Después de la trágica desaparición del submarino ARA San Juan, en Argentina cobró mayor visibilidad un debate que se mantenía solo entre especialistas: ¿cómo preparar a las Fuerzas Armadas para los desafíos actuales? ¿Qué misión deberían tener? ¿Es necesario contar con ellas en pleno siglo XXI?
Andrei Serbin Pont es analista internacional y director de la Coordinadora Regional de Investigaciones Económicas y Sociales (CRIES). Junto a él, dejamos de lado la coyuntura de Argentina y repasamos qué es lo que hacen otros países en el campo de la Defensa y cómo logran fuerzas profesionales y compactas sin perder capacidad de respuesta a gran escala.
-¿Cómo se entiende el concepto de defensa en otros países?
-A diferencia de lo que pasa en Argentina, donde está muy clara la diferenciación entre defensa nacional y seguridad interior, en otros países no tan lejanos, como Brasil, Paraguay, Perú, Colombia, Venezuela y México, no lo está tanto. Las funciones de las Fuerzas Armadas dejan de restringirse específicamente a lo que se considera dentro del marco de la defensa nacional y la defensa sobre todo ante actores estatales, en el marco de conflictos armados convencionales. Esos países no tuvieron las mismas experiencias que tuvimos nosotros: no tuvieron un proceso de reforma de seguridad como el de Argentina después del fin de la dictadura y un proceso de redemocratización.
-¿Qué sucede en Europa respecto de este tema?
-Creo que es el caso que más se nos acerca, ya que lo que vemos allí es que las Fuerzas Armadas no cumplen funciones de seguridad interior, salvo casos muy específicos como cuando vemos los soldados belgas patrullando en las calles de Bruselas. Pero en este caso, por ejemplo, si el soldado ve que está ocurriendo un robo, no puede interferir. Tampoco lleva adelante investigaciones sobre venta de narcóticos. O sea, no cumple una función policial, ya que él está para dar un apoyo a las fuerzas de seguridad ante el terrorismo, que sí es una amenaza externa, pero no convencional. Como en Bruselas no hay suficientes policías, en el caso de que cuatro personas armadas con kaláshnikov empiecen a dispararle a todo el mundo, esas Fuerzas Armadas están ahí para cumplir esa función de apoyo subsidiario. Pero no es una función de seguridad interior en sí, sino que ante determinadas circunstancias y ante una amenaza externa, tienen que hacer ese despliegue. Obviamente no es un contexto ideal, porque para mucha gente realmente es muy shockeante la imagen de soldados patrullando en las calles, como lo hemos visto en París, en Bruselas, y en muchas partes.
-En Estados Unidos la actuación de las Fuerzas Armadas en materia de seguridad interior también es muy limitada.
-Sí, ha habido casos que han marcado la imagen que tienen los americanos sobre lo que es el involucramiento, sobre todo de las fuerzas federales en general, en temas de seguridad interior. Pero pensemos, por ejemplo, durante la época de la segregación, o durante la guerra de Vietnam, las protestas estudiantiles eran reprimidas por la Guardia Nacional. Hay una imagen negativa muy fuerte, tanto de los sectores liberales como de los conservadores norteamericanos, sobre las Fuerzas Armadas que cumplen ese tipo de funciones. Pero, por otro lado, tienen la tendencia hacia la militarización de las fuerzas de seguridad.
-¿Cómo es esto?
-Con el Programa 1033 puesto en marcha en 1990, las fuerzas de policía pueden comprar equipamiento excedente de las Fuerzas Armadas. De esta manera, de un día para el otro, aparece en la calle un vehículo de protección contra minas de ocho millones de dólares diseñado para operar en Afganistán, pero comprado por 200.000 dólares, del que se bajan diez policías con chalecos porta placas balísticas, fusiles M4 E-O Tech, o sea, todo equipamiento de punta.
-¿Es peligrosa esa militarización en los EE. UU.?
-Es una discusión sobre la que no tengo una posición fijada. Creo que si se le da todo ese equipamiento militar al personal policial, en algún momento lo van a querer usar. Entonces, hay una hipótesis que dice que mientras más se los equipa en esas condiciones, más probabilidades hay de que escale la violencia en ciertas situaciones. Pero también eso es relativo, ya que es una realidad que en EE. UU. no es algo fuera de lo común que, por ejemplo, en un allanamiento del otro lado haya alguien que tiene una kaláshnikov, porque se consiguen fácilmente. La realidad es que la amenaza con la que se enfrenta el policía norteamericano es mayor que en otros lados.
-Volviendo al plano de la Defensa, ¿existen todavía posibilidades de conflictos entre estados en nuestra Región?
-La idea de que América Latina es una región sin conflictos interestatales fue una idea muy pregonada durante mucho tiempo, sobre todo en la época de la consolidación de Unasur y del Consejo de Defensa Sudamericano. En todo caso la violencia y la conflictividad se dan a nivel seguridad, pero no es entre los estados. Esto es estadísticamente comprobable hasta cierto punto: no hemos tenido grandes conflictos armados entre estados. Hay que ver cuánto de ello es atribuible a la falta de capacidad de los estados para llevar un conflicto, porque un conflicto armado bélico convencional es muy caro. América Latina es una de las regiones que gasta menor porcentaje de su PBI en Fuerzas Armadas. Pensar en emplearlas no es una opción factible. Pero a futuro esto puede cambiar.
-Hoy se registran tensiones en la frontera de Colombia y Venezuela.
-Sí, de hecho, las Fuerzas Armadas colombianas van a estar cada vez menos involucrados en seguridad interior. En sus planes a futuro están diciendo que se preparan para las amenazas externas, que son del orden convencional: sus disputas con Venezuela y las disputas marítimas con Nicaragua. Estamos hablando de las Fuerzas Armadas colombianas, las más grandes de la región y una de las más profesionales. Ellos no están dando por descartado en absoluto la posibilidad de que se renueven conflictos interestatales. Ahora vamos a ver qué pasa en Chile, por ejemplo, después de que en la Corte Internacional de La Haya se resuelva el asunto de la disputa marítima territorial con Perú. ¿Seguirán necesitando un Ejército con cinco brigadas acorazadas –tres de las cuales están en el norte del país para un posible conflicto con Perú–, o realmente respetarán la decisión de la corte y se finalizará esa hipótesis de conflicto? Creo que hay mucha incertidumbre y por eso insisto mucho en que no podemos pensar las Fuerzas Armadas en el contexto actual del mundo.
-O sea, hay lugar para conflicto interestatal.
-Hoy, la Argentina no va a ir a la guerra ni con Chile, ni con Perú, ni con Bolivia, ni con Brasil, ni con Uruguay, ni con los ingleses. No está dentro del rango de posibilidades que podemos llegar a considerar. Pero ¿quién nos asegura cuál es el mundo y la región en la que viviremos de acá a diez años? Si Bolsonaro, por decir una idea loca, se va de las Naciones Unidas; sale del Mercosur, porque dice que el Mercosur es una estafa para la industria brasilera; militariza las fronteras para luchar contra el narcotráfico y el tráfico de armas, y las tensiones empiezan a escalar en las fronteras con Paraguay y Argentina. No estoy diciendo que Bolsonaro tenga esta idea en mente, pero si nosotros hoy no preparamos un instrumento militar capacitado para responder un amplio panorama de amenazas, vamos a llegar a ese momento dentro de diez años en el que diremos "los A4 que dimos de baja hace cinco años nos vendrían bien ahora". Y eso no significa que entraríamos en un conflicto armado con Brasil, pero en ese contexto de escalada diplomática, también querés tener el instrumento militar necesario para poder responder ante una situación de esas características.
EL MODELO RESERVISTA
-Hace unos meses, Suecia movilizó después de 30 años a sus cuadros de reservistas en un operativo a nivel nacional. ¿Cómo hay que leer aquella operación?
-Como un signo de cambio de época. Cuando uno de estos países nórdicos –de los que muchas veces destacamos su sensatez y su capacidad de previsión a futuro– toma ese tipo de medidas, no hay que dejarlo pasar, porque es indicativo de algo.
-¿Cuál es el rol de los reservistas en la actualidad?
-Si queremos apuntar a Fuerzas Armadas compactas, flexibles y profesionales, como se viene hablando hace tiempo, tener un buen sistema de reservistas es importante. Por ejemplo, en situaciones de emergencia en las que se lleva a cabo un despliegue. Si yo tengo una guarnición con 400 hombres y la tengo que movilizar, tengo que tener al menos 100 hombres para convocar y que se queden en esa guarnición, para que los otros 300 o 400 se puedan movilizar efectivamente. Hoy en Argentina los cuadros de reservistas están desdibujados. No hay registros de cuántos hay.
Si queremos apuntar a Fuerzas Armadas compactas, flexibles y profesionales, como se viene hablando hace tiempo, es importante tener un buen sistema de reservistas
-¿Qué modelos y cómo se organizan en el mundo los sistemas de reservistas?
-No sé si apuntaría a un modelo en particular en el exterior. Podemos ver el sistema de reservistas estadounidense, pero hay que tener en cuenta que se basa en el hecho de que gran parte de su población es veterana de guerra y tiene experiencia real, además de contar con una cantidad recursos para adiestramiento realmente grande. Hay otros países que se basan básicamente en la conscripción y el posterior mantenimiento de reservas, como es el caso de Israel. Yo creo que en Argentina, considerando que no vamos a volver a tener servicio militar obligatorio, que las últimas camadas que cumplieron con la conscripción son bastantes lejanas, y que los soldados voluntarios que van saliendo de las fuerzas son un número pequeño, tenemos que pensar en un sistema de reservas voluntario.
-¿Cómo se hace?
-Hay algunas herramientas que se podrían utilizar y creo que habría una voluntad, sobre todo en el interior del país, por parte de gente joven de integrar este tipo de unidades. La cuestión del costo es de destacar, porque es algo que siempre termina siendo clave en la Argentina cuando hablamos de las Fuerzas Armadas. El reservista cuesta una fracción de lo que cuesta un soldado voluntario, solo por citar el menor costo dentro de las Fuerzas Armadas. Entonces, si debemos reducir 10.000 hombres a las Fuerzas Armadas por una cuestión de jubilación y salario, pensemos en incrementar en 60.000 las reservas. Obviamente que de un año para el otro no llegamos, pero necesitamos una decisión política que instruya al Ministerio de Defensa para que inicie un programa que permita convocar a cinco mil reservistas por año. En un país que tiene 900.000 usuarios legales de armas me imagino que se encuentra esa cantidad de gente dispuesta en un año. Lo que yo quiero destacar es que todo el mundo o buena parte del mundo dice que hay que repensar la Defensa, aun si eso implica traer viejos modelos o pensarlo en términos nuevos, porque realmente no sabemos como va a ser el mundo dentro de diez años.
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*La versión original de esta nota fue publicada en la revista DEF N. 123