El científico que revoluciona el tratamiento contra el cáncer

Gabriel Rabinovich, bioquímico y doctor en Inmunología, dirige actualmente un equipo de 27 investigadores del Conicet cuyas investigaciones han logrado un cambio copernicano en el conocimiento de los mecanismos de escape que tienen los tumores y en la manera de combatirlos. Por Mariano Roca

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Gabriel Rabinovich junto a Mario
Gabriel Rabinovich junto a Mario Montoto, presidente de Taeda, y Lino Barañao, ministro de Ciencia, Tecnología y Innovación Productiva de la Nación. Foto: Fernando Calzada.

Cuando descubrió su vocación por la investigación el campo de la inmunología, mientras cursaba la carrera de Bioquímica en la Universidad Nacional de Córdoba, Gabriel Rabinovich no imaginó que terminaría por revolucionar el tratamiento del cáncer. No fue un camino fácil y debió sortear muchos obstáculos.

"Durante un par de años perdía todos los concursos y me planteé que tal vez yo no sirviera para la investigación", afirma, en diálogo con DEF, el actual director del Laboratorio de Inmunopatología y Glicomedicina y vicedirector del emblemático Instituto de Biología y Medicina Experimental (IByME), fundado por Bernardo Houssay en 1944.

Sin embargo, nunca se rindió y, entonces, su esfuerzo terminaría por dar sus frutos. Sus más de dos décadas de investigación han abierto nuevas posibilidades en el diseño de estrategias terapéuticas innovadoras, para alteraciones inflamatorias inmunológicas y cáncer. Su trayectoria lo convirtió en una de las figuras destacadas de la ciencia Argentina galardonadas el 25 de abril pasado por Editorial Taeda en los Reconocimientos Taeda 2018 "Aportes a la Ciencia y la Tecnología".

La galectina, una "vía de escape" para los tumores

Rabinovich en su Laboratorio de Inmunopatología
Rabinovich en su Laboratorio de Inmunopatología y Glicomedicina. Foto: Fernando Calzada.

El primer acercamiento de Rabinovich a la investigación fue allá por 1992, en el laboratorio del doctor Carlos Landa, su "primer mentor" tal como él lo define. Si bien al principio no lo entusiasmaba demasiado la idea de separar proteínas de la retina de los pollos y estudiar la comunicación entre las células, reconoce que fue Landa quien le enseñó "lo lúdico del trabajo científico".

Cuando terminó su pasantía, decidió viajar a Israel a realizar un curso de inmunología y barajó la posibilidad de radicarse en aquel país. Finalmente, decidió volver a la Argentina a realizar su doctorado. Se integró en Córdoba a la cátedra de Inmunología de la doctora Clelia Riera, su "segunda mentora". "Cuando empecé mi tesis doctoral, durante casi un año no me salía ningún experimento", recuerda.

La clave para avanzar en su trabajo de investigación llegó casi por casualidad. O, tal vez, no tanto… Al terminar aquella primera pasantía, Landa había autorizado a Rabinovich a llevarse unos anticuerpos en los que había estado trabajando que fueron a parar a una heladera en la casa de sus padres. En sus propias palabras, los hechos sucedieron así: "Me acordé de esos anticuerpos cuando estaba haciendo mi tesis doctoral y le pregunté a mi madre si todavía estaban en la heladera. Me respondió que efectivamente allí seguían. Tuve la suerte que uno de esos anticuerpos reaccionó en forma cruzada con una proteína que se encontraba en las células del sistema inmunológico de los mamíferos. Esa banda proteica, que después secuenciamos, terminó siendo la galectina".

Rabinovich junto a los miembros
Rabinovich junto a los miembros de la Fundación Ecoinclusión y el ministro de Ambiente y Desarrollo Sustentable de la Nación, Sergio Bergman, en el cóctel de aniversario de Editorial Taeda. Foto: Fernando Calzada.

-¿Qué relación existe entre la galectina y el desarrollo de los tumores?
-Lo que detectamos fue que esa proteína –la galectina– estaba muy incrementada en los tumores. Nos preguntamos para qué podía servirles. Y lo que vimos es que esa proteína mataba nuestras defensas y desaparecían los linfocitos. ¿Para qué nos servía esa proteína que mata las células que defienden nuestro organismo? Nuestra hipótesis era que se trataba de un mecanismo de escape o de contraataque del tumor.

Recordemos que todos tenemos un sistema inmunológico y que hay células que circulan por nuestro organismo, denominadas "células dendríticas", que van censando el peligro y dan la orden para que los linfocitos nos defiendan de los virus que nos atacan, como el de la gripe en el pulmón o un virus gastrointestinal. Finalmente, pudimos demostrar que nuestra hipótesis era correcta.

Cuando el linfocito T –un tipo de linfocito que actúa contra tumores o virus– se encuentra activado, el tumor empieza a activar la galectina para matarlo o paralizarlo. Este primer descubrimiento fue publicado por la revista Cancer Cell en 2004, lo que nos hizo famosos. A partir de ese trabajo, muchos otros científicos en el mundo empezaron a trabajar con esa misma proteína y confirmaron la hipótesis que nosotros habíamos demostrado. A un científico, a fin de cuentas, le hace bien que a otros colegas les interese aquello que está investigando. Eso fue lo que ocurrió con la galectina.

Gabriel Rabinovich y Mario Montoto,
Gabriel Rabinovich y Mario Montoto, presidente de Taeda, en la entrega de los Reconocimientos Taeda 2018. Foto: Fernando Calzada.

-Sin embargo, también demostraron que la galectina no siempre se comporta como "villana". ¿Cuándo actúa en forma beneficiosa para el organismo?
-La galectina es una suerte de "Doctor Jekyll y Mister Hyde" del sistema inmunológico. Es la misma proteína, pero a veces se comparta como villano y otras como héroe. ¿Cuál sería este último caso? Cuando uno se contagia una gripe, por ejemplo, hay una célula dendrítica que lo advierte y se producen miles de millones de linfocitos que van al pulmón para combatir el virus. Pasan unos días y se produce lo que se denomina la resolución de la inflamación. Los linfocitos no pueden seguir creciendo ni ocupar el torrente sanguíneo todo el tiempo. En ese momento se necesita que mueran. De eso se encarga la galectina, al generar lo que se conoce como "homeostasis inmunológica". De continuar expandiéndose los linfocitos, podrían causar enfermedades autoinmunes, ya que ellos buscan proteínas parecidas a las del virus que erradicaron; y así es como pueden causar artritis en las articulaciones, esclerosis múltiple en el sistema nervioso o diabetes en el páncreas.

Otro ejemplo es cuando se produce un embarazo, donde el bebé tiene la mitad de los antígenos paternos y la mitad de los maternos. Nos preguntamos por qué el organismo de la madre no rechaza el bebé. Demostramos que el trofoblasto que contiene el feto produce galectina para eliminar los linfocitos T de la mamá.

La galectina es una suerte de “Doctor Jekyll y Mister Hyde” del sistema inmunológico. Es la misma proteína, pero a veces se comparta como villano y otras como héroe

-¿Cómo revolucionaron estos descubrimientos la lucha contra el cáncer?
-Durante muchos años los oncólogos solo tenían a mano la quimioterapia y la radioterapia, que destruyen las células tumorales pero también dañan las células normales. La inmunología, en la que nosotros nos insertamos, consiste en potenciar la respuesta inmunológica; es decir, bloquear los procesos inhibitorios que hay en el tumor a los fines de que el "ejército" del sistema inmunológico elimine al tumor.

Se generaron, entonces, anticuerpos monoclonales contra los denominados "puntos de chequeo inhibitorios" de los tumores. En pacientes que reciben anticuerpos, el sistema inmunológico puede defenderlos y eliminar el tumor. Eso ya ocurre en casos de tumores de piel, en tumores de pulmón y genito-urinarios como de vejiga o riñón. Hoy en día hablar de cáncer no es lo mismo que hace cinco o diez años. En muchos casos son curables.

-¿Cuáles son los próximos pasos para que el fruto de estas investigaciones llegue a los pacientes?
-Hoy estamos haciendo los preclínicos con el grupo del Centro de Medicina Comparada, del doctor Hugo Ortega, en Esperanza (Santa Fe), para determinar la toxicidad en ratones. Calculamos que dentro de un año o un año y medio, se tomará la decisión de cómo comenzar la fase clínica. Estamos mucho más cerca y confiamos mucho en nuestras investigaciones porque muchos laboratorios en el mundo han corroborado nuestros hallazgos.

"La ciencia es un trabajo colectivo"
Gabriel Rabinovich recibió en 2014 el Premio Bunge & Born y fue galardonado en 2017 como "Investigador de la Nación" por sus aportes al tratamiento del cáncer y enfermedades inflamatorias. También es, desde el año pasado, miembro de la Academia Nacional de Ciencias de EE. UU. Sin embargo, se niega a encerrarse en una caja de cristal y aclara que "la ciencia es un trabajo colectivo".

"Los grupos que han sido exitosos en el mundo no lo han sido por sus talentos individuales", asegura sin titubear. No ahorra elogios para cada uno de los investigadores de su equipo, a los que considera como una "gran familia". Hoy son en total 27 en el Rabinovich Lab del IByME, y una vez por semana, realizan un seminario grupal para poner en común el trabajo y para que cada uno de ellos aporte al trabajo de los demás.

Los investigadores que conforman el
Los investigadores que conforman el equipo de trabajo de Gabriel Rabinovich. Foto: Fernando Calzada.

Rabinovich se muestra reacio a aceptar que entre ciencia básica y ciencia aplicada exista un compartimiento estanco: "Yo creo que no hay que hacer más esa división. Nuestro trabajo pudo ser aplicado porque surgió de la investigación básica. Nosotros empezamos a entender los mecanismos a través de los cuales la galectina actuaba, antes de generar las terapias para los pacientes. Hoy en día la cuestión es si lo que se investiga es útil o no. Y lo único que puede ser útil, a corto o largo plazo, es lo que se hace en forma rigurosa y éticamente durante muchos años". Se encarga, asimismo, de enfatizar el apoyo a los jóvenes investigadores, que tienen "pasión, entusiasmo y asumen el riesgo de contestar nuevas preguntas".

A la hora de los reconocimientos, además del agradecimiento al Ministerio de Ciencia y al Conicet, Rabinovich también destaca, en su caso, el gran apoyo que tuvo de la Fundación Sales y, en particular, de la familia Ferioli-Ostry, que ha venido apostando por él y su equipo de trabajo desde los comienzos de sus investigaciones; así como también lo ha hecho la Fundación Bunge & Born.

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*Esta nota es un adelanto de la que será publicada en la revista DEF N. 121

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