La política francesa y europea, el ascenso de China, el auge de los nacionalismos de derecha e izquierda, el Islam, la independencia kurda, el antisemitismo, el populismo… Y la lista sigue, ningún tema de la agenda internacional del siglo XXI es ajeno al análisis y a la crítica de Bernard-Henri Lévy, o BHL como lo conoce el gran público francés.
Invitado habitual en sets televisivos y autor de columnas en la prensa de todo el mundo, Lévy es conocido por sus opiniones controvertidas y por su firme voluntad de difundirlas. Su defensa del Estado de Israel y de la independencia kurda, su denuncia del islamismo radical, su apoyo a Bosnia-Herzegovina y la crítica a la política nacionalista serbia, así como su firme posición en contra de chavismo en Venezuela le han granjeado acérrimos enemigos de todos los colores políticos.
Es uno de los llamados "nuevos filósofos" franceses, críticos con los dogmas de la izquierda radical de Mayo del 68, quizás el más mediático de ellos, siempre involucrado en los debates de actualidad. Nació en Argelia, en una familia judía sefaradí. Estudió en la Escuela Normal Superior de París, donde tuvo como profesores a filósofos de la talla de Jacques Derrida y Louis Althusser.
Fue periodista de guerra, editor y escritor de obras filosóficas y literarias. Lleva publicados más de 30 libros. También hizo carrera en el cine, como productor, director y escritor de documentales.
La Argentina no fue ajena a su ojo crítico, a donde llegó por primera vez casi 40 años atrás, en el marco de la última dictadura militar. A pesar del fuerte seguimiento de los servicios de seguridad, BHL pudo hacer periodismo y contar al mundo parte de la tragedia que se vivió en la época. "Me da mucha emoción regresar", asegura a DEF en el hotel en el que se alojó por unos días en Buenos Aires para participar del encuentro "Ideas, pensemos el futuro juntos", organizado por el Ministerio de Cultura de la Nación.
"Democracia y pueblo" fue el título de la conferencia que el pensador francés brindó ante un auditorio colmado de jóvenes de todo el país, funcionarios de los distintos niveles de gobierno y público en general. "En Argentina va bien la democracia, pero en el mundo va mal", advirtió. "Pero el problema de la democracia es que nunca va muy bien, porque es un orden imperfecto, es la búsqueda en una comunidad inacabada que está atrapada justamente en las contradicciones".
La crisis de la democracia deriva, para Lévy, de la crisis que atraviesan los dos grandes polos democráticos del planeta, la Unión Europea y los EE. UU. de Donald Trump. "La Unión Europea era un sueño, una gran idea, un objeto político no identificado, que jamás había sido experimentado, pero este sueño de una quimera política está tal vez en un momento de caída", expresó.
La salud de la democracia en el mundo se ve aun más amenazada, de acuerdo con el filósofo, por la emergencia, o reemergencia, de antiguos imperios que "nada tienen que ver con la democracia, y que se construyen o reconstruyen de espaldas a la democracia", es decir, Turquía, Irán, Rusia, China y el representado por el Estado Islámico, el del califato musulmán.
Ferviente seguidor del presidente francés Emmanuel Macron, al que define como la única alternativa frente al creciente neonacionalismo de derecha y de izquierda, Lévy asegura que Francia y Europa siguen bajo la amenaza del populismo, y llama a los líderes europeos a armarse de coraje para enfrentar este y otros desafíos, y para salir a ocupar el espacio vacío que Bruselas está dejando en el escenario internacional. "Europa no puede seguir como hasta ahora", aseveró.
-Esta es su segunda vez en la Argentina. Usted vino durante la dictadura militar, como periodista, para cubrir lo que estaba pasando. ¿Cómo se siente al volver?
-Me da mucha emoción regresar. Yo estuve aquí en los días más oscuros de Argentina, en el medio de desapariciones, de torturas, de crímenes de Estado, y regreso ahora a un país democrático, feliz, libre. Es fantástico. Apenas puse un pie en el aeropuerto tuve una impresión de déjà vu, y a la vez era como si hubiera pasado un siglo.
-¿Cómo fue aquel viaje? ¿Cómo es que logró entrar al país y hacer su trabajo como periodista?
-Aproveché como pretexto el Mundial del 78, porque el país estaba cerrado para todos, ningún periodista podía entrar, a excepción de los periodistas deportivos. Me hice pasar por uno y así logré entrar, porque querían usar al Mundial como vidriera para el mundo. Pero me descubrieron cuando llegué, creo que agentes de la SIDE me denunciaron desde París. Me arrestaron en el aeropuerto, pasé dos días en la oficina de la policía ahí y después me liberaron, y pude hacer mi trabajo y publicarlo. Sigue disponible en mi sitio web en francés, se llama "Un hiver en Buenos Aires".
-En esta visita a la Argentina, dio una conferencia en la que abordó las cuestiones del pueblo y la democracia. Políticos de todos los colores usan por igual en sus discursos el concepto de pueblo, ¿qué se entiende por pueblo? ¿cómo definirlo?
-En la mayoría de las democracias, los políticos hablan en realidad del fantasma del pueblo. Los antiguos griegos tenían dos términos: demos y ochlos. Ochlos es una especie de caricatura del pueblo, era el pueblo reducido a la masa. En las democracias modernas tenemos el ochlos, no el demos. La cuestión es cómo reinventar el demos. Somos parte de un ochlos, el punto es si es posible reconstruir el demos.
-¿Y qué hay de los líderes populistas, qué uso le dan ellos al concepto de "pueblo"?
-Para el líder populista solo existe el ochlos, nunca el demos. La turba, no el populus, en latín, ese fantasma del pueblo. Lo usan como un argumento absoluto, usan al pueblo para justificar su voluntad, su interés, a veces sus dictaduras.
-En un artículo que escribió para El País, describe al populismo como la "enfermedad senil de la democracia". ¿Por qué?
-La democracia es el pueblo, más la ley, más el respeto a la ley, más el respeto por los derechos humanos, sumado a todo un estilo de vida, que incluye la libertad de expresión, la libertad de asociación, entre otras muchas cosas. No todo es el pueblo, el pueblo es solo una parte de la democracia. Están el respeto a las libertades individuales, a las minorías, son muchos componentes. Cuando las democracias empiezan a vaciarse, lo que queda es el pueblo, la ley del pueblo. La "enfermedad senil de la democracia" significa que cuando la democracia se va haciendo cada vez más delgada, cuando pierde sus capas más sofisticadas, sus componentes más complejos, lo que queda es el pueblo.
Los líderes populistas usan al pueblo para justificar su voluntad, su interés, a veces sus dictaduras
-Ningún país, ninguna región parece ser inmune a esto. ¿Hay algún antídoto o remedio?
-El antídoto es la inteligencia, el arte, la cultura, una libertad de expresión real, el hábito de debatir. Al final de cuentas, el antídoto verdadero está en una palabra que en la actualidad, en países como Francia o Alemania, no se puede ni decir, que se volvió mala palabra: las elites. Si las elites intelectuales, científicas, morales, políticas, pudieran volver nuevamente a ser sabias, honestas, devotas…
-¿Usted dice "que volvieran a serlo", porque alguna vez lo fueron?
-Claro que sí. El populismo es el fracaso de las elites. Si las elites recobraran su honestidad, su decencia, su sabiduría, si el pueblo volviera a reconsiderarlas, a respetarlas, esto sería un gran antídoto.
-¿Y el judaísmo? En su libro L'esprit du judaïsme usted habla de una esencia del judaísmo que sirve como remedio a los totalitarismos. ¿De qué se trata?
-Sí, no es el único, pero sin dudas es uno de los antídotos. El espíritu del judaísmo es el de rechazo absoluto a todo tipo de dogmatismo, a cualquier tesis simplista. En él no hay ningún enunciado que no sea legítimo de reformular, de trabajar, de hacer más complejo, y eso es todo lo contrario al principio de simplificación de todos los totalitarismos.
La encrucijada del Islam
-¿Cuál es su visión del Islam hoy?
-El Islam está en una encrucijada, tiene que darse el permiso de debatir, de tener un espíritu libre. Debe abrirse a la idea de que no hay nada escrito en piedra, para siempre. Tiene que reconectarse con el arte de la interpretación. Hace siglos, estas tradiciones empezaron dentro del Islam, en época de Averroes, pero luego esto se frenó. El Islam tiene que reconectarse consigo mismo, con estas tradiciones.
-¿Es optimista de que esto suceda?
-Soy optimista, porque no hay otro camino. Si no sucede, será un desastre para el Islam y, por supuesto, para todo el mundo.
-¿Qué balance hace de la lucha contra Estado Islámico? ¿Qué opinión tiene de la respuesta que Europa da a esta amenaza?
-Están haciendo lo mejor que pueden. Es muy difícil en una democracia hacer más. Están haciendo todo lo que se puede, es una guerra. En las democracias hoy se impiden la mayoría de los atentados terroristas, pero hay algunos que no se pueden evitar. Es una guerra y en la guerra podés ganar la mayoría de las batallas, pero siempre se pierden algunas. Esa es la situación de las democracias.
-¿Se están ganando más batallas de las que se pierden?
-Sí, las democracias están ganando. Los que están perdiendo son los países musulmanes. No olvidemos que 95 % de las víctimas del extremismo islámico son de países musulmanes.
-Hace unos años, para filmar su película Peshmerga, usted pasó meses junto a los kurdos, en el terreno, para documentar su lucha. En alguna oportunidad se refirió a ellos como la esperanza para el Islam. ¿Por qué?
-Porque son tolerantes con el otro, con la mayoría musulmana pero también con las personas de otra fe, están salvando a los cristianos, por ejemplo. Además, defienden la igualdad entre hombres y mujeres, la mayoría de ellos también defiende el secularismo, la laicidad. Son tolerantes, en definitiva, por tres grandes cuestiones: su relación con otros musulmanes, con las mujeres y con la secularidad. Han abierto un puente con el Islam.
-Sin embargo, el referéndum independentista por el Kurdistán no ha recibido apoyos externos. No solo enfrentan la oposición de Irak o Turquía, sino también de potencias occidentales…
-Es una vergüenza. Que Occidente no apoye este referéndum es una vergüenza. Los kurdos no deberían quedar solos después de todo lo que hicieron, después de toda la sangre que derramaron en pos del interés común del mundo y de Occidente. Que no reciban apoyo a su referéndum es un absurdo y un error histórico.
-Dejando de lado Medio Oriente, la Unión Europea también está sumida en una crisis…
-El riesgo es que Europa, si no se recupera rápido, pase a no significar nada para el resto del mundo. Europa está cada vez más muda, cada vez más insignificante, sin poder competir contra los otros grandes poderes. Le deja el escenario a Turquía, a Rusia, a China, para que ocupen el vacío dejado por Europa.
La falta de apoyo a los kurdos en su referéndum es una vergüenza, un error histórico de Occidente
-¿Cómo luciría un mundo sin Europa?
-Habría menos democracias, porque todos los poderes en ascenso, China, Turquía, Rusia, Irán –que se está reconectando con el espíritu persa–, hacen una caricatura de la democracia. Usan las palabras de la democracia, pero son otra cosa. Pretenden ser democracias, con economías de mercado, pero no son democracias.
-¿Cómo se evita este escenario?
-Con coraje. Los liderazgos políticos, la gente y las instituciones europeas, tienen que tener coraje para dar un paso adelante. Europa no puede seguir como hasta ahora.
-Francia tuvo elecciones hace pocos meses y usted, durante la campaña, se expresó públicamente a favor de la candidatura del actual presidente Emmanuel Macron. ¿Cómo ve estos meses que lleva de gobierno?
-Macron está haciendo un buen trabajo. Está reconciliando a la izquierda con la ideas de libertad. Es un izquierdista que no considera al liberalismo una mala palabra, y es pro-Europa. No cae en la trampa de neonacionalismo, en el que han caído partidos de izquierda de toda Europa.
-¿Está Francia, con Macron como presidente, fuera de peligro de caer en esta trampa?
-No. Macron prevaleció sobre dos enemigos, Marine Le Pen y Jean-Luc Mélenchon. Le Pen probablemente está knock-out por el momento, pero Mélenchon sigue creciendo, y es la encarnación del populismo también.