El fuego no solo quema: también seca, contamina, intimida. En la región fronteriza entre Brasil y Bolivia, el incendio causa estragos que van más allá de la pérdida forestal: hay escasez de agua, pérdidas económicas, miedo e incertidumbre. Para asistir en estas necesidades, la Cruz Roja envió una brigada que recorre ambos lados de la frontera. Ocho personas visitan distintas localidades, por caminos de tierra y senderos poco transitados, al encuentro de las poblaciones locales. "Estos últimos días todos los esfuerzos se han concentrado en responder al combate del incendio. Las necesidades de las comunidades, algunas de ellas estructurales, han quedado acentuadas por la emergencia y en un segundo plano", explica Rodrigo Cuba, Director nacional de respuesta a emergencias y desastres de Cruz Roja Argentina, a DEF por vía telefónica desde San Javier (Bolivia).
El atardecer puede encontrar a Cuba y al resto de los brigadistas de un lado de la frontera o del otro; en cualquier caso, el humo y la ceniza permanecen. Cuando llegan a un pueblo, buscan hablar con el intendente o cacique para consultar sobre los daños ocasionados por el incendio. La visita es corta: en pocas horas se trasladan a la próxima comunidad.
–¿Cómo fue el itinerario?
–Llegamos a la frontera y avanzamos sobre Brasil, visitamos comunidades del lado brasileño (aborígenes) y del lado boliviano, algunas aborígenes. Hace quince días llegamos a Bolivia, donde recorrimos distintas comunidades. Visitamos a todas las poblaciones, lo cual nos llevó varias horas de recorrido sobre camino de tierra. Estamos tratando de abarcar el cien por ciento de ellas.
–¿Qué necesidades encontraron en las comunidades que visitaron?
–Por un lado, hay una emergencia asociada que es la sequía, y la vienen viviendo desde hace algunos meses. Cuando analizamos sectorialmente encontramos varios focos. Hay problemas de salud, ya que las comunidades están presentando problemas respiratorios que no responden a la zona ni a la época y tienen que ver con la baja protección al respirar en un ambiente viciado de humo. También hay afecciones relacionadas a la dimensión gastroentérica, ya que las condiciones de agua no son las óptimas porque sedimenta mucha cantidad de ceniza. A esto se suma el hecho de que el calor genera deshidratación; y, de la mano, hay muchas infecciones dérmicas y cutáneas relacionadas a la ceniza. El segundo factor es que hay malas condiciones de higiene por la poca disponibilidad de agua. A pesar de que se instalaron pozos, no dan abasto. No hay disponibilidad de agua y por lo tanto hay que priorizar, porque hay tres frentes: ganado, fuego y consumo de personas. Como consecuencia, el ganado está muriendo. Los atajados (N. de la R.: unas pequeñas reservas de agua, pequeñas lagunas que tienen algunas comunidades) que antes eran para el ganado, ahora se están utilizando para combatir el fuego.
Hay problemas de salud, ya que las comunidades están presentando problemas respiratorios que no responden a la zona ni a la época y tienen que ver con la baja protección al respirar en un ambiente viciado de humo.
–¿Cuáles son los principales daños económicos que sufren las pequeñas poblaciones?
–Los medios de vida están afectados porque son economías agrícola-ganaderas: el 30% lo usan para el consumo y el 70% para el comercio. El ganado está muriendo y los pocos sembradíos fueron alcanzados por el fuego, o bien la ceniza los puso en malas condiciones, con lo cual se han perdido todos los cultivos y tienen que acceder nuevamente a las semillas. Las comunidades que trabajan con los aserraderos, que tienen una tala mensual, obviamente han perdido mucha materia prima. Lo que suelen hacer estas comunidades es contratar pequeñas empresas para que hagan la tala, entonces entraron en un proceso de deuda increíble. Nosotros estamos realizando intervenciones sobre agua segura y almacenamiento seguro. Ya tenemos aprobado el financiamiento desde Ginebra para instalar tanques comunitarios, contenedores familiares y, posiblemente, filtros. Después estamos planteando una estrategia de cashtransfer multipropósito a las familias para que puedan realizar las compras más urgentes, como semillas, o pagar deudas. La transferencia en efectivo es un sistema que usamos con Cruz Roja y tiene que ver con que entregando efectivo la gente puede decidir sobre sus propias necesidades y, sobre todo, dignifica a la persona.
La única forma de evaluar las necesidades de las comunidades es conocer sus costumbres, comer lo que comen ellos, dormir donde ellos duermen.
–¿Cómo es una jornada de la mañana a la noche?
–Somos un equipo de ocho personas. Nos levantamos bien temprano y aprovechamos las primeras horas para poder viajar. La única forma de evaluar las necesidades de las comunidades es conocer sus costumbres, comer lo que comen ellos, dormir donde ellos duermen. Viajamos al siguiente punto de evaluación que tenemos programado y, al llegar, buscamos un cacique, un intendente o una autoridad y consultamos qué necesidades tienen y cómo los podríamos ayudar. Luego tenemos un espacio para compartir un té, un vaso de chicha (N. de la R.: bebida típica de la zona, derivada de la fermentación no destilada del maíz) y conversar. Porque en algunos casos no terminamos de entender lo que verdaderamente pasa; entonces nos damos esa chance de beber el agua que ellos beben, insertarnos y compartir de manera más directa.
–¿Qué desafíos particulares se les han presentado en este caso?
–El principal desafío es cultural. Cuando llegamos, muchas veces tenemos los paquetes de ayuda ya armados, sabemos que podemos dar esto y aquello, pero el desafío que se nos presenta es adaptar nuestros paquetes a las realidades culturales con las que nos encontramos. Hay comunidades en las que vamos a llegar y no va a haber el mismo lugar para dormir que el que estamos acostumbrados, por ejemplo. El gran desafío es cultural. Muchas veces las agencias humanitarias llegamos a las zonas de afectación con un paquetito lindo prearmado que no se adapta a las necesidades o costumbres de la comunidad afectada, y no nos damos cuenta de que perdemos una posibilidad de ayuda. El error a veces es creer que les hacemos un favor a la gente, cuando en realidad les estamos garantizando un derecho.
Los pobladores están en contacto permanente con el fuego porque son ellos los que dan las alertas a otras comunidades. Con las pocas herramientas que tienen están haciéndole frente al incendio.
–¿Recuerdan alguna otra gran emergencia a la que se pueda asemejar el incendio del Amazonas?
–Intervinimos en grandísimas emergencias, muchas veces el doble de esto, pero cada emergencia tiene matices particulares que la hace única. Esto tiene que ver con el choque y la diversidad cultural que estamos viviendo. Lado brasileño, boliviano, comunidades chicas, grandes, etc. Esto lo vuelve una emergencia compleja. La baja coordinación que hay también la vuelve compleja: hay civiles que quieren ayudar pero no están bien equipados o no tienen las condiciones físicas para hacerlo. También hay que mencionar por otro lado el matiz social de lo que sabemos que está pasando con el medio ambiente: cada vez que vemos un cerro que se prende por completo no podemos dejar de pensar en el impacto medioambiental.
Desde Cruz Roja vamos a sostener una acción durante varios meses. En estas emergencias hay mucha ayuda, pero apenas baja el impacto las comunidades quedan solas y es nuestro trabajo seguir acompañando.
–¿Hay pobladores que hayan sido alcanzados por el fuego?
–Los pobladores están en contacto permanente con el fuego porque son ellos los que dan las alertas a otras comunidades. Con las pocas herramientas que tienen están haciéndole frente al incendio. Los niños no van a la escuela porque hay humo, los padres tienen que faltar al trabajo y quedarse en casa por si el fuego llega a sus viviendas, entonces de un modo u otro están en contacto. La comunidad boliviana ha presentado miles de voluntarios para combatir el fuego, pero la poca experiencia que se tiene sobre esto y el bajo entrenamiento de la población civil, que por otra parte demuestra que hay un gran nivel de solidaridad, generan un gran riesgo porque el viento cambia constantemente. El poco estado físico y los terrenos complicados más el cansancio y la inexperiencia no son buena combinación.
–¿Qué planes tienen a futuro?
–Nos queda por visitar tres comunidades más, una vez que las visitemos y terminemos en Puerto Suárez, del lado boliviano, volvemos a Santa Cruz de la Sierra donde hacemos base. Vamos a sostener una acción que dure varios meses. En estas emergencias hay mucha ayuda, pero apenas baja el impacto las comunidades quedan solas y también es un trabajo seguir acompañando.
LEA MÁS
Efecto Amazonas: ¿cuánto le preocupa el medioambiente a la Argentina?
Venezolanos en Argentina, radiografía de los que buscan un futuro mejor