La turbulenta relación entre EE. UU. e Irán nos invita a pensar en los nuevos escenarios interregionales que configuran un orden geopolítico diferente, con el ingreso de actores exógenos, como China y Rusia. A la histórica rivalidad regional entre Arabia Saudita e Irán, se suman otros acontecimientos, como la guerra en Siria y el fortalecimiento del triángulo Rusia-Irán-Siria; las rebeliones sociales en el Líbano, Irak, Libia, Irán y Yemen; y la relación comercial pendular entre EE. UU. y China. Todos estos factores inducen a múltiples interpretaciones, tales como el impacto de la inestabilidad política y social en Irak para comprender la circunscripción territorial del escenario bélico; la solidificación de las relaciones en la “media luna chiita”, con la fuerte influencia de Irán en la zona; las sanciones económicas impuestas por EE. UU. a Irán; y el desacato de Irán al acuerdo nuclear al retomar el enriquecimiento de uranio.
Para explicar la tensión geopolítica entre Washington y Teherán, el factor detonante se encuentra en el mercado de los hidrocarburos y sus rutas de comercialización. Con la utilización de la tecnología del fracking, EE. UU. irrumpió en la escena comercial como el primer productor mundial de crudo, con 12 millones de barriles diarios. Mientras tanto, la posición de Arabia Saudita ha variado como consecuencia de la reducción de la producción acordada en el marco de la OPEP y de los ataques a la planta de gas y petróleo de Aramco en 2019. En ese contexto, la Federación Rusa ha superado a los saudíes, con 11,4 barriles de petróleo diario, una situación que beneficia la política de Vladimir Putin y su proyecto de reforma política y constitucional. Los nuevos parámetros de la política petrolera rusa pasan por las empresas Vostok Oil, Rosneft y Neftegaz Holding, que operarían en la región del Ártico, además del “doble comando” con la Unión Europea gracias a la construcción del gasoducto Nord Stream 2, que conecta Rusia con Alemania.
Por otro lado, la intervención en Libia aumenta la influencia de Moscú en países con alta capacidad petrolífera. Irán es el cuarto productor mundial de petróleo y segundo de gas. Su potencial energético no es un dato menor para EE. UU. No obstante, la preocupación de Washington pasa también por el firme apoyo que Irán recibe del Estado de Qatar y del Sultanato de Omán. La dependencia de Qatar se centra en la necesidad de importar aproximadamente el 90% de sus alimentos desde Irán, a cambio de lo cual Qatar Petroleum transfiere al régimen iraní capacidad tecnológica para la perforación y extracción de petróleo. La utilización del espacio aéreo iraní a través de la línea Qatar Airways es otra variable en la dependencia de Qatar respecto de Irán, particularmente, después de los incidentes de Qatar con sus vecinos árabes del golfo Pérsico en 2017.
La clave de la tensión geopolítica está en el mercado de los hidrocarburos y sus rutas de comercialización. Con el fracking, EE. UU. irrumpió en la escena comercial como el primer productor mundial de crudo, con 12 millones de barriles diarios.
Además, Irán comparte con Omán la “llave” del estrecho de Ormuz, un paso clave en la ruta de comercialización del petróleo, que atraviesa el golfo de Omán, el estrecho de Bab el-Mandeb, el mar Rojo, el canal de Suez y el Mediterráneo. El puerto iraní de Chabahar, ubicado en el golfo de Omán, es otra infraestructura estratégica dada su utilización como centro de operaciones para la realización de ejercicios navales conjuntos entre China, Rusia e Irán. Mientras tanto, la relación entre China e Irán prioriza acuerdos comerciales con grandes compañías de hidrocarburos de este último país, enfocadas en la operación de los yacimientos petrolífero de Azadegán y gasífero de Kish.
La combinación de la producción de los campos Azadegán-Sur y Azadegán-Norte permitirá la recuperación de pozos petrolíferos en campos iraníes. A tal efecto, Teherán y Pekín han generado mecanismos bancarios para facilitar la relación bilateral y, en ese contexto, la confidencialidad es un factor clave para mantenerse fuera del alcance de las sanciones estadounidenses. A su vez, la iniciativa china One Belt, One Road depende del abastecimiento de petróleo de Irán. Para EE. UU., en cambio, el gran riesgo es que su principal rival comercial –China– controle, a través de Irán, la “media luna chiita” (Irak, Siria, Jordania, Líbano y Yemen), sin descartar las pretensiones de Moscú de extender sus tentáculos sobre la región más importante a nivel global en términos geoestratégicos.
LEA MÁS