Las cuatro jornadas electorales para decidir la nueva conformación del Parlamento Europeo arrojaron una sorpresiva supremacía de los partidos de derecha. Los resultados provocaron turbulencias políticas, principalmente en Francia y en Bélgica, donde el presidente Emmanuel Macron convocó a elecciones legislativas anticipadas y el primer ministro belga Alexander de Croo anunció la dimisión de su gabinete respectivamente.
En algunos países, el resurgir de la derecha y de algunas fuerzas ideológicamente extremistas es motivo de alarma, pero ¿cambiará sustancialmente el actual curso de Europa?
Marine Le Pen logra un triunfo histórico en Francia
Tras un triunfo arrasador en las elecciones europeas con un 31,37 %, Reagrupamiento Nacional (RN) de Marine Le Pen y Jordan Bardella obtuvo una oportunidad para ratificar internamente lo que logró en el Parlamento Europeo. El presidente Emmanuel Macron disolvió la Asamblea Nacional y convocó a elecciones legislativas anticipadas.
En la primera vuelta, RN amplió aún más su base electoral: alcanzó el 33,5 % y logró acceder a la segunda instancia legislativa por primera vez en su historia. La ultraderecha relegó a la coalición autoproclamada antifascista Nuevo Frente Popular al segundo puesto y a Ensemble, el partido gobernante, al tercer lugar.
A pesar del histórico triunfo, la contienda tendrá su final este domingo 7 de julio, fecha en la que Agrupación Nacional, Nuevo Frente Popular y Ensemble se disputarán las 577 circunscripciones del territorio francés que se traducen en el mismo número de parlamentarios.
Las otras fuerzas con oportunidades de ganar llamaron a “hacerle frente a la extrema derecha”. Macron llamó a conformar una “amplia unión claramente democrática y republicana”, mientras que el líder de Francia Insumisa (Nuevo Frente Popular), Jean-Luc Mélenchon, instó a las fuerzas de izquierda que quedaron en tercer lugar en algunas jurisdicciones a retirarse de la carrera.
Los resultados de la primera tanda alarman al resto del arco político y buscan frenar el ascenso meteórico de Marine Le Pen y Jordan Bardella. El contraste con los comicios de 2022 es preocupante: RN pasó de 18,7 % a 33,5 % en dos años, pero, más allá del debilitamiento de Emmanuel Macron y de la izquierda francesa, logró captar votos de los partidos minoritarios. Si la tendencia sigue, lo más probable es que Bardella se convierta en el primer ministro de ultraderecha y cumpla el sueño que la familia Le Pen ideó en 1973.
Marine Le Pen heredó las riendas del Frente Nacional, partido fundado por su padre Jean-Marie Le Pen y por antiguos miembros de las Schutzstaffel (SS) de Alemania, en la década del 70. Durante el siglo pasado, la fuerza de ultraderecha era marginal y lo fue hasta 2007, cuando Marine tomó las riendas del partido.
La hija de Jean-Marie realizó un lavado de imagen en 2018 y reutilizó el nombre de Reagrupación Nacional, una fuerza colaboracionista del régimen nazi en Francia durante la Segunda Guerra Mundial.
Sin embargo, las viejas consignas continúan, aunque más moderadas. En esencia, la Reagrupación Nacional de Marine Le Pen mantiene el fervor nacionalista e identitario francés. De hecho, le da continuidad a la idea de priorizar a los franceses por sobre los inmigrantes en temas centrales como empleo, vivienda y servicios sociales. Una Francia por y para los franceses, que también identifica al islam como un problema que debe limitarse en sus expresiones públicas y estar lejos de la vida política y social.
El concepto se profundiza con la propuesta de alejarse de la OTAN, la Unión Europea y las Naciones Unidas, abandonar el euro para constituir una nueva moneda nacional y establecer una defensa regional desde el Atlántico hasta los Urales.
La consigna tiene asidero en medio de la sensación continental de que la migración al Viejo Continente está fuera de control y es responsable de los grandes inconvenientes que aquejan a los Estados. Se evidenció en Francia y también se observó en Alemania.
Alternativa para Alemania, el inquietante fenómeno germano
Las parlamentarias en Europa tuvieron un resultado similar en Alemania, con la fuerza de Olaf Scholz en tercer lugar y el regreso de la derecha al protagonismo. La alianza conservadora de la unión compuesta por la Unión Demócrata Cristiana de Alemania y la Unión Social Cristiana de Baviera obtuvo el 30 % y arrasó en las elecciones.
Alternativa para Alemania (AfD), la fuerza que encarna la ultraderecha y tiene vínculos comprobados con la corriente neonazi en el país, obtuvo un histórico segundo lugar con el 15,9 % y aventajó por dos puntos porcentuales al Partido Socialdemócrata de Scholz.
Fuera del territorio germano, la AfD trascendió más por sus controversias que por sus propuestas. En enero de 2024, el arco político buscó prohibir al partido de ultraderecha tras la publicación de una investigación del medio independiente Correctiv que reveló un plan de deportación masivo.
Según el informe, miembros de la AfD compartieron una reunión secreta en Potsdam junto a representantes de la Unión Demócrata Cristiana, empresarios y figuras de la extrema derecha europea, como Mario Müller y el identitario austriaco y autoproclamado neonazi, Martin Sellner.
La propuesta de “reemigración” consistía en enviar al norte de África a unos dos millones de personas que integran tres grupos: solicitantes de asilo, extranjeros y ciudadanos alemanes “no asimilados”. La noticia provocó una serie de protestas que repudiaban el “regreso de las políticas de 1933″ y pedían la prohibición del partido político.
Lejos de verse afectado por la masividad, sus principales figuras no esconden sus pensamientos extremistas. Maximilian Krah, candidato para el Parlamento Europeo, declaró que no consideraba automáticamente criminales a todos los miembros de las Schutzstaffel (SS), el famoso grupo paramilitar nazi encargado de custodiar los campos de concentración en la Segunda Guerra Mundial.
Si bien Alternativa para Alemania lo retiró como principal cara de la campaña, el partido de ultraderecha sobrevivió a las polémicas y se convirtió en la segunda fuerza política del país. El resultado histórico puede potenciarse aún más en las vísperas de las elecciones generales que tendrán lugar en 2025.
Como Marine Le Pen en Francia, la dirigencia de Alternativa para Alemania demuestra abiertamente el sentimiento islamófobo, la intención de acercarse a Rusia y el ataque a la inmigración. En mayor o menor medida, Giorgia Meloni en Italia y Rishi Sunak en Reino Unido también buscaron darle tratamiento a la migración ilegal en el continente europeo.
¿Qué puede cambiar en Europa?
Más allá del renacer de las identidades nacionales y la preservación cultural, los distintos actores de derecha coinciden en que la inmigración en todas sus formas es un problema y los extremistas incluyen al islamismo como un modo de vida incompatible con los valores de Occidente.
A nivel nacional, Italia y Reino Unido afrontaron en soledad los flujos migratorios provenientes de Medio Oriente y África. El triunfo o la ratificación de las propuestas de la derecha en 19 de los 27 países de la Unión Europea pueden ser un paso adelante para iniciar gestiones para un tratamiento continental de la problemática.
Es de esperarse que la nueva conformación parlamentaria y el cambio de autoridades modifiquen el enfoque, sobre todo en relación con las últimas medidas. En el mes de junio, el Tribunal de Justicia de la UE multó por 200 millones de euros a Hungría por incumplir las políticas de asilo enmarcadas en la legislación y llevó al repudio del gobierno de Viktor Orban.
El euroescepticismo y el descontento con la OTAN son dos de los fantasmas que sobrevuelan el futuro del bloque europeo, aunque la fragmentación es improbable, sobre todo con las evidencias del impacto negativo que tuvo el Brexit en la economía de las islas británicas y con la guerra en Ucrania sin un final a la vista.