La sociedad entiende que lo étnico y lo nacional han adquirido protagonismo, y que son variables a considerar si se quiere comprender el sentido de algunos de los cambios que tienen lugar en el mundo. Dentro de lo étnico y la etnicidad hay un tema que afecta particularmente a Latinoamérica: las organizaciones indígenas y sus reclamos.
Esas reivindicaciones políticas, sociales y económicas se dan en el marco del indigenismo, una ideología reivindicativa que identifica a los indígenas y su lucha contra lo que denominan "colonialismo interno" de los estados. Desde el punto de vista político, se pretende modificar la situación en la que viven para recuperar la mayor cantidad de los beneficios que –según afirman– "desde la época de la conquista de América, los distintos estados les han quitado".
Los indígenas han proclamado, desde hace algunas décadas, su aspiración a ser reconocidos plenamente como naciones; su derecho a elegir sus autoridades y su forma de gobierno, administrar su justicia y sus leyes, y a que se les respete y autorice a ejercer su forma tradicional de medicina, así como a expresarse en su lengua y mantener su propia religión. Pero el reclamo más trascendente apunta a la recuperación de la propiedad de sus "territorios ancestrales". Actualmente, algunos indígenas, en muchos casos a instancias de organizaciones no indígenas, reclaman que les sean reconocidos derechos que –expresan– les corresponderían por su condición de haber sido "los primeros ocupantes" u "ocupantes originarios del territorio americano". Derechos que, en algunas circunstancias, es justo que les sean respetados, pero que en otros casos inciden sobre los derechos del resto de los ciudadanos, lo que ocasiona situaciones conflictivas.
¿Será para tanto?
América fue conquistada a través de un proceso violento, que significó la pérdida de gran cantidad de vidas y la destrucción de las pautas culturales de civilizaciones indígenas ancestrales. Los sobrevivientes de la Conquista fueron sojuzgados y esclavizados, y se les impuso una cultura nueva, con nuevos parámetros sociales y nuevas reglas, en prácticamente todas las actividades que se les permitió desarrollar. Contra esos abusos surgió el indigenismo, un movimiento que a través de los años ha cambiado su forma de concebir las relaciones entre los indígenas y el estado.
Hay quienes conciben esta relación como un tablero de "suma cero", donde cada una de las partes debe colaborar para solucionar los problemas que existen entre ambos actores de manera tal que ninguno de ellos se vea desfavorecido o perjudicado; mientras otros pretenden que solo sea el estado el que ceda, como una reparación por las atrocidades cometidas a lo largo de la historia. Esta última postura ha ido ganando adeptos.
No es cierto, como afirman muchas organizaciones indigenistas, que a los indígenas nunca se los haya tenido en cuenta y que el estado siempre haya buscado la mejor forma para explotarlos y exterminarlos. Hubo un cuerpo o marco legal que reguló las acciones con los indígenas. Quienes cometieron excesos o lo incumplieron fueron, en muchos casos, castigados. Además había desde el estado un marco jurídico de protección, aunque es cierto que muchas veces las particularidades de la zona o la lejanía de los centros poblados impidieron su aplicación.
Con las acciones que han venido desarrollando a partir de la última década del siglo XX, las organizaciones indigenistas han dejado de ser grupos minoritarios y pasivos y se han transformado en un sector dinámico de la población de los distintos estados que los contienen. Resulta cada vez más común que, en el marco de esas reivindicaciones, hayan surgido términos tales como "autonomía", "pueblo", "territorio propio", "soberanía indígena" y "autodeterminación", que nada tienen que ver con el reclamo social. Lo que nos llama la atención es que, al son de los instrumentos típicos indígenas, se produzcan manifestaciones, se corten rutas, se ocupen juzgados y se provoquen incidentes frente a embajadas al grito de "Por autonomía, territorio, justicia y libertad". Los indigenistas más radicalizados incurren así en un nacionalismo étnico, y acusan al estado de propiciar un nacionalismo social que los deja de lado y los somete con leyes y normas en cuya confección ellos no participaron.
Se puede hablar de una comunidad indígena global. Hay una cadena de lazos que mantiene en contacto a los distintos grupos indígenas y a la cual recurren cuando se ven amenazados en sus reivindicaciones. Lo que buscan es fortalecerse en su condición de movimiento global y transnacionalizar los reclamos.
Mientras las necesidades de los indígenas no sean satisfechas o no se les explique que las cuestiones que reclaman son imposibles de lograr a través del camino que ellos han elegido, la violencia podría incrementarse. El discurso indigenista es crítico y reivindicatorio. En algunos casos pretende que su situación de pobladores originarios modifique en poco tiempo pautas y normas impuestas a través de leyes que llevan muchos años vigentes.
Los indígenas han renovado sus representantes tradicionales ante las distintas organizaciones gubernamentales y no gubernamentales. Quienes en la actualidad se han hecho cargo de esta tarea son individuos con mayor formación intelectual y capacidad argumentativa. Algunos poseen carácter conciliador y ajustan sus reclamos a derecho, mientras que hay otros, más radicales, que no aceptan ningún intento de conciliación y recurren a demostraciones de distinto tipo, aún violentas, para lograr sus fines y publicitar su causa. Los nuevos dirigentes han provocado fracturas con los antiguos, ya que han afectado su predicamento tradicional y han indicado que los logros que a través de su accionar se han obtenido no han sido suficientes.
El indigenismo ha aprovechado las circunstancias históricas y ha conseguido que algunos sectores de la sociedad idealicen y simplifiquen el pasado, convirtiendo a los indígenas en las víctimas desprotegidas de la historia, sin considerar el devenir histórico de los acontecimientos que determinaron esas circunstancias. El cambio que proponen algunos grupos radicales indigenistas pretende convertir la resistencia al conquistador en un modelo a seguir, sin comprender que esta situación es reaccionaria y letal, y que el marco de la situación actual es absolutamente distinto al que vivieron sus ancestros.
En lugar de aceptar lo beneficioso de la sociedad actual contemporánea y en su afán por revertir el proceso integrador que los estados han desarrollado durante siglos, determinados grupos indigenistas incurren en acciones discriminatorias con los ciudadanos que, como ellos, integran la sociedad del país o región en el que viven, buscando normas para su exclusivo beneficio y sin pensar en el bien común.
En la conciencia colectiva de muchos indigenistas no cabe la posibilidad de pensar que el conflicto étnico no constituye un proyecto de superación sino una regresión. No consideran que los levantamientos que reivindican, aunque heroicos, no lograron la superación de sus representados y seguidores, sino una opresión aun mayor. La formación intelectual de los líderes indigenistas es muy diferente a la de sus seguidores. El discurso que emplean para esgrimir sus argumentos posee las palabras adecuadas para sensibilizar las conciencias de quienes lo reciben, sin considerar que en determinados aspectos les están proponiendo utopías o cuestiones que atentan contra la ley.
El indigenismo ha aprovechado las circunstancias históricas y ha conseguido que algunos sectores de la sociedad idealicen y simplifiquen el pasado
En cierta medida, el indigenismo pretende consolidar un movimiento populista empleando a los indígenas para construir una teoría basada en una identidad nacional que se oponga al centralismo del estado-nación del cual forman parte. La presencia de organizaciones ajenas al continente que sufre los problemas de los indígenas permite percibir una injerencia externa en los problemas propios de los países americanos que, en lugar de paliar la situación o buscar caminos alternativos prácticos y conducentes para unir las partes, pretenden disociarlas, reivindicando los derechos de los indígenas y afectando la necesaria hegemonía del derecho de los estados.
La mayor traba que presenta el indigenismo radica en que no acepta que su problemática no es ni racial ni cultural, sino eminentemente social. Y en esa dirección deberían dirigirse todos los esfuerzos para mejorar la situación, sin aislarse ni repudiar lo que la sociedad ha hecho con ellos y ellos con la sociedad. Los indigenistas presentan la situación como si hubiera "un ellos" y "un nosotros", sin entender que eso los lleva a un aislamiento que podría llegar a ser más perjudicial que la "integración" que debieron "soportar".
Tal como está planteado, el indigenismo no significa un avance de los indígenas hacia una situación de mayor bienestar sin pérdida de sus tradiciones ancestrales, con posibilidad de acceder al progreso cultural, económico y social. Por el contrario, los conduce inevitablemente hacia el pasado, a conflictos con improbable obtención de beneficios posteriores y hacia un aumento de la pobreza. Al comprometerse a dar fin a las injusticias que los indígenas han sufrido desde la Conquista, el indigenismo corre el riesgo de hacer más profunda la marginación que sufren actualmente algunas comunidades indígenas.
*El autor es licenciado en Estrategia y Organización, Magister en Estrategia y Geopolítica con la colaboración de integrantes del Do-Tank Tabula Rasa.