Siete de la mañana, toque de diana. Barco de la Armada. Río Paraná. Pandemia. Arriba del buque patrullero ARA King, los días pasan y, a pesar de que ninguno es igual al anterior, todos se parecen bastante. ¿El contexto? La Armada Argentina, en el marco de la “Operación General Belgrano”, lleva varias semanas entregando asistencia alimentaria y sanitaria (en una actividad conjunta e interagencial con los gobiernos nacional, provincial y municipal) a los isleños de las localidades bonaerenses de San Pedro, Baradero y Zárate, entre otras.
En esta ocasión, hablar del toque de diana es tan solo una expresión. Nadie viene a tocar la trompeta para que la tropa se levante, sino que, por los altoparlantes del barco, se anuncia que son las siete de la mañana y que el desayuno estará listo para servirse en 30 minutos. Las camas cuchetas son pequeñas y no hay mucha distancia entre una y otra, aunque eso no parece importarle demasiado a nadie. Todos saben que no se trata de un crucero ni de vacaciones pagas, esto es otra cosa.
Las postales del amanecer sobre el río son constantes; sin embargo, los únicos celulares y cámaras que capturan la escena son los de los visitantes que no saben cuántas veces más podrán registrar un momento así. “No todos los días se navega por el Paraná”, se escucha por ahí mientras varios contemplan los últimos instantes antes de registrar lo que verdaderamente motivó el viaje.
Por la cubierta, comienzan a aparecer los hombres y mujeres del Batallón de Infantería de Marina Nº 3 (BIM3), el personal del ARA King, con el capitán de corbeta Francisco Javier Oleiro a la cabeza y el capitán de fragata -y comandante de la Escuadrilla de Ríos de la Armada-, Ariel Gómez Mombello. También hay civiles que se mezclan en la escena, que comienzan a alistarse y a preparar los bolsones de comida para entregar; es ahí en donde el concepto “interagencial” toma forma concreta y se ve cómo todos persiguen un mismo objetivo: llegar adonde no todos pueden.
“Que bajen por babor las lanchas y embarcaciones menores, todos con los chalecos salvavidas puestos”. La orden la da Gómez Mombello y, luego, conversa con Oleiro acerca de las condiciones del río, mientras repasan, una y otra vez, el plan de la jornada. Las lanchas y embarcaciones menores a las que hace referencia el comandante son las Guardian y los botes semirrígidos que el BIM3 pone a disposición para llevar adelante la tarea. Las primeras cuentan con dos motores y alcanzan velocidades de 35 nudos, mientras que las segundas, con un solo motor llegan a la mitad. “Multiplicá por dos y vas a tener, aproximadamente, el valor en kilómetros por hora”, dice un infante ante la odiosa consulta para calcular la equivalencia.
El viento sopla fuerte y la temperatura, según la aplicación del celular, es de dos grados centígrados. Arriba de las lanchas, debido a su mayor capacidad, se cargan buena parte de los bolsones con comida, que luego serán distribuidos a los semirrígidos. Esto se debe a que el calado de estas embarcaciones no les permite llegar a esos lugares a los que solo un bote puede acceder. Toda la acción transcurre en silencio, los infantes manejan un código de señas con las que se da aviso de los pasos a seguir hasta que uno de ellos rompe la quietud y le indica a su compañero: “Ahora, ellos se van con vos”. Ellos son una enfermera, una asistente social y el equipo de DEF. ¿Adónde se van? Al paraje Espinillo, una pequeña isla de Baradero.
“La gente es muy buena, y nuestro trabajo tiene muy buena recepción”, afirma Mariel Rojas, una enfermera profesional de Baradero que sabe bien de qué se trata el tema: su madre, Laura Savoy, fue la primera enfermera de isla en la localidad y, hoy, ella continúa con su legado. Mariel, con una sonrisa y entre inyección e inyección, comenta que la campaña antigripal tiene mucho éxito y que ya han vacunado a más de 80 familias isleñas. “Desde hace bastantes meses, venimos trabajando con la Armada, Prefectura, Defensa civil y el equipo de Atención Primaria de la Salud”, detalla y agrega que lleva consigo “50 dosis de vacunas antigripales para adultos y 50 dosis pediátricas, además de todo el calendario completo de vacunación para personas menores de edad, embarazadas y mayores de 65 años”.
La mañana es gris y dinámica. En cada casa, los grupos familiares varían, tienen desde cinco hasta 15 integrantes. En cada bote, las personas a bordo también varían y viajan una enfermera, una asistente social, los infantes, personal del King y de la Cruz Roja. La tarea no es sencilla, no todos tienen un muelle para arrimar el bote, y la posibilidad de dejar el calzado por lo lodoso del suelo aumenta segundo a segundo. Sin embargo, nada de lo detallado anteriormente resulta un impedimento. No se deja ningún hogar sin visitar. Todos reciben lo que necesitan.
“Los bolsones están compuestos por 15 tipos de alimentos secos, como fideos, arroz, puré de tomates, lentejas y verduras, como papas, calabazas y hojas verdes, además de un botellón de lavandina. Siempre se deja entre un bolsón y dos, de acuerdo con la cantidad de integrantes de la familia, y estos duran entre siete y 15 días”, explica Jorgelina Pérez, la asistente social. Los isleños saludan a todas las lanchas, las reconocen y convidan con lo que tienen cada vez que alguien baja, desde pan hasta galletitas. La distancia social impide los abrazos y la posibilidad de compartir un mate, pero ellos saben que ya va a llegar el momento en el que todo eso se pueda hacer. Los infantes, esos mismos de pocas palabras arriba de las embarcaciones, se sonríen tímidamente y agradecen cada gesto y ofrenda de los isleños.
La escena se repite una y otra vez. De vez en cuando, las lanchas alteran su curso cuando el río se pica y los saltos no son aptos para cardíacos. Sin embargo, la motivación y el destino de la solidaridad no se detiene. Las horas pasan y el sol comienza a dar señales de que la jornada va llegando a su fin. La fatiga pareciera no hacer mella en nadie y, en los rostros, se percibe satisfacción. A lo lejos, se ve el buque fondeado, a la espera de que lleguen las lanchas y los botes. Ahora, es tiempo de subir al King, organizar los preparativos del día siguiente y dormir. Mañana será otro día, muy diferente del de hoy, pero con un objetivo inalterable: ayudar.
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