“¡Hombres de acción! Su consigna el sable de Thompson señala”, solían entonar los hombres y las mujeres de la Prefectura Naval Argentina (PNA) en cada ceremonia. Sin embargo, esa espada a la que la marcha hace alusión no estaba. Todos desconocían su destino y, en consecuencia, las autoridades de esta fuerza de seguridad llevaban consigo un diseño cualquiera como símbolo de mando y en honor a un pasado de gloria.
Pero eso cambió cuando un legado familiar llegó a manos de Eduardo Bustamante, actual cónsul general de Argentina en Montevideo. Ni siquiera él imaginó que, dentro de los papeles que había heredado de su bisabuelo, un intercambio epistolar entre José Gervasio Artigas y Martín Jacobo Thompson cambiaría el destino de la PNA.
Un dato: Thompson (esposo de la célebre patriota Mariquita Sánchez) fue un criollo nacido en 1777, contemporáneo de próceres como Manuel Belgrano y Cornelio Saavedra, que, además de defender Buenos Aires durante las Invasiones Inglesas, fue un activista de la causa revolucionaria. De hecho, si bien estuvo a cargo de la Capitanía de Puerto (cuando esta dependía de la corona española), fue destituido por las autoridades españolas, quienes vieron con malos ojos su accionar.
Tras Mayo de 1810, el Primer Gobierno Patrio le devolvió su jerarquía y fue nombrado en el puerto del Río de la Plata. Con el tiempo, a aquella fuerza que lideró se le sumaron misiones y denominaciones. Finalmente, se consolidó como Prefectura Naval Argentina.
Un sable que unió las dos orillas del Río de la Plata
En la Embajada de Uruguay en Argentina, Eduardo Bustamante tomó la palabra durante el conversatorio “El sable que Thompson le regaló a Artigas. Testimonio de hermandad rioplatense”.
Lo hizo para profundizar una historia que, si bien fue revelada hace algunos pocos años, aún sigue generando curiosidad y admiración entre uruguayos y argentinos. Resulta que su hallazgo impactó de manera directa en las relaciones entre ambas naciones; en la historia que nos une; y, en particular, en las Fuerzas Armadas y de Seguridad implicadas.
En palabras de Bustamante, la historia es esta: corría el año 2005 cuando, a punto de trasladarse hacia Angola para abrir la embajada argentina en ese país, fue convocado por una de las hermanas de su padre. Tenía un cargamento de cartas que habían pertenecido a su bisabuelo, un abogado y escribano porteño que había vivido a principios del siglo XX.
“Aficionado a la historia, abrí la caja como si fuera un juguete nuevo. Revisé y encontré una carta con la firma de Artigas”, contó. El papel estaba dirigido a Martín Jacobo Thompson y, en él, el prócer uruguayo le agradecía el sable obsequiado.
¿Por qué esa carta cambiaba la historia? Hasta ese momento, lo que se sabía es que el sable que utilizaba José Gervasio Artigas había sido una distinción entregada por la Junta de Buenos Aires en reconocimiento del esfuerzo de guerra en la Revolución de Mayo. En el presente, esta arma blanca es parte del escudo del Ejército de Uruguay y el original es custodiado por el Regimiento “Blandengues de Artigas” de Caballería 1. La espada se caracteriza por ser de hierro forjado, con una hoja de 71 centímetros, empuñadura de madera y guarniciones en bronce. En el guardamano, una inscripción da cuenta de quién fue su dueño: “1811 J. G. Artigas”.
La revelación
Convencido de que su hallazgo tenía que integrar el acervo histórico de la Nación y de la magnitud de las consecuencias, Eduardo Bustamante subió a un taxi junto a su padre y se dirigieron al edificio Guardacostas para entregar una copia de la carta al entonces jefe de la Prefectura.
“En la carta, Artigas le agradece el sable que Thompson le entregó tras la victoria en la batalla de Las Piedras. La lectura de la carta evidenciaba que había sido un regalo a quien el capitán de Puerto admiraba: es un acto cargado de sentimiento”, explicó el cónsul argentino en Montevideo.
La inquietud estaba instalada y, en la Prefectura Naval, comenzaba a resonar la historia del sable perdido del creador de la Fuerza y personaje activo en el destino político de la Revolución de Mayo.
Una mañana, mientras Bustamante organizaba su traslado a Montevideo, sonó el teléfono de su oficina en la Cancillería. Atendió y escuchó, del otro lado, la voz de una mujer. Era María Raquel Mendioroz Suárez, historiadora y oficial de la Prefectura Naval Argentina.
Comenzaba la investigación que tenía como protagonista a Thompson, conocido en el ideario popular por las tertulias organizadas en su seno familiar, fundamentales para el debate del futuro de Buenos Aires. No solo eso: era el capitán de Puerto, por donde entraban y llegaban las noticias y, en consecuencia, un lugar relevante para la vida política.
“La historia está viva y estos documentos no pertenecen a colecciones privadas. Tienen que estar a disposición del acervo histórico”, reconoció Bustamante durante el encuentro, previo a cederle la palabra a Raquel.
“La historia se compone de microhistorias”
Raquel Mendioroz Suárez, embarazada y a pocos días de la fecha de nacimiento de su bebé, tomó la palabra durante el conversatorio organizado por la Embajada de Uruguay.
Ella, junto a otros historiadores de la Prefectura, fue una parte clave en la historia del sable de la fuerza. “Cuando yo estudié la carrera de Historia, mi tesis fue sobre Artigas Y, en mi trabajo, encontré que había recibido un sable de Buenos Aires. Pero quedó ahí”, contó.
Por entonces, la historia de la carta de Bustamante era una anécdota en los pasillos del edificio Guardacostas. Sin embargo, nadie había investigado mucho más: “Nos pusimos en campaña y di con el licenciado Alberto Umpiérrez, gran aliado en esto, y con Eduardo Bustamante. Mis superiores, además, organizaron un viaje para visitar el Museo Blandengues, donde está el sable original”.
Raquel recuerda que el comentario de un colega impactó negativamente en sus expectativas: el sable de Artigas es parte del Escudo del Ejército de Uruguay, entonces, ya era parte de la institución. “Al contrario, fue algo positivo. Porque nos hermanó aún más”, agregó.
Durante el viaje a Uruguay, la historiadora fotografió el arma y pudo comprobar que esta había sido de Thompson. Además, se verificó la autenticidad de la carta que había recibido Bustamante.
“El sable es una reliquia histórica importante para la historia institucional y nacional. No solo es eso, también un símbolo de la unión entre ambos pueblos”, concluyó.
Cabe destacar que, tiempo después, Uruguay le regaló a la Prefectura una réplica del sable que utilizaron ambos próceres.
“El sable nunca entró en guerra con Buenos Aires”
Junto a Raquel, el historiador Alberto Umpiérrez contó que, para confirmar la veracidad de la carta, debieron hacer una pericia: tenían que saber que la letra y la firma eran de Artigas.
Además, indicó que el prócer uruguayo llegó a usar esa espada. “Se fue a Concordia. Volvió y se instaló en un segundo sitio. Lo abandonó y ahí empezó la guerra contra las tropas de Buenos Aires, que tiene instancias en Entre Ríos y en Uruguay. Pero es importante tener en cuenta que, cuando Artigas abandonó el sitio de Montevideo, le entregó el sable a su hermano, quien no lo siguió. Entonces, ese sable nunca entró en guerra con Buenos Aires”, subrayó.