“Lo bueno viene en frasco chico” dice un refrán. En los últimos años, la ciencia mundial transformó eso en una verdad empírica: en Argentina, un grupo de investigadores del CONICET desarrolló una alternativa inédita para tratar la hipertensión con una técnica que manipula la materia física a muy pequeña escala: nanotecnología.
De las miles de millones de moléculas producidas por el organismo, los científicos argentinos extrajeron una de ellas, le aplicaron ingeniería, le cargaron una librería de estructuras y mapas genómicos, y le asignaron un destino. Una vez finalizada esta serie de procesos, los científicos volvieron a introducirla en el cuerpo humano y observaron con satisfacción que las instrucciones que le asignaron al elemento habían sido cumplidas a la perfección y que generó cambios positivos en materia cardiovascular.
Este trabajo multidisciplinario, que contó con la presencia de veinte profesionales de diferentes áreas del conocimiento (biólogos, farmacéuticos, bioquímicos, médicos e ingenieros químicos, entre otros), trabajó con un modelo de naturaleza cuántica que rompe los paradigmas de la física newtoniana, con eso que todos supieron ver con la tabla periódica de los elementos en la secundaria. Escalas nanométricas e ingeniería de los materiales son las claves de este desarrollo nacional.
La novedad del tratamiento en haber incorporado este principio endógeno radica en la idea de utilizarlo como plataforma de otros fármacos que se utilizan frecuentemente y que muchas veces atentan contra lo que se conoce como la “adherencia”. En la actualidad, existen muchos fármacos que reducen la presión arterial y mejoran la función cardiovascular y, sin embargo, producen impotencia; por eso, con esta tecnología es posible enseñarle a las estructuras que libere su principio activo sobre el órgano dañado.
El Doctor Walter Manucha, Director Laboratorio de Farmacología Experimental Básica y Traslacional e Investigador del IMBECU en la provincia de Mendoza, es coordinador del equipo que ha trabajado en focalizar y direccionar una molécula endogámica (que se produce en el organismo), potenciando sus acciones beneficiosas a nivel hemodinámico y ayudando a bajar la presión arterial y generando un cambio en el remodelado cardíaco. El tratamiento propone, mediante modelados, síntesis y manipulación de moléculas, reducir los riesgos de presión arterial.
El desarrollo consiste en focalizar y direccionar una molécula endogámica, potenciando sus acciones beneficiosas a nivel hemodinámico y ayudando a bajar la presión arterial y generando un cambio en el remodelado cardíaco.
“Cuando trabaja con materiales tan pequeños, el sistema inmunológico no los reconoce. El cuerpo tiene sistemas de defensa que se encuentran alerta ante la presencia de cualquier agente externo, que características particulares de tamaño, carga eléctrica o alguna marcación biológica, para eliminarlo. Pero eso, es sólo válido para la escala macroscópica y no para lo nano”, explica el Doctor Manucha y hace hincapié en que, a pesar de lograr resultados positivos y avances con esta técnica, siempre están atentos al hecho de no dañar proteínas ni modificando la actividad de enzimas que ayudan al organismo. “Evaluamos todo porque no queremos que la cura sea peor que la enfermedad”, dice.
Hoy, existen muchos fármacos que reducen la presión arterial y mejoran la función cardiovascular y, sin embargo, producen impotencia. Con esta tecnología es posible enseñarle a las estructuras que liberen su principio activo sobre el órgano dañado y no afecten otras áreas del cuerpo.
Otra de las soluciones que propone esta alternativa es la de poder reducir la cantidad de pastillas que deben tomar los hipertensos. Según los científicos, y gracias a la forma en la que se trabaja con el principio activo de esta molécula, se podría llegar a cubrir hasta diez días con una única dosis para normalizar los parámetros hemodinámicos sin la necesidad de tomar más de un comprimido a diario; en la comunidad, estos avances son tan alentadores que permiten soñar con la idea de aplicar el concepto a otras enfermedades de tipo crónicas, como lo puede ser la diabetes.
El investigador del IMBECU explica que en este desarrollo han utilizado nanoestructuras que ya se encuentran aprobadas por la FDA (la administración de control de drogas y alimentos de Estados Unidos) y que no producen efectos adversos sobre la salud sino que, por el contrario, por su condición de biodegradables, tienen acciones farmacológicas sobre otras partes del cuerpo, e incluso mejoras sobre áreas como el sistema nervioso.
En materia de ciencia, en Argentina, siempre se intentan instalar debates sobre los costos y beneficios de invertir en ella y este caso no es la excepción. Pero la inventiva de los científicos locales les permitió construir nuevas estructuras exitosas con distintas técnicas que las que se utilizan en todo el mundo. “Verificamos que, simplemente, con el cambio de tamaño de una molécula –sumado a otra serie de modificaciones– podemos evitar la metodología funcionalizar estructuras y, de esa manera, nos ahorramos un paso tecnológico costoso que nos permite encarar esto en el país”, cuenta con orgullo Manucha.
En la comunidad científica, estos avances son tan alentadores que permiten soñar con la idea de aplicar el concepto a otras enfermedades de tipo crónicas, como lo puede ser la diabetes.
El dinero como eje y motor de estas investigaciones, también, es un aspecto que interesa y mucho en el universo farmacéutico; mediante estas técnicas, se reducen considerablemente las dosis (y lo que se conoce como “dosis tóxicas”) y se ahorran los costos de fabricación porque la droga se direcciona específicamente hacia los tejidos dañados, atacando las zonas en donde se debe producir efecto.
“La nanotecnología está en todo: en la fibra óptica, las raquetas, las pelotas de tenis y hasta en los asientos de cuero de los autos de alta gama, que tienen en su interior nanopartículas cargadas con perfume que se liberan mediante la fricción y calor producida por contacto con el cuerpo”, concluye el coordinador de este proyecto, dejando en claro que estas técnicas constituyen el presente de la ciencia y sueña con que, en pocos años, este desarrollo sea el eje de algo que mejore la calidad de vida de millones de personas.
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