La preparación ante desastres naturales es un componente clave de la seguridad y resiliencia de cualquier sociedad. Los gobiernos de todo el mundo vienen desarrollando protocolos y kits de superviviencia adaptados a sus geografías y amenazas específicas. Esta planificación permite minimizar pérdidas humanas y materiales, y así facilitar una respuesta más rápida y efectiva en situaciones críticas, extremas.
Los desastres naturales pueden causar destrucción masiva e interrumpir servicios esenciales como el suministro de agua, electricidad y atención médica. La preparación adecuada permite a las personas y comunidades sobrevivir las primeras horas y días tras el evento, mientras llegan los equipos de rescate. Además, reduce el impacto económico y facilita la recuperación posterior del lugar en cuestión.

Cómo son los protocolos y kits de emergencia en los distintos países
Estados Unidos cuenta con la Agencia Federal para el Manejo de Emergencias (FEMA), que proporciona guías y asistencia en caso de desastres. Se recomienda que cada familia tenga un kit de emergencia con agua potable para al menos tres días, alimentos no perecederos, linterna y pilas de repuesto, botiquín de primeros auxilios, radio a baterías, documentos importantes en una bolsa impermeable, artículos de higiene personal, ropa y mantas, así como dinero en efectivo. Los protocolos incluyen evacuaciones obligatorias en casos de huracanes, incendios forestales y terremotos.
Japón, debido a su ubicación en el Cinturón de Fuego del Pacífico, tiene protocolos avanzados para terremotos y tsunamis. Los ciudadanos están entrenados desde la infancia en simulacros, y la mayoría de las casas y los edificios cuentan con medidas antisísmicas.

El kit básico de emergencia japonés incluye casco y guantes de protección, silbato para alertar a los rescatistas en caso de quedar atrapado, bolsas de plástico para residuos, comida y agua para al menos tres días, mapas y linterna dinamo, toallitas húmedas y mascarillas, así como cargadores solares para dispositivos electrónicos. Japón también utiliza sistemas de alerta temprana mediante teléfonos móviles y altavoces en la vía pública.
En el caso de Chile, con su alta sismicidad, cuenta con la Oficina Nacional de Emergencia (ONEMI) y protocolos muy estrictos. La población está entrenada para evacuar en caso de terremotos y tsunamis. El kit de emergencia chileno incluye radio a pilas, suministros de comida y agua para 72 horas, copias de documentos personales, medicinas esenciales, cuerda y herramientas básicas, luz de emergencia con pilas adicionales y un plan familiar de evacuación. Chile también realiza simulacros regulares y tiene infraestructura diseñada para soportar terremotos.
En Alemania, la Agencia Federal de Protección Civil recomienda la “Lista de 10 días”, que consiste en almacenar agua potable y alimentos enlatados, medicinas y primeros auxilios, ropa de abrigo, linternas y baterías, radio de emergencia, suministros para mascotas y niños, además de copias de documentos en formato digital y físico. Los alemanes también tienen centros de evacuación bien organizados y sistemas de alerta eficientes.

El kit sugerido por la Unión Europea debe incluir suficiente agua potable y alimentos no perecederos para cubrir las necesidades básicas de cada persona durante tres días. También se recomienda almacenar medicamentos esenciales, tanto aquellos de uso diario como los necesarios para tratar emergencias médicas comunes. Para hacer frente a cortes de electricidad, se aconseja contar con una linterna con baterías adicionales y una radio portátil que funcione sin necesidad de conexión digital, de modo de poder mantenerse informado en todo momento.
Además, se sugiere resguardar documentos importantes, como identificaciones y pólizas de seguro, en una bolsa impermeable para evitar su deterioro. Dado que los sistemas electrónicos de pago podrían no estar operativos, es recomendable disponer de dinero en efectivo en pequeñas denominaciones. La higiene personal es otro aspecto fundamental, por lo que el kit debe incluir productos básicos como papel higiénico, toallitas húmedas y desinfectante de manos.
Para hacer frente a temperaturas adversas, se recomienda contar con ropa de abrigo y mantas que protejan del frío en caso de evacuación o fallas en la calefacción. También se sugiere disponer de herramientas básicas, como una navaja multiusos, un abrelatas manual y cinta adhesiva, así como cargadores portátiles para dispositivos electrónicos que permitan mantener la comunicación siempre que haya señal disponible.

La Comisión Europea enfatiza que cada hogar debe adaptar este kit de emergencia según sus necesidades particulares, considerando suministros específicos para bebés, mascotas o personas con afecciones médicas particulares. La preparación de este kit no solo busca garantizar la supervivencia durante las primeras 72 horas de una crisis, sino también facilitar la labor de los equipos de emergencia al reducir la demanda inmediata de asistencia.
El kit de emergencia en Argentina: prevención y preparación frente a catástrofes
Argentina es propensa a inundaciones, incendios forestales, terremotos en la región andina y tormentas fuertes. La Secretaría de Articulación Federal de la Seguridad coordina la respuesta ante emergencias a nivel nacional.
Los kits de emergencia recomendados en Argentina incluyen agua potable, alimentos enlatados o deshidratados, botiquín con alcohol, gasas, analgésicos y medicamentos personales, radio a baterías y linterna con pilas adicionales, silbato de emergencia, documentación importante en bolsas impermeables, además de bolsas de dormir y mantas térmicas.
Los protocolos argentinos incluyen planes de evacuación en zonas de riesgo, alertas tempranas para inundaciones mediante SMS y aplicaciones móviles, coordinación con las Fuerzas Armadas y Defensa Civil, además de simulacros en escuelas y edificios públicos.

Las medidas de prevención y concientización
Para prepararse ante un desastre natural, es fundamental comenzar por la educación y concientización. Conocer los riesgos de la zona en la que se vive y participar en simulacros organizados por instituciones locales permite a las personas reaccionar de manera más rápida y efectiva cuando ocurre una emergencia.
Además, es recomendable elaborar un plan familiar que incluya puntos de encuentro seguros, rutas de evacuación y medidas específicas para cada miembro del hogar, de modo de asegurar que todos sepan cómo actuar en caso de desastre.
En términos de infraestructura, se recomienda reforzar viviendas y edificios para minimizar daños estructurales ante terremotos, tormentas o incendios. Realizar inspecciones y mejoras puede marcar la diferencia en situaciones críticas.
Asimismo, el uso de tecnología es una herramienta clave. Instalar aplicaciones de alerta temprana y mantenerse informado a través de fuentes oficiales permite recibir avisos con anticipación y actuar de manera preventiva.

La colaboración comunitaria también es de fundamental importancia. Establecer redes de ayuda vecinal es clave para asistir a personas vulnerables, como adultos mayores o personas con discapacidad, en caso de evacuaciones o emergencias. Además, en zonas de alto riesgo, contar con un seguro adecuado para viviendas y bienes puede ayudar a mitigar pérdidas económicas tras un desastre.
Otra medida esencial es la reducción de riesgos ambientales. Evitar la construcción en zonas inundables, realizar mantenimiento regular de desagües y prevenir la deforestación son acciones que contribuyen a minimizar el impacto de los fenómenos naturales. Estas acciones no solo protegen a las personas, sino que también ayudan a preservar el medioambiente y reducir la vulnerabilidad de las comunidades.
Cada país adapta su preparación ante desastres según su contexto geográfico y socioeconómico. Sin embargo, el denominador común es la importancia de la prevención, la información y la coordinación gubernamental. Tener un kit de emergencia y un plan de acción puede marcar la diferencia entre la supervivencia y el caos en momentos críticos. La preparación no solo protege vidas, sino que también permite una recuperación más rápida tras el impacto de un desastre natural.
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