El BOPE (Batallón de Operaciones Policiales Especiales) es la unidad de élite de la Policía Militar de Río de Janeiro, que entra en acción cuando las unidades orgánicas no pueden llevar a cabo ciertos operativos. "Somos el último recurso, la última línea de acción", dice el mayor Marcelo Corbage, subcomandante de la Fuerza.
En la última década, el BOPE tuvo un rol primordial durante el período de aplicación de la política de las UPP (Unidades de Policía Pacificadora) con la que el estado de Río de Janeiro buscó tener presencia en los barrios más peligrosos al instalar comisarías y otros servicios públicos.
La unidad de élite, caracterizada por la imagen de una calavera atravesada por un puñal, era la punta de lanza para tomar control territorial de una favela previamente a la llegada del resto de los efectivos que arribaron en el marco del proceso de intervención federal de la seguridad pública en el estado de Río de Janeiro decidida por el presidente Michel Temer en febrero último.
"Con los problemas económicos en los que se encontraba Brasil, la conmoción social y la cuestión política, el proyecto fue cayendo", reconoce Corbage. "Las fuerzas de seguridad, en especial la Policía Militar, atraviesan problemas logísticos gravísimos, que llegan a paralizarnos", explica.
A pesar del mal momento, el mayor Corbage se muestra entusiasmado con la intervención federal. "Fue fundamental para que pudiéramos recuperarnos", asegura.
Al momento de la visita del equipo de DEF, el BOPE estaba operando en el Complejo de Covanca, un área cercada de monte y morros. "Tenemos que infiltrarnos con técnicas de patrulla rural, con máxima seguridad y con el mínimo esfuerzo, para apresar a los traficantes y las armas, con el mejor resultado para garantizar la vida", describe el subcomandante de la fuerza de élite.
-¿Cuáles son las favelas más peligrosas?
-Son 13 comunidades, todas son iguales. Algunas tienen más complejidades que otras, pero para nosotros, todas las comunidades son iguales. En todas, hay traficantes muy peligrosos.
-¿Quién hace las tareas de inteligencia, la investigación previa?
-La inteligencia tiene diferentes órganos. Hay inteligencia de la Policía Militar, otra del gobierno federal y, ahora, a partir de la intervención, todo está coordinado por el Ejército. Los datos vienen por distintos lugares. Nosotros operamos en situaciones de extremo riesgo y tenemos que estar preparados para todo. Es indiscutible que la situación de la inseguridad en Río llegó al límite. Se tienen que tomar medidas urgentes.
-¿Cómo es la interacción con el Ejército?
-Al ser una unidad de élite, siempre estuvimos muy próximos al Ejército; la interfaz siempre existió. El general Braga Netto pidió que habláramos con nuestra tropa para que continuáramos con nuestro trabajo de la misma manera y nos dijo que se iba a tomar el tiempo para resolver todas nuestras demandas. Así que estamos con las energías renovadas, aguardando estos buenos vientos.
-Desde que usted está en el BOPE, ¿cómo cambió su accionar el narco?
-Lo que pasa en Brasil, especialmente en Río de Janeiro, es por la falta de políticas públicas en el área social. Un gran número de jóvenes está entrando en el tráfico de drogas; se necesitan políticas públicas para mejorar las comunidades desde el punto de vista urbanístico, o en lo que se refiere al acceso a la salud, la educación pública y el transporte. Este desorden favorece el tráfico de drogas y el tráfico de armas que viene de países vecinos, como los fusiles AK-47, que vienen de Colombia, Venezuela, Paraguay, Bolivia, etc. Nunca llegó tanto armamento a Brasil.
-¿Qué tan arraigadas están las bandas criminales en las favelas?
-Hoy el negocio no es solo el tráfico de drogas y estupefacientes. El narco comercializa el gas, la internet; también roba cargas y es responsable del transporte en general. Según el último estudio publicado al respecto, en la Rocinha, las bandas criminales facturan semanalmente en tráfico de droga 2 millones de reales, o sea, 8 millones por mes. Es mucho dinero. Eso incentiva la criminalidad, porque no tenemos una política pública eficiente, no tenemos política de reorganización de los espacios y no conseguimos impedir la llegada del armamento, y los entes federales no pueden atender esta cuestión. Nosotros, desde la Policía Militar, somos el termómetro que mide el nivel de violencia y la falta de políticas públicas. Muere un policía cada tres días, es una locura. El año pasado se robaron 9000 cargas de camiones. Hay 14 enfrentamientos armados por día en Río de Janeiro; el año pasado la Policía Militar incautó 468 fusiles. Son números que hablan de una estadística de guerra.
Hoy el negocio no es solo el tráfico de drogas y estupefacientes. El narco comercializa el gas, la internet; también roba cargas y es responsable del transporte en general
-¿Qué respuesta tienen de la gente común?
-La población cree mucho en el BOPE. Entiende el momento que estamos viviendo. Por ejemplo, intervinimos en una toma de rehenes. Quisieron asaltar un banco, la policía llegó rápido y cerró el local, los delincuentes no tuvieron cómo salir y mataron a un cliente. Nosotros llegamos después de cuatro horas de negociaciones, garantizamos la integridad física de todos los otros rehenes, frustramos el atraco y salimos aplaudidos. Problemas tenemos, como todos los seres humanos, pero acá tratamos de hacer más con menos. Las personas lo hacen con vocación. Nosotros, el BOPE, somos una tropa policial de contraguerra urbana. Combatimos traficantes cada vez mejor armados, más numerosos y con más resistencia. Tenemos que encontrar la mejor manera de combatirlos sin efectos colaterales.
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*La versión original de esta nota fue publicada en la revista DEF N.° 120