El 2020, el año de la pandemia, los hombres y mujeres de las Fuerzas Armadas se pusieron a disposición de todos los argentinos, de cada rincón del país, desde que comenzó la Operación “General Manuel Belgrano”, el despliegue militar más grande desde la guerra de Malvinas. A partir de entonces, la vocación de servicio de cada uno de ellos se convirtió en un actor silencioso y fundamental en tiempos disruptivos y de pocas certezas.
DEF dialogó con el general de brigada Martín Deimundo, comandante operacional del Estado Mayor Conjunto de las Fuerzas Armadas y la persona al mando del operativo nacional para hacer frente al COVID-19, para hablar sobre el modo en que se llevaron adelante las misiones y cuáles son los desafíos futuros para el personal.
-Las autoridades militares recién asumían cuando empezó la pandemia, ¿cómo fue que se organizaron?
-Contábamos con una fortaleza: el ministro de Defensa, Agustín Rossi, ya había sido titular de la cartera, conocía la cultura militar, como así también varios de los integrantes de su gabinete político. ¿A qué me refiero con esto? A que no solo es importante conocer el modo en el que trabajan los militares, sino también, por ejemplo, los procesos de adquisiciones, los tiempos, los medios disponibles y el despliegue. Todo eso allanó el camino y nos permitió trabajar con anticipación.
Otra gran fortaleza es que sabíamos qué pasaba en otros países con respecto al empleo de las Fuerzas Armadas. Eso nos permitió hacer el planeamiento antes de que nos impartieran la orden, interpretando cabalmente qué sería válido y qué no en nuestro país. La faceta legal y la idiosincrasia fueron dos premisas importantes.
-¿En qué momento se inició todo el proceso?
-Con la convocatoria del presidente de la Nación. Él citó al ministro, a su gabinete, al jefe del Estado Mayor Conjunto, a los titulares de las Fuerzas Armadas y, a mí, como comandante operacional. Considero que ese fue el primer acto distintivo: convocarnos y transmitirnos la orden y su intención.
-¿Por qué se denominó “operación”?
-Porque, cuando estábamos trabajando en el planeamiento –antes de ver al presidente—, analizamos lo que ocurría en el mundo y observamos que el empleo de las Fuerzas iba a ser masivo, de larga duración y simultáneo en todo el país. Teníamos experiencias, pero acotadas. Las FF. AA. son requeridas a lo largo del año para apoyar a la comunidad ante desastres naturales como, por ejemplo, lo fueron el alud en Volcán (en Jujuy) o las inundaciones en Comodoro Rivadavia. Pero esas acciones se tratan de asistencias puntuales y limitadas en el tiempo.
Cuando el presidente dio la orden de poner a disposición todos los recursos de las Fuerzas, se hizo bajo la figura de una operación militar de protección civil, cuya característica es la asistencia humanitaria y el apoyo a la comunidad, por lo que sabíamos que iba a ser de larga duración y con mucho desgaste. Otro punto para destacar es que es se trata de una actividad de naturaleza logística y multiagencial, donde intervienen otros ministerios –como los de Seguridad, Acción Social y Salud—, municipios, organizaciones sociales y ONG.
“NOS PREPARAMOS PARA ADMINISTRAR CRISIS”
-¿Cómo fueron evolucionando las tareas?
-En marzo, nos consultaron si podíamos distribuir comida a la población una vez que dejaran de asistir los chicos a las escuelas. Entonces, surgió el concepto del empleo interagencial: debían participar todos los ministerios. Desarrollo Social, Seguridad, Salud, Educación y Defensa fueron coordinadamente articulados e integrados. Solo para entender, las Fuerzas Armadas ejecutarían tareas para las cuales están capacitadas: en este caso, las íbamos a cumplir sin armamento (hoy eso fue un factor de éxito), ya que la seguridad de nuestras tropas la brindarían las Fuerzas de Seguridad.
Ya llevamos concretadas cerca de 29.000 tareas, que sintetizamos en un número para poder contabilizarlas y diferenciarlas. La experiencia recogida en estos 250 días de operación nos permite adelantarnos a los problemas. Por ejemplo, hace cuatro meses le transmitimos al comandante conjunto de Santa Cruz –a la cabeza de esa zona de emergencia— que, a partir del trabajo de análisis y de su proyección, podíamos observar que en dos meses iba a comenzar a tener mayores desafíos de índole sanitaria. Entonces, lo contactamos con personal del Ministerio de Salud y con nuestros profesionales para que pudiera prever la ampliación de hospitales y el refuerzo con médicos militares.
Hablaba antes del apoyo de racionamiento a la población; esa tarea quedó como primordial. Fue esencial, pero, a mi entender, una de las actividades más importantes fue la de planeamiento y asesoramiento interagencial. Porque el militar, por la naturaleza de su profesión, se prepara desde muy joven para administrar crisis. Eso nos permitió asesorar en los distintos niveles.
-¿El despliegue geográfico de las Fuerzas también fue importante a la hora de planificar la operación?
-Nosotros utilizamos un esquema que ya teníamos: los sistemas aplicados para las elecciones, los de distribución federal de las FF. AA., y los de emergencia. A partir de ellos, conformamos 14 comandos conjuntos de zonas de emergencia. Vimos dónde había unidades militares y dónde podíamos poner a un comandante con jurisdicción en una, o varias provincias. Donde no estaba esa autoridad militar, consideramos conformar fuerzas de tarea que dependieran de uno de ellos. Así, cubrimos todo el país.
-Este año quedó evidenciada la necesidad de contar con profesionales preparados y capacitados para actuar en tiempos de paz…
-Me da la impresión de que hoy hay una respuesta clara, más allá de su empleo en misiones de protección civil. La necesidad de las FF. AA., de acuerdo con lo que determinan la Constitución Nacional y las leyes, es determinante. Su razón de ser y su principal misión es la defensa de la soberanía en todas sus dimensiones. La preparación para cumplir con ella nos permitió actuar con eficiencia.
Pero a eso se suma que se visibilizó el trabajo del personal en muchos lugares del país y en forma simultánea. ¿Lo vio la sociedad? Sí. Pero me animo a decir que también lo vio la dirigencia política y lo vimos nosotros en el agradecimiento de la gente. Toda esa integración nos permitió sentir que somos profesionales y tenemos importantes capacidades para brindar. Hoy podemos ser convocados por el Poder Ejecutivo y ser escuchados desde el punto de vista de la experiencia.
UNA CUESTIÓN DE ORGULLO
-¿Cómo se mantienen tantos días de operación?
-No nos relajamos. Ese, para mí, es uno de los factores de éxito. Permanentemente, intercambiamos ideas con el objetivo de ir adaptando las tareas. A su vez, registramos lo acontecido día a día, que constituye las memorias para las lecciones aprendidas sobre cada actividad. Guardo muchos mensajes que me han vitalizado y lo han hecho a todas las FF. AA. Recuerdo que, el día en el que fuimos a hablar con el presidente y me dieron la palabra, dije algo que aún hoy tiene el mismo valor: para nosotros, es un orgullo que nos hayan convocado. Hacía mucho tiempo que no lo hacían. Estamos capacitados para poder asesorar y actuar en temas que nos competen profesionalmente.
También estamos orgullosos de ser militares argentinos. Hoy pudimos mostrar una faceta que, creo, hasta nosotros desconocíamos o minimizábamos. En todos estos años, hemos desarrollado un corazón y una capacidad intelectual particular que lleva a que un sargento permanezca en un barrio durante varios meses, que un vicecomodoro vuele para repatriar a compatriotas casi sin descanso, que un teniente de fragata se embarque en una lancha durante varios días para distribuir alimentos en islas inhóspitas, o que un general diseñe y proponga la articulación en un comando de emergencia.
-¿Hubo fallas?
-Hubo fallas, propias del ser humano, pero no fueron graves. Los comandantes saben en qué podemos fallar: debemos hacer las tareas para las cuales estamos capacitados, desde el punto de vista profesional y legal. Muchas veces hemos tenido que decir que no. Ese fue otro factor de éxito: no hay que ser voluntarista, sino profesional.
-¿Cómo se gestionaron los recursos?
-Estábamos en el tercer mes del primer trimestre (marzo) con un presupuesto –del año anterior— que se había prorrogado. La operación comenzó con los depósitos vacíos. Generamos un andamiaje y todo el presupuesto se focalizó en la Operación “General Belgrano”. En el inicio, nuestros logísticos fueron los gobernadores e intendentes. Más allá de eso, rescato la abnegación de los jefes de las Fuerzas. Se puede ver al hombre o la mujer dando de comer, el avión o el buque llegando a destino, la ampliación de los hospitales militares o la construcción de centros de aislamiento. Lo que no se ve son las noches de trabajo en la Dirección de Arsenales, preparando los camiones. Tampoco se ven los talleres donde se mantienen los aviones o aquellos donde se preparan los medios navales. Los militares han puesto un empeño que va más allá del presupuesto. Por eso, yo hablo del orgullo de ser militar, quizá porque hace a la profesión, que tiene que ver con dejar la vida o, simplemente, porque por fin el país puede ver lo que somos capaces de hacer.
-Además, debieron evitar los contagios…
-El número de contagios en el marco de la Operación es insignificante. Eso fue porque una de las órdenes precisas es que no se cumplía la misión si no salíamos con elementos de protección. Debíamos preservar a nuestra gente. La orden fue controlada celosamente: los cuatro o cinco efectivos desplegados, por ejemplo, en el Barrio 1-11-14, se cuidaban entre ellos: sabían que, si quedaban fuera de combate, dejaban sin alimentos a más de 20.000 personas.
-¿Cuándo finalizará la Operación y cómo convive esta con las otras actividades que llevan adelante?
-Una particularidad de esta enfermedad es la incertidumbre. Lo que podemos hacer es generar un futuro, desde el punto de vista militar, con planeamiento y previsión. Hoy, estamos desarrollando la Campaña Antártica 2020/2021, que se realizará en medio de una pandemia. Además, tenemos los relevos de organizaciones militares de paz y la Operación MARVAL en el norte. Por otro lado, las unidades militares tienen sus actividades. De hecho, el Ejército Argentino –en un hecho inédito e inusual en esta época— incorporó cerca de 5000 soldados voluntarios bajo estrictos protocolos.
-¿Van a participar del plan de vacunación?
-El Ministerio tiene la orden de poner a disposición los recursos humanos y materiales de las Fuerzas Armadas, desde el punto de vista logístico, para lo que será la Operación Belgrano II, relacionada con este plan. Estamos trabajando para evaluar qué tareas logísticas podríamos hacer antes del día D, que es el día que aprueben la vacuna, como así también para el día E, cuando se inicie su aplicación. A eso, se suman los trabajos que llevamos adelante en la previsión de las elecciones del año que viene. Siempre teniendo en cuenta un escenario muy particular, caracterizado por la pandemia.
-¿Cómo coordina todas estas misiones?
-Hay 14 comandantes y 80.000 hombres y mujeres que responden. Los jefes de las Fuerzas trabajan en forma amalgamada e integrada y, además, el ministro y su gabinete nos conocen en profundidad. Eso hace que algo que podría haber sido muy complejo sea más sencillo.
-A esta altura, ¿hay lecciones aprendidas?
-Creo que este comando es una lección aprendida. El Ministerio de Defensa y las Fuerzas Armadas deben tener herramientas que les permitan conducir las crisis. La Operación permitió ver que necesitamos gestionar un sistema de comando y control de calidad.
-Estuvieron al servicio de todos…
-Ese es el orgullo central de todo el personal militar argentino.
* Esta nota fue producida y escrita por una miembro del equipo de redacción de DEF
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