Ser sordo: aprender a vivir en dos mundos diferentes al mismo tiempo

Las limitaciones cotidianas para los hipoacúsicos son muchas y los obligan a armarse de un abanico de estrategias para poder convivir con los oyentes. Laura Ferrero, sorda desde muy chica, comparte sus experiencias y hace un llamamiento a que se difunda la lengua de señas en todos los ámbitos. Por Nadia Nasanovsky.

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Laura Ferrero tiene 35 años y desde muy chica vive en dos mundos muy distintos: en el de los sordos y en el de los oyentes, en los que le cuesta bastante más moverse. Desde que quedó sorda al año de vida por una mala praxis médica, su familia se empeñó en que aprendiera a hablar y en brindarle una educación especializada que, asegura, es lo que hoy le permite integrarse con mayor facilidad y salir del ámbito de la comunidad sorda.

Para compartir su experiencia, recibió a DEF junto con Carina Ali, intérprete de señas a quien contactó por las redes sociales a partir de una agenda online de intérpretes creada por sordos para sordos. Aunque maneja el lenguaje oral, Laura subraya la importancia de la Lengua de Señas Argentina (LSA). Su sueño es que más oyentes lo aprendan, en especial en los ámbitos educativos y en las instituciones públicas, para facilitar la comunicación.

Las barreras que encuentra en su vida cotidiana son muchas, desde un empleado en un negocio que se niega a atenderla, hasta un funcionario que no la ayuda a la hora de hacer un trámite. Señalar con las manos, hablar y, sobre todo, escribir en un papelito son algunas de las estrategias a las que recurre para enfrentar "la impaciencia" que encuentra a diario entre los oyentes con los que se cruza.

Foto: Fernando Calzada/DEF.
Foto: Fernando Calzada/DEF.

-¿De chica, en la escuela, conviviste con compañeros sordos y con oyentes?
-Sí. Mi familia es oyente. Gracias a la educación que me dieron, aprendí a hablar, a tener amigos oyentes, a estar en los dos mundos a la vez. Pero con los compañeros fue siempre un poco diferente. A ellos les costaba estar con los sordos. Porque los sordos y los oyentes somos muy diferentes.

-¿Por qué?
-El oyente corre con ventaja, sabe más. Ya de por sí, habla español, lo que a los sordos no nos es natural. Y le cuesta explicarnos a nosotros. El sordo necesita entender, con ejemplos… Para eso están los intérpretes, para ayudarnos.

-¿A la hora de integrarse, era más un problema del oyente que del sordo?
-No sé por qué pasa. En una escuela, no están acostumbrados a ver sordos, a convivir con ellos. La convivencia que hay no alcanza para integrarse. Es difícil. Se sufre bastante. Hay mucha discriminación, muchas burlas hacia los sordos. Hablan a tus espaldas. Actúan como si tuvieras un bajo nivel intelectual, pero no es así, yo puedo demostrar quién soy, trabajar, hacer distintas actividades, ser mamá.

-¿Cuándo quedaste sorda?
-Tuve otitis cuando tenía un año, me llevaron al hospital donde me dieron un remedio que me afectó el oído y quedé sorda. Era en una época en la que estaban experimentando. Muchas personas quedaron sordas por este medicamento. Hace dos años, mi hija tuvo otitis, la llevé a una médica buena y le pedí por favor que tuviera cuidado, pero me dijo que no me preocupara, que esa medicina ya no estaba permitida.

-¿Tuviste pérdida de total de audición?
-Sí, 100 %.

Se sufre bastante. Hay mucha discriminación, muchas burlas hacia los sordos. Hablan a tus espaldas. Actúan como si tuvieras un bajo nivel intelectual, pero no es así

-¿En qué ámbito de tu vida cotidiana te complica más el ser sorda?
¡Con los trámites! Tendría que haber intérpretes (de lengua de señas) en las instituciones públicas, o que los que atienden modularan más al hablar. Muy pocos lo hacen.

-¿Cómo hacés para superar estas barreras?
-Generalmente, pido que me escriban en un papel. Yo hablo, a veces señalo las cosas.

-¿Cuál es la reacción de la gente?
-Hay mucha impaciencia. En los negocios, por ejemplo, me dejan de atender y llaman a otro para que me atienda.

-Tenés una hija oyente. ¿Cómo hacés para comunicarte con ella?
-Le presto mucha atención. Se mueve mucho. Grita, fuerte. Yo escucho muy poquito, los gritos de ella nada más, las palabras no las percibo. Mi hija sabe un poquito de señas, lo básico pero no me presta mucha atención; la tengo que llamar muy duramente, ponerme firme, hacer gestos, como arquear las cejas, por ejemplo… ¡Pero es hermosa!

-¿Tu marido también es oyente? ¿Cómo lo conociste?
-No, es sordo como yo. A mi esposo lo conozco desde el jardín de infantes. Yo iba a la casa de su abuela a jugar con un grupo de chicos, entre quienes estaba él. Mi papá les explicaba que yo era sorda, les pedía, por ejemplo, que no me dieran la espalda para hablar. Después me integré muy fácil, no tuve dificultades. Pero cuando fui creciendo, en la primaria, por ejemplo, me empezó a gustar más estar con sordos y como que perdí relación con los oyentes. Me enfoqué en progresar en la lengua de señas. Más adelante, cuando empecé a trabajar me costaba hablar con los oyentes, porque siempre había estado con sordos.

-¿Cómo se dio esa integración en el mundo laboral?
-Trabajaba en microcentro, en la Aduana. Me costaba al principio. Después empezó a fluir un poco más la comunicación, con muchas señas, fui esforzándome en comunicarme con los oyentes. A mí me gusta que los oyentes aprendan lengua de señas para hacer más fluida la comunicación, más fácil. Tuve cuatro trabajos diferentes y siempre necesité tener alguien de confianza para mayor comodidad, alguien que me tuviera paciencia. Ahora trabajo en el Ministerio de Desarrollo Social desde hace algunas semanas.

Foto: Fernando Calzada/DEF.
Foto: Fernando Calzada/DEF.

-¿Qué considerás que falta en la sociedad para que las cosas sean más sencillas para los sordos?
-Es muy importante que la ley de la lengua de señas ya tenga media sanción en el Congreso, ahora debe aprobarse. Necesitamos más acceso. Luces de emergencias en los edificios donde vivimos los sordos, por ejemplo. Semáforos cuando pasa la ambulancia, los bomberos o la policía para evitar accidentes. Nuestra comunicación es visual. Para pedir emergencias, por ejemplo, no podemos acceder al 911. Pero como dije, lo principal es que aprueben la ley de lengua de señas, porque ahí empieza todo, en la información. Después viene todo lo demás.

-¿Qué pueden hacer los oyentes para aportar su granito de arena?
-Para mí, la persona oyente debería saber lengua de señas. Por ejemplo, en el caso de un profesor universitario que enseña a personas sordas, debe saber lengua de señas. Con un intérprete no alcanza, porque no va a transmitir lo mismo que el profesor, que sabe su materia, los términos específicos, etc. Dentro del sistema educativo, tendría que ser así. También es importante que conozcan sobre la comunidad sorda.

-Y por último, ¿los sordos qué pueden hacer por su parte?
-La educación oral que tuve me demostró que hay que esforzarse en salir, en comunicarse con los oyentes. Estar todo el tiempo entre sordos hace muy difícil después el poder integrarse. Si me acerco a los oyentes, yo puedo mejorar.

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*La versión original de esta nota fue publicada en la Revista N.123

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