Cuando tenía ocho o nueve años, Facundo Rojas, pasaba la mañana jugando en el frente de su casa. Lo hacía hasta las doce del mediodía; después entraba, para evitar el horario de salida de los chicos de la escuela. "Si me veían, me decían cosas feas. Entonces me quedaba adentro hasta las dos de la tarde, que entraban los del turno tarde. Tenía todo pensado", recuerda acerca de su infancia en Laguna Seca, un barrio humilde de la capital de Corrientes, donde aun vive.
Facundo es el tercero de cuatro hermanos y el único con acondroplasia, el más común de los trastornos de crecimiento. Está en pareja con Cristina y tiene una hija de tres años, Ana Sofía, que heredó su condición. Además, es periodista, locutor, estudia psicología social e integra la Selección Argentina de Fútbol de Talla Baja, como parte de la Asociación Civil que lidera. "La sede funciona en mi casa porque aún no tenemos un lugar físico. Pero armamos un cuerpo dirigente y hay líderes en todas las provincias. Queremos profesionalizarnos. Además, trabajamos en un proyecto de concientización en las escuelas. Porque los niños son quienes señalan con más frecuencias a las personas con talla baja. Pero no lo hacen de malos. Lo hacen por ignorancia. Necesitan aprender conceptos básicos de integración", detalla y se entusiasma con compartir su experiencia con DEF.
El fútbol que practica es igual al de las grandes ligas. Solo que se juega en una cancha de futsal, donde hay siete contra siete, cinco suplentes y un arco de 1,70 por 3 metros. "La pelota rueda mucho. No hay tanto pelotazo. Y la protegemos mejor que en el fútbol tradicional. Es muy atractivo", asegura sobre el deporte que lo lleva a recorrer buena parte del país y bastante del mundo.
–Me decías que los niños son los más crueles, ¿sufriste mucho bullying?
–La diferencia física con mis compañeros se empezó a notar después de segundo grado, cuando la mayoría pegó el estirón. Entonces me empezaron a mirar raro. "Mirá el nenuco", decían. O "ahí va el enano". Cuando no me llamaban por mi nombre, yo respondía con agresión y vulgaridad. En mi barrio me enseñaron a defenderme así. Ahora me doy cuenta de que no era lo adecuado. Por suerte, encontré el fútbol muy rápido y ahí deposité mi pasión para no pensar en los insultos.
–¿Tenías amigos de talla baja?
–En mi zona no había muchos chicos con mi condición. Además, cuando era chico, prefería jugar con chicos convencionales… Iba a una escuela pública donde me trataban bien, pero tuve muchos problemas de conducta cuando mis compañeros empezaron a señalarme. Hice la secundaria en un colegio privado y católico donde me sentí muy querido. Todavía conservo amigos.
Mis padres nunca me sobreprotegieron. Me enseñaron a moverme como uno más. Por más que la sociedad no me viera así.
–¿Cómo organizaste la asociación de fútbol?
–Llevó tiempo. Fue tedioso y sacrificado. No tenía recursos. A muchos chicos les costaba aceptar su condición. "No soy así", sentían. Arrancamos en 2012 y a los dos años ya pisábamos fuerte. Empezamos en Corrientes, pero pronto se sumaron varias provincias, como Córdoba y Jujuy. Facebook fue de gran ayuda. Y Ariel, el cantante de Los Grosos, nos ayudó a llegar a Buenos Aires. Al principio éramos solo siete jugadores.
–¿A vos te costaba aceptar tu condición?
–No… En mi casa siempre me ayudaron a aceptarme. Mis padres nunca me sobreprotegieron. Me enseñaron a moverme como uno más. Por más que la sociedad no me viera así.
–¿Cómo te discriminaban socialmente?
–Llamándome "enano", sin saber lo que esa palabra significa para nosotros. Hoy hay más conciencia en relación a la discriminación. Pero muchas generaciones de personas con talla baja crecieron condenadas a que se rieran de ellas. Como si hubiéramos nacido para eso.
Los inodoros y mingitorios en los lugares públicos son enorme y muy altos. Tampoco están adaptados para nosotros los cajeros automáticos, ni los colectivos.
–¿Cuál es tu principal desafío?
–Mi objetivo es demostrar que la selección de Talla Baja no solo juega al fútbol, sino que además lo hacemos bien y ofrecemos un espectáculo con treinta pibes que la descosen. Eso sorprende. Lo nuestro es fútbol, además de inclusión. Jugamos nuestro primer partido grande en Santa Fe en 2015 y pasamos de ser diez deportistas a tener una asociación de cien personas, porque además incorporamos chicas. Internacionalmente, jugamos la primera vez en Lima, donde le ganamos por 4 a 3 a la selección de Perú. También viajé a Europa y a Egipto para apoyar a Marruecos. Brasil no tenía selección y los ayudamos a armarse. Y el año pasado organizamos la Copa América. Yo toda la vida soñé con competir.
–¿En qué aspectos el país no está adaptado para la gente de baja estatura?
–En muchísimos. Los inodoros y mingitorios en los lugares públicos son enormes y muy altos. Imaginate cuando iba a la escuela… Por suerte me escapaba e iba al baño de Jardín de Infantes que me quedaba cerca. Tampoco están adaptados para nosotros los cajeros automáticos, ni los colectivos, pero ejemplo… E, incluso, nos cuesta conseguir trabajo. Hay una ley, pero no se cumple. En cambio, en Egipto, cadenas hoteleras como el Hilton tiene chicos de talla baja atendiendo a los huéspedes.
La Selección de Talla Baja no solo juega al fútbol, sino que además, lo hacemos bien y ofrecemos un espectáculo con treinta pibes que la descosen. Brasil no tenía selección y los ayudamos a armarse.
–¿Cómo conociste a tu mujer?
–Yo tenía un programa en la radio de mi familia. Un día Cristina se ganó un premio. Lo vino a retirar y me pareció muy linda. Su teléfono quedó registrado. Entonces me mandé una trampita y ¡la hice ganar de nuevo! Cuando volvió a retirar el premio, le ofrecí llevarla a su casa. Hablamos todo el viaje y empezamos a salir. Llevamos juntos cinco años. Fue mi primera relación.
–¿Cuándo supiste que Ana Sofía nacería con tu misma condición?
–Dos meses antes de su nacimiento. Cuando observaron el tamaño de sus huesos. Mi hija es mi motorcito. Todo lo hago por ella. Además, me tiene a mí para ayudarla a entender nuestra condición.
–Ahora que sos un referente y te va bien como futbolista, ¿te encontrás en el barrio con la gente que antes te discriminaba?
–¡Si! Y me manguean camisetas. No saben que cada jugador tiene las mismas dos hace cuatro años. Muchos vecinos que no me hablaban ahora me felicitan. Y está todo bien… Yo busco generar lazos y terminar con el aislamiento de las personas de mi condición. Aprendí que el que se enoja, pierde. Y yo quiero ganar.
*La versión original de esta nota fue publicada en la Revista DEF N. 127.
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