“Hay bandas militares en los ejércitos desde finales del siglo XVIII. En aquel tiempo, las armas eran imprecisas, entonces había que crear volúmenes de fuego y hacerlos maniobrar. La música militar contribuyó a acompañar la marcha y a darle cohesión y disciplina a la tropa formada”, explica el mayor maestro de banda Diego Cejas, director de la Banda Militar “Tambor de Tacuarí”, del Regimiento de Infantería 1 “Patricios”, una de las más importantes del Ejército argentino.
¿Qué es exactamente lo que moviliza a un soldado, sabiendo que cada paso lo acerca a la muerte? DEF pudo asistir al encuentro de todos los músicos del Ejército durante los festejos por el Día del Servicio de Bandas Militares en el Colegio Militar de la Nación. Allí, el mayor Cejas explicó: “Fue Napoleón quien empleó las bandas al frente de todas sus unidades; en ese momento, la música servía para dinamizar la velocidad de avance de las columnas. Marchando a 120 pasos por minuto, se pueden hacer hasta 60 km en 10 horas, esa es una velocidad tremenda para la infantería”.
Este hombre, nacido en Buenos Aires, pero criado en Chaco, relata que fue el cirujano de Napoleón, el barón Larrey, quien comenzó a emplear a la música militar como un tonificante, un uso que sigue vigente porque, aún hoy, las tropas son estimuladas mediante el ritmo: “La percusión estimula a nuestro corazón a latir más rápido y a otras cuestiones fisiológicas como secretar adrenalina, una manera de vencer el miedo”.
“También hubo bandas militares porque la música tiene un poder de asociación tremendo. Como pasó en el Pozo de Vargas, en 1867, la zamba que les tocó la banda les recordó el terruño, a la amada y a los hijos, la razón por la que peleaban los santiagueños”. Cejas también explica otro ejemplo del poder de la música en los hombres de armas: al inicio de cada una de las acciones de la guerra por la independencia, los soldados argentinos recordaban sus deberes cantando el Himno nacional, y describe que, a lo largo de su carrera profesional, logró combinar pasiones tan disímiles como la vocación militar, la música y la historia.
"La percusión estimula a nuestro corazón a latir más rápido y a otras cuestiones fisiológicas, como secretar adrenalina; de esa manera, se vence el miedo”, explica el director de la banda del Regimiento “Patricios”.
Las Bandas Militares no solo acompañan las jornadas diarias de los cuarteles sino que también participan de actos escolares. Algunas fueron invitadas por la Fundación Criteria para participar de charlas sobre historia en distintas escuelas; en una de estas oportunidades el mayor se refirió al Día de la Soberanía Nacional y describió el rol protagónico de los músicos militares: “Cuando la escuadra empezó con su bombardeo, la banda hizo la base sonora del canto de los 5000 defensores; fue tanto su poder que los blancos de la escuadra se centraron en los músicos. Tuvieron bajas, pero nada pudo silenciar ese himno. Eran los músicos de la banda del Regimiento de Patricios y el himno que tocaban tenía, por entonces, una duración de 20 minutos”.
Cejas sostiene que no es que a los hombres de armas les guste la música, sino que hallan utilidad en ella. Por ejemplo, en la guerra del Paraguay, era necesario darles un entretenimiento. Sarmiento decía “para alejarlos de los vicios”, explica y agrega: “En campaña, luego de la oración, las bandas tocaban y servían a los hombres de armas para controlar y vigilar. Antes del espectáculo, se controlaba cuántos soldados había; una vez finalizado, se los volvía a contar, porque el fin coincidía con la hora en la que a uno le agarra la nostalgia, la hora a la que acostumbraban desertar. Luego de la retreta, se permitia el fogón, una actividad un poco más descentralizada. Allí se compartía la ginebra, la caña, el tabaco y las penas. La música amalgamaba las emociones, el momento del descanso fraterno y de compartir los alimentos”.
En Malvinas, lamentablemente, no hubo banda, pero sí músicos; el bloque impuesto impidió que la Banda del Batallón de Comunicaciones 181 marchase hacia las islas. Sin embargo, pudieron llegar nueve cornetas: “Estaban al frente de las unidades de Infantería, vivieron episodios dramáticos. Así como los infantes, al rendirse en Darwin, desarmaron sus armas, los músicos hicieron lo mismo con sus trompetas. Les quitaron los pitones y aplastaron los bronces para que nadie pudiese ejecutarlas ni llevarlas como testimonio de una victoria”.
“En 1982, los hombres del Regimiento de Infantería 1 ‘Patricios’ recuperaron su moral cantando El Uno Grande, marcha que identifica a nuestra unidad. De hecho, el hoy coronel Esteban Vilgré Lamadrid recuerda haber entrado a Puerto Argentino con los sones de la Canción del Infante. No hubo banda, pero sí música”, manifiesta Cejas.
“También hubo bandas militares porque la música tiene un poder de asociación tremendo. Como pasó en el Pozo de Vargas, en 1867, la zamba que les tocó la banda les recordó el terruño, a la amada y a los hijos, la razón por la que peleaban los santiagueños”, describe el mayor Diego Cejas.
La banda de Patricios lleva el nombre de “Tambor de Tacuarí” en homenaje al músico más joven caído en combate en marzo de 1811: “Se trataba del tambor de órdenes de Belgrano. En aquel entonces, las ordenanzas de Carlos III establecían que se podían enrolar niños al combate, muchachos de 12 años. Ese fue el caso de Pedro Ríos, quien dinamizó la marcha del Ejército de Belgrano en Paraguay y murió frente a su tropa”.
La banda favorita de San Martín
“Es una responsabilidad muy grande vestir el uniforme del regimiento que creó el general San Martín. Tenemos la particularidad y responsabilidad de llevar adelante el legado del Padre de la Patria”, describe el capitán maestro de banda Wilson Leguiza, director de la fanfarria militar “Alto Perú” del Regimiento de Granaderos a Caballo “General San Martín”.
Pero ¿por qué este Regimiento no tiene una banda y sí una fanfarria? De acuerdo a Leguiza, la explicación está basada en el tipo de instrumentos que tocan: “Los nuestros son de bronce, las bandas tienen maderas que amalgaman y hacen que el sonido sea un poco más dulce. El nuestro, en cambio, es más brillante y estridente porque los instrumentos son de bronce; eso se debe también a que la fanfarria Alto Perú se puede desempeñar a caballo. Mientras montamos, en nuestra mano izquierda va la rienda y en la derecha, el instrumento”.
“En la medida en que uno tiene mayor independenica del caballo, puede ejecutar mejor los instrumentos. En este momento, nosotros tenemos 46 caballos que pertenecen a cada uno de los integrantes de la banda. El mío, mi dupla, se llama Liberal y tiene 11 años; nos conocemos, yo sé cuándo se pone nervioso y qué lo asusta. Hemos tenido caídas, pero nos levantamos y seguimos tocando”, describe Leguiza.
La marcha militar, uno de los atributos del presidente
El mayor maestro de banda Sergio Mastrandrea es el director de la banda militar de otra de las unidades históricas de la Fuerza: el Regimiento de Artillería 1.
La banda de esta unidad lleva el nombre de “Ituzaingó”, una de las batallas más importantes de nuestro país, en el marco de la guerra contra el imperio de Brasil. Como describe Mastrandrea: “La marcha que lleva este nombre, Ituzaingó, es un botín de guerra, es de origen brasileño, y hoy es una de las más antiguas del Ejército. La partitura fue encontrada en la mochila de un soldado fallecido en combate. Hoy es, de hecho, uno de los atributos que tiene el presidente de la Nación, además de la banda y el bastón”.
“La partitura fue encontrada en la mochila de un soldado fallecido en combate. Hoy es, de hecho, uno de los atributos que tiene el presidente de la Nación, además de la banda y el bastón”, relata el mayor Sergio Mastrandrea.
El toque femenino
Las mujeres están más que incorporadas al servicio de bandas del Ejército. La subteniente maestro de banda María Paula Sequeira, una de las tantas pioneras dentro de las oficiales que integran este servicio, es hoy la directora de la banda del Regimiento de Caballería de Tanques 8, con asiento en la localidad de Magdalena, provincia de Buenos Aires.
“Es mi primer destino como oficial. Allí soy la única mujer jefe de subunidad, así que fue una experiencia nueva. Me tuve que imponer un poco, no fue fácil”, relata Sequeira mientras se sonríe y agrega: “Para mí, una unidad militar sin banda no tiene vida. Poder hacer lo que uno ama, en mi caso servir a la patria y hacer música, es una combinación perfecta”.
Vocación por la patria, pasión por la música
Prácticamente todos los directores de banda entrevistados coinciden en que es en la Fuerza donde pudieron dar rienda suelta a sus sueños profesionales y artísticos. De hecho, el teniente maestro de banda Antonio Costa no solo es músico y militar, sino que debió enfrentar el desafío de hacerse paracaidista al ser destinado en la banda de un Regimiento con esta aptitud militar: “En la banda, hay 15 paracaidistas y habitualmente dejamos de lado los instrumentos para realizar una actividad de riesgo. Es lo especial y apasionante de ser músico militar, porque es una vocación y no un trabajo”.
"Dejamos de lado los instrumentos y hacemos una actividad de riesgo. Es lo especial y apasionante de ser músico militar”, cuenta el paracaidista y músico Antonio Costa.
Para ser intérprete del Ejército, explica el teniente coronel Antonio Agustín Troncoso, director de la Agrupación Sinfónica del Colegio Militar, primero se debe ingresar al Ejército en calidad de suboficial músico. Luego de cinco años, el personal puede optar por rendir para hacer un curso en el Colegio Militar y egresar como subteniente de banda. Para él, “los que integran esto sienten una verdadera pasión por la vida militar”.
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