Primero, la pandemia y, luego, la guerra en Ucrania pusieron en evidencia que la Unión Europea (UE) no podía seguir dependiendo de la energía barata rusa, de ciertos insumos estratégicos chinos y estar atada al paraguas de seguridad estadounidense. Hoy la situación empieza a cambiar, a partir del nacimiento de la denominada “Europa geopolítica”.
“La UE ha salido fortalecida tanto de la pandemia como del desafío que implicó la guerra de Putin”, afirmó Amador Sánchez Rico, embajador de la UE en la Argentina. “En 2022, nació la Europa geopolítica. Nos dimos cuenta de que teníamos que dotarnos, de una vez por todas, de una verdadera autonomía estratégica y apostar por socios mucho más confiables”, manifestó el diplomático, en una extensa conversación con DEF.
El nacimiento de la “Europa geopolítica”
-En marzo de 2022, a pocas semanas de la invasión rusa a Ucrania, el alto representante para Política Exterior y de Seguridad de la UE, Josep Borrell, se refirió al “tardío nacimiento de una Europa geopolítica”. ¿Cómo impactó ese desafío del Kremlin en la política de seguridad europea?
-Podríamos retrotraernos al 24 de febrero de 2022, cuando se dio la invasión de un gigante, como es Rusia –potencia nuclear y miembro del Consejo de Seguridad de la ONU– al territorio de Ucrania, un Estado soberano y democrático. Pero creo que podríamos irnos incluso un poco más atrás, al año 2019, cuando entró en funcionamiento la Comisión Europea bajo el mando de Ursula von der Leyen, cuyo mandato concluirá en el mes de junio de este año. En ese momento, ya se hablaba de una “Unión Europea geopolítica” y de una “autonomía estratégica”. Parecía algo abstracto. La pandemia y, luego, la guerra en Ucrania nos abrieron mucho más los ojos.
Nos dimos cuenta de que no podíamos seguir dependiendo de Rusia en el suministro de gas, porque no es un actor confiable, y tampoco podíamos seguir dependiendo de China para ciertos insumos, como demostró la pandemia. Nos dimos cuenta de que ni una sola mascarilla, ni un solo ventilador mecánico, ni un solo gramo de paracetamol se producían en Europa. Y, finalmente, tampoco podíamos seguir dependiendo eternamente del paraguas de seguridad de Estados Unidos.
Los vínculos con Rusia y China
-¿La Unión Europea subestimó el gobierno de Vladimir Putin?
-Lo subestimamos. La Unión Europea quizá pecó de ingenua. Se veía venir y quizá no quisimos aceptar la realidad. Ahora bien, después de la invasión rusa a Ucrania, la UE ha reaccionado con una fortaleza y con una unidad que muy pocos esperaban. El primero que no se esperaba esta unidad, y la contundencia en la respuesta, fue el propio Putin, que pensaba que en 24 o 48 horas iba a ser capaz de cambiar de régimen y poner un presidente “títere” para tener a Ucrania bajo su área de influencia.
-¿Cómo observa el rol de América Latina, que todavía no ha implementado sanciones directas contra Rusia?
-En la región, no hay tradición de sanciones. Sin embargo, si analizamos el voto de la Asamblea General de Naciones Unidas y comparamos la votación de los diferentes continentes y zonas del mundo, vemos que en América Latina es donde más condenas ha habido a Rusia. Salvo alguna abstención, es la región del mundo donde se ha dado una mayor condena a la invasión. Aquí no se trata de estar del lado de Occidente o de Rusia. Aquí se trata de estar del lado del orden internacional basado en reglas o del lado de la ley del matón y del más fuerte.
-Otro gran actor internacional es China. En la brújula estratégica de la UE, se lo menciona como un “socio para la cooperación”, un “competidor económico” y un “rival sistémico”. ¿Qué implica esta definición?
-Por un lado, China es un socio, por ejemplo, en materia de lucha contra el cambio climático. Vivimos un desafío a nivel mundial, y la responsabilidad de la UE en la contaminación del planeta es del 8 % de los gases de efecto invernadero. Necesitamos tejer alianzas en el marco de las Conferencias de Parte (COP) de la ONU, y ahí China es un actor imprescindible.
Al mismo tiempo, China es un competidor tecnológico. Tenemos el caso del 5G, donde quien mejores productos ofrezca se podrá llevar el mercado, y eso es muy saludable. Y, por último, es un rival sistémico, que no significa que sea un rival sistemático. Tenemos una manera muy diferente de ver la protección de los derechos humanos. Ahí es donde se presentan las mayores divergencias. Eso no quita que no trabajemos juntos con China.
La salida de la pandemia, los pactos de estabilidad y la política migratoria europea
-¿Qué significó la pandemia para la Unión Europea?
-La pandemia puso a la UE a prueba. En Bruselas, no existe una política común en materia sanitaria. Cuando sobrevino la pandemia, había mucha incertidumbre de cómo iban a reaccionar las instituciones europeas. ¿Y qué hizo la Comisión Europea? Sin tener competencia y asumiendo riesgos, la Comisión Europea negoció y adquirió vacunas para todos los europeos. Eso permitió que se vacunara muy rápido a toda la población, al mismo ritmo y de manera homogénea. Y, además, evitó que se crearan desequilibrios y asimetrías.
Lo que también consiguió la UE fue exportar y donar el mayor número de vacunas al resto del mundo. Hicimos mucho a través de entidades supranacionales o multilaterales, como el Covax, lo que quizás no nos dio el crédito suficiente. Sin embargo, la UE fue el actor que más vacunas donó y exportó al mundo.
-La pandemia hizo que se abandonaran, momentáneamente, las reglas de los pactos de estabilidad. ¿Qué sucedió?
-Ante desafíos de esta envergadura, evidentemente se produjo una flexibilización de las reglas. Hubo una emisión de deuda común y, luego, una inyección de un paquete financiero, como es el programa Next Generation EU. Ha sido una respuesta muy ambiciosa, e inédita, para hacer frente a la crisis. Eso demostró, una vez más, la solidaridad entre los países de Europa. Actualmente, existe un marco, que es el que pone la Comisión Europea, y luego se distribuye en función de las necesidades y de los programas presentados por cada país.
-¿Qué desafíos plantea la política migratoria, teniendo en cuenta que es uno de los caballitos de batalla de las fuerzas políticas euroescépticas?
-Las elecciones al Parlamento Europeo (que tendrán lugar del 6 al 9 de junio) van a medir cuál es la temperatura. La migración es uno de los grandes desafíos europeos. Las migraciones son necesarias y se tienen que gestionar de una manera regulada y gradual. Se deben dar dentro de los cauces establecidos. También tenemos que trabajar muchísimo más con los países de origen, particularmente en África, para crear empleo allí, y seguir tejiendo alianzas con un continente que, en 2050, puede llegar a tener entre 3000 y 3500 millones de ciudadanos. Mientras tanto, la realidad es que Europa vive un declive demográfico y necesita de los migrantes.
América Latina: la recuperación de un vínculo estratégico
-¿Cuál es el estado actual de los vínculos entre Europa y América Latina?
-Vuelvo a lo que decía antes: la necesidad que tiene la UE de diversificar sus relaciones y de apostar por socios confiables. De este lado del mundo, además de la relación transatlántica con EE. UU., tenemos otra relación transatlántica que es igual de importante: me refiero a la que va de EE. UU. hacia abajo. Hasta hace 20 o 25 años, esa relación entre la UE y América Latina estaba bien consolidada y había mucho vínculo. En los últimos 20 años, en cambio, ha habido cierto distanciamiento.
-¿Cómo explica ese distanciamiento?
-Ha habido diferentes causas, y la responsable no es solamente la UE. La culpa es atribuible a ambos lados. En la UE, por ejemplo, hace 20 años éramos 12 socios y hoy somos 27. La Unión se ha ido ampliando hacia el este y nos hemos ido alejando geográficamente de esta región. Además, hemos tenido muchos problemas o urgencias internas, como el Brexit, la crisis migratoria, el euro, el terrorismo, etc. Hay muchos problemas en el vecindario y mucho fuego por apagar alrededor de la UE. Eso, querámoslo o no, nos ha llevado a distanciarnos un poco de América Latina.
-¿De qué manera piensa que es posible reconstruir ese vínculo?
-Quizás hemos pecado de una agenda demasiado focalizada en lo que nos divide o en lo que nos separa. Pueden ser temas como los de Venezuela, Nicaragua o Cuba. Y no hemos sabido capitalizar todo lo que nos une, que es muchísimo más que lo que nos divide: un pasado en común, principios y valores en común. Yo creo que debemos empezar a construir una agenda mucho más positiva.
Las negociaciones con el Mercosur y las normas ambientales europeas
-Yendo al acuerdo comercial entre la UE y el Mercosur, nuestra canciller Diana Mondino habló de ciertas “incomprensiones” y “mitos” que existen en Europa, por ejemplo, respecto del Amazonas y la protección ambiental. ¿Qué tan lejos se está del acuerdo?
-Estuvimos muy cerca de cerrar las negociaciones, que ya llevan prácticamente 25 años. Esperamos retomarlas a nivel técnico. Quedan algunas cuestiones pendientes. Yo sigo siendo optimista porque creo que viviríamos muchísimo mejor con este acuerdo que sin él. No podemos estar siempre hablando de lo que este acuerdo restaría, en lugar de destacar todo lo que sumaría. Tendríamos que hablar muchísimo más del precio o del coste de un “no acuerdo”.
-Desde nuestra región, se cuestiona el proteccionismo europeo y su normativa ambiental. ¿Qué responde usted?
-Se habla mucho de la UE y de sus normativas, como, por ejemplo, el reglamento sobre deforestación. En realidad, lo que hacemos es responder a una preocupación de la ciudadanía. La gente, a ambos lados del océano, quiere saber qué está consumiendo, de dónde procede y en qué condiciones se lo produce. Es justo que este tipo de normativa, que se aplica a los agricultores y empresas europeas, también se aplique a otros lugares de origen de las exportaciones. Es lo que estamos haciendo. Son cambios que han venido para quedarse. Este tipo de reglamentos y normativa responden a estas preocupaciones. Lo que debemos tener es un diálogo para disipar dudas y para seguir aumentando nuestros flujos comerciales.
Argentina, un socio clave en la transición energética
-¿Cómo define el vínculo entre la UE y la Argentina?
-Somos el primer inversor, con alrededor de 800 empresas europeas presentes en el país. Disputamos con China el segundo lugar (detrás de Brasil) como mayor socio comercial. La diferencia es que Argentina tiene un gran superávit comercial con la UE, mientras que tiene un déficit comercial con China. No caben dudas de que hay potencial para mucho más. No podemos dormirnos en los laureles. Hay margen para mucha más inversión.
-¿En qué sectores se podría ampliar esa cooperación con Argentina? Pienso, por ejemplo, en la energía y en la agenda de la transición energética.
-Argentina tiene grandes reservas de gas –una energía de transición–, pero hoy no lo puede exportar. A los europeos, nos gustaría poder contar con el gas natural licuado (GNL) argentino, pero, de momento, no existe aún una planta de licuefacción en un puerto de agua profunda, como podría ser el de Bahía Blanca. Ojalá, muy pronto, pueda llegar el gas argentino a Europa. Firmamos en 2023 un memorando de entendimiento en este ámbito. Aún falta reunir las condiciones de infraestructura.
-¿En qué otros sectores existe interés de parte de la UE?
-Más allá del gas, hay otros dos sectores. Uno de ellos es el litio, donde cada vez hay más empresas europeas interesadas e invirtiendo en el lado argentino del triángulo del litio. Y el otro gran horizonte en el que Argentina puede ofrecer muchísimo es el del hidrógeno verde, tanto por sus condiciones meteorológicas como geológicas. Ahí también hay empresas europeas interesadas. Ambos sectores son claves para la transición energética y para la autonomía estratégica de la UE.