Venezolanos en Argentina: aprender a hacer de todo para sobrevivir

Ahorrar al máximo para poder mantenerse, resignarse a trabajar de cualquier cosa y combatir diariamente la tristeza de estar lejos de sus familias son solo algunos de los sacrificios que hacen quienes llegan al país para escapar de la crisis en Venezuela. A continuación, en primera persona, la historia de una de ellas. Por Nadia Nasanovsky.

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Foto: Fernando Calzada/DEF.
Foto: Fernando Calzada/DEF.

Bárbara Santana Vázquez, de 28 años, es una de los 70.000 venezolanos que emigraron a la Argentina en los últimos años. Se entusiasma al hablar de su experiencia como inmigrante, recibe a DEF con ganas de compartir su historia y sus proyectos a futuro, que incluyen un posgrado en periodismo y muchas ganas de seguir creciendo en lo profesional. Hace tres años llegó al país para estudiar un posgrado en la UBA y, al poco tiempo, se dio cuenta de que volver a Venezuela, con su familia, ya no era una opción. Allí ya no había futuro para ella.

Aunque valora mucho su vida como extranjera en Buenos Aires, en donde aprendió a "hacer de todo" para sobrevivir, añora su patria, una Venezuela que, asegura, "ya no existe". Con un título de abogada que no la habilitaba para trabajar en el país, se concentró en estudiar y trabajar en lo que pudiera conseguir, aunque no fuera relacionado con su formación.

Su entusiasmo se apaga un poco cuando habla de su familia, y de su abuela, que falleció el año pasado y de quien no llegó a despedirse. "Al estar lejos de la familia, hay que mantenerse de buen humor, porque si no te deprimes", asegura, y cuenta que empezó a hacer running "como un buen antídoto para la tristeza".

Con voz propia

-¿Cuándo llegaste a la Argentina?
-En febrero de 2016. Me vine para hacer un posgrado en derecho informático en la Universidad de Buenos Aires (UBA). Yo siempre había querido salir de Venezuela para estudiar, pero con la idea de después regresar. No pensé que iba a tener que salir sin la posibilidad de volver. En el transcurso de mi primer año aquí me di cuenta de que no iba a poder regresar, porque no iba a haber buenos sueldos, no iba a poder independizarme de mi familia.

-¿A qué te dedicabas en Venezuela?
-Era abogada, trabajaba en el departamento legal de un canal de TV, hacía más que nada propiedad intelectual.

-¿Tu familia se quedó allá?
-Sí. En marzo del año pasado mi hermana se fue a vivir a España. Mi hermano, que estudia filosofía, se quedó con mis padres. Mi hermana ayuda enviándole dinero a mi familia y yo, desde acá, le hago llegar medicinas a mi mamá, que está enferma.

-¿Cómo fueron tus primeros días en el país?
-Entré a estudiar en la UBA, con mi título de Venezuela, hice el posgrado en derecho informático y otro en petróleo y gas. Me vine con poca plata, justo para sobrevivir sin trabajar por 3 meses. Con parte de esa plata pagué el primer año de la universidad. Me estaba empezando a angustiar porque no conseguía trabajo y justo conseguí, a través de un profesor de la universidad en Venezuela que tiene una empresa acá. Yo no podía ejercer como abogada, pero me ofreció trabajar de asistente.

En búsqueda de una salida
En búsqueda de una salida laboral, al llegar al país, muchos venezolanos se vuelcan a trabajar en apps de delivery. Foto: Fernando Calzada/DEF.

-¿Y tus primeros días en el trabajo?
-Lo primero que hice fue servir café. Yo nunca en mi vida había hecho eso. Emigrar te pone frente a cosas que nunca se te hubieran ocurrido, pero depende de cómo afrontes las cosas, uno puede verlas como una oportunidad o no. Esto para mí fue una oportunidad para mantenerme mientras estaba estudiando, que era mi prioridad. Poco a poco, mi jefe me fue dando más cosas legales para hacer porque vio que sabía, y como la empresa es petrolera, me ofrecieron hacer el posgrado en petróleo y gas, y aproveché esa oportunidad, no lo dudé.

-¿Cómo te recibieron los argentinos, en general?
Yo estoy muy agradecida a este país. A mí en ningún momento me han tratado mal o me han discriminado, no he sufrido ninguna situación de este tipo, algo que sí se ve mucho en Colombia y en Ecuador. No me ha sucedido a mí ni a nadie que yo conozca. Los venezolanos somos bien recibidos. Aparte de mi trabajo de asistente, he trabajado como niñera, otra cosa que jamás creí que iba a hacer.

Foto: Fernando Calzada/DEF.
Foto: Fernando Calzada/DEF.

-¿Qué fue lo que más te costó a la hora de adaptarte?
-El lenguaje, el lunfardo. En una de las primeras clases del posgrado, el profesor dijo "piola" y yo no entendí, levanté la mano y pregunté, pensando que era un término técnico, y todos se rieron, pero me explicaron. También me costó entender la comunicación no verbal, los gestos. Además, me costó adaptarme al clima, las estaciones son muy marcadas, con climas muy extremos. Esos extremos también se ven en la política argentina y en la personalidad del argentino, para quien o todo está muy muy bien o todo está muy muy mal, sin términos medios.

-¿Recordás algún ejemplo de estas situaciones extremas?
-Al principio, veía que el argentino se quejaba mucho, yo pensaba: "¿De qué se queja? Si yo estuviera en su posición, haría esto o aquello…", pero con el tiempo lo entendí. Me he dado cuenta de que quejarse y estar inconforme con una situación es lo que permite avanzar y buscar más. Si en Venezuela, hace años nos hubiéramos quejado bien, probablemente no estaríamos en la situación en la que estamos hoy. El argentino, hasta que no resuelve la situación se sigue quejando. Hoy valoro eso.

-¿Hay algo que extrañes particularmente de Venezuela?
-Creo que no. Me he tenido que convencer a la fuerza de que donde uno está es donde uno tiene que estar, y en función de las herramientas que uno tiene, le toca caminar para adelante. Uno añora, claro, pero el país que añoro ya no existe. Uno extraña cosas que no va a volver a ver. Los que estamos afuera de Venezuela tenemos la responsabilidad de abrir nuevos caminos, hay que pensar que ser extranjero es una oportunidad para conocer cosas nuevas, para disfrutar. El problema es que a nosotros nos tocó emigrar sabiendo que no podemos regresar a Venezuela, no tenemos opciones.

Uno añora, claro, pero el país que añoro ya no existe. Uno extraña cosas que no va a volver a ver

-¿Qué consejo le darías a un compatriota que piensa venir a la Argentina?
-Tiene que abrirse mentalmente y entender que, aunque tengas una carrera, hay que hacer lo que toque hacer, porque eso es lo que luego te permite hacer otra cosa más. Hay que hacer como siempre dice mi jefe, "quitarte el sombrero de abogado y ponerte el sombrero de 'todero', del que hace todo, lo que toque". En medio de la situación de incomodidad, uno crece y aprende.

-¿Cómo vivís lo que pasa en Venezuela?
-Esto es una nueva oportunidad para salir de la dictadura, la tiranía. La cuestión es si efectivamente vamos a tomar esta oportunidad con seriedad, porque en otras ocasiones esto no sucedió. Quisiera tener más esperanzas, pero la última vez que las tuve, terminé llorando, como muchos venezolanos. Independientemente de esto, si cambiara la situación, si pudiera seguir trabajando y creciendo, yo me quedaría acá o en el país que me recibiera, a lo mejor España, tengo ganas de ir allá también, de donde viene mi familia originariamente.

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*La versión original de esta nota será publicada en la Revista DEF N.125

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