Alicia Cantón es arquitecta, investigadora principal del Conicet, y desde sus inicios, trabaja en la problemática de la vegetación urbana, un tema especialmente relevante en una ciudad como Mendoza que, pese a su escasa disponibilidad de agua, cuenta con muchísimos árboles. Erica Correa, ingeniera química con un doctorado en Energías Renovables, se dedica a estudiar un fenómeno denominado “isla de calor”, que se refiere al aumento de la temperatura del aire de las ciudades con relación a la temperatura de sus alrededores. Ambas trabajan en el INAHE, instituto dedicado a estudios referidos al ambiente, hábitat y energía, donde lideran una línea de investigación denominada “Urbanización, forestación y clima”, que aborda la escala urbana en torno al estudio de la forma y la tecnología de la ciudad para que sea más eficiente y sostenible, con un particular enfoque en los temas de energía.
-Esta región está considerada una zona de altísima vulnerabilidad ambiental. ¿A qué se refiere este concepto?
E. C.: -Se refiere a los problemas de diseño que impactan en el ambiente natural, hecho que no llama la atención si tenemos en cuenta la situación de implantación geográfica y los recursos climáticos con los que contamos. Por ejemplo, la gran disponibilidad de recurso solar que es simultáneamente una ventaja y un desafío, ya que hay que preparar las ciudades para convivir con determinadas cantidades de radiación en términos de diseño y uso de materiales.
A.C.: -Yo agregaría que es un concepto ausente en la planificación, ya que nuestras ciudades son el resultado de un modelo que fue implantado a lo largo y ancho del país como producto de la colonización española. Mientras en la mayoría de las ciudades insertas en zonas áridas se utiliza un modelo compacto de calles angostas, edificios entrelazados a través de pequeños patios que generan sombra sobre el espacio público y, a su vez, se sombrean entre sí, aquí se implantó un modelo abierto, basado en una cuadrícula de manzanas cuadradas, con calles y veredas anchas, con una trama verde cuya función es la de brindar sombras. Es por eso que resultan imprescindibles los espacios verdes; la presencia de esa trama vegetal hizo que nuestra capital sea reconocida en el orden internacional como una ciudad oasis.
“La planificación es un concepto ausente, porque nuestras ciudades son el resultado de un modelo que fue implantado a lo largo y ancho del país como producto de la colonización española”, dice Cantón.
-¿Cuáles son la principales consecuencias ambientales de este tipo de diseño?
E. C.: -Las ciudades son grandes consumidoras de energía y también grandes generadoras de emisiones de dióxido de carbono responsable del cambio climático. Con el aumento de la temperatura global, la eficiencia energética se convirtió en prioridad. La isla de calor exacerba el consumo energético de refrigeración durante el verano, por lo cual disminuir la temperatura de la ciudad impacta en la demanda de aire acondicionado y, a su vez, en la eficiencia de estos aparatos. Atacar este problema ayuda a mejorar las condiciones del planeta respecto de esta problemática acuciante.
-¿Qué estrategias pueden implementarse para reducir las temperaturas urbanas?
A. C.: -Trabajar sobre los materiales de veredas, calles y edificios y en torno al diseño de las estructuras verdes. Tal como está planteado, por ejemplo, el arbolado de nuestras calles, si bien genera numerosos beneficios diurnos –arroja sombra sobre el espacio público y edilicio disminuyendo la acumulación de calor–, por la noche, su estructura abovedada generada por la copa de los árboles no permite que la ciudad se enfríe debido a que el calor queda atrapado en el espacio. Esto significa que es necesario pensar el arbolado desde el punto de vista del diseño y del sistema de plantación a lo largo de la calle. Otro tema a tener en cuenta es el de las combinaciones eficientes entre ancho de calle, densidad edilicia y magnitud forestal. Lo mismo ocurre en los espacios verdes, como las plazas que fueron diseñadas desde el punto de vista paisajístico, sin tener en cuenta que contribuyen a generar condiciones de microclima en la ciudad.
E. C.: -Estos conceptos son más sencillos de plantear en barrios nuevos que en la rehabilitación de una zona, donde quizás baste con pasar de un techo de asfalto o de una membrana común a pintarlo con una pintura térmica blanca para lograr una importante disminución en la temperatura. Si la superficie de las edificaciones están casi a la misma temperatura que el aire, no hay transferencia de calor; en tanto que si las estructuras edilicias están a 80 grados y el aire a 33 en verano, esta transferencia es positiva. Por ello, si se trabaja con materiales fríos, contribuimos al refrescamiento de la ciudad, incluso, durante la noche. Es una muy buena estrategia, y las disminuciones de temperatura superficial pueden alcanzar el orden de 30 grados para arriba, utilizando simplemente veredas y techos de colores claros.
“Las plazas que fueron diseñadas desde el punto de vista paisajístico, sin tener en cuenta que contribuyen a generar condiciones de microclima en la ciudad”, sostiene una de las investigadoras.
-¿Existen trabajos a nivel internacional de este fenómeno?
A. C.: -Diversos grupos de investigación del país y en particular del exterior abordan la temática asociada a las particularidades locales –en términos de clima y urbanización– del ámbito urbano en el que desempeñan su labor. Si bien las problemáticas son comunes a todas las ciudades, es decir, no tienen límites ni fronteras, las respuestas sí las tienen debido a que difieren en términos de eficacia y eficiencia en función de las condicionantes específicas de los diferentes emplazamientos geográficos y tipos de urbanización. Precisamente, esta mirada o enfoque del urbanismo bioclimático implica pensar “globalmente” y actuar “regionalmente”.
E. C.: -Lo que ocurre es que, como explicábamos antes, la mayoría de las ciudades tienen modelos que han contemplado el contexto en el que se insertan. Por ejemplo, las ciudades más nuevas de las costas áridas de los Estados Unidos acompañan la topografía del terreno, sin desmontar y manteniendo la geografía del paisaje. La construcción se concentra en la cima de la montaña y sobre la base, mientras que la zona de pendiente queda liberada con vegetación xerófila, natural. Esto no es tenido en cuenta en Latinoamérica en general y, en el caso de Mendoza, la ciudad se está extendiendo hacia zonas productivas y hacia el piedemonte sin tener en cuenta el contexto.
-¿Cuántos habitantes tendrían que tener las nuevas ciudades para no generar un impacto ambiental demasiado importante?
A. C.: -Hay que generar un mix de evaluación. Los costos de las ciudades no solo tienen que ver con la problemática energética, sino también con la infraestructura y los servicios. En general se habla de ciudades intermedias, las grandes ciudades son inmanejables y las pequeñas urbanizaciones siempre son dependientes de otros núcleos más importantes, lo que incrementa un conjunto de fenómenos no sostenibles como el mayor tránsito vehicular, circulación, desplazamiento. En términos conceptuales, la ciudad intermedia es la que mostró mayor eficiencia desde el punto de vista de la sostenibilidad. La gran discusión es la compacidad versus la dispersión, y pareciera que volver a la compacidad es un camino más acertado que la alta dispersión que se ha producido en nuestras ciudades.
"La gran discusión es la compacidad versus la dispersión, y pareciera que volver a la compacidad es un camino más acertado que la alta dispersión que se ha producido en nuestras ciudades”, explica Cantón.
E. C.: -La solución a la sustentabilidad no es la conurbación porque, aunque en un principio pueda parecerlo, está demostrado que esas pequeñas comunidades con el tiempo quieren los servicios de la ciudad central, generando un exceso de inversión en relación a la cantidad de habitantes. La gente necesita colegios, hospitales, negocios, entonces, lo que desde la mística parece una solución, termina no siendo viable en cuanto a la sostenibilidad económica, ambiental y social.
-¿Cuáles son sus principales expectativas respecto a esta investigación?
A. C.: -Generar conciencia y difundir los enfoques masivamente. Si bien el concepto de urbanismo bioclimático ya lleva décadas, hay mucho conocimiento nuevo que debe ponerse a disposición de los organismos responsables del planeamiento de las ciudades. Esta labor de transferencia demanda mucho tiempo y esfuerzo que se suma a nuestro objetivo primordial, que es la investigación. Nuestra meta es que, más allá de las publicaciones científicas, estos saberes se apliquen a las realidades locales en pos de ciudades más vivibles. En cuanto a la ciudadanía, creo que la cuestión tarifaria ayudó a poner el foco en el tema energético y en la necesidad de recurrir a otras fuentes, como las renovables, de alta disponibilidad en la región. Si bien en el país hubo, en la última década, una importante inversión en generación de energía a través de paneles fotovoltaicos, es momento de pasar a otra instancia. De la generación concentrada a la generación distribuida: que el remanente de energía solar generada en el sector habitacional se entregue a la red. Sin embargo, la implantación de este tipo de tecnología también requiere regulaciones y medidas urbanísticas, como por ejemplo que una construcción no arroje sombra sobre la construcción vecina y limite su potencial de acceso al sol.
“Es necesario que la ciudad se conciba con diseños de planificación estratégica. Debemos tomar conciencia de que algunas decisiones de crecimiento de la ciudad corresponden al Estado”, dice Correa.
E. C: -Es necesario que la ciudad se conciba con diseños de planificación estratégica, con una única respuesta conducente a la mejor solución. No debemos pensar en bloques separados: en eficiencia energética por un lado y código urbano por el otro, porque van estrictamente de la mano. Por eso, debemos tomar conciencia de que algunas decisiones de crecimiento de la ciudad corresponden al Estado, que debe proteger los intereses de los ciudadanos y su calidad ambiental. Desde nuestro lugar, tratamos de realizar una tarea de formación de recursos humanos, como arquitectos, ingenieros y planificadores que son quienes van a tomar las decisiones a fin de que comprendan que podríamos reducir los problemas ambientales que ya padecemos cambiando las propuestas de crecimiento.
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