Hay muchas cosas que no se ven. Julieta Porta, estudiante de Ingeniería Comercial de 23 años, lo señala varias veces. En ocasiones, se refiere a ideas, proyectos y emprendimientos que no tienen visibilidad. Otras, a los pasos necesarios para que un proyecto se lleve a cabo, instancias en las que el error es una pieza clave: “Hay un montón de cosas que no se ven; en realidad, pierdo en la mayoría de convocatorias en las que me presento, pero en una quedo, y eso es lo que la mayoría publica”.
Si bien el año pasado integró uno de los equipos ganadores del Space App Challenge, organizado por la NASA, y este año fue invitada a disertar en el Foro Económico Mundial para Mujeres, la joven mendocina prefiere hacer más hincapié en el impacto social de las iniciativas que en los reconocimientos. El proyecto que premió la NASA se llama “A Flood of Ideas”, de la startup Zonda Inc., y propone estimar daños por inundaciones con información de imágenes satelitales.
En las últimas semanas, Agrojusto, un emprendimiento en el que también participa, fue distinguido como Best Small Business Good for All entre más de 143 países y más de 2000 emprendimientos en la Cumbre Mundial de los Sistemas Alimentarios, por impulsar un sistema para crear una cadena de alimentos más justa y eficiente.
Además, Julieta es oradora: brinda charlas y talleres en diferentes provincias, escuelas, universidades y empresas a lo largo de todo el país. En diálogo con DEF, conversó sobre sus inicios, intereses y motivaciones.
-¿Cómo nació tu interés por la tecnología y el emprendimiento?
-El interés surgió cuando me cambié de carrera: antes estudiaba Ingeniería Industrial, y me pasé a Ingeniería Comercial. Estaba un poco perdida porque veía la revolución 4.0, la tecnología, lo que pasaba en el mundo. Yo decía: “¿Cómo puedo estar escuchando a alguien, al mismo tiempo chequeándolo en Google, pero esperar tanto tiempo para trabajar las ideas?”. Siempre fui muy curiosa, mis abuelos me decían: “Basta de cambiar de carrera, el que mucho abarca poco aprieta”. No me sentía en un momento como para emprender y llevar a cabo las ideas que tenía en la cabeza. Pedí cursar materias de quinto año, y cuando empecé a participar en competencias de emprendedores y demás, descubrí un mundo. Ahí conocí el emprendedorismo, un emprendedorismo que busca solucionar problemas sociales, siempre vinculado con la tecnología. Hay muchos jóvenes que entienden que la tecnología permite crear soluciones y escalarlas.
-En otra entrevista, dijiste: “No me meto en proyectos que no generen impacto social o ambiental”. ¿A qué te referías?
-Con el boom mediático de la NASA y el Foro Económico, me ofrecieron varios trabajos. Algunos muy bien pagos, con estabilidad y demás. Yo siempre dije que no, pero no porque suene cool, sino porque siento que no estoy aportando y no doy el máximo si no estoy en algo que tenga impacto social o ambiental.
-¿Cuál fue tu primer proyecto?
-Tuve un montón y muy distintos. La gente me decía: “Basta de meterte en tantos proyectos, ¿por qué no te dedicás a uno que empiece y termine?”. Siempre hice oídos sordos, porque tenía la necesidad de experimentar, entender cómo funcionaban las cosas y cómo algo generaba cambios. Tuve un proyecto, por ejemplo, de becas, porque la gente me preguntaba cómo hacía para enterarme de los concursos. Con amigos de la otra facultad, armamos un bot, pero nos dimos cuenta de que la gente ganaba la beca y desinstalaba la app: nos fue mal. Después concursamos con una vivienda social hecha para personas del norte, 268 personas en situación de calle: quedamos semifinalistas, pero no funcionó. Luego, fui con otra app, en una competencia en Buenos Aires que se llamaba “Me falta uno”. Geolocalizaba gente con los mismos intereses para armar un proyecto, jugar algún deporte o practicar un idioma. Nos dijeron que no, y después de un año apareció la misma app con el mismo logo… Eso es todo lo que no se ve detrás de las noticias. Son las cosas que te tienen que salir mal para que algo te salga bien.
-¿Es importante la fase del fracaso en un proyecto?
-Más que el fracaso, la percepción del fracaso. Yo creo que hay una tasa mayor de proyectos que fracasan que de proyectos que triunfan, porque no tenemos esa resiliencia o esa resistencia ante las vulnerabilidades. Netflix no nació siendo Netflix, Facebook nació como un juego en una universidad. Nadie se enamora de la primera versión del producto. Mucha gente se frustra porque le fue mal en un proyecto, o no tiene los fondos, o no se dio. Yo creo que no se dio porque no buscaste la forma de que se diera: hay que golpear puertas, preguntar a quien más sabe del tema. La suerte encuentra, pero vos también tenés que moverte.
-Decías que tu primer momento importante fue el cambio de carrera. ¿Qué lugar ocupa el reconocimiento de la NASA en tu mapa personal?
-En realidad, localmente primero fue una comunidad de jóvenes en Mendoza. Traccionamos un montón de gente sin saber del tema, salimos a buscar auspiciantes. Era un momento en el que se decía que no íbamos a conseguir nada, pero conseguimos patrocinadores grandes, como Nescafé, Santander Rio, sin tener figura legal, cuenta bancaria ni antecedentes. Ahí empezamos a hacer eventos en los que muchas veces nos fue mal. El mismo formato que usamos en la NASA ya lo habíamos hecho acá: cómo llevar una idea a la ejecución en poco tiempo. Obviamente, siempre con equipo. Empezamos a hacer esos eventos, aparecieron un montón de startups. Ahí empezó el espíritu de que el evento se hacía igual, aunque no consiguiéramos escenario y se hiciera en medio de la calle arriba de un micro viejo. Lo de la NASA también fue importante, pero eso fue más para el resto, no para mí. La gente que me decía “Quedate con una cosa, dejá de dar vueltas”, pensó: “Ah, la NASA escucha sus proyectos”.
-¿Qué relación tenés con tu ciudad, Maipú?
-Toda mi vida viví en Maipú. Siempre dije que no me iba a ir de Maipú hasta que no cambiara algo de lo que vi toda la vida. Me acuerdo de ir al colegio, a la facu, y querer cambiar cosas. Me motiva mucho lo que pasa alrededor. Tuve la suerte de viajar y conocer otras realidades. Uno se da cuenta de que lo que parece extraño en otros lugares es familiar, y lo que parece familiar es extraño para otros. Pero no me considero una persona que esté siempre en el mismo lugar, soy bastante nómade.
-Mencionaste la revolución tecnológica. ¿Qué ventajas tiene vivir en la era de la información?
-Tenemos el mismo acceso a la información que otras personas en otras partes del mundo. Antes era muchísimo más difícil si no tenías el libro en una biblioteca cercana. Podemos mandar mensajes, conseguir mails, contactarnos con alguien que sabe de un tema, y si no es él, se puede intentar con la gente cercana a él. La globalización nos hace entender que lo que hacemos afecta al otro, ya lo vimos con la pandemia. Lo que hace un sector de la sociedad afecta al resto de la población. Eso es la globalización. Yo no me defino como que soy de Mendoza o de Maipú, tampoco digo que soy del mundo porque está de moda. Hay cosas que van más allá de dónde estudiaste, de dónde sos, cómo te mostrás en Instagram. Siento que falta un poco de humanización detrás de lo que vemos.
Foro Económico Mundial
-¿Qué podés decir de tu participación en el Foro Económico Mundial para Mujeres?
-Cuando me llegó la invitación, pensé: “¿Qué está pasando, se habrán equivocado?”, porque decía que se invitaba a premios Nobel, gobernantes. Acepté la invitación porque me siento en la responsabilidad de visibilizar las cosas que están pasando, sé que hay un montón de gente haciendo proyectos y ejecutando ideas en pujas que a veces no se ven. También hay que poner el foco en hacer alianzas y colaborar.
-¿Cuáles son los principales temas sociales que se discuten en el mundo de la tecnología? ¿Considerás que el lugar de la mujer es uno de ellos?
-Me parece difícil hablar de un tema aislado. En relación con la mujer, se desprenden un montón de temas. Yo creo que un tema es la inclusión en general. Gente en condiciones vulnerables, que no tiene acceso a la educación, que no se reconoce en su género, adultos mayores, chicos sin empleo. Me súper interesa el tema de la mujer. Lo veo, lo vivo. En las entrevistas, me hacen preguntas sobre el nombre del proyecto o de cómo veo a la mujer, y no de lo que en realidad trabajamos entre todos. Quizás una tarea la tuve yo, y se la preguntan a otro porque asumen que no puedo hacerme cargo de eso. Pasa todo el tiempo. Mientras más marcamos la diferencia entre géneros o sectores, más la hacemos notar. Hay lugares para mujeres, nosotras los tenemos que ocupar. Y, si no se nos da el lugar, ahí hay que salir a hacer ruido. Pero no me gusta tanto marcar la diferencia entre mujeres y hombres.
Aquí y ahora
-¿Cómo ves el panorama de innovación en Argentina?
-Me gusta mucho la filosofía del libro Startup nation: la nación de startups. Cuenta cómo una nación, cuando estaba en crisis económica y política, pudo resurgir gracias a un milagro económico de las startups. Es el caso de Israel. Y yo sentí que durante la pandemia pasó mucho en Argentina. Por día, me seguían dos o tres emprendimientos de gente que necesitaba generar una actividad económica para subsistir porque el sistema no los podía contener. Me parece que esa es una buena salida, no solo para Argentina, sino también para América Latina. Me encanta el libro Argentina emprendedora, de Andy Freire.
-¿En qué estás trabajando ahora?
-Trabajo en un proyecto para la creación de un vehículo lunar con el que fuimos finalistas con los compañeros del proyecto de la NASA. La competencia se llama Open Space, y el proyecto es para hacer minería en la luna y crear una forma de energía limpia. Hay un equipo de veinte personas, yo estoy en negocios. Hay chicos de Argentina, ingenieros de todo tipo, muchos están afuera. Al mismo tiempo, soy cocoordinadora de la comunidad de Quinto Impacto-Mendoza, una empresa B cuyo modelo está basado en desarrollos tecnológicos con integración social. Dentro de Quinto Impacto, hay varios proyectos. Uno se llama Semillero, donde entran chicos con conocimientos de programación que no son contratados por empresas por falta de experiencia laboral. Nosotros les damos el primer oficio en proyectos de impacto.
-¿Qué es Agrojusto, la startup reconocida por la ONU?
-Es una plataforma que genera circuitos cortos de comercialización de productos agrícolas, es decir, conecta a productores y emprendedores con clientes, y hace más eficientes y justos los sistemas alimentarios. El 27, 28 y 29 de julio, estuvimos en el encuentro previo a la Cumbre Mundial de los Sistemas Alimentarios, que va a ser en Nueva York. El secretario de la ONU nombró a Agrojusto, de Mendoza, Argentina, como una de las mejores startups del mundo, inspiradora para que las empresas la tomen como referencia en el tema de inclusión y medioambiente. Entonces, volvemos al inicio: el múltiple impacto con una actividad económica. De eso voy a hablar en el Foro, de eso se trata lo de la NASA y de eso hablo cuando hablo de Agrojusto: de cómo una actividad económica puede generar cambios buenos en la sociedad, teniendo en cuenta el medioambiente.
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