La posibilidad de colonizar Marte obsesiona e ilusiona a científicos y visionarios desde hace décadas. Con iniciativas lideradas por agencias como la NASA, la ESA y empresas privadas como SpaceX, con Elon Musk a la cabeza, el sueño de convertir al planeta rojo en un hogar para la humanidad está más cerca que nunca. Sin embargo, este objetivo plantea desafíos técnicos, científicos y éticos de enorme complejidad.
Los descubrimientos geológicos en Marte
Entre los hallazgos más significativos realizados por misiones recientes se destaca la detección de azufre en su superficie y subsuelo. Este descubrimiento, realizado gracias a los instrumentos de los rovers como Curiosity y Perseverance, y corroborado por orbitadores como Mars Reconnaissance Orbiter, ha abierto nuevas perspectivas sobre la historia geológica y ambiental de Marte, además de su potencial para sustentar vida futura.
El azufre en Marte se encuentra en diversas formas químicas, principalmente como sulfatos y sulfuros, lo que indica una interacción prolongada entre el agua, las rocas y la atmósfera del planeta. Los sulfatos, por ejemplo, son compuestos que se forman cuando el azufre interactúa con oxígeno y agua, lo que sugiere la existencia pasada de agua líquida en la superficie marciana.
La presencia de azufre en Marte tiene implicaciones significativas para entender su habitabilidad pasada. En la Tierra, el azufre juega un papel clave en varios procesos biológicos, desde la formación de proteínas hasta el metabolismo de microorganismos extremófilos que prosperan en ambientes hostiles como fuentes hidrotermales o depósitos volcánicos.
Los microorganismos en la Tierra utilizan compuestos de azufre como fuente de energía en ausencia de luz solar. Si alguna vez existieron formas de vida en Marte, estas podrían haber adoptado estrategias similares, especialmente en ambientes subterráneos protegidos de la radiación.
Por un lado, el rover Curiosity detectó sulfatos en las capas sedimentarias del cráter Gale, lo que apunta a la existencia de lagos y cuerpos de agua salada hace miles de millones de años.
Observaciones desde orbitadores han identificado vastas áreas con depósitos de sulfatos en este sistema de cañones, reforzando la hipótesis de que Marte tuvo un clima más cálido y húmedo en el pasado.
El rover Perseverance halló compuestos de azufre en su estado reducido, lo que indica condiciones químicas que podrían haber sido favorables para ciertos tipos de microorganismos en la historia temprana del planeta.
Sin embargo, Marte como característica tiene en sus orígenes un vulcanismo muy marcado, que se manifiesta a través de otros compuestos, como el azufre. Claudio Alberto Parica, geólogo y Presidente del Consejo Superior Profesional de Geología, indicó a DEF que Marte tiene el aparato volcánico más grande de todo el sistema solar, Monte Olimpo.
“Como elemento para la vida sí es útil, y de hecho en condiciones muy pobres en oxígeno se forman compuestos azufrados, lo cual es normal”, explicó Parica. Aún así, insiste en que usualmente están asociados a los gases volcánicos, haciendo su aparición común.
Uno de los mayores avances recientes fue logrado por el instrumento MOXIE (Mars Oxygen In-Situ Resource Utilization Experiment), a bordo de Perseverance. MOXIE logró producir oxígeno a partir de dióxido de carbono en la atmósfera marciana, un hito que demuestra la posibilidad de fabricar recursos vitales en Marte en lugar de depender únicamente de suministros terrestres.
Por otro lado, SpaceX del magnate Elon Musk ha desarrollado el cohete Starship, diseñado específicamente para llevar grandes cargas y tripulaciones a Marte. Este vehículo reutilizable promete reducir costos y aumentar la viabilidad de misiones tripuladas, con el objetivo de realizar un primer aterrizaje humano en la década de 2030.
Para poder vivir en el Planeta Rojo, los especialistas advierten que el principal desafío es su atmósfera delgada, compuesta principalmente de dióxido de carbono. La misma carece de un campo magnético global, lo que expone su superficie a altos niveles de radiación cósmica y solar.
Esta radiación es peligrosa para los humanos y puede dañar equipos electrónicos. El desarrollo de refugios subterráneos o la construcción de hábitats protegidos con materiales como regolito marciano son potenciales soluciones en estudio.
Además, las temperaturas promedio en Marte rondan los -63 °C y pueden descender hasta -125 °C en las noches polares. Esto obliga a diseñar sistemas de calefacción avanzados y trajes espaciales capaces de proteger a los astronautas de estas condiciones extremas.
Aunque el planeta tiene reservas de agua en forma de hielo en los polos y posiblemente en depósitos subterráneos, extraerla y purificarla será un desafío logístico. Además, la producción de alimentos dependerá de sistemas cerrados como invernaderos hidropónicos y aeropónicos, adaptados a la baja gravedad y la limitada luz solar marciana.
El planeta rojo tiene aproximadamente el 38% de la gravedad de la Tierra, lo que podría tener efectos desconocidos a largo plazo en la salud humana, incluyendo la pérdida de masa ósea y muscular.
Las investigaciones en la Estación Espacial Internacional (EEI) han proporcionado datos valiosos, pero aún no se comprende completamente cómo adaptarse a esta condición en misiones de larga duración.
Alternativas para poder habitar el Planeta Rojo
Por otro lado, la NASA y la ESA están colaborando para traer a la Tierra muestras marcianas recolectadas por Perseverance. Estas muestras podrían proporcionar información crucial sobre la composición química y biológica de Marte, ayudando a preparar el terreno para futuras misiones tripuladas.
Los experimentos en análogos terrestres como el desierto de Atacama (Chile) o la estación de investigación en Devon Island (Canadá) están ayudando a probar tecnologías y evaluar la capacidad humana para vivir en condiciones similares a las marcianas.
Además, los prototipos de hábitats como el Mars Ice House proponen usar el hielo marciano como aislante térmico y protector contra la radiación. En paralelo, la NASA está probando sistemas inflables que podrían desplegarse rápidamente al llegar al planeta.