La guerra contra Kiev no es la única situación que permite analizar la política de Rusia en Europa del Este. El alejamiento de las ex repúblicas soviéticas es un hecho que Vladimir Putin busca revertir por vías diferentes pero relacionadas.
La interferencia en las elecciones en Rumania y Moldavia, el conflicto con Armenia por Nagorno Karabaj, la ley “rusa” en Georgia, y el conflicto latente con Ucrania marcaron un 2024 turbulento para Europa y un renovado campo de disputa con Occidente.
La guerra en Ucrania continúa
La ola expansionista de la OTAN posterior a la caída de la Unión Soviética sigue siendo una herida abierta para Rusia. Desde 2008, el presidente Vladimir Putin hizo lo posible por evitar una adhesión ucraniana.
Las demostraciones de poder en Abjasia y Osetia del Sur, y la alianza con el prorruso Viktor Yanukóvich en Ucrania demoraron el inevitable proceso hasta que se produjo el Euromaidán. La creciente presión social echó al presidente ucraniano y restauró la corriente europeísta en Kiev.
A raíz de eso, Rusia apoyó desde 2014 los movimientos independentistas en la región del Donbás, anexó la península de Crimea y, con el riesgo de una situación irreversible con la llegada de Volodímir Zelenski al poder, lanzó la operación militar del 24 de febrero de 2022.
Tras dos años y medio de guerra, la OTAN se mantiene como el principal aliado de Kiev y el presidente Volodímir Zelenski, pero sin alcanzar una solución que ponga fin al conflicto que escaló con el uso de misiles ATACMS y Storm Shadows, y, posteriormente, los Oreshnik. La llegada de Donald Trump a la presidencia de Estados Unidos parece facilitar las negociaciones de paz esquivas hasta el momento, aunque su iniciativa pasa más por una agenda local que por una intención de terminar el conflicto de forma permanente.
Nagorno Karabaj, un conflicto menor que confronta a Armenia y Rusia
En el conflicto por Nagorno Karabaj, que enfrentó a Armenia y Azerbaiyán, la Organización del Tratado de Seguridad Colectiva (OTSC, sucesora del Pacto de Varsovia) no actuó en defensa de ningún bando.
Como resultado, Armenia perdió el territorio en el año 2020. De la misma manera, la alianza postsoviética tampoco reaccionó a la invasión rusa a Georgia –ex Estado miembro–, en 2008, ni al conflicto fronterizo de Kirguistán y Tayikistán, en 2021.
Durante el transcurso de 2024, Armenia dio señales del creciente descontento con el bloque y el liderazgo ruso: el primer ministro Nikol Pashinián confesó que, tras cuatro años desde el enfrentamiento armado con Azerbaiyán, la alianza comandada por Rusia no respondió a las consultas armenias sobre Nagorno Karabaj y anunció la salida de su país de la OTSC en junio pasado.
El alto funcionario acusó a la Organización del Tratado de Seguridad Colectiva de comprometer la seguridad de Armenia y de crear amenazas que pueden comprometer la integridad territorial, su soberanía y condición como Estado independiente.
El riesgo democrático en Moldavia y Rumania
Este año, Moldavia celebró elecciones marcadas por la interferencia del Kremlin. La europeísta Maia Sandu fue reelegida en segunda vuelta en el marco de denuncias que apuntaban contra personalidades prorrusas por utilizar dinero y contactos para comprar votos, conspirar para causar agitación social y alterar los resultados.
Gracias a la intervención policial, se garantizó que, durante la jornada de votación, también se tratara el referéndum para adecuar la Constitución Nacional a los estándares de la Unión Europea. El 50,39 % de la ciudadanía aprobó la consulta popular y, con el triunfo de Sandu, los moldavos dieron un paso clave para unirse a la Unión Europea y se alejaron aún más de Rusia.
Por su parte, Rumania también estuvo asolada por la interferencia rusa. Los informes de la inteligencia nacional indicaron que la victoria del candidato independiente Calin Georgescu en las elecciones presidenciales estuvo apoyada por 85.000 intentos de ciberataques rusos contra sitios web electorales y sistemas informáticos.
Los documentos también arrojaron posibles interferencias en TikTok, a través de algoritmos, cuentas coordinadas y esquemas publicitarios dentro de la plataforma. Estas maniobras le habrían permitido realizar una campaña de desinformación y alimentar un mensaje anti-Europa y más cercano a Rusia. Como resultado, el Tribunal Constitucional anuló el resultado e hizo un llamado para repetir los comicios, no sin antes validar las acusaciones sobre el Kremlin.
¿Una ley prorrusa en Georgia?
Georgia no estuvo exenta de las controversias durante este 2024. La aprobación del Parlamento georgiano a la Ley de Agentes Extranjeros, pese al veto de la presidenta Salomé Zourabichvili, obliga a los medios de comunicación a registrarse como entidades “que defienden los intereses de una potencia foránea” si el 20 % de sus fondos provienen del extranjero.
La ley, promulgada por el primer ministro Irakli Kobajidze, fue repudiada por Zourabichvili y por el presidente del Consejo Europeo, Charles Michel, quienes advirtieron que compromete el futuro del país y el proceso de adhesión a la UE, así como las relaciones con Occidente.
En las últimas semanas, la capital de Georgia, Tiflis, fue el epicentro de las protestas contra el gobierno. La ley de agentes extranjeros, las denuncias de fraude electoral el 26 de octubre, la supuesta intervención de Rusia y la suspensión de las negociaciones con la Unión Europea hasta 2028 provocaron una crisis política y social sin salida.
Esta inestabilidad llevó a que Estados Unidos se retirara del Acuerdo de Asociación Estratégica que mantenía con Georgia desde 2009. El alejamiento de Occidente será el eje de las disputas entre la presidenta Salomé Zourabichvili, quien desconoce los resultados electorales y busca quedarse en el poder, y el primer ministro Irakli Kobajidze, una batalla interna que preocupa a Occidente y Rusia en partes iguales.