El objetivo del control del mar es conocer la actividad en los espacios jurisdiccionales y sus aguas adyacentes. El concepto de vigilancia expresa la capacidad de visualizar la situación, parametrizarla y realizar un seguimiento de las actividades y los fenómenos que podemos detectar en el espacio marítimo; en cambio, el control implica poseer las herramientas para accionar sobre ese espacio a fin de incidir en la situación monitoreada.
En el mar, sin límites físicos y con disputas jurisdiccionales, el ejercicio de la soberanía se transforma en un problema complejo, para el cual existen diferentes fuentes de información, que no están bajo un mismo control. La fusión de datos se hace necesaria, si se pretende disponer de un conocimiento cabal de los distintos aspectos de la problemática que nos interesa. No se trata solo de la bandera o de la actividad del buque que navega en un espacio marítimo. Las comunicaciones y los sistemas de control también forman parte del ecosistema económico operativo del control del mar.
LOS SATÉLITES Y EL FLUJO TRANSNACIONAL DE DATOS
Los sistemas de comunicaciones geoestacionarios tienen una pisada que discrimina la misión que tienen asignada. Por lo tanto, para operar en un escenario determinado, deben considerarse cuestiones técnicas, como las frecuencias, el tipo de modulación y la potencia del satélite, de manera de garantizar las comunicaciones sobre el mar. Nuestro sistema satelital nacional, por caso, no está diseñado para la operación marítima, ya que su footprint no está orientada a ese tipo de servicios.
El uso estratégico de las imágenes satelitales, luego de campañas sostenidas de adquisición de datos, puede ayudarnos a encontrar patrones que, asociados a variables como la geoestacionalidad, la temperatura del agua de mar y la información de migraciones de la fauna marina, nos permitirían hacer un modelo predictivo –basado en machine learning– para anticipar las conductas esperables en las actividades de control del mar.
La información de base del escenario operacional está conformada por distintas fuentes, tanto abiertas como de acceso restringido. A ellas se suma la procedente de los sensores ubicados en plataformas propias y la información obtenida de forma colaborativa, gracias a la adopción de protocolos de reporte de situación que puedan aportar los privados. Esta concepción colaborativa del control del mar permite que todos nos beneficiemos.
Sin embargo, si analizamos la geopolítica del flujo transnacional de datos, podemos notar que, al igual que en la llamada “guerra del 5G”, China recurre a su nuevo “camino de la seda” para expandirse en la región. El cinturón digital, propuesto por Pekín para vincular a Asia con América del Sur, no tiene sentido comercial porque no existen datos que debamos traer de Asia y que sean necesarios para el consumo masivo. Sin embargo, aplicaciones de origen chino, como Tik-Tok, cuyo contenido es autogenerado por los usuarios, derriban barreras culturales y generan nuevas expectativas.
China ya ha sentado presencia en esta parte del mundo al financiar el cable austral entre Valparaíso y Puerto Williams y al proveer la tecnología para el despliegue de la fibra óptica en el Amazonas. También financiará un cable submarino entre Angola y Brasil, al tiempo que estudia la posibilidad de cruzar la Antártida con fibra óptica.
LA “MILICIA PESQUERA” CHINA
El escenario estratégico mundial respecto del manejo de la información nos lleva a considerar variables que, hasta hace poco, eran solo comerciales. Es el caso de los barcos de pesca del gigante asiático, definidos como su “milicia marítima” y que están en la agenda del Pentágono debido a su fuerte presencia en el mar de China Meridional. Descriptos como la “tercera fuerza naval” china, están actuando en coordinación con las fuerzas navales y con la guardia costera de su país.
Estas embarcaciones también pescan en otros caladeros del mundo, entre los cuales cobran para nosotros particular interés los del Atlántico Sur y las aguas circumpolares antárticas. Las aguas de las islas Malvinas se destacan por su alta productividad y por la gestión sostenible de las pesquerías. Basta subrayar, por ejemplo, que el 50 por ciento de los calamares consumidos en la Unión Europea proceden de las Malvinas. Entre los aproximadamente 500 barcos extranjeros que operan en el Atlántico Sur, las banderas más visibles son las de la República Popular de China y Taiwán, que representan el 65 por ciento del total. Les siguen Corea del Sur, con el 17 por ciento, y España, con el 13 por ciento. Una de las razones por las que estas verdaderas “ciudades” flotantes pueden continuar operando en estas aguas es que reciben apoyo logístico del puerto de Montevideo, en Uruguay, y de Puerto Argentino, en las Malvinas.
El pragmatismo inglés y la zona gris en la que suele moverse la flota pesquera china generan una aparente contradicción. Por un lado, la administración británica otorga licencias de pesca a los barcos chinos, lo que genera una situación de fragilidad legal por ser actos de soberanía inaceptables para la Argentina en aguas en disputa. Por otro lado, la sobrepesca de la que se responsabiliza a los barcos chinos afecta la sustentabilidad de los recursos usurpados por esta colonia británica, al depredar los caladeros de la zona, lo que ha hecho que los isleños se replieguen y manifiesten ahora un inusitado afán conservacionista.
En este juego de intereses en el Atlántico Sur, la pesca es uno de los puntos por considerar, pero no el único. El abordaje del problema debe ser integral y multidisciplinario, de manera de abarcar los aspectos regulatorios, los intereses estratégicos, económicos, comerciales y políticos, y establecer los marcos de competencia y cooperación. Ahora bien, no podemos ejercer el control del mar si no estamos surcando sus aguas, pues seremos meros espectadores de un escenario en el que habremos resignado el papel protagónico.
*Esta nota fue producida y escrita especialmente para DEF. El autor de esta columna es profesor universitario, especialista en telecomunicaciones y fue subsecretario de Planeamiento de Tecnologías de la Información y las Comunicaciones (TIC).
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