En Campo de Mayo, más precisamente en el puesto comando móvil (uno de los 14 que hay en el país), el general y comandante conjunto de la Zona de Emergencia Metropolitana, Néstor D’Ambra, hace un alto en sus funciones y recibe a DEF para brindar una entrevista exclusiva sobre las distintas labores que está llevando adelante el Ejército en estos momentos.
D’Ambra, que está en actividad hace 40 años, también participó de las misiones humanitarias que se realizaron en 2010 en Haití, tras el terremoto en ese país, y explica que la principal diferencia radica en la dinámica que le imprime la pandemia a la vida cotidiana; asimismo, destaca como clave la voluntad de todos los hombres que forman parte de este operativo.
-¿Qué actividades se planifican desde este puesto comando?
-Acá se llevan a cabo todas las actividades de ayuda humanitaria y la contención de la pandemia que azota a nuestro país. Las tareas consisten en el traslado de personal y materiales que se necesiten en los distintos lugares, así como la preparación, cocción y distribución de alimentos.
-¿Cuántos días operativos llevan desde que arrancó la cuarentena?
-Llevamos operando 30 días en algunos lugares, como por ejemplo en el municipio de Quilmes, y 25 días en otros. Desde que comenzó esta situación, la actividad de planeamiento ha sido tomada como una operación militar, con todo su proceso de estudio y de diagramación sobre el rol de cada persona, vehículo y medio –por ejemplo, la cocina– distribuidos a lo largo y ancho del Conurbano bonaerense.
-¿Cuál es la situación en los distintos puntos?
-Estamos en La Matanza, con ocho puntos de distribución que, a su vez, se replican en otros tres puntos en cada uno de ellos; en Quilmes, contamos con cuatro lugares de distribución y uno de cocción; en Cárcova (José León Suárez), tenemos tres lugares de distribución de alimentos; y en Moreno Sur, existen dos lugares que, a la vez, cambian rotatoriamente. Estos últimos se sitúan donde se necesiten más alimentos en un día.
-¿Hubo, en la historia de las Fuerzas Armadas, un despliegue de estas características?
-Tal y como dijeron el jefe del Estado Mayor Conjunto y las autoridades del Ministerio de Defensa, desde la guerra de Malvinas, no hubo un despliegue tan grande de efectivos militares ocupados en un tema operacional, en nuestro caso de logística y sanidad.
-¿Qué medidas de seguridad se toman aquí y cuando salen al exterior?
-Tenemos protocolos que han sido estudiados, se están aplicando y que incluyen la eventualidad de que alguno de los integrantes de uno de los puntos de distribución resulte infectado. Para eso, tenemos un sistema de relevo inmediato y una atención con protocolos para él y los que lo rodean; en ese caso, lo derivamos al Hospital Militar de Campo de Mayo, mientras que otro equipo se alista y lo reemplaza para continuar ininterrumpidamente el trabajo.
-¿Cuántas horas pasan acá?
-Pasamos muchas horas, y en los rostros de las personas que me acompañan se puede observar el cansancio, pero también se aprecia la felicidad y el orgullo que les genera servir a la patria. Una de las misiones subsidiarias de las Fuerzas Armadas es proteger la integridad y la vida de los habitantes en suelo argentino; entonces, con esto, hacemos efectiva esa misión subsidiaria. Estamos comprometidos y muy orgullosos de servir a nuestra Nación.
-¿Cuántas personas prestan servicio en el Estado Mayor?
-Somos 31 hombres y mujeres. Contamos con un oficial superior de la Armada –capitán de navío–, un comodoro de la Fuerza Aérea y nuestra oficial médica, de la especialidad de infectología, además de oficiales de Estado Mayor que me asisten en la decisión de emplear los medios operacionalmente. En el despliegue total, tenemos 150 hombres por día que duermen en el terreno. Es un esfuerzo sostenido de 30 días y un sistema de rotación que contempla que cada hombre que sirvió en el terreno durante 14 días no vuelve a ese lugar, de manera que, si hipotéticamente contrajera la infección, no la transmita. Este es el motivo por el cual se le dan 14 días de pausa. Tiene 48 horas en el cuartel, donde se aplica un protocolo de desinfección, y al término de esas 48 horas se va y pasa 12 días en su casa hasta la vuelta al servicio. Hoy, tenemos desplegados en el terreno 32 vehículos y otros ocho que llevan insumos y hacen relevos. Además, disponemos de más de 3500 hombres exclusivos para esta actividad.
-En lo personal, ¿qué le provoca ver la reacción positiva de la sociedad?
-Creo que es una oportunidad única para que el Ejército, la Armada y la Fuerza Aérea puedan servir a la patria frente a un enemigo invisible, pero al que tomamos como tal, con la seriedad que corresponde y que tratamos de hacer visible. Si nos remontamos a la historia de la humanidad, y en particular a la Primera Guerra Mundial, frente a los bombardeos con gas mostaza, lo que hacían los soldados era protegerse ante una alarma. Acá estamos 24 horas en la guerra, a diferencia de lo que ocurriría con un eventual uso de armas químicas que pudieran afectar a un soldado. Por eso, debemos estar más atentos, tomar más recaudos y combatir, desde el lugar que nos toca, a un enemigo que queremos hacer visible.
-¿Qué recomendaciones les hacen a los soldados que salen al terreno?
-Hay un protocolo que deben seguir para salir y regresar. A cada hombre que está desplegado en el terreno, se le mide el nivel de oxígeno en sangre y se le toma la temperatura con el termómetro digital, con lo cual se verifica su estado de salud, amén de los medios de protección que estimamos adecuados (guantes, barbijos, visores transparentes). Todos estamos vacunados contra la gripe, y, en todos los alojamientos de los soldados, se utilizan diferentes productos para mantener altos los niveles de asepsia. Estamos orgullosos, como dijo el comandante operacional de las Fuerzas Armadas, de que hasta el día de hoy no tengamos bajas producto de esta acción; y es nuestro deseo, con ayuda de Dios, que podamos seguir de esa forma.
-¿Qué le genera ver este despliegue de las Fuerzas Armadas?
-Es un gran orgullo y una gran satisfacción conducir una operación de esta naturaleza. Sabemos que cada uno de los soldados está preparado, dispuesto, equipado y con un deseo ferviente de servir a la patria. Eso genera en nosotros, como equipo de conducción, una emoción y un orgullo por sentirnos parte de una organización mayor: el Ejército, la Armada y la Fuerza Aérea. En lo particular, sentimos que somos el Ejército argentino, que servimos a la patria y que la sociedad puede estar tranquila, debido a que, cuando lo necesita, estamos preparados para defenderla.
-¿Hace cuánto tiempo que se dedica a esto?
-Hace 40 años.
-¿Ha vivido alguna situación similar a esta?
-Estuve en el terremoto de Haití, pero fue distinto. En ese caso, después del terremoto, hubo siete réplicas, durante las cuales siguió muriendo gente. Una vez que pasó la séptima réplica, se terminó. En cambio, ahora, la situación actual es día a día, minuto a minuto, tratando de aplanar la curva de infecciones, de modo tal que el sistema sanitario argentino pueda contener y asistir a todo aquel que se infecta. Y eso hace que, hasta ahora, tengamos un comportamiento muy adecuado. Sabemos que la situación puede escalar y estamos preparados para eso. Esta pandemia no termina y nosotros nos estamos preparando.
-¿Usted tiene hijos? ¿Alguno es parte de las Fuerzas Armadas?
-Sí, mi hijo es teniente del Ejército y está en la Compañía de Comandos 602; después, tengo dos hijas más: una que se desempeña como periodista de Infobae y otra que estudia Ingeniería en Alimentos.
-¿Espera el día en pueda volver a abrazar a sus hijos?
-Sí, por ahora, todas las noches chocamos los codos. No hay más besos ni abrazos. Esta pandemia ha cambiado las costumbres en todo el mundo y va a cambiar muchos comportamientos humanos. Muchas organizaciones y estructuras tendrán que modificar su día a día. Se van a tener que controlar muchas otras variables, que van a modificar no solo nuestro modo de vida sino la economía, la educación, las relaciones interpersonales.
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