Artillera, montañista, instructora militar de esquí, escaladora avanzada, antártica, especializada en Inteligencia y meteoróloga, entre otras aptitudes, la capitana Vanesa Pía está altamente calificada para el cargo que desempeñará el año próximo en el continente antártico. Casada con Ivana –que es ingeniera en alimentos–, destaca que fue muy bien recibida por sus camaradas. Pese a ello, de algún modo, sorprende su designación en un ámbito que, hasta hace no muchos años, era exclusivamente masculino.
Esta joven oficial del Ejército estará al mando de una dotación de alrededor de 25 personas, que se transformarán en cerca de 80 durante la campaña de verano. “Muchos de ellos nunca trabajaron bajo las órdenes de una mujer, y creo que es una gran oportunidad para tirar abajo los prejuicios”.
MUJER TODO TERRENO
Oriunda de San Rafael, provincia de Mendoza, no tiene antecedentes familiares relacionados con las FF. AA. Sin embargo, confiesa que es una profesión que desde chica le llamó la atención. El primer referente fue su maestro de karate, que era militar, deporte que practica desde los seis años y que, afirma, “es similar a la vida castrense en cuanto a la exigencia y la rigurosidad”, características que le gustaron siempre.
Después de egresar del Colegio Militar de la Nación, gracias a su excelente promedio, pudo elegir destino y se inclinó por el Grupo de Artillería de Montaña 16, en Zapala, provincia de Neuquén. “Como me gustan las metas, opté por la montaña, donde los recursos naturales son escasos y hay que sobrevivir en un clima duro”, cuenta. Esa elección le permitió ganarse un lugar para hacer cursos avanzados, cuyos cupos son escasos, y logró recibirse de instructora militar de esquí y, en el verano, de escaladora avanzada.
En varias ocasiones, venció los 3776 metros del volcán Lanín e hizo cumbre en el cerro Catedral y “en todos los de Bariloche. Por eso tengo mucha experiencia en montaña y es allí donde tuve un mayor contacto con los antárticos y se transformó en mi siguiente desafío”, asegura. El siguiente destino la llevó como instructora a la Escuela de Suboficiales Sargento Cabral, donde presentó, sin éxito, la primera nota para viajar a la Antártida. Sin embargo, en 2012, fue convocada para hacer el curso antártico. Con la aptitud en sus manos, se preparó para viajar al Continente Blanco.
LA EXPERIENCIA ANTÁRTICA
“Fui la primera mujer del cuerpo comando que fue a la Antártida. Hasta ese momento, solo habían ido a base Esperanza profesionales, por ejemplo, enfermeras”, dice. Aclara que su función específica fue atender la logística, o sea, administrar bienes y combustible, el racionamiento y encargarse del menú. “Debía saber un poco de todo, como carpintería, mecánica, cocina y me gustaba sumarme a esas tareas, al igual que a las actividades científicas”. Además, entre otros roles secundarios, daba clase de karate a los alumnos de la Escuela n.° 38 “Presidente Raúl R. Alfonsín” y preparaba, junto con otro oficial, a los chicos en catequesis. “Teníamos hostias consagradas y entonces, cuando realizábamos una ceremonia religiosa, leíamos la Biblia y comulgábamos”.
Ese año, vivió una de las mejores experiencias de su vida. “En la Antártida uno aprende a conocerse en profundidad, con sus defectos y virtudes, a resolver problemas con recursos mínimos y a valorar cosas que antes no tomaba en cuenta. Estoy convencida de que, más allá de la convivencia, el principal aprendizaje es mejorarse como persona, compartir lo que se lleva y colaborar con los otros que, también, están lejos de su familia”. Y resume. “Estas son algunas de las razones por las cuales los vínculos perduran a través de los años”.
De regreso de esa primera invernada, aprobó el curso de Inteligencia Militar y estudió
Meteorología en la Escuela de Ciencias del Mar de la Armada Argentina, por lo cual fue destinada a la Central de Inteligencia Aeroespacial. En la actualidad, se encuentra cursando en la Escuela de Guerra.
UNA NUEVA HUELLA
La Argentina tiene una extensa trayectoria en la Antártida, que comenzó en 1904, en las islas Orcadas del Sur, y se afianzó a partir de 1951, con la ocupación continental. Entre sus numerosos hitos, se destaca cuando, en 1978, un grupo de familias inauguró el denominado “Fortín Sargento Cabral”, en la base Esperanza, ocasión en la que se inició la participación de mujeres y niños en el continente.
El año 2023 marcará otra fecha clave en la historia austral. Por primera vez, una mujer será la responsable de conducir los destinos de una base antártica: en este caso, Carlini, que este año cumplió su 40.°aniversario y es considerada la base científica por excelencia. Ubicada en la isla 25 de Mayo, dentro del archipiélago Shetland del Sur, además de poseer una variada fauna y flora, dos laboratorios, el Laboratorio Antártico Multidisciplinario Carlini (LACAR) y el Argentino. En sus instalaciones, se realizan investigaciones de microbiología, glaciología, remediación de suelos, oceanografía, biología, cambio climático y sismología. “Como en todas las instalaciones antárticas, la función principal de las FF. AA. es el apoyo logístico. Un ambiente donde me sentiré muy cómoda porque estoy acostumbrada a trabajar en equipos multidisciplinarios”, expresa.
-¿Cuáles son tus expectativas?
-Tengo clarísimo mi objetivo: cumplir con la misión que me asignaron en las mejores condiciones, para lo cual me siento más que preparada. Lo más importante es el cuidado del personal, la seguridad y la vida de quienes están a mi cargo.
-¿Un temor?
-Que ocurra algún accidente. Por eso, hay que realizar el trabajo evaluando siempre los riesgos.
-¿Creés que el hecho de ser mujer te puede generar algún inconveniente?
-Considero que es un buen espacio para rever ciertos conceptos mal entendidos y, si bien estamos en un mundo machista (e incluso nosotras, educadas en una sociedad patriarcal, también lo somos), es nuestra función –sin ir a ningún extremo–, deconstruir las cuestiones que no son buenas. Espero que ese también sea mi aporte.
-Si surgiera cualquier problema, ¿creés que vas a ser evaluada con la misma vara que un varón?
-Ante todo, me gustaría remarcar que, dentro del ámbito de las FF. AA., cualquier persona (independientemente del sexo, la religión, la raza y la orientación sexual) puede acceder al puesto para el que está capacitada. Es difícil, requiere mucho sacrificio y dedicación. En mi caso, nunca dejé de capacitarme, tanto física como intelectualmente, hecho indispensable para tener las mejores condiciones de mando. Yo sé que puedo ponerme al frente de mi dotación, estoy capacitada y tengo toda la experiencia necesaria. Esto es lo que me gustaría que quede claro.
-¿Podemos hablar de igualdad de oportunidades?
-Creo que todavía no. A mí me costó muchísimo llegar acá, tuve que insistir e insistir, intenté hacer montones de cursos a los que no me mandaban, trabajar a destajo para mostrar que estaba en condiciones. Pero lo logré.
-¿Es bueno hablar de “capacitación” y no de “cupo”?
-Sí, tanto la idea de cupo como la de lenguaje inclusivo son lindas, pero muchas veces terminan deformando aquello que se quiere destacar. Yo cuando hablo digo “los hombres” y “las mujeres” o “las personas”, porque creo que es una forma más amistosa de incluir. Estas son algunas pequeñas cosas que trato de trasmitir a mi dotación.
-¿Sentís que estás abriendo camino?
-Sí, ese es el otro aspecto fundamental para mí. En una cordada, el que va primero en la nieve es quien lleva la parte más dura y va haciendo huella. Sé que, para las mujeres que vengan después de mí, el camino será más fácil porque van a tener la huella marcada, con sus errores e imperfecciones, pero allí estará. Tengo que ponerme la mochila al hombro y hacer mi parte: cualquier mujer que esté capacitada puede alcanzar la meta que se proponga.
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