La guerra de Malvinas está llena historias, de hazañas y proezas aéreas. Pero poco se conoce sobre los peligrosos vuelos que realizó el escuadrón de Hércules para detectar a la flota británica. Incluso, años más tarde, estos vuelos fueron reconocidos y elogiados por los ingleses.
El 2 de abril de 1982, en el inicio de la “Operación Rosario”, la primera aeronave que aterrizó en la pista de Malvinas fue un Hércules C-130. Estos aviones establecieron un puente logístico. No solo llevando municiones, armamento y comida, sino también personal: partían desde el continente hacia las islas con tripulaciones integradas por siete soldados de la Fuerza Aérea. Para recorrer estas distancias y aumentar la carga, los aviones hacían reabastecimiento de combustible en pleno vuelo.
LAS MISIONES DEL HÉRCULES
Con el desembarco de los británicos en Malvinas, a partir del 21 de mayo, la situación táctica requirió del apoyo de los Hércules para poder realizar misiones de exploración lejana. El comando de la Fuerza Aérea buscaba identificar al convoy inglés que brindaba apoyo logístico a su ejército y, así, afectar su sostenimiento. A estas misiones, se las conoció como “vuelos locos”.
Fueron llamadas así por el modo intrépido en el que los pilotos llevaban adelante sus proezas en el aire. El Hércules es una aeronave que mide casi 30 metros y pesa más de 34 toneladas, y que no se caracteriza por ser maniobrable ni rápida a la hora de escapar. Los hombres que las piloteaban volaban a baja cota, a 15 o 25 metros sobre el nivel del mar, algo considerado demasiado bajo para un avión de transporte.
Una ventaja con la que contaba este avión era su radar, que, por su característica particular, no solo podía ayudar a hacer tareas de búsqueda y de rescate en el mar, sino que también podía triangular y ubicar a la flota enemiga y a sus principales elementos.
LA EXPERIENCIA DEL C-130 EN VIETNAM
La idea de poder utilizar los C-130 en este tipo de misiones no fue azarosa. Argentina estaba al tanto de la experiencia de EE. UU. con el Hércules en Vietnam, por lo que sabía que, ante una amenaza, el vuelo a baja cota era una de las mejores medidas de defensa que podía tener un avión de transporte lento y poco maniobrable. Sin embargo, fueron los pilotos argentinos quienes tuvieron el valor y la astucia de ponerlos a prueba en combate.
El vicecomodoro Sebastián Coria, actual jefe del Escuadrón C-130, perteneciente a la Primera Brigada Aérea de la Fuerza Aérea, explica que, ante los vuelos de las patrullas aéreas de combate, el vuelo a baja cota les permitía –a los pilotos– eliminar rápidamente la firma calórica y, de esa manera, hacer más difícil que los misiles fueran guiados hacia la aeronave.
LOS PILOTOS INTRÉPIDOS DEL HÉRCULES
Volviendo a Malvinas, los Hércules, en sus vuelos, ya tenían información previa sobre los puntos probables donde estaba ubicada la flota inglesa y tenían que hacer una cabreada abrupta. Es decir, empezaban a elevarse en el aire y, una vez que lograban altura, el navegador del avión encendía el rastreador y hacía dos pinceladas de antena de radar. En ese momento, se determinaban los ecos en la pantalla e inmediatamente los Hércules debían volver a tirarse en una especie de clavado.
Un detalle: esto se hacía cuando los radares estaban encendidos. Emitían una señal, entonces los ingleses (que también estaban buscándolos a ellos) podían detectar esta señal y atacarlos. El margen era ínfimo: si algo salía mal, toda una tripulación podía perder la vida.
Los C-130 repetían varias veces esta maniobra en lo que ellos denominan un “circuito serrucho”: se acercaban, subían, emitían, bajaban y se alejaban, y nuevamente, volvían a repetir la maniobra en otro lugar; cada vez que se acercaban determinaban donde estaban los buques.
Al tener el mismo punto desde distintas posiciones, podían triangular las coordenadas enemigas. Sin embargo, el 1.º de junio, la tragedia golpearía de cerca: un Hércules, con la tripulación que encabezaba el capitán Rubén Héctor Martel, fue abatido mientras realizaba una de estas operaciones.
Los Sea Harriers ingleses sabían que la Fuerza Aérea hacía estas maniobras. De hecho, había una sección de combate de la Fuerza Aérea británica que estaba a la caza para poder localizar aviones que vinieran del continente. Fue ahí que a Martel, junto a los suyos, lo identificaron y lo derribaron. Cuando se encontraba en descenso para amerizaje, el piloto británico los remató con cañones. Tras eso, el avión cayó al mar y no hubo sobrevivientes.
“En lo personal, es un orgullo saber que tu apellido es parte de la historia y lo tenés que llevar de la mejor manera, aunque muchas veces cuesta porque te quedaste sin algo y tuviste que salir solito adelante y costó”, dice Ezequiel Ruben Martel Barcia, hijo del entonces capitan y héroe de guerra. En 2012, sentado frente a un mapa de las islas, empezó a marcar en el papel la ubicación en dónde murieron su papá y los otros 54 miembros de la Fuerza Aérea caídos en combate.
Estas historias sirven para pensar en el conflicto y para comprender las hazañas de nuestros héroes en Malvinas y, así, valorar el compromiso que tuvieron todos ellos con las exigencias de su misión: una misión que tuvo patriotismo, vocación y entrega.
* Si querés saber más sobre los vuelos del Hércules C-130 en Malvinas, enterate en nuestro canal de YouTube.
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