
Los sistemas alimentarios se encuentran en una encrucijada crucial. Por un lado, es urgente satisfacer las crecientes demandas alimentarias de una población mundial en aumento. Por otro, resulta fundamental establecer un sistema de producción sostenible que pueda adaptarse y mitigar las consecuencias sociales y ambientales del cambio climático.
Sin embargo, a pesar de los esfuerzos de diversas organizaciones internacionales, ONG y asociaciones, aún no se ha logrado reunir a los países ni el financiamiento necesario para enfrentar este desafío global.
En este contexto desafiante, la Agenda 2030 y sus 17 Objetivos de Desarrollo Sostenible (ODS), muchos de ellos vinculados directamente con la agricultura, han surgido como propuestas clave para impulsar la sostenibilidad.

Agenda 2030: ¿solución o amenaza para los sistemas alimentarios?
Curiosamente, aunque la Agenda 2030 presenta la agricultura sostenible como una oportunidad para generar crecimiento económico inclusivo y fortalecer la resiliencia del sector, encontró una fuerte desaprobación en amplios sectores del ámbito productivo, que ven las medidas propuestas como una amenaza más que como una solución.
Asegurar la sostenibilidad de los sistemas de producción de alimentos y aplicar prácticas agrícolas que incrementen la productividad y calidad no es sencillo. Este desafío se ve acentuado cuando los cambios propuestos pueden afectar profundamente concepciones de trabajo establecidas o carecen de períodos de transición, que permitan la adaptación a las nuevas normas y métodos de producción.
Los agricultores han manifestado serias preocupaciones sobre la Agenda 2030, señalando que las políticas agropecuarias propuestas reducen drásticamente la rentabilidad y aumentan la carga burocrática, imponiendo restricciones severas sin ofrecer soluciones prácticas. Además, critican la ausencia de un período de adaptación que permita una transición efectiva hacia las nuevas normativas ambientales.

¿Es viable una sociedad sin agricultores?
Imaginemos una agenda ambientalista extremadamente radical, en la cual la agricultura y los agricultores desaparecerían en muchas regiones del mundo. Es posible que, con el tiempo, los territorios abandonados por la agricultura regresaran a un balance positivo de carbono en cuanto a las emisiones de gases de efecto invernadero (GEI). ¿Es esta la solución?
En una sociedad sin agricultores, la seguridad alimentaria dependería de la importación masiva de alimentos, lo que alejaría a los países de la soberanía alimentaria. Esta dependencia podría tener graves consecuencias en tiempos de pandemia, conflictos bélicos o frente a crisis climáticas extremas en los países de los cuales se importan los alimentos, aumentando radicalmente los precios o dejando de producir, exponiendo a las naciones netamente importadoras de alimentos a profundas crisis.
Si bien la situación expuesta es extrema, lo es también una postura inflexible de los agricultores frente al cambio propuesto, cuando es sabido que la agricultura actual es un importante contribuyente al problema del cambio climático.

Un camino hacia una posible solución
Desde un punto de vista profesional, un sistema alimentario que aspire a mitigar los efectos del cambio climático y alcanzar una agricultura descarbonizada requerirá mejoras significativas en los rendimientos de producción, junto con un enfoque estratégico para movilizar el financiamiento a largo plazo destinado al medioambiente y al clima.
Es esencial promover programas integrados y una planificación transformadora y justa, dejando en claro que se necesita un cambio en las prácticas agrícolas, incluidos incentivos y disposiciones que protejan el medioambiente sin comprometer la sustentabilidad económica de los agricultores.

Para que todo esto sea posible, el respaldo de políticas públicas coherentes y el apoyo financiero adecuado serán fundamentales para asegurar una transición efectiva hacia sistemas de producción agrícola sostenibles.
Estos planes deben aprovechar las interconexiones entre agricultura, seguridad alimentaria y factores sociales, tal como propone la Agenda 2030 y sus 17 Objetivos de Desarrollo Sostenible.
(*) El autor, Daniel Werner, es director del Departamento de Relaciones Exteriores y Cooperación Internacional en el Ministerio de Agricultura y Seguridad Alimentaria de Israel
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