Vladimir Putin, el líder que Rusia quiere y necesita

En diálogo con DEF, el periodista y analista internacional Luis Rosales da su mirada sobre la actualidad política y social del país del momento: Rusia. Por Juan Ignacio Cánepa

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Putin fue reelecto en marzo pasado con el 76% de los votos. Foto: AFP.
Putin fue reelecto en marzo pasado con el 76% de los votos. Foto: AFP.

Terminó ya la Copa Mundial de fútbol. ¿Una más? No, desde el punto de vista de la política internacional. Rusia, el país anfitrión, mostró su poderío a través de imponentes estadios, megaobras de infraestructura y toda la majestuosidad de la arquitectura imperial, primero; y soviética, después. Detrás de todo esto, uno de los hombres más poderosos del mundo, acaso el más poderoso, el presidente Vladimir Putin.

Síntesis de zar y líder estalinista, Putin fue reelegido en marzo pasado con un arrasador 76 % de los votos. Para conocer más sobre esta figura, clave para el concierto mundial actual, dialogamos con Luis Rosales, periodista y analista internacional. Apenas unos meses antes de las elecciones presidenciales rusas, Rosales asistió a una serie de encuentros con académicos de primer nivel de la Universidad de Moscú para desentrañar la dinámica electoral, sin caer en los prejuicios occidentales.

-¿Cómo define al fenómeno Putin?
-Como un fenómeno claramente ruso. Putin es lo que estaban buscando desde la caída de la Unión Soviética. Cuando uno viaja a Rusia o estudia su historia, se da cuenta de que no es tan fácil esta idea romántica de trasplantar a la realidad rusa instituciones que funcionan bien en otras realidades. Le preguntamos a una profesora en la Universidad de Moscú por qué siempre a lo largo de la historia era tan importante el líder, el "padre de la madre Rusia". La contrapregunta que nos hizo ella fue muy cortita y clara: "¿Alguna vez pasó el invierno acá? Cuando lo haga, usted se va a dar cuenta de que una madre común y corriente rusa tiene muy en claro que lo más importante es que haya alguien que ordene y proteja. La madre sabe que si pasan seis horas y sus hijos no reciben calefacción, se mueren congelados. Ustedes pueden darse algunos lujos en América Latina, no tienen esa urgencia, pero nosotros a las seis horas estamos muertos", sentenció. Es una explicación un tanto simplista, pero potente.

Foto: Luis Rosales, en diálogo con DEF. Foto: Fernando Calzada.
Foto: Luis Rosales, en diálogo con DEF. Foto: Fernando Calzada.

-O sea, siempre hay un Poder Ejecutivo fuerte.
-A lo largo de la historia rusa, siempre tuvieron un padre protector. El zar era eso, casi un semidiós. Por designio divino era emperador, pero además la familia real era como intocable, eran íconos de la Iglesia ortodoxa. Estamos hablando, en un origen, de tribus eslavas muy primitivas, muy sufridas y dispersas en una enormidad de territorio. Después incorporaron la fe ortodoxa por la influencia de Bizancio. Ahí, se observa la otra característica de los rusos: incorporan algún saber de alguna creencia externa, la internalizan, la hacen propia y, después, se hacen los cultores y defensores acérrimos de aquello nuevo incorporado. De hecho se transformaron en los herederos de Bizancio, y lo creen. Y denuestan al Papa de Roma por apóstata, porque ellos son los auténticos.

-¿Esa manera de proceder se repitió en la historia?
-Sí. Primero, fue cuando se cristianizaron. Después, los zares se dieron cuenta de que eran bárbaros. Entonces, se europeizaron y se volvieron más europeos que Europa. Esto se puede ver en los palacios, en cómo abrazan las artes, la música, el ballet, la escultura, la danza occidental europea. Se vuelven casi maestros de la cultura europea. Y cuando se organiza la Unión Soviética, incorporan la ideología marxista, transformada después en leninismo. Se vuelven los cultores y defensores del marxismo, y casi conquistan el planeta con algo que había sido pensado para los obreros alemanes e ingleses, no para los siervos rusos. Tienen una fuerza interna increíble. Todo eso te permite explicar el emergente que es hoy Putin.

El poderío ruso tiene un líder indiscutido, Vladimir Putin. Foto: AFP.
El poderío ruso tiene un líder indiscutido, Vladimir Putin. Foto: AFP.

-Qué prima más hoy, ¿la herencia de los zares o la herencia soviética?
-Las dos cosas. Me parece que Putin no reniega de nada. De hecho, se ha rescatado al zar Nicolás II y también bastante a Stalin o, por lo menos, al legado de Stalin. Hay lugares donde están todavía las estatuas de Lenin, o las estaciones de subterráneo de Moscú –que son los "palacios del pueblo" de Stalin– que mantienen toda la iconografía soviética. En Rusia, aprendés que no conviene renegar de la historia, conviene asimilarla e incorporarla, cada cosa en su etapa. Me parece que Putin pretende ser una suerte de síntesis.

-¿Cuándo puede acontecer el cambio de signo político?
-Primero, no sé si los rusos quieren que acontezca el cambio. Pero suponiendo que exista esa intención, el cambio va a ser mucho más gradual de lo que todos sueñan en occidente. Tal vez tengamos que acostumbrarnos –y este es el gran desafío– a convivir con una Rusia con ideales ortodoxos y rusos. Era muy naif pensar que los rusos iban a abrazar el capitalismo y la democracia liberal. Podía ser, como ya lo habían hecho con el comunismo, pero no sucedió. La versión de capitalismo que experimentaron no fue la mejor, porque se mezcló con los barones del caucho, del tabaco, etc.

El juego de las potencias

-¿Cuál es el rol de Rusia hoy en el tablero mundial?
-La semana siguiente al triunfo de Trump, el 8 de noviembre del 2016, a través de la FURP (Fundación Universitaria del Río de la Plata) y del board of directors del CSIS (Center for Strategic and International Studies) de Washington, tuve la oportunidad de participar de una reunión muy chiquita conducida por Henry Kissinger. Con su acento alemán, el doctor Kissinger empezó diciendo: "Es muy interesante hablar con ustedes aquí, a una semana del acontecimiento de las elecciones norteamericanas, que consagraron al hombre más poderoso del planeta". Alguno de los presentes se aventuró a decir "el presidente Trump", pero Kissinger le respondió que no. "Ahora el hombre más poderoso sobre la Tierra es el señor Putin".

-¿Por qué?
-Sobre todo por su influencia en las elecciones norteamericanas, que era más que evidente, pero además porque demuestra fortaleza en un mundo de debilidades. Es decir, todo está débil, menos el liderazgo ruso. Bien, mal, autocrático, como sea, pero ahí hay poder. Además, Kissinger destacó que Putin pertenece a la última especie con talento para gobernar que existe en la Tierra: los servicios de inteligencia. Entiéndase, inteligencia bien aplicada, que responde a un interés nacional y que tiene estrategias a largo plazo. Antes, cumplían ese rol los nobles; después, los diplomáticos; luego, en algunos lugares, los militares. Todos estos reservorios para entender el poder mundial se han caído. El conocimiento acumulado y la capacidad de sintetizar que tienen la CIA o la ex-KGB son impresionantes.

-¿Qué es lo que busca Rusia en la arena internacional? ¿Hay una voluntad expansionista?
-Si los dejás libres en cuanto a fantasía, sueñan con dominar el mundo, porque tienen el ADN imperial que corresponde a todas las naciones que se respaldan en una religión monoteísta. Todas las potencias cristianas que empuñaban la espada y la cruz querían conquistar el mundo porque tenían el mandato imperial de la espada y el derecho espiritual de convertir. Los rusos están absolutamente subidos a esa ola. Son netamente imperialistas, al igual que los norteamericanos, los ingleses, los franceses. Pero, además, como la mayoría de los mares rusos se congelan en invierno, necesitan una vía de salida. Por eso la importancia de la península de Crimea y el Mar Negro, y el interés por sostener a Siria, donde poseen una base naval en la ciudad de Tartús. Es su base más grande y la única afuera del territorio ruso.

En Rusia, aprendés que no conviene renegar de la historia, conviene asimilarla e incorporarla

-¿Cuál es el plan en Siria?
-Sostener a Bashar al-Ásad para tener influencia en el país y tener esa base. Además, Putin, que es un oportunista, identificó el vacío que se había generado por las dudas de Obama y lo aprovechó desde la táctica. Los rusos llenaron el vacío sosteniendo a Bashar al-Ásad, derrotaron al Estado Islámico (islamistas que también los amenazan en el interior de Rusia) y mandaron una señal al mundo entero de que estaban de vuelta a un costo muy bajo.

-¿Qué pasa con Crimea?
-Lo de Crimea es otra cosa, es muy complicado. Ucrania nunca fue un país independiente, fue parte constitutiva de Rusia. De hecho, fue el origen de Rusia. La primera versión de Rusia fue la Rus de Kiev. El poder vikingo civilizó a las tribus eslavas dispersas y caóticas, y las empezó a unir. Esa unión se cristaliza en la Rus de Kiev. Moscovia (Moscú) era un ducado subordinado que, luego de la invasión mongola, encabezó la reconquista y terminó tomando el poder. Los ucranianos nunca reclamaron demasiado, ni en la época de los zares ni en la de la Unión Soviética. Fueron una república soviética. Mucho más espíritu independentista tuvo Lituania en su momento. Los ucranianos van a ser independientes, pero el tutelaje ruso va a estar siempre porque hay un alto porcentaje de habitantes rusos en Ucrania y es muy fuerte el sentimiento ruso. Donde hay un ruso, hay una relación con la madre Rusia.

-Entonces, el destino de esa zona de influencia está escrito.
-En la charla que mencioné, Kissinger decía que tenemos que hacernos amigos de Putin, porque tener a la segunda potencia nuclear, la segunda potencia militar, la primera potencia en petróleo y a un estratega como Putin del otro lado es infinitamente más costoso que dejar que aumente la influencia en Ucrania y coordinar con ellos las políticas sobre los países bálticos. Kissinger casi estaba condenando a Ucrania y a los bálticos en esa mesa como mal menor.

-¿Estamos ante una nueva guerra fría?
-No, no creo. Me parece que eso podría haber sido en tiempos de Obama, cuando existía un frente occidental muy unido: Obama seduciendo a los alemanes y los alemanes enamorados de Obama. Ahora, en tiempos de Trump, no vamos camino a eso. Trump resuelve por otros lados, es totalmente distinto. De hecho, se está peleando mucho más con sus aliados que con sus enemigos.

-¿Qué papel juega China como tercera potencia?
-Se respetan desde siempre, son grandes civilizaciones. Es muy difícil imaginar una guerra ruso-china. Ambos saben que los japoneses existen, también los indios –aunque los subestiman un poco–, los iraníes, los turcos, los árabes –pese a estar muy fragmentados–, y los europeos en sus diferentes versiones, a veces unidos y a veces separados. Son los actores importantes del planeta de los últimos mil años. Seguimos en un mundo multipolar.

El candidato: ser y parecer

-Usted analizó de cerca las elecciones presidenciales rusas de marzo pasado. ¿Qué nos puede decir al respecto?
-Las elecciones en Rusia se dan parecido a como se desarrollan en todas partes. La gran diferencia con el sistema occidental es la posibilidad de eliminar al adversario; no de manera física, pero sí simbólica o política. En América Latina, no nos resulta tan extraña esa manera de actuar: hemos tenido cadenas nacionales, medios comprados por tal o cual color político, etc. Así es en Rusia.

Luis Rosales, periodista y analista internacional Foto: Fernando Calzada.
Luis Rosales, periodista y analista internacional Foto: Fernando Calzada.

-¿Por eso gana Putin?
-Parcialmente. Lo ayuda a alcanzar unas mayorías increíbles y eso hace que no tenga amenazas. Tal vez, sin ese aparato, hubiera habido una opción y el poder hubiera pendulado. Pero el tema de fondo es la coincidencia de Putin con el alma rusa. Eso es muy importante. La conexión de los pueblos con sus gobernados es más emocional que racional. Esto se ha confirmado, la decisión del voto es emocional. Los rusos entienden eso, y se refleja en esa tradición de que hay que amar y temer al gobernante, hay que sentirlo como a un padre, que puede ser bueno y laxo, o riguroso y mano de hierro. Que castigue a algunos, pero que mantenga en orden al resto.

-¿Existe el marketing político como en una campaña electoral de Occidente?
-Sí, pero son mucho más crudos y descarnados. En Occidente, tratan de darle una justificación a vender a un candidato como producto y a tomar al votante como consumidor. A los norteamericanos los martiriza un poco eso, entonces tratan de que no parezca un producto cuando lo presentan. Los rusos no tienen ese problema. Una de las materias que nos daban en la Universidad de Moscú para entender el marketing político ruso me hacía acordar a lo que enseñaba Dick Morris, pero en secreto, no de manera abierta. La materia rusa se llamaba "Cómo influir en la mente de la persona para obtener su voto". Esa misma materia, en Estados Unidos, se hubiera llamado "Seduciendo a las masas", "Marketing político", o alguna cosa por el estilo sobre cómo sintonizar con los valores y principios de las masas. Nada tan crudo y directo como lo ruso. Dick Morris lo hubiera disfrazado con los valores norteamericanos y hubiera justificado éticamente el discurso.

-¿En qué consiste esa forma cruda de marketing político?
-Es muy interesante para los especialistas, porque te enseñan casi a no dar vueltas, a diseccionar al individuo y a mirarlo desde una perspectiva anatómica y funcional, "acá está el páncreas, acá tal cosa", y no desde lo griego clásico, que aprecia la belleza del cuerpo humano y lo dibuja como un David. Haciendo un paralelismo, es anatomía o fisiología pura. Las diferentes unidades eran "cómo trabajar con los estereotipos", "cómo utilizarlos"… casi "cómo mentir", sin entrar en si es moralmente bueno o malo. Después nos enseñaron, a partir de toda la campaña en Internet que se hizo (mucho de real, mucho de exagerado), que ellos se sentían agredidos por cómo la prensa occidental y las redes sociales habían tratado lo de Crimea. Ellos creen que las redes sociales son controladas por alguien. Entonces, muchas veces nos decían, "ustedes lo hacen permanentemente con Twitter o Facebook; dicen que no, pero existen ejércitos en las redes vinculados a los gobiernos. Ustedes nos han atacado enormemente, entonces hemos hecho lo mismo, pero al revés". Lo dicen abiertamente y no lo ocultan.

Putin, en un encendido discurso de campaña. Foto: AFP.
Putin, en un encendido discurso de campaña. Foto: AFP.

-Desde esa perspectiva, ¿Putin es un producto o es él realmente?
-Es él, pero se vende con técnicas de marketing. Los videos esos impresionantes que se publican donde él aparece de cerca, caminando por los palacios y viajando en sus limusinas o aviones. Los rusos tienen un soporte, una columna vertebral que es histórica, tradicional, auténtica y emocional. Él sintetiza lo que los rusos necesitan, representa al alma rusa; eso lo sabe y se ha construido un poco, pero lo siente, es auténtico. No es que mañana puede hacer otra cosa para mantenerse en el poder. Tiene esa esencia y es un elemento más sofisticado que el marketing electoral.

-¿Por qué más sofisticado?
-Porque todo eso lo entendió desde su actividad en la inteligencia rusa, que es un estadio muy superior a la campaña electoral. Un país que se maneja por inteligencia es un país que va a llegar mucho más lejos que uno que se maneja por campañas electorales. Los que se manejan por campañas electorales, quedan en una superficialidad. Entonces, seguramente, ese manejo de inteligencia le hizo concluir que para mantenerse y perpetuarse en el poder, había que unir las piezas sueltas y representar al alma rusa. A partir de ahí, se valen de todas las técnicas y herramientas disponibles en el mundo, y las han traducido a la practicidad quirúrgica militar propia de los rusos.

Putin pertenece a la última especie con talento para gobernar que existe en la Tierra: los servicios de inteligencia

-Desde esa perspectiva, ¿cómo lee el último Mundial de fútbol?
-Le vino muy bien a Putin. Cuando analizás cualquier biografía que leés de él, te das cuenta de que fue construyendo con mucha paciencia una carrera: de ser un agente secreto de regular monta en la Alemania del Este, pasó a trabajar en la municipalidad de San Petersburgo, con algún paso por el mundo académico. Se reconvirtió cuando cayó el comunismo. Lo mismo cuando cayó por corrupción su jefe de San Petersburgo, el alcalde; Putin se reconvierte y se acerca a Yeltsin. Y cuando cayó Yeltsin, se vuelve a convertir, y así… es decir, es muy hábil y sobrevivió a un montón de crisis importantes.

-¿El Mundial fue un mensaje hacia afuera o hacia adentro?
-Como todo líder que se precie de tal, se preocupa por lo que se piensa afuera. Me parece que eso es algo que lo martiriza bastante a Putin. Le molesta todo lo que se habló del aparente envenenamiento del exespía en Londres, al igual que los abusos en Crimea, el avión de Malasia derribado, etc. Todo eso le molesta. Pero siempre hay que analizar que, de la misma manera que muchas veces no entendemos a los presidentes norteamericanos porque los pensamos desde una perspectiva externa, numerosas acciones se realizan para el consumo interno. Las audiencias externas pueden condenar, pero esa condena a veces repercute como un aplauso de la audiencia interna, que se puede traducir en un respaldo electoral posterior o en el respaldo popular para las encuestas. Eso lo entienden muy bien los rusos. Los zares eran populares. No eran unos déspotas que nadie los quería. Era muy importante que el zar fuera querido, amado, venerado, honrado. Había estampitas o íconos con los zares. Estaban los santos de la Iglesia ortodoxa y los zares. Putin lo tiene muy claro.

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*La versión original de esta nota fue publicada en la revista DEF N. 122

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