un panel de expertos internacionales ‒integrado por el argentino Santiago Cantón, el canadiense Irwin Cotler y el costarricense Manuel Ventura Robles‒presentó en julio de 2017 un informe a la Organización de Estados Americanos (OEA) en el que sostuvo que "la privación de los derechos fundamentales de que han sido objeto las víctimas de persecución política en Venezuela forma parte de un ataque generalizado y sistemático" que se corresponde a la definición de "varios crímenes de lesa humanidad establecidos en el Artículo 7 del Estatuto de Roma, a saber: asesinato, encarcelación, tortura, violación o violencia sexual, y desaparición forzada de personas".
El propio secretario general de la Organización de Estados Americanos (OEA), Luis Almagro, y los gobiernos de seis países socios ‒Argentina, Canadá, Chile, Colombia, Paraguay y Perú‒ han promovido ante la Corte Penal Internacional (CPI) de Roma la apertura de un proceso contra el gobierno venezolano. En respuesta a esta presentación, en febrero del año pasado la fiscal de la CPI, Fatou Bensouda, decidió iniciar una investigación preliminar para determinar la comisión de crímenes de lesa humanidad durante las protestas de abril de 2017 en Venezuela. En caso de dar vía libre al proceso, sería el primer caso tratado en ese Tribunal que afecta a un jefe de Estado latinoamericano en funciones.
"En Venezuela están dados los factores para el cambio de gobierno"
En diálogo con DEF, Fabián Calle, director de Asuntos Académicos del Instituto del Servicio Exterior de la Nación (ISEN), dependiente de la Cancillería, analizó los posibles escenarios futuros de esta crisis y el rol que en ella tienen los distintos actores políticos internos y externos.
-¿Estamos ante el fin del gobierno de Maduro?
-En la economía venezolana se verifican todos los factores para que se dé un cambio de gobierno, entre ellos, la hiperinflación y una caída del PBI de más del 50 % en cuatro años. Recordemos que el 50 % de las exportaciones de Venezuela van hacia EE. UU. en forma de petróleo y, a partir de las sanciones, lo ingresado por esas ventas de acá hasta fines de abril va a ir a una cuenta manejada por Juan Guaidó. El país dejará entonces de vender la mitad de su producción de petróleo, que ya es bastante calamitosa, al mercado norteamericano. Esa es una enorme pérdida de ingresos, porque era el único dinero cash con el que contaba Venezuela. Además, los gobiernos en cuyos países se encuentran las plazas centrales del mercado financiero internacional ya han reconocido al líder opositor como presidente encargado.
-¿Vislumbra alguna reacción de Rusia y China en defensa de Maduro?
-Rusia no va a gastar capital económico, que no le sobra, en salvar a Maduro. A Moscú le interesa recuperar el dinero que le prestó a Venezuela. Por su parte, China está en una situación muy delicada con EE. UU., tanto desde un punto de vista político como comercial y estratégico; y no va a poner en riesgo esa relación, que ya está bastante mal encaminada, para meterse en el "patio trasero" de EE. UU.
En Venezuela existe persecución política y un ataque generalizado y sistemático que puede encuadrarse en la definición de varios crímenes de lesa humanidad
-¿Cómo influye el cambio de signo político en los gobiernos de los antiguos socios de Venezuela en la región?
-La presencia de Jair Bolsonaro, Iván Duque, Mauricio Macri, Sebastián Piñera y Lenin Moreno le dan una legitimidad regional a una decisión de EE. UU., que puede así demostrar que no se trata de un juego solitario, sino que representa el interés hemisférico y le quita argumentos a quienes sostienen que es una aventura meramente imperialista. Washington ya había tomado esta decisión cuando, en abril de 2018, designó a Elliott Abrams en el Consejo de Seguridad Nacional para trabajar en los temas de Venezuela y Cuba. Si uno analiza los vínculos comerciales y la matriz de exportaciones de Venezuela, su relación no es con la región sino con EE. UU. y con China y Rusia, de los cuales no recibe dinero, sino que se trata del repago de préstamos ya contraídos por Venezuela con estos últimos dos países.
-¿Qué rol puede jugar Cuba en esta crisis?
-Cuba tiene un rol central en la situación de Venezuela. Maduro logró sobrevivir gracias a la eficiencia del aparato de inteligencia y represión cubano, a cambio de recibir cuantiosos barriles de petróleo diarios y del pago a miles de médicos y enfermeros cubanos, el 70 % de cuyos sueldos quedan en poder del Estado cubano. Recordemos que Chávez se apoyó mucho en Fidel Castro, especialmente, después del golpe de estado de 2002, cuando su gobierno se radicalizó. Fue desde Cuba, donde se estaba tratando de su enfermedad, que Chávez designó como sucesor a Nicolás Maduro, una persona muy ligada a la línea castrista, a quien prefirió frente a sectores de una tradición nacionalista o populista clásica. Hoy Venezuela se ha convertido en una especie de colonia estratégica cubana. Por eso, uno de los tableros de fondo de este juego serán las conversaciones secretas o de bajo perfil que seguramente van a mantener EE. UU. y Cuba.
-¿Cuál puede ser el papel del chavismo en una Venezuela post-Maduro?
-La apertura política, que más temprano que tarde se va a dar, les conviene a todos los actores involucrados. Un espacio político que se declare heredero de Chávez tendrá que jugar un rol en el futuro de Venezuela. Seguramente, habrá varias decenas de personajes involucrados en la violación de los derechos humanos que serán marginados de la vida política y terminarán exiliados en Cuba, en México o en donde los hospeden. Sin embargo, quedará un espacio abierto para quienes se declaren herederos del chavismo, que durante un buen período de tiempo podrán ser una expresión minoritaria, pero seguirán participando del juego democrático. Yo creo que habrá un espacio para todos aquellos que no actuaron como títeres lineales y obsecuentes de Cuba y que no estén muy manchados de sangre o de hechos obscenos de corrupción. De allí podrán surgir algunos líderes o dirigentes chavistas que fueron desplazados por el gobierno de Maduro en los últimos cuatro o cinco años. La participación de estos sectores le dará legitimidad a un proceso electoral venezolano, en el que no haya proscripciones y todos estén en condiciones de competir.
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*La versión original de esta nota fue publicada en la revista DEF N. 125