La tragedia del submarino ARA San Juan despertó un debate en sectores especializados sobre el estado operativo real de las Fuerzas Armadas argentinas. El desafío ahora es encontrar la manera de dotar al sector de las capacidades necesarias para el siglo XXI en un contexto de restricciones presupuestarias y reducción del déficit público. Sobre estos temas dialogamos con Julio Hang, general retirado del Ejército Argentino y Director del Instituto de Seguridad Internacional y Asuntos Estratégicos del CARI (Consejo Argentino de Relaciones Internacionales).
-Con el personal mal pago y un presupuesto que se consume en su mayoría en sueldos, ¿es posible modernizar el material? ¿De qué manera? ¿Por dónde empezar?
-No es posible, y esa ha sido la respuesta en más de 30 años. Que la mayoría se gaste en sueldos deja pocas opciones. La opción de eliminar personal en forma significativa, es contraria a la optimización deseada. Son fuerzas tan chicas que la única expectativa es su crecimiento. Además, los pretendidos ahorros no tendrían relevancia para las inversiones necesarias y producirían un severo efecto negativo sobre las aspiraciones profesionales de los más jóvenes. El único camino posible es que se aumente el presupuesto para que el porcentaje de gasto salarial sea menor. Por supuesto, es válido un esfuerzo en dar mayor proporcionalidad en las pirámides de personal y en las especialidades, pero no debe dejar de evaluarse la cantidad de personal civil incorporado políticamente desde el 2003. Gastos que habían sido quitados de Defensa volvieron a un presupuesto proporcionalmente igual o menor. Se crearon superestructuras civiles de las obras sociales y la educación superior, con significativos presupuestos salariales, que en nada mejoran la eficiencia defensiva buscada. También se han vendido o cedido cientos de miles de hectáreas, cuarteles y comandos con fin de reequipamiento, pero nada aportaron a la respuesta necesaria (Ley 24.948, Art. 29). En este sentido, es imprescindible un Plan Plurianual de adquisiciones, incorporado al presupuesto, con consenso legislativo, que tome en cuenta las previsiones de la Ley 24.948 de Reestructuración de las FFAA (Ley Jaunarena) vigente e incorpore anualmente entre un 0,3 % y un 0,5 % del PBI a la inversión en Defensa. Dadas las misiones impuestas por el Presidente a las FFAA, no dudo en la viabilidad de su impulso.
-¿Cuál debería ser el espíritu de ese Plan Plurianual de adquisiciones?
-Es necesario dar un impulso de modernidad, de visión de futuro, que se aleje de las guerras del pasado y nos acerque a los futuros probables. Conscientes de nuestras limitaciones, claro. Es imprescindible reemplazar el decreto 727/06 que nos arrincona a un pasado de guerras improbables. El primer objetivo es permitir el control de los espacios nacionales (aéreo, marítimo, antártico y terrestre), en particular de las fronteras, el litoral marítimo y los objetivos de infraestructura crítica. Cada Fuerza tiene requerimientos prioritarios. Pero en lo inmediato, y para el personal, se requiere poder ejercitarse de manera profesional y así ejercer el efecto de control deseado. El espíritu esencial del plan de futuro abarca las nuevas tecnologías, la robótica, la misilística, la cibernética, la inteligencia artificial, los sistemas de control de tiro, radar y comunicaciones, materias en las que nuestros ingenieros de CITEDEF e INVAP tienen algunas propuestas claras y competitivas. También aquí están las nuevas propuestas orgánicas que afiancen la conjuntez. El Comando Antártico Conjunto, el Comando Conjunto de Fuerzas Especiales y el Comando Aeroespacial ya son realidades. La situación exige flexibilidad estratégica, para que cada Fuerza, en el marco del Planeamiento Conjunto, se adiestre –reforzada con las adquisiciones prioritarias– en respuestas adaptadas a distintos escenarios, con una versatilidad estudiada para enfrentar amenazas cambiantes, y reconfigurando organizaciones al tiempo que se responde a la crisis. Todo esto, mientras se avanza en la obtención de otros sistemas de armas y se construye un sistema de seguridad regional que nos fortalezca y nos provea de alerta temprana (early warning).
-De lograrse, ¿cómo emplearía un refuerzo presupuestario?
-Es materia del planeamiento estratégico. Es evidente que hay prioridades debido a las necesidades graves que no admiten demoras, como el control del espacio aéreo. Pero también lo son el control del espacio marino y el terrestre. Un primer paso para incrementar la capacidad profesional podría darse con más días de navegación para la Armada (esto significa repuestos para repotenciar los buques, puesta en servicio de todos los que se pueda, munición y electrónica); horas de vuelo para la Fuerza Aérea (lo que requiere aviones de combate y la reparación de otros); y, para el Ejército, repotenciar blindados y adquirir otros a rueda, municiones, repuestos y días de campaña, entre otras demandas.
-¿Y pensando en un plazo más largo?
-Para el plan de mediano plazo, una solución imaginable es la adquisición de sistemas de armas que configuren núcleos de modernidad. Como es imposible obtener todos los sistemas de armas modernos que se necesitan en corto tiempo, una idea planteada en el pasado ha sido la adquisición de equipos que conformen una unidad completa de cada tipo. Por ejemplo, un grupo de artillería antiaérea, un batallón de blindados a rueda, un batallón de ingenieros de puentes, una unidad de comunicaciones electrónicas, la modernización de un batallón de TAM, un escuadrón de aviones de caza, una unidad de transporte aéreo, un submarino, un portahelicópteros, un buque polar, una fragata misilística, un grupo de helicópteros, etc. Una vez incorporados, estos sistemas de armas sirven como escuelas profesionales de nuevas tecnologías. El personal de la especialidad requerida podrá rotar por ellas en cursos breves (en el caso del Ejército) y se capacitará a tripulaciones y a sus reemplazos (en el caso de las otras fuerzas). Como la tecnología avanza muy rápido, esta metodología permite que el completamiento de necesidades se haga con otros modelos nuevos, logrando así mantener a los profesionales actualizados en las últimas innovaciones.
-¿Esta forma de compra modular no perpetúa la indefensión ante otras fuerzas más avanzadas?
-No, porque se pueden adquirir de tal forma que –en la emergencia– conformen una Fuerza de Tareas Conjunta moderna, capaz de disuadir o enfrentar una agresión, o de participar de una operación combinada con las fuerzas de otros estados amigos en igualdad de condiciones. Este planeamiento obliga a la participación de todas las FFAA, el Estado Mayor Conjunto y el Ministerio de Defensa, y debe ser impulsado políticamente, sostenido en el tiempo, sin pausas, para que la distancia tecnológica que hoy enfrentamos se acorte, volvamos a dar confianza en las acciones y volvamos a enorgullecernos de nuestra capacidad de proteger y de cumplir con nuestra responsabilidad internacional por la paz mundial.
-¿Estamos tan desfasados respecto de otros países de la región?
-Sí. Las Fuerzas Armadas de Chile iniciaron en 2002 un plan de modernización. Adquirieron tanques alemanes, artillería blindada, artillería antiaérea, blindados para infantería, misiles y flotas de vehículos de transporte, a lo que se sumó la compra de modernos cazas F-16, helicópteros, aviones de transporte, submarinos Scorpene, fragatas; en fin, un listado mucho más largo de medios más modernos. La inversión fue de más del 2,5 % del PBI por casi 10 años. Brasil también ha incrementado y modernizado sus FFAA (entre el 1,3 % y el 1,9 % del PBI). Pero quizás pueda destacarse que ha logrado el desarrollo de un sector industrial de la Defensa, con transferencias de tecnología, que reúne alrededor de 300 empresas (ABIMDE) que producen desde la munición más variada y especializada, hasta el misil Exocet, helicópteros y vehículos blindados a rueda, entre muchas otras especialidades. Colombia, empeñada en su lucha contra el narcoterrorismo y con un apoyo especial de EE. UU., destinó a sus FFAA entre el 3,1 % y el 3,9 % del PBI en 14 años, con un plan de equipamiento que en el último tiempo fue rotando para enfrentar amenazas más convencionales. No quiero extenderme, pero con excepción de Surinam, todos los países de Sudamérica gastan mayor proporción de su PBI en la Defensa que Argentina desde hace más de 15 años.