Mes de la mujer: la historia de la mayor Julieta Retamar y otras pioneras militares

Buzo, paracaidista, instructora y oficial de Estado Mayor: Julieta abrió caminos. Subraya que la mujer puede alcanzar todos sus objetivos profesionales. Su historia se suma a la de otras militares pioneras.

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“La incorporación de la mujer es un proceso lógico, coherente, pensado y planificado", dice Julieta. Foto: Fernando Calzada.
“La incorporación de la mujer es un proceso lógico, coherente, pensado y planificado", dice Julieta. Foto: Fernando Calzada.

La integración total de las mujeres a las Fuerzas Armadas es un hecho. Antes, solo accedían a espacios como los de enfermería o medicina, pero, desde que se las autorizó a ingresar a los cuerpos comandos (armas y especialidades que llevan a cabo las operaciones militares), comenzaron a ocupar lugares que antes estaban reservados únicamente a los varones. Su presencia viene a desafiar un viejo estereotipo: ese que dice que las mujeres son el sexo débil. No hay barreras ni techos. Al igual que sus colegas hombres, y con el mismo patriotismo, se capacitan, se instruyen y están a la altura de las exigencias.

El caso de la mayor del Ejército Argentino Julieta Retamar es emblemático. Ella ingresó a la Fuerza en el año 1997. Junto a otras mujeres, eligió pertenecer al cuerpo comando e integró la primera promoción de mujeres que egresaron del Colegio Militar de la Nación en el año 2000. Por entonces, las chicas ya eran parte de la organización, pero lo hacían como profesionales, soldados y suboficiales. Un dato: 24 años atrás, las jóvenes cadetes solo podían optar por armas como las de Ingenieros, Artillería y Comunicaciones, o especialidades como Intendencia y Arsenales. Pasarían 16 años más para que pudieran elegir Infantería o Caballería.

Un dato: 24 años atrás, las jóvenes cadetes solo podían optar por armas como las de Ingernieros, Artillería y Comunicaciones.

“Yo quería ser militar. De hecho, mi papá era suboficial retirado. Pero cuando le compartí mi deseo me dijo: ‘Julieta no hay lugar para las mujeres en el Ejército. Todavía no está abierto’. Como además me gustaba la carrera de medicina, fui a estudiar a La Plata”, cuenta Retamar. Pero pasaron los meses y su atracción por la carrera militar seguía intacta. Ella lo sabía y, al parecer, su padre también: “Al año siguiente, me mostró una nota del diario Clarín que decía que, en el 2035, el Ejército tendría su primera generala. Dejé todo. Me preparé, rendí y entré”. No fue la única. Lograron ingresar al primer año del Instituto del Palomar cerca de 60 chicas. Cuando Julieta debió elegir un arma, se inclinó por Ingenieros: “Demoliciones, el río, franqueos…eso me gustaba”.

“La incorporación de la mujer es un proceso lógico, coherente, pensado y planificado. Toda la institución debió hacer un cambio, pero fue paulatino”, dice, no sin antes subrayar que, más allá de las implicancias organizacionales, siempre tuvo bien claro que ella debía esforzarse tanto como sus compañeros. De aquellos primeros años, guarda el recuerdo de un momento: durante una competencia, su instructor se ubicó a la par de las mujeres que pertenecían a su compañía y las alentó para que pudieran ganar. Aquel instante la lleva a reflexionar: “Hombres y mujeres, ¿qué querés de ellos? Lo mejor. Como jefe, hay que lograr explotar al máximo las capacidades que tienen las personas. Mi oficial instructor quería que nosotras fuéramos las mejores”.

A partir de 1997, las mujeres pudieron incorporarse a los institutos de formación de oficiales y suboficiales, en las armas de apoyo de combate y apoyo de fuego. Foto: Fernando Calzada.
A partir de 1997, las mujeres pudieron incorporarse a los institutos de formación de oficiales y suboficiales, en las armas de apoyo de combate y apoyo de fuego. Foto: Fernando Calzada.

A LA ALTURA DE LOS DESAFÍOS

Julieta menciona que la comodidad le incomoda. No es para menos: en términos profesionales, optó por los caminos más apasionantes, pero, también, los más complejos. En 21 años de carrera, logró finalizar más de 30 cursos de distintos niveles. “El principal aporte que me hizo la institución fue el derecho a elegir. Me dio la oportunidad de hacerlo”, confiesa. El destino la llevó a la Compañía de Ingenieros Paracaidista 4, en Córdoba. “Ser paracaidista no estaba pensado. Nadie me preguntó si podía, simplemente me dieron la oportunidad. Hice el curso. Fueron seis saltos iniciales. Me dolía hasta el flequillo. Pero fueron maravillosos”, menciona.

“Yo no estoy limitada. Puedo elegir. Eso es lo que hoy vive la mujer en el Ejército Argentino. Tenemos todas las condiciones para ser lo que queramos”, resume Retamar, quien, mientras estaba destinada en Córdoba y tras haber obtenido la aptitud de paracaidista, pudo probarse una vez más. Esta vez, el desafío era convertirse en buzo de la Fuerza. No solo lo logró, sino que, más tarde, también haría los cursos de instructora de buceo.

Yo no estoy limitada. Puedo elegir. Eso es lo que hoy vive la mujer en el Ejército Argentino. Tenemos todas las condiciones para ser lo que queramos.

Tiempo después, el Ejército la seguiría poniendo frente a nuevos desafíos: ser instructora de la Escuela de Suboficiales y hacer el curso de Inteligencia. De hecho, se convirtió en la primera oficial de cuerpo comando en poder lograrlo. Además, se desempeñó como observadora en la Misión de Paz que la ONU mantiene en Chipre.

Y, como si fuera poco, los años y la jerarquía la toparon con uno de los mayores retos que tienen los oficiales del Ejército: ingresar en la Escuela Superior de Guerra y convertirse en oficiales de Estado Mayor. “Fue un esfuerzo de lunes a lunes, pero con un hermoso final”, cuenta Retamar mientras recuerda el sacrificio que hicieron junto a su marido, también militar y un año más antiguo que ella, porque ya tenían un hijo y, además de estudiar, debían estar presentes en el hogar. “La carrera me desafía todo el tiempo. Esa adrenalina de estar permanentemente poniéndote a prueba es lo mejor que me ha pasado. Volvería a elegir esta profesión”, confiesa Julieta. No sin antes recordar que, años atrás, fue convocada para integrar los Consejos de Política de Género. Ella representó la visión de las mujeres de cuerpo comando. En ese contexto, “surgieron políticas muy productivas”.

“Hoy la mujer tiene todas las condiciones necesarias para ser la profesional que quiere ser con esfuerzo, compromiso y responsabilidad. No hay impedimento, solo la libertad de elegir, gracias a toda esa gente que trabajó, desde hace muchos años, en este proceso paulatino. Lo que importa es tener una oportunidad”, finaliza.

BALANCE: A 15 AÑOS DE POLÍTICAS DE GÉNERO EN LAS FUERZAS

DEF también pudo dialogar con Ana Clara Alberdi, titular de la Unidad de Gabinete de Asesores del Ministerio de Defensa. “Nuestro objetivo es visibilizar el trabajo de las mujeres y reconocerlo”, insiste. En ese sentido, desde la cartera, llevan adelante distintas acciones para poder cumplir con esta premisa. Por ejemplo, a lo largo del mes de marzo, y en referencia al 8M, además de realizar distintas presentaciones de la orquesta de mujeres -conformada por efectivos femeninas de las tres fuerzas-, instalarán la muestra “Mujeres militares argentinas” en el Museo Aeronáutico de Morón. En ese sentido, Ana Clara menciona los logros inmortalizados en las imágenes: “Esas mujeres llegaron porque tienen capacidades, pero también porque hay instituciones que les dieron un lugar”.

Sofía Vier (26) se convirtió el año pasado en la primera piloto de cazabombardero mujer del país. Foto: Fernando Calzada.
Sofía Vier (26) se convirtió el año pasado en la primera piloto de cazabombardero mujer del país. Foto: Fernando Calzada.

“Es un proceso encaminado”, sostiene la funcionaria, al tiempo que destaca la importancia de la transversalización de las políticas de género en todas las jurisdicciones. “Hoy no se puede pensar en las Fuerzas Armadas sin las mujeres”, subraya. Lo cierto es que, más allá del carácter simbólico que algunas acciones puedan tener, con ellas, las mujeres militares dejan de estar invisibilizadas. Además, desde la cartera llevan adelante distintos programas de capacitación, como el de la Ley Micaela, que apuntan a que los funcionarios de los distintos niveles puedan incorporar a la perspectiva de género en cada una de sus áreas de trabajo.

En ese sentido, Laura Masson, directora de Políticas de Género del Ministerio de Defensa, recuerda que este tema comenzó a trabajarse de manera sistemática a partir de 2006, con la ministra Nilda Garré. Por entonces, se trabajó con énfasis en el plano normativo. Como menciona Masson, además de la creación de Oficinas de Género en el ámbito de las diferentes Fuerzas Armadas, se trataron temas como el de vivienda, matrimonio entre militares y licencias por maternidad para que la institución pudiera integrar plenamente a las mujeres. En ese contexto, el Consejo de Políticas de Genero integrado por mujeres tanto civiles como militares fue un hito.

Así como Julieta Retamar en el Ejército, Eliana Fernández de Lourdes se convirtió la primera mujer en conseguir el cargo de patrón (patrona) de lancha, dentro de la Armada Argentina. Foto: Fernando Calzada.
Así como Julieta Retamar en el Ejército, Eliana Fernández de Lourdes se convirtió la primera mujer en conseguir el cargo de patrón (patrona) de lancha, dentro de la Armada Argentina. Foto: Fernando Calzada.

La directora menciona el recorrido que fueron haciendo las Fuerzas en lo que respecta a inclusión: “Como ministerio, somos pioneros y referentes en la región. El trabajo ha sido muy bueno. Hay deudas, sin duda, pero tenemos una buena base para seguir. En este momento, estamos trabajando para ordenar los dispositivos institucionales de género”. En ese sentido, una de las acciones más destacadas fue la publicación del libro Militares argentinas, producto de un proyecto de investigación dirigido por ella e integrado por mujeres civiles y militares, cuyo fin fue la evaluación de estas políticas en la cartera castrense. “Buscamos demostrar la importancia del desarrollo profesional. Por eso, el libro muestra a las mujeres en su rol profesional”, cuenta la funcionaria.

“Tras 14 años de la implementación de las políticas de género, necesitamos reordenar toda la institucionalidad en relación con este tema. Es necesario darle forma, marcar objetivos y unificar los criterios”, afirma. Asimismo, Laura pone de manifiesto la importancia del monitoreo y de la decisión política. “Hay mucho por hacer. Contamos con una ventaja: hay muchos varones y mujeres comprometidos”, advierte.

*Esta nota fue escrita por una periodista de la redacción de DEF.

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