La tendencia es clara: las mujeres ya son parte de la cotidianidad de las Fuerzas Armadas y, en la actualidad, comienzan a ocupar puestos que, hasta hace poco tiempo, habían sido ocupados solo por efectivos masculinos.
La Fuerza Aérea argentina no es ajena a esa realidad. Hace apenas unas semanas, retornó al país la alférez Sofía Vier, quien había viajado a los EE. UU. para realizar el curso de aviación que dicta aquel país. Fue la primera mujer argentina en egresar de aquella prestigiosa casa de formación.
Lleva las alas en la sangre: su papá es miembro de la Fuerza y su abuelo, si bien perteneció al Ejército, fue parte de quienes fundaron la Escuela de Aviación Militar cuando la Fuerza Aérea no existía como tal.
Próximamente, Sofía accederá al grado superior, se convertirá en teniente y, si todo sale bien, será la primera mujer piloto de aviones de combate en el país (ya hay mujeres pilotos de helicóptero y de aeronaves de transporte).
En el Museo Aeronáutico de Morón, entre aviones históricos y reliquias de la guerra de Malvinas, DEF pudo conocerla y dialogar con ella. Sofía se mueve con confianza, sabe que, sin lugar a dudas, la vocación y el amor por la patria trascienden cualquier diferencia de género. Nada la detiene; sueña en grande porque, después de todo, como dijo la aviadora estadounidense Amelia Earhart: “Las mujeres debemos intentar hacer las mismas cosas que los hombres. Si fracasamos, nuestro fracaso será un desafío para las demás”.
-¿Cuándo supo que quería ser militar?
-Siempre me gustó el ámbito aeronáutico. Cuando cumplí 15 años, mi papá me llevó a volar en planeador. Desde ese día, se generó dentro mío una fascinación por el tema y supe que quería ser piloto, pero en el marco de la Fuerza Aérea. Yo miraba los aviones de caza y los uniformes y, por dentro, pensaba “Esto es lo mío”.
-Una vez que egresó, ¿cómo fue que llegó a los EE. UU.?
-Entre los cadetes, hay que tener uno de los 25 mejores promedios para acceder a la posibilidad de ser piloto, siempre que el apto físico esté bien. Cuando egresé, yo estaba segunda dentro del promedio general y primera en lo que respecta a la Licenciatura. También me fue muy bien en Planeadores. Entré al escalafón Aire sin saber que iba a ir a EE. UU. Nos tomaron un examen de inglés y, aquellos que obtenían una nota de más del 85 por ciento, estaban habilitados para viajar. Quedamos cinco, de los cuales eligieron a los dos más antiguos de acuerdo al promedio general. Fuimos a rendir a la Embajada de Estados Unidos. Yo, sin competir, di lo mejor de mí. Finalmente, pasamos los dos y, si bien él tenía mejor nivel de inglés, a mí me eligieron por vuelo y antigüedad.
Del cielo argentino al estadounidense
-¿Cómo fue el curso en EE. UU.?
-En realidad, es un programa general que se llama Aviation Leadership Program (ALP). Empecé en Texas, allí tuve que rendir inglés aeronáutico. Esa etapa se termina después de que uno rinde en simulador, con todas las comunicaciones que uno puede tener en un vuelo. Luego, viajé a Colorado y allí hice el Initial Flight Training (IFT): un vuelo de adaptación básico en el Diamond 20 (DA 20). Ese fue mi primer “vuelo solo”. Los exámenes los toma la Federal Aviation Administration. Una vez que aprobé, viajé a Misisipi a volar T6 y a hacer el curso en sí. Allí tuve la oportunidad de hacer vuelo acrobático, en formación, instrumental, etc. En total, en Estados Unidos, estuve un año y ocho meses, egresé como aviadora militar con aproximadamente 180 horas de vuelo.
-¿Qué fue lo que más le gustó?
-Me asombraba la cantidad de aviones que había. Para ir a una aeronave, me subía a un colectivo que me llevaba hasta la línea de avión. Allá hay filas y filas de aviones y, además, la gente es muy operativa. La aeronave siempre estaba preparada. Si había un problema, un mecánico lo solucionaba enseguida.
También destaco el nivel de evaluación. Por ejemplo, cada inspección se rinde con un instructor que uno no vio nunca antes en su vida; entonces, esa persona no tiene prejuicios sobre el alumno.
Me asombraba la cantidad de aviones que había. Para ir a una aeronave, me subía a un colectivo que me llevaba hasta la línea de avión.
-¿Realizaba el mismo curso que los estadounidenses?
-Entre estadounidenses e internacionales, no había diferencia a la hora de evaluarnos, así que no tenía que quedarme atrás con el idioma. Las comunicaciones en el avión eran difíciles, porque hay que acostumbrarse a escuchar cómo comunican con las diferentes tonadas de inglés y, además, con las máscaras. Recuerdo que, además de practicar en el escuadrón, llegaba a mi casa y ponía las radios de la torre para seguir escuchando. Me encantó tener esa experiencia.
-¿Cursaba con otras mujeres?
-Mientras yo estuve, me habré cruzado con cuatro o cinco mujeres. Allá no son muchas, pero están muy incorporadas culturalmente: no hay ningún tipo de diferencia.
-¿Qué sintió al saber que estaba dentro de los cinco mejores promedios?
-Durante el curso, no apuntaba a quedar entre los primeros, simplemente estaba dando lo mejor de mí. Gracias a Dios, me iba bastante bien, disfrutaba lo que hacía y por eso le dedicaba tanto. Yo no me permitía tener malos resultados porque era la única argentina como cursante. Si a mí me iba a mal, veían a la Argentina de esa manera. Era inevitable: yo tenía la presión de hacer quedar bien a la Argentina.
Yo no me permitía tener malos resultados porque era la única argentina como cursante. Tenía la presión de hacer quedar bien a la Argentina.
-Ahora que está de regreso, ¿qué expectativas tiene dentro de la Fuerza?
-Pronto voy a hacer el curso de caza, es mi objetivo. Estuve muchos años esperando el momento y hoy tengo la oportunidad de hacerlo. Si puedo finalizarlo, habré cumplido un sueño.
Pasión y vocación
-Creció en el ambiente militar y ahora es un miembro más. ¿Qué es la Fuerza Aérea para usted?
-Yo creo que todos los que trabajamos en la Fuerza le dedicamos nuestra vida. Es muy importante para nosotros, es una parte de nuestro ser. Es difícil entenderlo si uno no está adentro. Yo siento amor por la Fuerza Aérea argentina y por todo lo que se relaciona con ella. De eso se trata la vocación. Uno lo siente dentro y por eso le dedica tanto esfuerzo y amor a lo que hace.
Yo siento amor por la Fuerza Aérea argentina y por todo lo que se relaciona con ella. De eso se trata la vocación.
-¿Cómo siente Malvinas habiendo nacido en 1993?
-Los pilotos de Malvinas son nuestro ejemplo a seguir. Yo pienso en que la gente que participó cumplió con el juramento que hacemos todos: defender a la patria hasta perder la vida. Ellos pusieron el cuerpo y el alma en lo que hicieron. Y esas fueron muestras de heroísmo. Creo que todo oficial que entrega su corazón a la patria aspira a ser como ellos. Nos estamos preparando todo el tiempo y, si llegamos a tener un conflicto o catástrofe, debemos estar listos para dar lo mejor de nosotros y defender a la patria o ayudar en una catástrofe.
-En el ámbito castrense, ¿siente que tiene algún tipo de desventaja por ser mujer?
-Las oportunidades están para todos: mujeres y hombres. Considero que hay que abrir el espacio para que otras mujeres puedan llegar. No se trata de una cuestión de género, sino de capacidad. Lo importante es que demos, a nivel profesional, lo mejor de nosotras.
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