Con amplia experiencia en el sector minero, donde se ha desempeñado tanto en el trabajo de campo como en la administración, la geóloga Tay Such, actual directora nacional de Producción Sustentable del Ministerio de Producción y Trabajo, dialogó con DEF sobre el rol de la mujer y el impacto de la minería en las comunidades.
-Qué tipo de trabajo realizan las mujeres en esta industria?
-La mujer en minería puede hacer cualquier trabajo. Yo soy geóloga y empecé mi carrera en Minera Aguilar, donde fui la primera geóloga en trabajar en exploraciones y dar apoyo a operaciones. Se trató de una experiencia muy buena para mí y también para los hombres, cuyo principal problema era la falta de costumbre de tratar con mujeres. Se habla mucho de este tema y, con la experiencia vivida, creo que las diferencias no nacen del machismo o la discriminación de género, sino del miedo a lo desconocido. Incluso, podría afirmar que, en la mayoría de los casos, asusta el hecho de considerar a la mujer un ser frágil. Y los prejuicios existen en todos.
-¿Vivió personalmente alguna situación de este tipo?
-En lo que a mí respecta, me costó entender los silencios masculinos o no confundirlos con indiferencia o desprecio. Me di cuenta de que, en realidad, eran producto de la gran timidez propia del hombre de campo y el operario minero, característica que puede mal interpretarse. En síntesis, diría que las mujeres, por nuestra parte, intentamos que nos traten como pares, mientras que los hombres quieren cuidarnos y no saben cómo. En la actualidad, desde la perspectiva profesional, operativa y de relación social entre los dos, puedo afirmar que, en la operación minera, hubo una evolución importante. Por dar un ejemplo cotidiano, yo tenía que ponerme tres pares de medias para que los botines no me bailaran, o adaptar los mamelucos porque la ropa estaba preparada para varones y ni siquiera las instalaciones eran apropiadas. Además, debía compartir el baño con 50 hombres. Hoy esos inconvenientes ya no existen.
-Para quien no pertenece al sector, la minería está asociada a un trabajo rudo que exige determinada fuerza física. ¿Es así?
-Eso es cosa del pasado porque, gracias a que hoy está todo automatizado, ya no hay trabajos duros. Por eso, considero que no hay límite para la mujer en el sector minero y que somos capaces de realizar cualquier actividad. Lo único que debemos hacer es animarnos, confiar en nosotras mismas. Y capacitarnos. El resto se va dando en una dinámica del día a día con el sexo opuesto. Al respecto, me parece atinado resaltar que ocurre en todos los sectores laborales. Y retomando el tema de los prejuicios, yo aprendí a trabajar con hombres, y me costaba mucho desempeñarme en un ámbito donde hubiera mujeres porque desconocía cómo era el trato con ellas. Cuando fui madre y decidí dejar la mina, hice una Diplomatura en Evaluación de Proyectos, botines y casco, y cambié la operación por la administración. En un comienzo, reconozco que yo misma discriminaba porque pensaba que las mujeres eran todas unas locas, histéricas y competitivas, entre otros innumerables preconceptos nacidos de las frases hechas que escuchamos toda la vida.
Diría que las mujeres, por nuestra parte, intentamos que nos traten como pares, mientras que los hombres quieren cuidarnos y no saben cómo
-¿Qué le aporta la mujer a la minería?
–Creo que hombres y mujeres pueden aportar lo mismo, y que la minería, como cualquier actividad y sin importar el sexo, necesita de gente capacitada, que se atreva a derribar mitos y mejorar el trabajo desde todos los ángulos: medioambiental, legal, administración de propiedades, etcétera. Quizás las mujeres tienen aspectos particulares, pero me cuesta describirlos. Si hablamos desde lo social y la convivencia, considero que su presencia se nota y genera un cambio positivo. En lo profesional y técnico, tienen la capacidad de desempeñarse con eficiencia en todos los sectores.
RECURSOS MINEROS, ¿RENOVABLES?
-¿Cuál es, a su juicio, la clave para mejorar la minería?
-La inversión en capacitación y el aprendizaje del desarrollo de la actividad en forma sustentable, como se lleva a cabo en otros países. Necesitamos gente que ayude a desarrollar mesas de diálogo que contribuya a resolver los conflictos, tarea que se está llevando a cabo con muy buenos resultados entre las comunidades y los ministerios o secretarías involucrados en distintos aspectos del desarrollo minero, como por ejemplo servicios, infraestructura y medioambiente. Lo importante es detectar dónde se encuentran los cuellos de botella para, a través del trabajo, las normativas, los planes, la agilización de trámites y la desburocratización, lograr mayor transparencia en la información y dar a conocer el aporte económico y social que puede brindar la actividad a zonas alejadas que no cuentan con otro tipo de desarrollo ni podrían tenerlo.
-Sin embargo, uno de los temas conflictivos es qué ocurre después del desarrollo minero.
-Se trata de un desarrollo productivo como cualquier otro. El problema es que hay gente que se queda con un discurso político y no ve más allá. En Argentina, se ha demostrado que hay minas que han tenido la posibilidad de extender la vida útil programada más de 10 o 20 años. Por ejemplo, Mina Aguilar, yacimiento de la provincia de Jujuy, rico en plata, plomo y zinc, ya lleva 90 años de explotación con un pueblo instalado alrededor. La vida útil puede ser infinita y depende de las condiciones de mercado y de los precios internacionales que sostengan su costo. Una mina, al instalarse, aporta una infraestructura –electricidad, gas, permite a los pobladores, a través de las regalías, poner bombas de agua o generar canales de riego, entre otras cosas– que no existía, muchas veces a zonas alejadas donde no se puede sembrar, ni establecer industrias, lugares que no despiertan interés porque solo tienen dos o tres poblados pequeños que no tienen otra posibilidad de desarrollo. Y lo importante es que esos mismos beneficios sean aprovechados fomentando otras industrias paralelas, para lo cual es indispensable que haya un interés real de parte de los gobiernos provinciales, interés que en la actualidad están demostrando las provincias promineras.
-¿No se agotan los recursos de las minas?
-De algunas, sí, pero pueden desarrollarse proyectos paralelos que no se sustentan sin la actividad minera. Por ejemplo, Manantial Espejo –explotación minera emplazada en la provincia de Santa Cruz– tenía una vida útil finalizada y absorbió otros dos depósitos ubicados a 20 kilómetros, que no tenían posibilidad de desarrollarse. Por eso, insisto en que el tema de la renovabilidad de los recursos naturales va de la mano del desarrollo de la exploración y las inversiones; y esto está determinado por el interés, la inversión que se puede realizar y el precio del mercado internacional, como ocurre con la soja, el trigo o cualquier actividad. Dicho de otro modo, hay que aprovechar el momento cuando se puede extraer el mineral, sacar rédito cuando el mercado está favoreciendo ese metal y desarrollar actividades paralelas. Las posibilidades de desarrollo gracias a la minería son ilimitadas, siempre y cuando se cuente con un gobierno capacitado para controlar la gestión, mesas de diálogo y transparencia. Mientras tanto, hay que aprovechar el momento y lograr que las regalías, los impuestos, los fondos fiduciarios y sociales se ocupen del desarrollo de actividades paralelas de cultura, deportes y agricultura, entre otros emprendimientos.
-Por último, ¿cuál es su evaluación del Foro Minero que se desarrolló en Buenos Aires?
-Creo que fue muy enriquecedor porque vinieron mujeres de diversos sectores, hecho que nos beneficia muchísimo porque captamos experiencias de otras áreas y otras perspectivas de trabajo. Me parece que la mujer tiene mucho que aportar al sector minero. Hace aproximadamente cinco años comenzó una importante apertura en la convocatoria hacia el sector femenino, las mujeres evolucionaron mucho y se animaron a formar parte de este gran desafío, que es el desarrollo de la minería en la Argentina.
*La versión original de esta nota fue publicada en la revista DEF N. 124
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