Bartolomé: “Argentina necesita unas FF. AA. equipadas y adiestradas”

El director de la Maestría en Relaciones Internacionales de la Universidad del Salvador, Mariano Bartolomé, brindó su visión respecto de la agenda de la Defensa y la seguridad en Argentina y en la región. Por Francisco Reyes.

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DEF conversó con el doctor en Relaciones Internacionales por la Universidad del Salvador y máster en Sociología por la Academia de Ciencias de la República Checa, Mariano Bartolomé, en el marco del proyecto editorial de Taeda que recopilará distintas visiones de especialistas en materia de Defensa sobre que desafíos presenta la actualidad para las Fuerzas Armadas argentinas.

Necesitamos un nuevo tipo de
Necesitamos un nuevo tipo de soldados , diestro en el manejo de la tecnología , capaz de interpelar con otros países, y de interactuar con personas de otros países. Foto: Fernando Calzada.

-¿Qué tipo de instrumento militar necesita hoy la Argentina?
-Creo que es una de las principales preguntas que nos debemos hacer. Argentina necesita un instrumento militar tal vez más pequeño que el que tuvo en otras épocas, numéricamente hablando, pero con un alto grado de profesionalismo, que esté adecuadamente equipado y adiestrado, que tenga altos niveles de interoperabilidad, para poder participar de operaciones de paz con otras naciones. Tenemos que dotar a ese instrumento militar de sistemas de armas modernos, con cierto grado de homogeneidad, ya que de lo contrario se resienten los sistemas logísticos, y tenemos que plantear nuevos despliegues de nuestro instrumento militar en tiempos de paz. En lo personal, creo que Argentina adolece de bases navales de importancia entre Puerto Belgrano y Ushuaia. En toda la Patagonia no hay bases navales de verdadera importancia. Allí tenemos que redesplegar la Armada. Ya que nos definimos como una nación bicontinental, considero que tendría que haber instalaciones de carácter permanente y de cierta importancia en la isla de los Estados, que no deja de ser el punto de nuestra geografía más cercano a Malvinas; y que todo el dispositivo antártico -incluyendo el rompehielos Irízar y el buque polar que, más temprano que tarde, vamos a tener que adquirir- deberían estar apostados en Ushuaia.

“Las Fuerzas Armadas necesitan un
“Las Fuerzas Armadas necesitan un instrumento más chico, pero con un alto grado de profesionalismo, adecuadamente adiestrado y equipado”. Foto: Fernando Calzada.

-¿Cómo se reconfigura el escenario internacional en el marco de la Defensa y la seguridad?
-Se habla de un entorno "VUCA", que son las siglas en inglés de "volátil, incierto, complejo y ambiguo", adjetivos que definen el sistema internacional actual en materia de seguridad. En definitiva, lo que tenemos que tener es un instrumento militar que sea capaz de adaptarse a ese entorno. Como colofón, lo que necesitamos es un nuevo tipo de soldado, que sea absolutamente diestro en el manejo de la tecnología, capaz de interoperar con otros países y de interactuar con agencias del mundo civil. Eso ya sucede, muchas veces, en las operaciones de paz, siempre encuadrado en el respeto a la democracia y a los derechos humanos. También necesitamos un nuevo tipo de burocracia civil, en el buen sentido del concepto: me refiero a una dirigencia civil que pueda ejercer la conducción política de la Defensa, que esté capacitada y familiarizada con esta área. Todo esto sería inviable, si no contáramos con un plexo normativo adecuado a la naturaleza de las amenazas que este entorno volátil, incierto, complejo y ambiguo nos está presentando.

Argentina necesita sentar presencia en
Argentina necesita sentar presencia en sus aguas territoriales. Foto: Fernando Calzada.

-¿Cómo podría plantearse la reconversión del instrumento militar argentino, dado el actual estado de obsolescencia tecnológica de su equipamiento?
-Tal vez debamos contemplar, dada la magnitud de esta obsolescencia, la posibilidad de dar un salto tecnológico y quemar etapas para tratar de actualizarnos tan pronto como sea posible. Es indispensable el diseño de un plan sostenible en el tiempo y que trascienda esta administración. Esto puede ser sostenible en la medida que genere derrames tecnológicos y productivos al mercado local y que utilice capacidades duales de la industria local. El caso de la Fábrica Argentina de Aviones (FadeA) es paradigmático en este sentido, ya que como una empresa se está reconvirtiendo de manera acelerada y hoy tiene posibilidades muy importantes de negocio con al menos tres países -México, Paraguay y Guatemala- y ha diversificado su línea de producción hacia el mundo civil, incluyendo la incursión en el ámbito de la energía eólica. Hay sectores en los cuales nosotros tenemos cierto desarrollo y destreza tecnológica, que tendríamos que potenciar y optimizar su empleo; me refiero por ejemplo al sector aeroespacial, al campo de la tecnología satelital, al cibernético y al nuclear. Mi opinión es que la Argentina, por sus intereses en el mar, debería contar con un submarino de propulsión nuclear. Aclaro que no estamos hablando de un submarino portador de armas nucleares, sino de propulsión nuclear, lo cual no contraviene los tratados internacionales que hemos rubricado. Es lo que viene desarrollando Brasil. Nuestro país dispone de esa tecnología, aún antes que la nación hermana. Lo mismo ocurre con la tecnología de drones, en la cual Argentina tiene un cierto grado de desarrollo adecuado y que se podría perfectamente impulsar, beneficiando al sector de la Defensa.

Necesitamos una dirigencia civil que esté capacitada para la conducción política de la Defensa.

– ¿De qué modo puede un país que se ha desarmado volver a contar con las Fuerzas Armadas que necesita? ¿Cómo puede financiarlo?
– Es una decisión política. Desde el retorno de la democracia, si la medimos en participación del PBI, la importancia de la Defensa cayó de manera constante, pasando de casi el 2,5 % del PBI en el gobierno de Alfonsín al 0,8% del PBI actualmente, cuando además tres cuartas partes del dinero van a cuestiones salariales y no a la "función Defensa". En un principio, con el retorno de la democracia, esta situación era, de alguna manera, aceptable, porque los equipos no eran tan viejos, las compras habían sucedido hace menos tiempo y el foco estaba en la cuestión cívico-militar y la consolidación de la subordinación del sector castrense al gobierno electo. Una vez resuelta la cuestión de la subordinación de las Fuerzas Armadas al poder político, vino una etapa en la cual no hubo inversión. En lo personal, creo que fue una etapa particularmente nefasta, sobre todo los doce años del kirchnerismo, donde a pesar de haberse completado dos ciclos de planeamiento completos, en materia de Defensa hubo una desinversión enorme. Algunos proyectos ampliamente publicitados en su momento, como la familia de blindados Patagón, o la construcción de patrulleras bioceánicas en el marco de un proyecto binacional con Chile o incluso la producción del avión Pampa III, nunca trascendieron los anuncios políticos. Hubo dos hechos particularmente notorios. Uno de ellos fue el hundimiento del destructor Santísima Trinidad, amarrado en Puerto Belgrano, un buque que literalmente "se desfondó" debido a la acumulación de óxido, producto de la falta de fondos para su manutención. El otro fue la desactivación –sin prever reemplazo alguno– del sistema de armas Mirage, a fines de 2015, ya que desde ese momento la Argentina no cuenta con aviones de caza y ataque supersónicos.

FAdeA se esta reconvirtiendo de
FAdeA se esta reconvirtiendo de manera acelerada y ha diversificado su línea de producción. Foto: Fernando Calzada.

-¿Cómo describiría el estado actual de la Defensa?
-No hubo grandes cambios con el nuevo gobierno. Ha habido algunas compras aisladas, como los aviones Texan, aunque en un número muy inferior al planeado originalmente y en una configuración que impide portar armamento; las patrulleras para la Armada; y la refacción de los aviones Hércules. Sin embargo, no más que eso. Ni siquiera la tragedia del San Juan ha alterado esa situación. Es muy simple: cuando uno revisa el documento que emitió el gobierno sobre las cien prioridades nacionales, lo que descubre es que la Defensa está entre los últimos cinco. Y tras el caso del San Juan, tanto en la apertura de sesiones legislativas como en la cena de camaradería de las Fuerzas Armadas, la cuestión de la Defensa estuvo prácticamente ausente. Definitivamente, la Defensa no es una preocupación del gobierno, no se percibe en la Casa Rosada que sea una política pública que pueda repercutir en votos y no impacta en el humor social, como sí lo hace la seguridad. Si bien hoy las cuestiones vinculadas a la Defensa dejan de tener la carga ideológica que tuvieron hasta hace muy poco, cuando ser militar de carrera estaba estigmatizado y había pases a retiro "por portación de apellido", tampoco existe una política concreta enfocada en este sector.

– En conclusión, ¿cómo podemos cambiar el paradigma con respecto a la Defensa?
-Es necesario el diseño de una política que sea sostenible en el tiempo, a un plazo de no menos quince o veinte años.Es una decisión política que probablemente requiera de un consenso entre diferentes fuerzas para que se transforme en una política de Estado. Las compras de armamento, que Argentina finalmente recibió en los años 80, fueron decididas en el gobierno de Perón, porque la Defensa se planifica así, a mediano plazo. Esa tiene que ser una política de estado dotada de consenso para que sea sostenible en el tiempo. Lo que debemos responder es una serie de cuestiones. ¿Qué Defensa quiero tener y qué quiero hacer con ella? A colación de eso, ¿cuánto estoy dispuesto a invertir y durante cuánto tiempo? Aunque parezca mentira, todavía no hay respuesta a esas preguntas. Es más, hasta donde yo sé, tampoco se plantearon desde la Casa Rosada.

El diseño de una política de Defensa requiere de un consenso entre diferentes fuerzas para que se transforme en una política de Estado.

-Más allá de los desafíos futuros, las amenazas ya configuradas en la región tienen que ver con la criminalidad organizada, especialmente el narcotráfico. ¿Cree ese seguirá siendo el principal problema de la agenda regional?
-Hoy por hoy es el principal problema a nivel continental y lo es también a nivel subregional, sudamericano; y no hay nada que indique que vaya a dejar de serlo. Frente a este punto, creo que es necesario incrementar la cooperación interestatal. Urge que la Argentina diseñe un plan integral de lucha contra la criminalidad, con cuatro componentes: en primer lugar, tiene que trascender al cronograma electoral para convertirse en una verdadera política de Estado; en segundo término, tiene que incorporar a todas las agencias del gobierno, no solo a las vinculadas directamente a la cuestión de la seguridad; tercero, no debe limitarse solamente a plano federal, sino incorporar los niveles provinciales y locales, con los cuales debe coordinar esfuerzos y racionalizar efectivos, en un contexto de recursos escasos; y, por último, tiene que contemplar la colaboración con el sector privado.

Todo el dispositivo antártico, incluyendo
Todo el dispositivo antártico, incluyendo el rompehielos Almirante Irízar, deberían estar apostados en Ushuaia. Foto: Fernando Calzada.

-¿Las FF. AA. deberían estar involucradas en la lucha contra el narcotráfico?
-La razón de ser primaria de las FF. AA. no pasa por la lucha contra el narcotráfico. Somos el octavo país en extensión del mundo; contamos con una superficie marítima que triplica nuestra superficie continental; tenemos parte de nuestro territorio ocupado y militarizado por una potencia usurpadora –Malvinas–, tenemos recursos naturales estratégicos renovables y no renovables por doquier; poseemos el segundo yacimiento de shale gas más importante del mundo –Vaca Muerta– y contamos con grandes reservas de litio, solo por dar un ejemplo. Somos menos de 50 millones de habitantes de habitantes, en un mundo que se encamina a los 10.000 millones. Esas son las razones que le dan sentido a nuestras FF. AA. y no la lucha contra el narcotráfico. Sin embargo, sí pueden cooperar e incrementar su rol de apoyo a las fuerzas de seguridad, como pasa en otras partes del mundo. Esto podría aplicarse a tareas puntuales y específicas, como el control de fronteras y la custodia de objetivos estratégicos, de manera de permitirá que las fuerzas de seguridad federales puedan dedicarse a otras tareas.

En materia de desinversión, un
En materia de desinversión, un caso notorio fue la desactivación del sistema de armas Mirage. Foto: Fernando Calzada

-¿Cómo afecta a la región la desestabilización de Venezuela?
-Venezuela es, hoy por hoy, el principal problema regional. Desde mí punto de vista, hay un gobierno carente de legitimidad, profundamente autoritario, que viola de manera periódica los derechos humanos y está permeado por la criminalidad organizada. En ese sentido, considero que la postura de la Argentina y los países del Grupo de Lima es correcta. La invocación de la Doctrina Drago de "no intevención" es anacrónica; y ya no releja la institucionalidad regional. Todos los organismos subregionales y hemisféricos -léase, la OEA, la Unasur y el Mercosur- tienen cláusulas democráticas, y Venezuela ha violado sistemáticamente todas esas cláusulas. La Argentina tiene que tratar de presionar, y trabajar en pos de que se resuelva el caso venezolano, tiene que abogar por la búsqueda de una salida pacífica, a través de una transición negociada por las partes involucradas, con supervisión externa.

Debemos desarrollar a Ushuaia como nuestro polo antártico, como ha hecho Chile con Punta Arenas.

-¿Qué papel jugarían los escenarios de Malvinas y Antártida en una puja geopolítica futura? ¿Cuáles serían los pasos a seguir para defender en los intereses de la Argentina en estos espacios?
-Son dos casos distintos, pero están internamente vinculados. Los especialistas coinciden en que no se puede hablar de Malvinas de manera descontextualizada del Atlántico Sur, en el cual el archipiélago está inserto; ni de la Antártida, por su proximidad y por las vinculaciones geopolíticas con ese continente. La Argentina tiene sobrados antecedentes históricos como para sostener su reclamo de soberanía sobre el territorio antártico. Lo que creo que debería hacer nuestro país es traducir ese reclamo en una política antártica más intensa. Nunca hemos terminado de desarrollar a Ushuaia como el polo antártico, mientras que Chile ha avanzado a pasos agigantados con Punta Arenas. Con respecto al Atlántico Sur, lo que nosotros necesitamos es tener una presencia más permanente en lo que es su sector meridional, donde prácticamente no hay presencia naval y la presencia de Prefectura es escasa. Allí, además, nuestros recursos ictícolas son cotidianamente depredados por más de trescientas embarcaciones, la mitad de ellas chinas. Mientras no ejerzamos una presencia efectiva y real en todo nuestro territorio nacional, incluyendo los espacios marítimos, la recuperación de Malvinas va a seguir siendo una quiera. Esto no significa que esa presencia garantice la recuperación de Malvinas, pero sí tornaría la ecuación un poco menos compleja.

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