Las maras son organizaciones criminales dedicadas a la extorsión, el control territorial, el sicariato, el narcomenudeo y los servicios de transporte y de protección para el tráfico ilegal de todo tipo de productos. En la actualidad se estima que estas pandillas suman alrededor de 100.000 integrantes, la mayoría distribuida países centroamericanos como El Salvador, Guatemala y Honduras. Algunos especialistas aseguran que existen ramificaciones de estas organizaciones en Sudamérica, incluso en Argentina.
Estas organizaciones están compuestas en su mayoría por jóvenes. Muy pocos de sus integrantes superan los 30 años de edad. Las principales maras son las Mara 18 y la Mara Salvatrucha (o Mara 13), hoy enfrentadas entre sí a muerte.
El nombre mara proviene del Amazonas, más precisamente de su rica y variada fauna. Allí habitan las hormigas marabuntas, insectos que viven en comunidades numerosas (pueden superar el millón de hormigas) y que avanzan por la selva formando grandes columnas que arrasan con todo lo que se encuentra a su paso. De la misma forma, las maras tienen un poder destructivo basado en su gran número y violento accionar.
Existen una serie de rituales que se deben cumplir para entrar a la mara: si se trata de un varón, es sometido por varios miembros de la organización a una golpiza durante 13 o 18 segundos (dependiendo del número que identifique a la mara). También se requiere demostrar las habilidades y valentía, para lo que se les pide que maten a alguien, generalmente a un policía o a un pandillero rival. Las mujeres, por su parte, tienen la opción de elegir ser violadas por diez mareros.
La jerarquía de estas pandillas es rígida y la pertenencia a la organización es para toda la vida. Cualquier traición o deslealtad se paga con la muerte.
Luego de los desplazamientos de población como consecuencia de la violencia política que sacudió a los países centroamericanos durante las décadas del 70 y del 80, los primeros mareros vivieron su niñez en los suburbios de las principales ciudades de la costa oeste de EE. UU., con epicentro en Los Ángeles. Volcados a actividades ilícitas, los futuros integrantes de estas pandillas fueron deportados por el gobierno estadounidense y, a su retorno, reprodujeron en sus países de origen la forma de organización que habían copiado de los adolescentes afroamericanos de los slums californianos. Así fue como se asentaron en barrios de las grandes urbes salvadoreñas, hondureñas y guatemaltecas, convirtiéndose en una pesadilla para la población, las autoridades policiales y los gobiernos centroamericanos.
El código de los mareros
Si bien la costumbre de tatuarse ha ido mermando para evitar ser identificados, los tatuajes de los mareros transmiten mucho más que simples caprichos o gustos personales. Son toda una definición de su hoja de vida y sus objetivos en este mundo:
Lágrimas: Tienen que ver con los muertos. Si se encuentran del lado derecho de la cara, se trata de personas asesinadas por el pandillero. Si están del lado izquierdo, son compañeros o seres queridos caídos. En caso de que la lágrima se encuentre del lado del lagrimal más próximo a la nariz, dará cuenta de alguien muy importante en la vida del marero.
Mujeres: Generalmente son seres queridos vinculados al marero, como novias, esposas o madres, que aparecen con sus rostros o de cuerpo entero. Si el cuerpo está desnudo, se trata de una mujer presa.
Lápidas / R.I.P.: Recuerdo de seres queridos fallecidos.
Tres puntos: Es el tatuaje distintivo de las maras y describe su leit-motiv, "la vida loca".
Símbolos de cada mara: Cada mara tiene tatuajes alusivos a su grupo de referencia, como el número 18 o el 13 en números arábigos, romanos o escritos en letra.