“La idea de catástrofe evolucionó desde un paradigma que asociaba el hecho con algo externo a la sociedad, por ejemplo un río crecido o un volcán en erupción, hacia uno que asume la responsabilidad de los actores al momento de tomar decisiones”, explicó Claudia Natenzon, geógrafa de la UBA, doctora en Geografía por la Universidad de Sevilla y directora del Programa de Investigaciones en Recursos Naturales y Ambiente (PIRNA) de la Facultad de Filosofía y Letras de la UBA, durante una charla brindada en la Universidad del CEMA, en el marco de la Diplomatura en Seguridad Humana que organiza esta institución junto a la Fundación Criteria.
Durante el encuentro, Natenzon se centró en la vulnerabilidad social y la gestión de riesgos y catástrofes. “Tenemos sucesiones de situaciones donde aparentemente la experiencia que debería ser incorporada a la gestión pareciera no aprovecharse”, explicó.
En ese sentido, la especialista de la UBA explicó que suele asociarse una inundación con una causa natural: abundantes lluvias, un río crecido, agua que no escurre. “Las catástrofes tienen un componente disparador que es natural, pero el hecho de que se produzcan está vinculado con la toma de decisiones y la responsabilidad adoptada al hacer determinadas cosas”.
“La obra de ingeniería parecería ser la única solución, ya sea la construcción de una defensa o una represa. Por ejemplo, se supone que la inundación de Santa Fe en el año 2003 fue producto de no haber terminado las defensas. En una ciudad acostumbrada a lidiar con el Paraná, no se pensó que el río Salado iba a producir el impacto que tuvo; entonces, se cerraron esos metros que faltaban. Luego, en 2007, la ciudad se inundó terriblemente porque esa defensa necesitaba bombas de achique para que el agua pudiera salir; las defensas funcionaron como represas. Entonces, podemos cuestionar las obras de defensa como solución definitiva; no son la única actividad que puede hacerse para prevenir”, sostuvo la doctora en Geografía.
En ese contexto, explicó que la razón por la que suelen repetirse las inundaciones es que se consideran catástrofes, sin tener en cuenta la teoría social del riesgo: “El riesgo no me dice lo que está pasando, me dice lo que puede llegar a pasar. Es la manipulación operativa del conocimiento experto. Esa es la base de la sociedad moderna”, puntualizó.
“Los resultados imprevistos pueden ser consecuencia de nuestras propias actividades y decisiones. Entonces, la inundación tiene que ver con las decisiones que tomamos: dónde hicimos los caminos, si consideramos el escurrimiento de las cuencas, dónde nos instalamos, cómo se trataron los humedales, entre otras cosas”, explicó la directora del PIRNA.
Según su enfoque, es necesario tener en cuenta la vulnerabilidad y la peligrosidad como dos componentes importantes: “La primera es el costo y la segunda es la probabilidad de ocurrencia. A eso, se ha agregado la exposición, que es la materialidad de estos dos factores entrelazados en el territorio. Esta es la primera aproximación al riesgo, nos brinda información sobre qué tipo de organización y de construcción hace falta, quiénes están expuestos a esas peligrosidades y quiénes son vulnerables. La exposición es una foto que informa dónde están las escuelas, dónde está la gente, dónde se concentra la gente, etcétera”, sostuvo.
¿Estamos preparados para lo peor?
En diálogo con DEF, la experta profundizó ciertos aspectos que inciden en las inundaciones que padecen los argentinos.
-¿Hay relación entre el cambio climático y las inundaciones?
-Está comprobado el cambio en el patrón climático general. Dicho cambio va acompañado de una situación vinculada al grado de artificialidad del medio. Uno de los estudios más relevantes que vienen realizándose apunta a tratar de saber si el impacto es por el cambio climático o se relaciona con el uso del suelo.
-En Argentina, ¿sería una combinación de ambos fenómenos?
-Sí. Cuando hablamos de cambio climático, nos referimos al proceso de cambios en el patrón de la dinámica que se venía dando. La Tierra tiene una historia natural de cambio climático, por ejemplo, glaciaciones o épocas de tropicalización con grandes reptiles. Ahí no estaba el hombre y esa dinámica del clima igual existía.
Lo que se da ahora es un cambio climático antropogénico: la sociedad incide en procesos que ya existen en la Tierra –como parte de la historia ambiental del planeta– y acelera algunas cuestiones. Hay evidencias al respecto. Por ejemplo, los glaciares están retrocediendo, pero no sería la primera vez que eso ocurre, solo que en este caso lo hacen con un ritmo diferencial del que se venía estudiando. Hay una exacerbación que se debe a la actividad humana.
Desde mi mirada, yo no me enfoco en saber si se trata del cambio climático, de un terremoto o de una explosión nuclear. A mí, me interesa saber cómo estamos preparados para cualquiera de esos eventos, tanto los que pueden preverse como los que no.
-¿Cuál es la relación entre la soja y las inundaciones?
-La soja, como cualquier otro tipo de cultivo, es un sistema productivo que implica cierta intervención y homogeniza el ecosistema. Aquellos factores que retenían el agua en el lugar, como un bosque, ya no están. Esto tendría que ver con la estructura biológica, pero también con los cambios en el escurrimiento. Poner canales para sacar el agua más rápido genera otro tipo de problemas; por ejemplo, luego de las inundaciones que afectaron a Luján en el año 2015, se rectificó un fragmento de los cauces y, para ello, se sacaron los árboles que estaban en los bordes. Entonces, el agua comenzó a pasar más rápido por allí y eso provocó que llegara en menos tiempo a las casas ubicadas aguas abajo: en vez de tardar dos días, llegaba en dos horas. Ahora bien, hay productores que tiran el agua en sus terrenos (aunque por ley no deberían hacerlo) y, como es un sistema de llanura, eso afecta al productor que está aguas abajo; como consecuencia final, el agua llega a las ciudades. Ante esa situación, la propuesta es construir un canal que circunde la ciudad, con lo cual se sigue interviniendo en el sistema y generando nuevos problemas. Por ejemplo, hoy en Europa se habla de soluciones basadas en la naturaleza: se evalúa la manera de poner al servicio de nuestros intereses a la propia naturaleza. El problema es que ese modelo no resulta tan rentable.
-En relación con la respuesta ante catastrófes, ¿existe un país modelo?
-Santa Fe, que tantos inconvenientes tuvo, recibió un reconocimiento de la ONU por la forma de encarar los problemas de los riesgos. Los que tradicionalmente se nombran son los países escandinavos; eso tiene que ver con sus pautas de consumo y con la voracidad del capital.
-¿Considera que Argentina puede responder rápidamente a una catástrofe?
-Depende de la coyuntura económica, de la disponibilidad de fondos y de recursos. El personal está, las FF. AA. están, al igual que los bomberos. Lo que sucede es que, si no hay dinero para pagar el combustible del camión que debe llegar, el personal no se hace presente.
Igualmente, yo creo que la clave es la prevención y la mejor forma de prevenir es reducir la vulnerabilidad social, algo que no está vinculado con la defensa o la protección civil. El riesgo lo construyen desde las áreas de salud, de educación, de industria, de agricultura, de infraestructura, de energía, etc. Entonces, si yo siempre estoy atendiendo lo que otros generaron, nunca voy a poder cambiar las cosas. Por eso, se deja de hablar de riesgo de desastres y comienza a hablarse de gestión integral de riesgo. Ese enfoque tiene que ver con una estrategia a mediano y largo plazo que debe atravesar a toda la sociedad.
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