La Organización de las Naciones Unidas lleva tiempo desarrollando el concepto de “seguridad humana”. Para la ONU, los países están cargados de amenazas que van más allá de la soberanía, la territorialidad y el poder militar, y que desestabilizan el desarrollo: los conflictos sociales, la violencia, las recesiones económicas, el calentamiento global, los desastres naturales y las epidemias son algunos de los peligros que ponen en riesgo a las sociedades modernas.
Globalización y amenazas
“En un mundo conectado, en el que la gente viaja de forma continua, tenemos que estar seguros de no ser arrasados por una epidemia, como ocurrió al término de la Primera Guerra Mundial con el brote de la gripe española, que llegó a expandirse por Europa, Asia y Estados Unidos”, dijo el politólogo y analista internacional Alejandro Corbacho sobre este tema, en 2019, en una entrevista con DEF.
Corbacho explicó que aquella enfermedad supo cobrarse la vida de más de 20 millones de personas en todo el mundo y agregó que, a principios de la década del 90, todo el universo medioambiental había sido incorporado al concepto de amenazas en los últimos años. “Se ha comenzado a entender que los Estados ya no son solo responsables de sí mismos, sino que todos somos ciudadanos miembros de una comunidad global”, resumía.
A finales de 2019, y sin saber que en cuestión de días el mundo entero se enfocaría en el COVID-19, estas potenciales amenazas fueron analizadas en la diplomatura en “Seguridad humana para el desarrollo sostenible” (que este año evolucionó en “Desarrollo sostenible: de la seguridad humana a los ODS, formando líderes con compromiso ambiental y social”), organizada conjuntamente por la Universidad del CEMA y la Fundación Criteria. Virginia Laino, docente de Gestión de Riesgo en la diplomatura, dialogó con DEF sobre la llegada del coronavirus al mundo y las medidas que se están tomando.
Laino es la directora del Instituto Argentino para la Reducción de Riesgos de Desastres (IARRD) y no solo es experta esa área, sino que también lo es en desarrollo organizacional con enfoque en políticas públicas. Con más de 15 años de experiencia en trabajo humanitario internacional, participó con Cascos Blancos en tres misiones voluntarias de formación en el Caribe anglófono y estuvo con el Comité Internacional de la Cruz Roja en Guinea y Sierra Leona, en varios países de Asia y también en Medio Oriente.
Al ser consultada sobre la pandemia que hoy mantiene en vilo al mundo entero, Virginia recuerda su experiencia con otras epidemias en el África subsahariana: “Ahí, el ébola era una enfermedad erradicada hacía más de 10 años, y volvió. En cambio, el cólera es una amenaza mucho más conocida porque las condiciones de higiene son muy escasas”. A ella, lo desatado por el coronavirus y las afecciones antes mencionadas le recuerdan a la muerte en soledad de todos los que padecieron alguna de esas dolencias. “Por esos días, por culpa del cólera y el ébola, no se podían hacer los rituales y eso afectaba muchísimo a las familias”, recuerda.
En diálogo con DEF, explicó que, en estos momentos y más allá del impacto sanitario, es difícil hacer una proyección de cuáles serán los sectores más afectados por esta situación global histórica. Sin embargo, no duda en afirmar que, con millones de personas en cuarentena, la economía será uno de los sectores más perjudicados.
Virginia describe que, probablemente, los países del hemisferio occidental reaccionaron con “soberbia” cuando, hacia fines de 2019, llegaban las noticias desde China y creían que esto no les iba a tocar. “En términos de respuesta a emergencias, un experto en salud español me comentaba que esto del COVID-19 es como ‘una crisis de múltiples víctimas’. Además, me decía que, en vez de durar horas, esta crisis lleva varias semanas y que eso los conduce a repensar, día a día, la adaptabilidad de los sistemas sanitarios”, comenta, al tiempo que subraya que la situación aún está en curso y que sería aventurado hacer valoraciones con relación a qué país puede estar sobrellevando de la mejor manera la llegada del virus.
“Seguramente, esta pandemia dejará un ‘nuevo orden’ en el que muchas de las prácticas que hemos conocido ya no serán las mismas. Por ejemplo, muchas personas se han visto obligadas a recurrir a la tecnología para continuar con sus actividades, y ese creo que será el primer cambio evidente”, manifiesta la especialista en una disciplina que apunta a manejar la incertidumbre relativa a una amenaza a través de distintas estrategias.
Los Estados frente a la crisis
Para Laino, este es un hecho histórico en el que es indiscutible que la parte más importante de su control es la confianza de los ciudadanos en las indicaciones que les dan sus Estados. “Creo que esta es una oportunidad para comprender la importancia de un Estado presente y de la salud pública. Me gustan las medidas que ha tomado el Gobierno y la manera en la que las va comunicando. Más allá de colores políticos, creo que se está haciendo lo que corresponde”, confiesa.
La información, el control de respeto a las medidas, un único vocero a la ciudadanía y la asistencia “humanitaria” para los casos de vulnerabilidad –que, con las medidas dispuestas por la cuarentena, se enfrentan a una situación aun peor– son algunas de las estrategias que, según Virginia, podrían traducirse en una adecuada gestión de riesgos en el contexto que estamos viviendo. Según ella, estas acciones coinciden con las medidas que se han tomado hasta ahora: “Es importante mantener esta adecuada gestión de riesgo para que esta amenaza no se transforme en un desastre”, finaliza.
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