Vidas de guardia: trabajo intenso, profesionalismo y vocación

Cómo es el día a día de los técnicos y el personal operativo de una empresa de emergencias extrahospitalarias de la Ciudad de Buenos Aires. Por Juan Ignacio Cánepa.

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La llamada de emergencia llega desde un colegio en el barrio de Belgrano: una contusión. De inmediato, se asigna una unidad de complejidad intermedia. Subimos al móvil y, ni bien nos acomodamos, estalla la sirena que abre paso en la calle. Adentro, nos sacudimos mientras la ambulancia zigzaguea evitando el pesado tráfico porteño. Los autos se abren o tratan de hacerlo; una bicicleta se cruza. Desde la cabina se ve todo: las buenas intenciones, las avivadas, las impericias y las irresponsabilidades al volante. Es mediodía y en la avenida Córdoba no cabe un auto más. Pero no podemos detenernos, no sabemos la gravedad del caso.

"Te tiene que gustar", dicen todos. No es una imposición, sino una condición. Para trabajar en emergencias médicas, te tiene que gustar. La misma frase, el "Te tiene que gustar", se repite como un mantra en boca de todos aquellos con los que hablamos: técnicos, choferes, médicos, operadores. Es un mantra sentido desde las entrañas, no importa quién lo diga. "Si no, no durás en esta actividad", completan otros.

Debido al caos vehicular, hoy es imposible llegar a una emergencia en menos de 15 minutos. Foto: Fernando Calzada.
Debido al caos vehicular, hoy es imposible llegar a una emergencia en menos de 15 minutos. Foto: Fernando Calzada.

Para el común de las personas –me incluyo–, el mundo de las emergencias médicas es una incógnita cargada de mitos. No ayuda el hecho de que el momento para tener contacto real con este medio, en general, se da de manera intempestiva y rápida. Claro, en una emergencia.
DEF recorrió durante algunas jornadas las instalaciones en la Ciudad de Buenos Aires del Grupo Ayuda Médica para conocer de cerca el funcionamiento de los sistemas privados de emergencias, aquellos que acuden a domicilio ante una descompensación crítica, como un paro cardio-respiratorio o un ACV, o para atender dolencias más simples, como estados gripales y contusiones. También tienen a cargo los traslados de "techo hospitalario a techo hospitalario", como llaman en la jerga al movimiento de pacientes entre hospitales o clínicas. Estos traslados son de suma complejidad, ya que en ellos, la ambulancia se convierte en una terapia intensiva con ruedas: el paciente debe llegar a destino con los mismos valores vitales con los que salió de donde estaba alojado.

Llegamos a esta historia buscando explosión, vértigo y caos. Eso está garantizado, indiscutiblemente. Pero encontramos que está mediado por el aplomo profesional y la pasión por hacer algo con vocación. De nuevo, "Te tiene que gustar".
Esta no es tanto una historia de crisis y corridas, sino de personas que salvan vidas.

Las visitas médicas representan un 80 % de las atenciones.

Entrar en la sala de operaciones de un servicio de emergencias médicas es entrar en una dimensión paralela. No es algo que se note en la disposición edilicia. La estructura de boxes por áreas no la distingue de cualquier empresa privada o de un call center. Tal vez aquí la actividad sí sea mayor, con más movimiento y teléfonos en permanente funcionamiento. Pero lo que las diferencia verdaderamente son las premisas lógicas con las que abordan y clasifican el mundo, y con las que actúan en consecuencia. Allí, por ejemplo, los colores son solo tres: rojo, amarillo y verde; y el tiempo laboral se mide en 12 x 36 hs. En la calle, en situación de emergencia, tienen leyes de tránsito especiales. En la delgada frontera entre la vida y la muerte, los carriles y los semáforos ordenadores no cuentan Pero no hay que confundirse, esto no equivale a caos. Nada más alejado. El mundo de las emergencias médicas es el mundo de los protocolos: "para esto, esto", "para esto otro, esto". Automático, casi sin pensar. Probado mil veces.

En ese mundo, los protagonistas son los técnicos en emergencias, los comúnmente llamados "paramédicos", término importado de películas y series populares. "El término "paramédico" es de origen estadounidense; fue acuñado en los años 40", corrige y precisa Leonardo Martínez, coordinador de instructores e instructor facultado del Centro de Entrenamiento del Grupo Ayuda Médica. "En América Latina se usa el término 'técnico en emergencia'", aclara. "Es una persona que se capacita y se prepara para la asistencia tanto en la vía pública como en los hogares", completa.

Los elementos de farmacia son repuestos periódicamente para que cada unidad cuente con el material necesario y al día. Foto: Fernando Calzada.
Los elementos de farmacia son repuestos periódicamente para que cada unidad cuente con el material necesario y al día. Foto: Fernando Calzada.

En Argentina, el técnico no se maneja solo. Como el sistema de emergencias está medicalizado, o sea, está ejercido en última instancia por un médico, el técnico actúa como su brazo derecho. Esto no quita que, por lo que ha estudiado y, más que nada, por la experiencia que ha adquirido en el trabajo diario, no tenga los sentidos tan agudizados que se adelante a los hechos y, por ejemplo, prepare el equipo antes de que se lo pida el médico. También es su responsabilidad que el médico llegue a salvo del punto A al punto B.
Mientras que los médicos suelen rotar mucho en el ámbito de las emergencias en la calle, los técnicos permanecen más tiempo. Podría decirse que son la espina dorsal del sistema de emergencias.

Muchas personas llaman por banalidades y creen que el médico tiene que acudir de inmediato. No dimensionan el costo que conlleva un servicio de emergencia. Tener un móvil a disposición en la puerta de la casa demanda una fortuna.

La mayoría de los técnicos con los que hablamos llegó al ámbito de las emergencias buscando trabajo, como si se tratara de cualquier otro trabajo. Pero lo que diferencia esta profesión de otras es que, como dijimos en un principio, para permanecer te tiene que gustar. Este es el caso de Pipa, técnico chofer: "Llegué a la empresa por un aviso. Vine como chofer y empecé a aprender. El trabajo es lindo, te tiene que gustar para estar acá, si no, no podés trabajar, no aguantás una guardia", dice, al tiempo que comenta que lo peor que le tocó presenciar fue un herido de bala.
Su compañero de móvil, Emiliano, también empezó como chofer. Él sí sabía de qué se trataba el trabajo pero no tenía conocimientos prácticos. "Después fui haciendo cursos. El año pasado terminé una diplomatura en emergencias hospitalarias en la Universidad Isalud", comenta sobre su trayectoria laboral.

"Esto te despierta la vocación", apunta Leonardo Martínez, quien, después de 25 años en la empresa y 35 en el rubro sanidad, tiene a cargo la formación de los nuevos miembros de la compañía.

Tal vez la historia de Leonardo difiera un poco del común de los técnicos en emergencias. Martínez se formó como enfermero de combate. Fue suboficial del Ejército Argentino del arma de Infantería e instruido con las tropas de montaña. Su especialidad se puso a prueba como nunca cuando, en 1991, integró el primer batallón de Cascos Azules enviados por Argentina a la ex Yugoslavia. Allí estuvo seis meses como parte del 3.er pelotón de Sanidad.

Los móviles son asignados según la urgencia del llamado. Solo se enciende la sirena en las alertas rojas y amarilla. Foto: Fernando Calzada.
Los móviles son asignados según la urgencia del llamado. Solo se enciende la sirena en las alertas rojas y amarilla. Foto: Fernando Calzada.

"Teníamos que patrullar las calles de Sarajevo –recuerda hoy Leonardo Martínez. Salíamos con un Unimog acondicionado como ambulancia. Cuando el fuego de artillería no atacaba más, la gente salía a la calle para vender joyas o lo que fuera en el mercado negro para comprar comida. Ese era el momento en que los francotiradores hacían puntería. Nuestra misión era recuperar la mayor cantidad de víctimas posibles", relata con amargura.
Al tiempo de regresar de la misión, Martínez pidió la baja, buscó trabajo y entró a la guardia de una clínica. Después, tuvo la posibilidad de estar en el hospital Pirovano como "franquero". Luego quedó efectivo y tomó la especialidad de terapia intensiva. "Hacía terapia intensiva y unidad coronaria en el Pirovano y cubría guardias, relata. Ahí veía las ambulancias y me llamó la atención las de Ayuda Médica, por su forma de trabajar y buena presencia".

En un momento dado, decidió salir de la guardia, ir al domicilio y ver el caso crítico en esa instancia. "Hacer ahí la diferencia", remarca. Se presentó a un puesto en Ayuda Médica y el resto es historia.

Termina la guardia, me voy a mi casa y me olvido. Aunque siempre hay un caso que te queda. Los que más te pegan son los pediátricos. Me han tocado traslados de chiquitos con quemaduras en el 80 % del cuerpo. La mayoría de las veces es negligencia de los adultos.

A diferencia de lo que pasaba en los años 80 y 90, el trabajo en emergencias médicas se profesionalizó mucho. "Antes, vos tenías un kiosco, buscabas una salida laboral y te subías a una ambulancia –comenta Leonardo Martínez. Estaban en auge la salud y las ambulancias, y con eso te podías hacer la casa", completa. Martínez asegura que hoy no es así: "Sigue existiendo la necesidad laboral y, por eso, se acercan las personas buscando trabajo, pero salen profesionales. Esta actividad es un filtro, incluso, si logran engañar al sistema, tarde o temprano se hace evidente".

Desde una perspectiva más empresarial, Rocío Isern, gerenta de Marketing de Ayuda Médica también señala un cambio de época: "El sistema nació exclusivamente para atender emergencias, nada más. La gente ni sabía lo que era y las prepagas preguntaban para qué servía si estaban los hospitales. No se tenía interiorizada la importancia de responder en los primeros minutos. Los teléfonos no sonaban al principio", recuerda. Hoy sí hay más conciencia, pero también se sumaron al servicio las visitas médicas, que representan un 80 % de las atenciones.

"Mucha gente llama por banalidades y creen que el médico tiene que acudir de inmediato. La gente no está formada en emergencias ni dimensiona el costo que conlleva un servicio de emergencia. Tener un móvil a disposición en la puerta de la casa demanda una fortuna", remarca Isern.

A medida que se reciben los llamados, el operador y el sector operativo de la empresa hacen un triage y se elige a quién se atiende primero. Código rojo, para los casos en que la vida depende de una cuestión de tiempo. Amarillo, para los riesgos inminentes, y verde, para las patologías menores.

El gabinete de operaciones recibe cientos de llamadas al día. Clasifican las emergencias en código rojo amarillo o verde. Foto: Fernando Calzada.
El gabinete de operaciones recibe cientos de llamadas al día. Clasifican las emergencias en código rojo amarillo o verde. Foto: Fernando Calzada.

"Se piensa que el rojo es el más importante, pero, al final de cuentas, no es más que una cuestión de tiempo –aclara la doctora Clara Bagnato, del gabinete médico del Grupo Ayuda Médica–. Si no llegaste, ya está. En cambio el amarillo señala que si no se trata a esa persona rápido, puede desencadenar un rojo".

Otro aspecto que cambió en los últimos años es la situación social general. El técnico en emergencias está directamente expuesto a situaciones peligrosas. "Nos han recibido armados en situaciones de violencia doméstica", cuenta Rocío Isern. Lo mismo relata Pablo, otro técnico en emergencias de la empresa: "Me he encontrado con un muchacho con un cuchillo en la mano". En esos casos, el protocolo indica dar aviso a la policía y no comprometer al personal.

Párrafo aparte merece el tránsito de la Ciudad de Buenos Aires. "Hoy es inviable llegar a una emergencia en menos de 15 minutos", dice Leonardo. El caos vehicular de Buenos Aires obligó a la empresa a desplegar motos para la primera respuesta. "Un técnico llega al lugar de la emergencia y empieza con las primeras maniobras hasta que arribe el móvil. La idea es que mantenga al paciente con vida sin maniobras invasivas hasta que llegue la ambulancia medicalizada. De esta forma, cuando arriba el médico, ya está el electrocardiograma listo y la presión arterial tomada, por ejemplo".

Leonardo también evocó el famoso "Lleva la pizza" que se suele decir ante el paso de una ambulancia con sirena activada. "¿Escuchaste eso alguna vez?", pregunta de manera retórica y punzante. "Bueno, no es así, llevamos a una persona o vamos a buscar una en situación grave", sentencia.

La familia con un paciente terminal siente que si no hace nada, es un abandono. Entonces, llaman a la ambulancia, y esa carga se la pasan al profesional médico.

Sin dudas, este trabajo ofrece sinsabores a diario. Es la ley de la vida, a todos en algún momento les llega su hora. "Cuando se puede hacer algo, se hace –explica el coordinador de Instructores. Pero cuando es un paciente terminal y no hay nada para hacer, se lo acompaña; a él y a su entorno. Hay un punto en el que el protocolo manda no reanimar más".

La familia con un paciente terminal siente que si no hace nada, es un abandono. Entonces llaman a la ambulancia y esa carga se la pasan al profesional médico. "Muchas veces nos ha tocado tomarle la mano al enfermo hasta el último suspiro. Somos un nexo", relata Martínez.
Los técnicos con los que dialogamos ya han aprendido a olvidar los sinsabores de su profesión al terminar la jornada. "Termina la guardia, me voy a mi casa y me olvido", dice Emiliano. De todas formas, aclara, "siempre hay un caso que te queda". "Los que más te pegan son los pediátricos. Me han tocado traslados de chiquitos con el cuerpo quemado en un 80 %. En los adultos, es la ley de la vida. Pero en los chiquitos, no. Además, la mayoría de las veces es negligencia de los adultos", se lamenta.

Hoy es inviable llegar a una emergencia en menos de 15 minutos. El caos vehicular de Buenos Aires obligó a desplegar motos para la primera respuesta.

Volvemos al comienzo de nuestra travesía a bordo de la ambulancia. Llegamos a destino. ¿Habrán sido 15 minutos? Todas las miradas en la salida del colegio se dirigen a la ambulancia. Emanuel desciende raudo y se sumerge entre la típica aglomeración de padres y alumnos en la puerta de la institución. Al rato vuelve. "Una contusión leve, no mucho por hacer, salvo algunas recomendaciones para evitar el dolor". Da aviso a la base y volvemos, ahora sin sirena, como uno más en el mar de coches porteño.
Tiempo para descansar y prepararse para la próxima alerta. Todavía faltan otras seis horas de guardia.

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