Científicos y científicas. A toda hora y en cualquier lugar. En la tele, en las redes, en las radios, en los diarios. Aquí y ahora. Los tapabocas que no, y luego que sí; los papers, que llegaron a publicarse de a 4000 por semana según la revista Science; los avances y retrocesos en las investigaciones para frenar la potencia del COVID-19 y la carrera por la vacuna. El método científico en tiempo real, al alcance de la mano, y una pregunta obligada: ¿es esta una buena oportunidad para repensar la forma en que se construye y se comunica la ciencia en Argentina?
“Veo positivamente que llamen a muchos científicos y médicos en la televisión, pero, a la vez, me pregunto si no se los valida más por el principio de autoridad que por entender realmente que la manera de llegar a esas supuestas verdades tiene que ver con la manera en que el conocimiento construye sus pilares”, dice sobre el momento actual que vive la actividad científica dentro de los medios de comunicación en Argentina la bióloga y magíster en Neurología y Educación, María Eugenia López. Para la conductora del programa de televisión La Liga de la Ciencia (Tv Pública), la sociedad y la comunidad científica deberían “aprovechar” el momento para construir una idea sobre el rol que pueden jugar estos saberes más allá de la coyuntura. “Si esto no se logra, entonces todavía falta mucho”, agrega.
El biólogo Pedro Bek también cree que esta crisis sanitaria constituye una buena oportunidad para reposicionar a esta área del saber como una “cultura y manera de ver el mundo”. Pero, a la vez, reconoce que uno de los puntos débiles de la ciencia es la comunicación, puesto que, según su mirada, “con solo mostrar datos no alcanza”. Para Bek, que está especializado en neurociencias y es autor de los libros Neurociencia para (nunca) cambiar de opinión y 100% memoria, estamos ante una buena oportunidad para que “la gente tome el valor de lo que significan los procesos científicos y no los evalúe en términos de ‘resultadismo’, sino de poder ver que la ciencia responde relativamente rápido a eventos inesperados, como la pandemia que estamos viviendo”.
Con una mirada un poco más ácida, la comunicadora y licenciada en Ciencias Ambientales, Agostina Mileo (más conocida por su alter ego digital, “La Barbie científica”), cree que uno de los déficits en materia de construcción del mensaje tiene que ver con la forma en que los comunicadores se presentan ante las distintas audiencias. “Lo primero en lo que fallamos es en no dar herramientas de criterio para la evaluación de la información que proporcionamos desde las ciencias”, comenta. Mientras tanto, y desde su lugar, trabaja activamente para generar condiciones condiciones estructurales más igualitarias que permitan una mayor inclusión de personas en este campo.
Para el investigador Diego Golombek, más allá de la divulgación, la base para poder pensar en un país con mayores y mejores habilidades en esta materia radica en la educación formal. Esta es, según sus palabras, “la verdadera herramienta gestión de vocaciones científicas y de cualquier otro tipo”. Golombek sostiene que es en ese aspecto en el que se debe hacer especial foco dado que se trata de “la única forma de promover el interés por el conocimiento”.
En consonancia con la lectura establecida por su par, la docente y doctora en Química, Valeria Edelsztein, expresa que abordar a niños y niñas en etapa de la educación primaria con estos temas les abre, a ellos, cientos de universos posibles. “A mí no me interesa que todos los que están cursando la escuela primaria se conviertan en científicos. No es ese mi objetivo, sino que vean a la ciencia como una forma de pensar el mundo. Me parece que hablarles de ciencia a los más chicos les ofrece muchísimas posibilidades”, opina.
Una oportunidad para alcanzar igualdad
¿Existe la ciencia como un todo, sin aristas ni diferenciaciones? En Google, la búsqueda del término arroja 383.000.000 resultados en 0,74 segundos. Sin embargo, solo en el buscador más famoso se puede hablar de este ámbito de estudio como si se tratara de una entelequia uniforme y homogénea. Para Mileo, hablar de buenos momentos no es más que una “afirmación relativa”: “Para decirlo corto y sencillo, hay una inyección de recursos extraordinaria en ciertos sectores y en investigaciones muy puntuales. Debido al momento particular que atravesamos, hay un montón de ramas que están trabajando más precarizadas; y ni hablar de las mujeres, que en muchos casos ven multiplicadas sus jornadas laborales por tener tareas de cuidado a su cargo”.
Las deudas para con las mujeres e identidades no binarias no son patrimonio de este rubro, y la pandemia no solo colaboró para profundizar las inequidades, sino que también las expuso. “Las mujeres no llegamos a los puestos más altos, por lo que se conoce como ‘techo de cristal’ o ‘piso pegajoso’, algo que se ve muy claro en Argentina”, comenta Valeria Edelsztein. Y añade un dato revelador: “En el Conicet hay más de un 50% de mujeres investigadoras asistentes que es el escalafón más bajo, pero en el más alto apenas un 25%. La pregunta es, entonces: ¿por qué no estamos? Alguien podría responder: ‘Porque quizás a las mujeres no les gusta’. Eso es absolutamente discutible, ya que ese ‘no les gusta’ se explica porque nunca tuvieron acceso a ese universo posible”.
La construcción a la que todos los entrevistados hacen referencia no solo considera sumar mayor cantidad de jóvenes en el interés por el tema, sino también repensar los modelos de inclusión. Para López, la desigualdad sigue existiendo y es importante que se revierta: “Por lo general, las tareas de cuidado del hogar siguen recayendo en las mujeres muchísimo más que en los hombres. No existen licencias de maternidad y paternidad equivalentes y deberíamos empezar a cambiar eso. Las licencias de ambos sexos deberían durar la misma cantidad de días porque eso permitiría que las mujeres no quedaran relegadas por cuidar más a sus hijos o a sus parientes”.
Probablemente, 2020 sea recordado como el año en el que la pandemia mostró las consecuencias de un modelo extractivista que ya no puede sostenerse más y en el que muchos de los temores de la humanidad se hicieron realidad. Sin embargo, también existe la oportunidad de que sea recordado como el año en que las ciencias se reconfiguraron con el objetivo de alcanzar un universo mayor de personas y acercarles herramientas para abordar de manera más fácil la dura realidad cotidiana.
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