Toda la región se ve convulsionada por el incremento de la delincuencia, el narcotráfico y los asesinatos, en un clima poco propicio, provocado por las grandes crisis económicas, el descalabro social de Venezuela, los grandes desplazamientos migratorios y los descubrimientos de casos de corrupción estructural que desafían el sentido común.
En este contexto de inquietud, en la Argentina, en medio de una fuerte discusión, se desplazaron los primeros 500 hombres del Ejército a custodiar la frontera norte ante el flagelo del narcotráfico y el contrabando; nuestro vecino Brasil, con bastante menos remilgos y sin preguntarle a casi nadie por "el sexo de los ángeles", continúa una batalla frontal contra la delincuencia y libra desde el Estado una lucha por recuperar el control de las favelas.
Con el equipo de la revista DEF, hemos visto de cerca la implementación de la intervención federal de la seguridad en Río de Janeiro y ello significa –para dejarlo más que claro– que el gobernador no ejerce ninguna de sus funciones en esa materia, las que desde febrero pasado han quedado en manos del general del Ejército Walter Braga Netto, comandante militar de la Región Este, quien ha asumido todas las competencias de seguridad en ese estado, en representación del gobierno nacional.
Esta condición absolutamente excepcional es una medida prevista en la Carta Magna Brasileña de 1988, aplicada ahora por primera vez, que permite intervenir ante una "grave compromiso del orden público". La intervención federal, firmada y puesta en ejecución el 16 de febrero pasado por el presidente Michel Temer, es una de las decisiones más polémicas de su mandato y ha atravesado, hasta la fecha, muchas vicisitudes, malos tragos e incluso pérdidas irreparables. Entre estas últimas, basta señalar el asesinato de la activista social y concejal carioca Marielle Franco, aún irresuelto, y también la muerte, hace pocas semanas, de varios efectivos del Ejército en operativos realizados en las favelas más peligrosas de la ciudad, como son el Complexo da Maré y el Complexo do Alemāo, en la zona norte de Río.
A pesar de los serios inconvenientes que a diario se viven por la incertidumbre de la violencia y el descontrol de las más de 900 favelas que existen en Río de Janeiro y que albergan entre 1,5 y 2 millones de personas, la aceptación de la intervención militar por parte de la población civil ha quedado reflejada en los altos índices de popularidad.
Quizás a los argentinos nos resulte difícil de entender esa aceptación de la intervención que hoy, a pesar del desgaste de los largos siete meses de trabajo, ronda el 63 % de imagen positiva. Eso se condice con la brutal decepción que el sistema político y empresarial ha registrado en los últimos años en todo el país. En Brasil, la Iglesia y las FF. AA. tienen los más altos índices de credibilidad social.
Es imposible no incorporar a este análisis de la situación de Brasil y de Río, en particular, el siguiente dato político-judicial: hay tres exgobernadores y tres expresidentes de la asamblea legislativa de ese Estado presos por corrupción.
En Brasil, la Iglesia y las FF. AA. tienen los más altos índices de credibilidad social
Sin perder nuestra condición de observadores extranjeros, en DEF creemos que nuestra experiencia en la zona nos ha permitido conocer a fondo esta problemática, ya que a lo largo de los años hemos recorrido las favelas cariocas, en el marco de distintas coberturas periodísticas en las que analizamos el fenómeno de la violencia y la delincuencia, desde las épocas de Mariano Beltrame (mítico exsecretario de Seguridad), cuando visitamos Río por primera vez en 2007, hasta las experiencias de la Policía Pacificadora (UPP) en 2014.
En el caso de las UPP, lo que se intentó romper fue el concepto de "ciudad partida", incorporando unidades policiales dentro de las favelas y generando una relación de proximidad con los vecinos. Luego de una breve tregua, que incluyó el mundial de fútbol de 2014 y los juegos olímpicos de 2016 –época en que se ofrecía a los turistas la "Favela experience" como parte de las atracciones de la ciudad–, volvió la violencia estructural y el feroz aumento del accionar del narcotráfico y el delito, a lo que se sumó el incremento notable de la superficie ocupada por las favelas (más de 330.000 m2) debido a la crisis económica y la contracción del mercado inmobiliario.
El conflicto de las favelas en la mirada de DEF
Nuestra visita, en el mes de marzo pasado, en pleno despliegue de la Fuerza Militar en puntos críticos de las favelas y la oportunidad de dialogar con referentes sociales, políticos y militares, nos permitieron comprobar, una vez más, las dificultades que la geografía les presenta como desafío a nuestros hermanos del Mercosur y naturales socios estratégicos de la Argentina, y las razones que vuelven particularmente complejo romper con el estigma de peligro que arrastra la Cidade Maravilhosa, que atrae a millones de personas de todo el mundo con su carnaval, sus playas y sus bellezas naturales:
- Como ya dijimos,
- la geografía conforma per se una condición única que dificulta de manera excepcional el combate del delito y del narcotráfico
- . Hay vastos territorios que están fuera del control de las fuerzas legales y a los que es difícil ingresar por su ubicación en los morros, sus escasos accesos y la facilidad que tienen los delincuentes para huir ante la mínima advertencia o indicio de presencia de las autoridades en la zona. Solo como ejemplo de esto, en la favela Rosinha (famosa, junto con Vidigal, por lindar con los barrios más fastuosos y exclusivos de Ipanema) hay un sistema artesanal de alerta, que consiste en el inmediato retiro de los barriletes por parte de los niños que juegan en los reducidísimos espacios comunes, cada vez que de boca en boca se les avisa que la Policía ha ingresado a la favela.
- La mayor parte de las favelas son inaccesibles o de muy difícil acceso. En muchas oportunidades, hemos estado acompañando a las fuerzas legales o a organizaciones barriales; y lo que detectamos como un patrón común es que se requiere armamento militar, blindaje, inteligencia previa y lograr crear una situación de sorpresa, en un territorio hostil, enmarañado, con accesos imposibles, que enfrentan un enemigo con armamento militar, enmascarado entre cientos de
- miles de personas inocentes que trabajan, estudian y viven dentro de las favelas, pero que, a la vez, son rehenes de la delincuencia, dentro de esta “ciudad partida” ya que dependen de los criminales en cuestiones tan simples como obtener una garrafa de gas o disponer de televisión o electricidad.
- Otro aspecto común, en este complejo panorama, es
- la batalla entre narcos que se desarrolla dentro de las propias favelas.
- Algo bastante parecido a lo que ocurre entre las maras en Centro América (Mara Salvatrucha y Mara XXVII). Aquí, los protagonistas son el Comando Vermelho (CV), el Terceiro Comando (TC) y la organización Amigos dos amigos (ADA). Muchas de estas organizaciones criminales son manejadas desde dentro de las cárceles por los narcos y libran una sórdida batalla entre ellos, lo que crea complejas condiciones que dificultan los intentos de pacificar estas zonas. Solo como ejemplo, en la zona norte están los Complexos de Maré y do Alemāo, que se encuentran próximos al aeropuerto internacional del Galeāo, donde una avenida interna –que los delincuentes han bautizado como “Franja de Gaza”– sirve de límite entre fracciones y en ella, noche a noche, los narcotraficantes dirimen sus diferencias con ametralladoras.
Por cierto, la intervención de la seguridad en Río de Janeiro, tal y como fue concebida por el Presidente Michel Temer, tiene fecha de caducidad: el 31 de diciembre de 2018. Sin embargo, en medio de la actual incertidumbre política que vive el país, es difícil predecir cómo se resolverá este tema luego de la fecha acordada y si se extenderá esta lucha sin cuartel en las mismas condiciones de hoy.
El reconocido general Sergio Etchegoyen, ministro del Gabinete de Seguridad Institucional, asegura desde Brasilia que la intervención federal como fue concebida es exclusivamente un "instrumento de emergencia" y asegura también que "el crimen organizado se ha internacionalizado de tal forma, que solo puede enfrentarse con la cooperación de los países vecinos definiendo protocolos y metas para cohibirlo".
Esta idea, tan sencilla y repetida durante décadas, debe volverse acto; y convertirse en acto eficiente si queremos detener esta hidra de mil cabezas. Este debería ser un tema central en todas nuestras sociedades, pues nos involucra absolutamente a todos.
Quizás quien haya llegado hasta aquí en la lectura y desee comprender este fenómeno con mayor profundidad pueda ver la película Cidade de Deus, realizada en 2002 (historia real escrita por Paula Linz), que cuenta la vida de Buscapé y transcurre en la favela en cuestión, donde el deterioro de los niveles de vida, de generación en generación, arruina el porvenir de jóvenes rodeados de muerte, trata de personas, consumo de cocaína y violencia. Nada muy diferente de lo que ocurre hoy en la periferia de Rosario, nada muy diferente al sicariato y violencia a la que todos nos acostumbramos cada día un poco más.
El delito transnacional, tal como lo asegura el general Etchegoyen desde Brasilia, no se resuelve por la voluntad de uno solo. De lo que hablamos, finalmente, es de ser soberanos en nuestro propio territorio. Y, para eso, se necesita derrotar a los grupos del crimen organizado que lucran con la violencia y la muerte de nuestros jóvenes.
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