“Así como sucede en cualquier hogar, la permanencia del personal en las bases antárticas conlleva la generación de residuos de tipo domiciliario, como restos de comida, envases de alimentos, papeles, cartones, etc.”, desarrolla la licenciada Antártida, jefa del Programa de Gestión Ambiental y Turismo de la Dirección Nacional del Antártico, dependiente del Ministerio de Relaciones Exteriores y Culto.
Si dejamos de lado el freno a la economía que generó la pandemia –que, a su vez, trajo aparejada la consulta al personal antártico sobre cómo sobrellevar el aislamiento y el encierro, cuestiones a las que ellos están acostumbrados–, el mundo venía experimentando un crecimiento del PBI mundial, proceso que impactó en el clima del planeta. Belén Zermatten y Patricio Fernández Funes, integrantes de PWC Argentina, señalaban, el año pasado, durante un encuentro organizado por la Fundación Criteria –en el marco de la Diplomatura sobre Seguridad Humana para el Desarrollo Sostenible–, un aumento de un 2,9 por ciento en el consumo de energía a nivel mundial, porcentaje que fue sustentado en un 69 por ciento por combustibles fósiles. Esas cifras, explicaban, impactan en las emisiones de dióxido de carbono, que crecieron en un dos por ciento a nivel global. El calentamiento global es una realidad, y el Continente Blanco se ha convertido en un lugar tan valioso como estratégico para poder mantener el equilibrio ambiental del planeta.
Cabe preguntarse, entonces, ¿qué ocurre allí con la huella humana?, ¿adónde van a parar los residuos de hidrocarburos y aceites generados por la energía eléctrica y la calefacción en el Continente Blanco? Allí, a los distintos tipos de residuos originados por la actividad que se realiza, se suma el consumo energético para la calefacción, fundamental para la vida en la Antártida. Y, como detalla Ortúzar, “el mantenimiento del parque automotor genera ese mismo tipo de residuos, a lo que se suman las baterías. Además, se agrega el mantenimiento de la infraestructura edilicia, que produce residuos similares a los de la construcción, como maderas, chapas, escombros, materiales aislantes, membranas asfálticas, pinturas, etc.”. Finalmente, la funcionaria explica que la actividad científica, “que representa el corazón de nuestra actividad nacional en la Antártida”, genera (aunque en poca cantidad) diversos residuos químicos de laboratorio, como residuos de ácidos, acetona, formol y éteres, entre otros.
¿Adónde van a parar todos ellos? “La mayor parte de la basura que se genera en la Antártida se debe retirar de allí obligatoriamente. Esto surge de los tratados internacionales vigentes en el continente antártico, que nuestro país ha acordado y suscrito”, responde Ortúzar.
Por ello, se realiza la evacuación una vez al año, durante la Campaña Antártica que nuestro país desarrolla anualmente en verano. “Una vez que los residuos son retirados y finaliza la campaña, el personal que permanece durante el resto del año en alguna de las seis bases permanentes reinicia el ciclo de la gestión de los residuos. Este ciclo consta de la clasificación, el almacenamiento, el rotulado y el registro de los que se generan, de manera que, a pesar de las difíciles circunstancias invernales, los residuos permanezcan en buenas condiciones hasta el verano siguiente y puedan ser retirados. El registro lo mantiene y envía el encargado ambiental de cada base. Esta información permite que, desde Buenos Aires, se planifique y organice lo que será el nuevo retiro al año siguiente”, sostiene la experta ambiental.
De acuerdo con la normativa, agrega, solo algunos tipos de residuos son tratados en el continente antártico, por ejemplo, aquellos orgánicos, como alimentos, papeles y cartones. Estos pueden ser incinerados en equipos especiales que filtran las emisiones contaminantes.
“Cuando una base antártica no cuenta con este equipo, los residuos orgánicos son embalados y retirados. El otro tipo de residuos cuya disposición final está permitida en la Antártida son las aguas residuales, generadas en los baños, lavabos, duchas y cocinas”, describe, al tiempo que señala que, cuando en las bases la población supera las 30 personas, se debe contar con plantas de tratamiento de efluentes, que aseguran que el líquido descargado al mar no genere contaminación.
Por lo que relata Ortúzar, el tema de los residuos antárticos se aborda con suma delicadeza, ya que un mal manejo de los desechos puede generar un impacto ambiental de consideración. “De hecho, antes de que se adoptara la normativa ambiental que estipula su gestión, el manejo de residuos generó contaminación en distintos puntos de la Antártida. La quema de los residuos a cielo abierto o su disposición en el terreno o en el mar eran prácticas comunes. Actualmente, los acuerdos internacionales marcan paso a paso cómo deben tratarse. También se han desarrollado guías para la recuperación de los sitios contaminados antes”, subraya. En ese sentido, la funcionaria señala que el programa antártico-argentino, a través de la Dirección Nacional del Antártico –autoridad de aplicación de las normas surgidas del Tratado Antártico–, adapta las normas internacionales a sus propias operaciones y realiza tareas de capacitación, seguimiento y control para asegurar una adecuada gestión.
“Siguiendo en forma minuciosa las pautas actuales, el riesgo de contaminación es bajo. El personal de las bases, además, implementa medidas de prevención para evitar derrames accidentales o para prevenir que la fauna acceda, por ejemplo, a los residuos orgánicos. En este sentido, proteger a la fauna local de cualquier patógeno que pudiera ingerir de nuestros residuos es prioritario”, concluye sobre este tema.
¿Qué dicen los acuerdos internacionales?
“El principal acuerdo internacional del que nuestro país es firmante original es el Tratado Antártico, firmado en 1959 y vigente desde 1961. Sin embargo, ese acuerdo tenía pocas referencias al cuidado ambiental”, manifiesta Ortúzar y agrega que, con el pasar de los años, los miembros del Tratado comenzaron a incorporar la dimensión ambiental a sus debates.
Así fue que, en el año1991, y con la cuestión ambiental ya instalada en las agendas gubernamentales a nivel global, los miembros del Tratado Antártico acordaron el Protocolo al Tratado Antártico sobre Protección del Medio Ambiente, más conocido como Protocolo de Madrid, ciudad donde se firmó. “Ese acuerdo entró en vigencia internacional en 1998 y constituye la mayor herramienta para la protección del medioambiente en el continente antártico. Designa a la Antártida como reserva natural dedicada a la paz y a la ciencia, e incluye normas para la evaluación del impacto ambiental, la protección de la flora y la fauna, la prevención de la contaminación marina, el manejo de zonas protegidas y la gestión de los residuos”, resalta. Además, explica Ortúzar, en cuanto a este último, “se destaca entre sus artículos la prohibición de disponer los residuos en el terreno, o de quemarlos a cielo abierto, así como la obligación de retiro del continente. Esta norma significó, desde entonces, un gran avance hacia la preservación ambiental del continente. Desde ese momento, cada año, el Tratado Antártico se ha reunido y ha debatido nuevas normas que han ido complementando el Protocolo de Madrid y que permiten, con los años, introducir mejoras en la gestión”.
“Cada año, el Tratado Antártico se ha reunido y ha debatido nuevas normas que han ido complementando el Protocolo de Madrid y que permiten, con los años, introducir mejoras en la gestión”, describe la experta de la Dirección Nacional del Antártico.
Prohibido sacar la basura (excepto en verano)
A comienzos de año, cuando DEF entrevistó al actual ministro de Defensa, Agustín Rossi, él señalaba la intención, por parte de su cartera, de construir o comprar un buque polar que le permita al país no solo completar la operación que realiza el rompehielos Almirante Irízar en el Continente Blanco –y así tener mayor capacidad de almacenamiento–, sino también poder sacar la basura que se produce allí para traerla a la deposición final en el continente.
En ese sentido, Patricia Ortúzar explica que, para el caso de Argentina, “los residuos de traslado obligatorio son retirados por los buques que participan de las Campañas Antárticas de Verano, como el rompehielos Almirante Irízar. La base Marambio, por su parte, también retira residuos del tipo domiciliario por vía aérea, aprovechando la pista de aterrizaje con la que cuenta. Una vez retirados, los desechos son transportados a alguno de nuestros puertos, donde los recogen empresas contratadas especialmente para que tanto los residuos domiciliarios como los peligrosos sean tratados o dispuestos de acuerdo con las normas vigentes para cada uno”.
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