La Revolución de 1979 despojó a Irán de las influencias occidentales y forjó un baluarte del islamismo en Medio Oriente. El componente religioso, encarnado en el líder supremo y ligado a la sharía, permanece prácticamente intacto 45 años después y mantiene su supremacía sobre vertientes reformistas y menos radicales.
La muerte del presidente Ebrahim Raisi alteró la línea sucesoria ideada por Alí Jamenei y no está claro quién será el futuro candidato, tanto para el gobierno como para la jefatura de Estado.
Muerte de Raisi: incertidumbre en el futuro iraní
El presidente Ebrahim Raisi y el líder supremo Alí Jamenei mostraron una sintonía única en los últimos 12 años. La adhesión de Raisi al sistema político, judicial y religioso islámico provienen de su formación clerical ligada a las clases de religión y de jurisprudencia islámica dictadas por el ayatolá Jamenei. Muy pocos políticos de la hermética esfera de poder escapan a los estrictos valores de la sharía.
Desde la fuerte irrupción de Raisi en el poder judicial, Jamenei promovió al difunto presidente en distintas etapas durante los 30 años de su carrera en la Justicia.
Fue nombrado vicepresidente de la Corte Suprema en 2004, fiscal general especial del Clero en 2012, custodio de Astan Quds Razavi en 2016 y la posición más alta, presidente de la Corte Suprema de Justicia, en 2019.
Lejos de ser un reformista, a lo largo de su carrera judicial se vio envuelto en las acciones más extremistas permitidas por el islamismo y no hubo atisbos de promover nuevas libertades y derechos.
Fue parte del Comité de la Muerte creado por el líder revolucionario Ruhollah Musavi Jomeiní para ejecutar a más de 30.000 personas en 1998. Entre ellas, se encontraban miles de presos políticos vinculados a agrupaciones de izquierda y comunistas que no se encontraban enmarcadas en los preceptos islámicos.
En 2009, condenó a muerte a nueve personas detenidas en el marco de las protestas electorales que llevaban consignas en contra del fraude denunciado por la oposición.
Ebrahim Raisi buscó la presidencia de Irán en 2017 con el apoyo de dos partidos políticos y el aval del Consejo de Guardianes, organismo que aprueba las candidaturas. El nacido en Mashhad logró un segundo lugar con más de 15 millones de votos. Para los comicios del 2021, Ebrahim Raisi obtuvo el apoyo de cuatro fuerzas y obtuvo el voto de 18 millones de personas para convertirse en el nuevo presidente de Irán.
Como presidente de la República Islámica de Irán, Raisi mostró un respaldo hacia Alí Jamenei y una fidelidad a sus voluntades como jefe de Estado, tanto en la política nacional como en las relaciones internacionales. El apoyo incondicional iba a ser retribuido a futuro: el líder supremo de 85 años lo veía como su sucesor en el puesto más importante del islamismo iraní.
El accidente aéreo que llevó a la muerte de Raisi alteró los planes del ayatolá Jamenei y lo dejó sin un candidato claro para garantizar la sucesión.
Irán: sin presidente y sin sucesión establecida
Tras el fallecimiento de Ebrahim Raisi, Alí Jamenei no dejó pasar un día sin tener un presidente. Inmediatamente, nombró al primer vicepresidente Mohammad Mokhber para que lleve de forma interina las riendas del país y así evitar el vacío de poder.
El mando legítimo del país se determinará el 28 de junio, cuando se celebren las elecciones dictadas por la Constitución Nacional. El líder supremo brindará su aprobación o veto para los candidatos que se presenten a los comicios, pudiendo evitar la participación de la oposición y los reformistas.
Sin embargo, las preocupaciones internas van más allá de la jefatura de Gobierno, aunque preocupa la lejanía con la sociedad, simbolizada en el récord de baja participación y abstención de las elecciones presidenciales de 2021.
El rol protagónico del líder supremo iraní
Alí Jamenei, de 85 años, es actualmente el jefe del Estado y comandante de las Fuerzas Armadas. Tiene autoridad sobre la Policía Nacional, la Policía de la Moral, el Cuerpo de la Guardia Revolucionaria Islámica (CGRI), encargados de proteger el islamismo en Irán y en Medio Oriente, y la Fuerza de Resistencia Basij, responsable de mantener el orden público y desalentar las protestas opositoras.
Además, tiene la potestad de elegir al jefe del Poder Judicial, ministros y las autoridades del Consejo de Conveniencia y del Consejo de Guardianes, órgano que controla el accionar del jefe de Gobierno, del Parlamento y de la Asamblea de Expertos.
Dentro del poder ejecutivo, Jamenei interviene directamente en las políticas del programa nuclear, las fuerzas militares y las relaciones internacionales.
El liderazgo supremo, una presencia “todopoderosa” en los tres poderes políticos, iba a pasar a manos del difunto Raisi. La muerte del presidente en funciones supone una problemática a futuro. Para Jamenei, es clave garantizar que la próxima autoridad suprema de liderazgo, como se denomina oficialmente, sea una persona que vele por la continuidad de los estamentos de la Revolución del 79.
Sin una continuidad natural, Ali Jamenei buscará un nuevo candidato para garantizar la permanencia de los ayatolás como la máxima referencia y autoridad político-religiosa en Irán, así como de la sharía como el texto que moldea la vida de millones de personas. Esta figura emergente deberá someterse a la Asamblea de Expertos, un órgano de 88 clérigos seleccionados por el pueblo cada ocho años, que elegirá al nuevo líder supremo.
Elecciones y dos modelos de poder
Los ayatolás no son los únicos que tienen intenciones de poder. Los Pasdaran, fundados por el Ruhollah Jomeiní, asumieron el rol de guardianes del islam desde la victoria revolucionaria en 1979, pero su implicancia en el presente excede las fronteras iraníes.
El Cuerpo de la Guardia Revolucionaria Islámica tiene presencia militar en numerosos países de Medio Oriente y libra una lucha aparte contra las potencias occidentales e Israel. A través de una red de Estados aliados y organizaciones terroristas como Hamás y Hezbollah, el CGRI moldea la política regional y fortalece la hostilidad con los israelíes.
Puertas adentro, con el aval del líder supremo, los Pasdaran y los voluntarios Basij desalentaron con mano dura la disidencia política y las protestas. La continua represión generó un autoritarismo respaldado por el sistema político y clerical. Los militares ahondaron su influencia en el gobierno, en la economía y en los asuntos de política nacional. Gobiernan en 10 de las 33 provincias, tienen 80 miembros en el Parlamento y el portavoz del Parlamento, Mohamad Bagher Ghalibaf, fue jefe de la Fuerza Aérea de los Pasdaran.
La Guardia Revolucionaria se transformó en un poder desafiante dentro y fuera de Irán que buscará revertir la influencia histórica del líder supremo, de la mano de un presidente reformista.
La política iraní se encuentra en una encerrona entre la supremacía indiscutida del liderazgo supremo y la creciente implicancia de los Pasdaran en los asuntos locales. Un modelo menos concentrado en una figura religiosa y una continuidad del esquema actual se enfrentarán primero en las urnas y luego en el Parlamento.