Cómo es vivir en la calle en una de las esquinas más caras de la ciudad

Desde hace 13 años, Martín, de 83, vive en la intersección de Santa Fe y Uriarte, en la Ciudad de Buenos Aires. “No hay mejor libro que el de la calle”, asegura. Por Nadia Nasanovsky.

Guardar
Martín posa para la foto
Martín posa para la foto en su lugar desde hace 13 años. Foto: Fernando Calzada.

La esquina de Santa Fe y Uriarte, en la muy transitada zona de Plaza Italia, en la Ciudad Autónoma de Buenos Aires, es el hogar de Martín desde hace más de una década. Sentado al lado de un kiosco de flores, frente a la Parroquia Sagrada Eucaristía, en su lugar, acepta dialogar con DEF en una entrevista que será interrumpida por los vecinos, que no quieren dejar pasar la oportunidad de saludarlo.

Con mucho sentido del humor y con una visión realista de todo lo que lo rodea, el hombre de 83 años da detalles de su rutina y narra la historia que lo llevó a estar donde está hoy.

Su vida se entrelaza con las de todos los que a diario se mueven por ese punto neurálgico de la ciudad. Así, se convierte en un testigo de privilegio de los vaivenes del humor social, de los estragos que hacen las drogas y el exceso de consumo de alcohol, y, en general, de "la locura de la gente".

Asegura no tener fórmulas secretas, pero explica que "el respeto" es la clave para su buena relación con los vecinos y también con los borrachos ocasionales que aparecen en esa esquina. "La vereda no es mía", subraya.

Av. Santa Fe y Uriarte,
Av. Santa Fe y Uriarte, frente a La Rural.

-¿Cuánto hace que vive en esta esquina?
-Hace 13 años.

-¿Y cómo es vivir acá?
-Es jodido, complicado. La calle es un libro grande. Insuperable. No hay mejor libro que el de la calle, acá se aprende todo, lo bueno, lo malo, lo ético y lo no ético.

-¿Qué aprendió de bueno?
-En la calle, se aprende a valorar las cosas, que todo sirve y que, incluso teniendo poco, también se vive. Hay gente que cree que si no tiene, no sirve, y no es así. Vivís a los tirones, como se puede, pero vivís. Una señora me preguntaba cómo hacía para no enfermarme. Y no, yo me enfermo también de vez en cuando. Es así, en la calle o no, todos nos enfermamos. Esta señora me decía: "Deme la fórmula (para estar sano)", y yo no tengo ninguna fórmula, no hay fórmula. Si hace frío, me pongo una campera; y si hace calor, me la saco. Nada más.

-¿Quién lo ayuda cuando se enferma?
-No, nadie, agarro mis cosas, se las dejo a un portero amigo y me voy al hospital, o a mi médico de cabecera. Yo tengo PAMI.

La calle es un libro grande. Insuperable. No hay mejor libro que el de la calle, acá se aprende todo, lo bueno, lo malo, lo ético y lo no ético

-¿Se lleva bien con los vecinos?
-¡Uy, sí! Los conozco a todos. Colaboro con la iglesia, limpiando, barriendo. Y a mí los vecinos me tratan muy bien, hay respeto. Yo los respeto a ellos y ellos a mí. Converso con todos, sobre todo con mucha gente grande que viene; principalmente, vienen a la iglesia. La gente joven pasa y no me da pelota (sic).

-¿Qué es lo malo de vivir en la calle?
-Lo malo es tanta droga. Lo mismo con la bebida; las chicas toman más que los varones.

-¿Eso le causa problemas?
-Cuando vienen muchos borrachos, me hago el dormido y listo, para que no me jodan. Eso sí, siempre les digo: "Acá no fumen, fumen en otro lado, que la vereda no es mía. Acá, respétenme, que el humo me hace mal".

¿Qué es lo más difícil de vivir en la calle?
-El clima, cuando llueve. Aunque, si llovizna, me voy ahí abajo (dentro de la iglesia). Yo no me mojo ni nadie me molesta, aunque algún borracho de vez en cuando hay, yo no soy de andar peleando, no discuto, no me meto.

-¿Cómo es un día típico suyo?
-Me levanto y tomo un cafecito, siempre espero al cafetero. Yo acá hago vida de jubilado. Soy jubilado. Al mediodía, como poco; y para la noche, por ejemplo, ahora, ya tengo una sopa. Si como al mediodía, a la noche no como nada. Y no como porquerías, caramelos, masitas, hace mal. Le pido a un portero amigo para poder bañarme todas las mañanas, y la ropa la llevo al lavadero… Y durante el día, vendo libros a voluntad a la gente que pasa por acá. A mí me gusta leer de todo, de historia argentina, de filosofía, y alguna que otra novela, aunque son muy largas y no me gustan tanto.

Martín “ni piensa” en mudarse
Martín “ni piensa” en mudarse de su esquina. Foto: Fernando Calzada.

-¿La gente se acerca conversar con usted?
-¡Uff! ¡Es una romería esto! Vienen las personas más grandes, alguna mujer a contarme que se peleó con el novio, otra que se peleó con la madre. Vienen a charlar, a contarme sus problemas, y yo los escucho.

-Hace un poco de psicólogo…
-Sí. No les soluciono los problemas, pero los escucho, y es parte de la solución eso, porque, a lo mejor, no tienen a nadie que los escuche. Es como el psicólogo, ¡pero mejor, porque al psicólogo le tienen que pagar!

-¿Pensó alguna vez en mudarse de esta esquina? ¿En ir a un parador, quizás?
-No, por ahora, no. A un parador, ni pienso. Para eso me voy a Zárate, que es donde vive mi hermano. Yo tengo tres hermanos en Zárate y una hermana en Campana.

-¿Y usted no vivió con ellos?
-Yo tenía una casa en Zárate, se la regalé a mi nieta y me vine para acá, cerca de Barracas. Ahí tenía un departamento y un camión, trabajaba en el Mercado Central, hacía acarreo, como un flete. Tenía un conocido que me dijo que quería poner un taller y que nadie le quería salir de garante. Yo ni lo dudé, a este tipo lo conocía desde que gateaba, soy padrino de casamiento de su hija y de bautismo de su nieta, y le salí de garante. Y… no sé qué pasó.

-¿Esta persona desapareció?
-No le vi más un pelo. Nunca pagó, ni la primera cuota. Yo no estaba cuando pasó esto, estaba en Santa Fe, me había salido un trabajo bueno. Le dejé la llave del departamento a la señora encargada y le dije que me avisara cualquier cosa. Al tiempo me llama porque había llegado una carta del banco. Ni pensé que iba a ser esto. Cuando fui al banco, ya hacía como un año que no se pagaban las cuotas, no me dieron moratoria, me dijeron que pusiera abogados, pero no tenía plata. Me dieron 15 días para desalojar. También me confiscaron el camión. Saqué la mugre, las cosas se las regalé a la señora de ahí, agarré mi bolso y me fui, me vine para acá.

-¿Por qué eligió venir a esta esquina?
-No sé… A todo esto, mi hermano no sabe nada de que estoy acá, voy a visitarlo de vez en cuando, pero nunca le conté nada. Hace poco falleció otro hermano mío, tenía 80 años.

-A lo largo de estos años, ¿qué cambios hubo en la calle?
-Hay un tema jodido con la droga. Hasta hace un tiempo, acá se vendía por todos lados, ahora no, pero porque no hay plata. Compran pasta base, alguna porquería más barata, pero nada más, andan con un pucho y lo fuman entre muchos. Los chicos lo hacen porque quieren, a nadie lo obligan a fumar o a drogarse. El otro día vino una piba con un litro de vino y no sabía cómo abrirlo. No tenía ni 13 años. Me dan lástima esas cosas, pero no puedo hacer nada, tendrá que arreglarse la madre.

-¿Qué es lo más loco que vio desde que está en esta esquina?
La locura que carga la gente en general; el problema más grande es la plata. Si priorizaran primero a Dios y después la plata, todo sería distinto.
108
Es la línea telefónica gratuita habilitada por el Gobierno de la Ciudad de Buenos Aires para solicitar ayuda para personas en situación de calle.

LEA MÁS:
Trabajo infantil: Nacer, comer, jugar y dormir en un basural
En primera persona: la vida de los bolivianos en la Argentina
Alieto Guadagni: la educación argentina discrimina a los pobres


*La versión original de esta nota fue publicada en la revista DEF N. 121.

Guardar