Uno de los problemas más importantes para la salud de los argentinos es la presencia de arsénico en el agua. Aunque no existe una estadística completa a nivel país, al menos 14 provincias presentan este contaminante natural en sus aguas, especialmente Santa Fe y Córdoba. El arsénico es responsable de múltiples afecciones, desde problemas en la piel hasta cáncer. Ante esta realidad, un grupo de investigación de la Facultad de Agronomía de la Universidad de Buenos Aires está estudiando cómo removerlo a fin de sanear las aguas, casi en su totalidad, usando los descartes de cañas de bambú nativas del nordeste de la Argentina que abandonan los productores de muebles.
Hablamos con Andrea Susana Vega, doctora en Biología, investigadora independiente del CONICET, docente de la facultad de Agronomía y directora del proyecto, enmarcado en el programa UBACyT; y con Jacinta Alchouron, licenciada en Ciencias Ambientales, integrante del equipo que realiza su doctorado sobre este tema.
-¿Cómo se origina el trabajo? ¿Qué fue lo que despertó interés primero: las propiedades del bambú o la presencia de arsénico?
-Andrea Vega: En la Argentina, no había estudios actualizados sobre los bambúes que crecen en el país. Entonces, comenzamos a trabajar sobre diferentes géneros y especies, trabajos de ciencia básica, y a la par nos preguntamos por qué no había un uso integral del recurso. En muchos países asiáticos, a las cañas se las utilizan para fabricar carbón de bambú, con el que se sanea el agua, el aire o la tierra.
-Jacinta Alchouron: Llegamos desde el campo de la botánica y nos acercamos a la problemática del arsénico. Fue como un engranaje, porque, por un lado, estudiamos las aplicaciones que tiene el bambú, las cualidades que lo posicionan como grandes absorbentes o remediadores de contaminantes, y, por el otro, lo imbricamos con el problema sanitario. Realicé mi tesis de grado sobre el arsénico con una pregunta en mente: qué podía descontaminar en Argentina. Así, surgió la investigación.
-¿Cuál es el origen del arsénico en el agua?
-J. A.: Es un elemento que se encuentra naturalmente en la tierra. Se cree que la fuente es la erosión de vidrio volcánico desde los Andes. Así como esa erosión trajo el loess, el depósito sedimentario que le dio a las pampas su riqueza y fertilidad, también erosionó vidrio volcánico con arsénico que, al encontrase con bacterias, se va filtrando en el agua. Esa es la mayor fuente en el país, aunque también hay focos puntuales originados en diversas industrias.
-¿Por qué es peligroso?
-J. A.: Porque si bien es un contaminante natural, es nocivo para la salud. La consecuencia de consumirlo en agua no se manifiesta a corto plazo, como puede ser una gastroenteritis producida por una bacteria. El arsénico tiene un accionar acumulativo y los problemas que genera en la salud son múltiples. A la cantidad de enfermedades que produce se le llama "hidrocenisismo crónico regional endémico". Puede causar desde cáncer de pulmón o de vejiga hasta problemas en la piel. Es un problema muy complejo, incluso se lo denomina el "asesino invisible", porque la presencia de arsénico no se identifica con un color o un olor, y su accionar se detecta después de años.
-A. V.: Muchos hierven el agua, pero eso lo que hace es concentrarlo aún más. Mata otras cosas, pero el arsénico se concentra más en el alimento que se quiere cocinar en ese líquido.
Al arsénico se le dice el “asesino invisible”, porque no tiene olor, ni se lo identifica con un color, y como su efecto es acumulativo, las consecuencias se ven a largo plazo. Puede causar desde cáncer de pulmón o de vejiga hasta problemas en la piel.
-¿Cuándo deja de ser segura el agua para consumo humano?
-J. A.: Nuestro código alimentario regula 50 microgramos de arsénico por litro de agua, pero el Gobierno Nacional tiene intención de reducir el límite a 10, como establece la Organización Mundial de la Salud. Colocar ese valor en el código alimentario implica tener que hacer estudios más complejos, porque no es lo mismo detectar 50 que 10; es más difícil, se requieren estudios más sofisticados. Y colocar ese número significaría asumirlo como una problemática grave.
-¿Dónde hay mayor concentración en el país?
-A. V.: En Santa Fe y Córdoba, la concentración es muy elevada. También sucede que hay zonas donde existe información y otras en las que no hay datos. Hay cierta incertidumbre. Pero lo que se sabe es que en unas 16 provincias hay niveles elevados de arsénico. Es una problemática extendida en el país.
-¿Cómo es que el bambú absorbe el arsénico?
-A. V.: Con las cañas se fabrica carbón –con un proceso térmico muy sencillo–, que es el que tiene la propiedad de absorber el contaminante. Entonces, se habla de biocarbón porque es un carbón que se va a usar para remediar o sanear, en este caso, el agua. Nosotros produjimos cuatro tipos diferentes de biocarbones, entre no activados y bioactivados. La activación es un proceso por el cual el biocarbón aumenta su superficie, lo que lo vuelve más costoso y difícil de obtener.
Con el biocarbón que obtuvimos, que viene de las cañas de descarte que el productor no usa, se pueden llegar a remover valores cercanos al 100 % de arsénico en el agua.
-¿En qué cantidad desaparece el arsénico con el uso de los biocarbones?
-J. A.: Con el biocarbón sin activar, que viene de las cañas de descarte que el productor no usa y que no se reciclan, se pueden llegar a remover valores cercanos al 100 %. Y presenta una cualidad importante: no es PH dependiente, porque esta sustancia depende mucho del PH del agua donde se encuentra. La forma química que toma en el agua varía muchísimo según el PH. En ese sentido, el biocarbón nuestro es muy elástico, porque a diferentes valores sostuvo esa remoción de casi el 100 %. Eso lo posiciona como un material potente, porque hay tantas aguas como animales. Es importante que el material sea lo más plástico posible.
-¿Existen otras formas de combatir el arsénico?
-A. V.: Existen formas de remediar, pero son costosas y engorrosas. Además, este bambú es una especie nativa, del nordeste, desaprovechada en el país. Solo se emplea para muebles rústicos o alguna construcción precaria. Nosotros usamos los restos de caña que al productor no le sirve. Lo que buscamos es hacer un material de elaboración sencilla, de modo que una población rural (aquellos a quienes nunca les va a llegar agua de la red) pueda elaborar sus propios carbones y sus propios filtros de forma fácil y así eliminar un grave riesgo para su salud.
*La versión original de esta nota será publicada en la revista DEF Nº 127.
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