Oriundo de Mendoza, e hijo de madre soltera, a los 15 años dejó su ciudad para ir a Córdoba con el objetivo de ingresar como suboficial a la Fuerza Aérea Argentina (FAA). Llegó a donde muchos hubieran querido hacerlo y se convirtió en mecánico de Mirage. Sin embargo, mientras estaba destinado en una unidad en Tandil, decidió hacer la carrera de árbitro deportivo. Hoy, como suboficial ayudante, vive de su vocación y de su pasión: la Fuerza Aérea y el fútbol.
DEF lo acompañó el lunes pasado, en el partido que se disputó en Florencio Varela. Dentro de la cancha, Talleres se enfrentaba a Defensa y Justicia. Afuera, los hinchas del Halcón se preparaban para volver al estadio Norberto “Tito” Tomaghello después de largos meses de pandemia. El partido era decisivo. Talleres se jugaba la punta frente a Defensa y, en la previa, el juez se mostraba concentrado. Finalmente, el match resultó victorioso para los de Varela y Andrés Merlos tuvo una buena tarde. Su actuación quedó lejos de cualquier polémica.
Debido a una dura enfermedad que atraviesa su madre, desde hace un tiempo, Andrés se instaló en Mendoza junto a su esposa e hijos. La situación es difícil, pero hay que aguantar los trapos y, por eso, él viaja constantemente, ya sea para estar junto a su familia, cumplir sus funciones en el edificio Cóndor o para arbitrar en los partidos que le asigna la Asociación del Fútbol Argentino (AFA).
-En pandemia, la Fuerza Aérea trabajó bastante para acompañar a buena parte de la sociedad, y como resultado de las medidas sanitarias, en las que la FAA colaboró, el público puede regresar a la cancha, ¿cómo lo vivís?
-En un país futbolero como el nuestro, la gente es muy importante. La Fuerza Aérea trabajó muchísimo en época de pandemia apara apoyar a todos los que lo necesitaban. En lo que compete al fútbol, poder ir a la cancha en familia, como uno puede ver hoy, es algo muy lindo.
-Vos vivís en Mendoza. Estás viajando constantemente, si no es por la Fuerza es por el fútbol…
-La verdad es que, a veces, se complica con la familia. Tengo a mis hijos y a mi esposa y, por los viajes y lo que demandan los trabajos, estoy muy poco con ellos. Pero bueno, es lo que me toca. Estoy agradecido de poder hacer lo que me gusta. También soy un agradecido a la FAA, que siempre me apoyó en mi otra ocupación que es el arbitraje. Intento disfrutar de mis dos carreras, a las que amo. En ese contexto, mi familia es un pilar fundamental.
UN ÁRBITRO CERCA DEL CIELO
-¿Fuiste mecánico de Mirage?
-Sí. Durante 18 años trabajé en lo que es mecánica de Mirage. Era mecánico tripulante. Son sensaciones lindas y únicas las que viví como mecánico tripulante. Lo mismo pasa con el arbitraje. Son dos pasiones y agradezco a Dios que las puedo tener y disfrutar. No me gusta comparar las dos carreras porque cada una tiene sus cosas lindas.
-Mecánico de Mirage y árbitro de primera división. Podés decir que llegaste lejos en ambas carreras…
-Creo que ha sido un sacrificio. Soy una persona que toda la vida se puso metas y trató de lograrlas. No es fácil llegar ni tampoco mantenerse. Por eso trabajo día a día, fundamentalmente con el apoyo constante de la familia, de mis compañeros y jefes.
-¿Cuándo y por qué ingresaste a la Fuerza Aérea?
-Soy de San Rafael, Mendoza, e ingresé a los 15 años a la Escuela de Suboficiales en Córdoba. Estudié ahí y, después, me destinaron a los Mirage, en Tandil. Ahí estuve hasta 2014, momento en el que desprogramaron los aviones. Entonces me fui a trabajar al edificio Cóndor. Mi primer destino fue Ceremonial y Protocolo. Luego, pasé a donde me encuentro actualmente: FEDEMA, un destino que compete al deporte y se puede asociar con mi otro trabajo.
-¿Por qué ingresaste a la Fuerza Aérea?
-Soy hijo de madre soltera, tenía 15 años y un tío que estaba en la Fuerza me dijo que estaban abiertas las inscripciones. Siempre me gustó la aviación, aunque, desde que nací, mi amor fue el fútbol.
-No debió haber sido fácil para tu mamá que vos te fueras a Córdoba siendo tan chico.
-Fue difícil, tanto para ella como para mí. Ahora yo me fui a San Rafael porque ella se enfermó de cáncer, así que decidí instalarme allá con mi familia. Como toda madre, ella me transmite el orgullo que siente. Siempre traté de seguir lo que ella nos inculcó: trabajo, sacrificio, nunca agachar la cabeza y seguir siempre adelante para lograr nuestros objetivos.
EL VINCULO CON EL DEPORTE Y SU OTRA PROFESIÓN
-¿De qué se trata tu trabajo en el ámbito de la Fuerza?
-Yo estoy en FEDEMA, es mi destino actual. Trabajamos en conjunto, con camaradas de Ejército y de la Armada, y planificamos todo lo relacionado al deporte militar. Organizamos torneos entre camaradas, interfuerzas, y respondemos si un atleta tiene que representarnos en algún torneo internacional.
En la Fuerza Aérea tenemos muy buenos tiradores, paracaidistas que compitieron a nivel nacional con otras Fuerzas y han tenido buenos resultados, y también atletas. El Ejército y la Armada también tienen a sus competidores.
-Entonces son varios los deportistas militares…
-Yo creo que el deporte es algo fundamental. Muchas veces se lleva a lo estético, pero es fundamental para la salud. Hay que enfocarse en eso: es importante que esté y se le dé el apoyo que tiene.
-¿Hay algo en común entre el arbitraje y la Fuerza?
-Muchas cosas. En principio, poder dar cuenta, en la sociedad, de la integración de las FAA. No solo nos preparamos para un eventual conflicto bélico, sino que estamos a disposición de ellos y podemos interactuar, ya sea como árbitros o como deportistas. Detrás de un uniforme, de una casaca de árbitro o jugador, siempre hay una persona. La sociedad nos abrió la puerta para ejercer, en mi caso, el arbitraje.
UNA HISTORIA DE PASIÓN Y VOCACIÓN
-¿Cuál es el ritual del fútbol que más te gusta?
-La gente. Mientras más gente haya, más adrenalina hay. El fútbol lo hace la gente. Ni hablar cuando hay público visitante. Las hinchadas se gritan una a la otra. Esas cosas son lindas.
-Es algo Irónico, porque cuando hay hinchada también te silban a vos.
-Cuestiones del fútbol. La verdad es que uno es profesional, se concentra en el trabajo que tiene que hacer. La gente es el marco lindo de este deporte. Los insultos llegan, pero es ruido. (Risas)
-La Fuerza Aérea también tiene sus tradiciones, ¿cuál es la que más te gusta?
-La verdad es que, a mí, lo que se me grabó, es la camaradería, el amor a la patria y a la bandera. Por ejemplo, siempre me gustó escuchar las vivencias de mis encargados y jefes, Veteranos de la Guerra de Malvinas. Son cosas que a uno le quedan, tuve la posibilidad de compartir esto con compañeros que estuvieron en el Conflicto.
-Malvinas es una causa nacional que también está presente en las canchas, basta con mirar a la hinchada y siempre hay alguna bandera con las Islas…
-Son cosas que quedaron unidas. Los veteranos te cuentan que mientras ellos estaban en las Islas, a la vez estaban pendientes de los resultados de la Selección: somos un país futbolero.
“NUNCA ME IMAGINÉ QUE IBA A LLEGAR”
-¿Cuándo decidiste que querías ser árbitro?
-En el año 2001. Empecé la carrera en Tandil, cuando estuve destinado ahí, porque quería estar dentro del deporte. Además, ya tenía compañeros de la Fuerza que estaban, así que me metí en el arbitraje. Nunca me imaginé que iba a llegar a donde estoy hoy.
-¿Cómo fue el momento en el que pasaste a dirigir la Primera División?
-Un instructor en Tandil me preguntó por qué no me anotaba al curso nacional, que lo daban en Olavarría, muy cerca. Él me veía con condiciones de poder llegar a Primera. Me metí, hice el curso, y me recibí de árbitro nacional. Ahí me empezaron a ver, entonces me vio en ese momento me vio Gustavo Bassi, que era veedor de la AFA, y me propuso a dirigir en Primera División. Así, partido tras partido, hasta poder llegar.
-¿Cuál es el partido que quisieras dirigir?
-Obviamente, uno siempre quiere estar en lo más alto. Ya llegar a ser árbitro nacional no es fácil. Para mí, ya estar dentro de ese grupo es algo importante. Es partido tras partido, año a año.
-¿Tenés alguna cábala para dirigir?
-Soy muy creyente. Miro al cielo y me pongo en manos de Dios. También beso a mis muñecas, donde tengo tatuados a mis hijos. Eso lo hago siempre.
-¿Cuántos hijos tenés?
-Seis, tres son del corazón. Camila, la de 21 años, es la más futbolera. Juega en San Rafael y hace un tiempo jugó en la Primera de San Lorenzo. El más chico tiene un año, así que lo estamos encaminando para que salga futbolero. El más grande de los chicos tiene 26. Los otros tienen 21, nueve y el más chiquito de uno. No estoy solo; adonde vaya, voy acompañado de ellos.
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